Adriana

Una historia casual, una noche extraña con un final inesperado.

Adriana

Vivo en la cdmx. ¡sí!, esa enorme urbe con millones de personas que a diario se encuentran frente a frente sin saber nada las unas de las otras. A veces, mientras viajo en el metrobus o el metro observo los rostros desconocidos preguntándome la clase de historias secretas que guardan, sus aventuras, su erotismo, su vida…

La gente que me ve observa a una chica algo bajita y posiblemente regordeta con cabello corto estilo “bob”, eso sí, de un negro profundo y muy delgadito… ¡Me gusta mi cabello!

Los caballeros, como ustedes saben, son muy educados y gentiles en esta mi ciudad, ellos se fijan en algo más que mi cabellito, sin duda. Para gracia o desgracia mis pechos son grandes… Demasiado grandes, me temo. Por suerte, muchas veces confunden ese tamaño excesivo pensando que estoy muy gordita pero la realidad es que me cuelgan un poco sobre el vientre.

No me resultan molestas las miradas morbosas salvo en el extremo caso de que algún mañoso, que no pocos hay, intenta rozarlas o tocarme de algún modo en nuestro querido transporte público.

Las miradas lascivas de los chicos me divierten sin causarme algún tipo de reacción distinta, pero otra cosa me sucede con las de las chicas que pueden ser de asombro, risa o deseo, según la inclinación de cada una. Por supuesto me doy cuenta de esos cuchicheos entre “comadres” cuando al bajar del microbús mis pesados atributos brincan sin control. Al principio me avergonzaba, pero con el tiempo me fue siendo totalmente indiferente la reacción de las personas, al menos las de algunas personas ¡claro!, por ejemplo, no me resultaban tan indiferentes las de Joce.

Se habrán dado cuenta de que mi inclinación sexual deriva hacia mi mismo sexo. No por moda como la de algunas amigas quienes piensan que besar a otra chica es lo “cool” en nuestra modernidad.

Desde muy pequeña me sentí atraída por otras mujeres y digo mujeres porque en quienes me fijaba más, no eran mis compañeritas de la escuela… Miraba a las mamás de mis amigas, a algunas maestras y ¡carambas!, a mi tía Lidia, he de reconocer que tenia la carita mas linda del mundo, fue mi amor platónico durante mucho tiempo.

Bueno, tampoco era que me fijara en sus cuerpos o mis pensamientos fueran libidinosos. Me atraían, es todo.

No hay otro lugar mas intenso para nuestra comunidad LGBT… y toda la demás letanía en la cdmx que la zona rosa y las colonias que la rodean, hace algunos años la bellísima colonia Roma era un sitio pletórico en bares y antros donde podíamos ligar, platicar o simplemente pasar un buen rato en ambiente. Mi historia comienza, si aun no se han aburrido, en uno de estos lugarcillos…

Para mis amigas no era muy difícil encontrar con quien bailar o charlar, pero para la gorda tetona, más bien el lugar indicado era la mesa.

Miraba alrededor y sin nada mas que hacer tomaba alguna piñita colada, después, un Alfonsito XIII y entre unas y otras el piso se me volvía borroso. Ya en aquel estado a todas las chicas que pasaban les obsequiaba una sonrisa que sin duda parecía de boba y varias solamente me miraban y hacían jetas bastante desagradables, sin embargo, una me sonrió abiertamente y después de un instante siguió su camino. Me encogí de hombros y masculle alguna leperada, solamente el vasito con chupe era mi ligue.

Me sentí bastante sorprendida cuando la chica que antes me había sonreído regreso con otra amiga y ambas sin pedir permiso se sentaron conmigo…

  • ¿Qué estas tomando, gordita? – Me pregunto

El insultillo no me pareció grosero y le extendí el vaso para que se diera un llegue.

  • ¡Pfff! ¡Ya está caliente esta madre! – Exclamo al darle el sorbito

Su amiga pidió otro y cuando lo trajeron le dio varios tragos para después ponérmelo enfrente… - ¡Entrale pinche gordita! – Me dijo

Me dio risa, de esas que solamente te entran cuando estas ya pasada, pero agarre el vaso y bebi.

  • ¡La madre!, pero si te encanta el chupe – Exclamo la otra quitándome el vaso para también entrarle.

Simplemente cada cosa que decían me provocaba ataques de carcajadas.

  • ¡Estas muy contenta, cabroncita!, ¿vienes sola? –

Con mirada desenfocada busqué a mis amigas, pero no pude ni ver donde andaban.

  • Pss, la neta, creo que si – conteste arrastrando las palabras

Al par les gano la risa…

La que estaba más cerca de mí, de repente me agarro una teta. Creo que puse ojotes porque les dio tal ataque de risas que también me contagiaron y así mientras nos reíamos sin control la otra se sentó a mi lado y comenzó a imitar a su amiga. Las dos me manoseaban sin que yo pudiera parar de reírme.

Instantes después el cachondeo se intensifico y de pronto me vi con la blusa levantada…

  • ¡A la madreeee! – Grito una de ellas – ¡Mira que las tiene tremendas! – Dijo a su amiga.

  • Psss te lo dije, si la vi cuando llego –

  • ¡Ja de la chingada! Tienes buen ojo

Para entonces ya me habían sacado una del brassiere y aquella bruja me pellizcaba el pezón de manera nada amable.

  • ¡Ayy pinche gordita, que ricas las tienes! – musito en mi oído una.

Rei, pero con menor intensidad, me estaba llegando un poco de lucidez…

  • ¡Perense, párenle! – Gemí al sentir un pellizcón e intenté quitarles las manos y bajarme la blusa.

  • ¡Ni madres! ¿a poco no quieres una cojidita? –

Me quise levantar, pero me agarraron de los hombros sentándome de nuevo con cierta violencia.

  • ¡No cualquiera se va a querer chingar a una pinche gorda como tú! – Dijo la que me había sonreído al principio

  • Ay mamacita, ¡no se pasennnn! – Grite fuerte con la esperanza de que alguien viera lo que sucedía, pero la música fuerte y el sitio todo oscuro no eran muy propicios para la ayuda.

  • ¡Ándale cabroncita!, ¡déjatee chingada madre! – grito la otra dándome besitos a la vez que intentaba levantarme la blusa de nuevo.

  • ¡Noo, noo manchen, ¿Qué les pasaaaa? – Gemí intentando zafarme y con la mirada buscar a mis amigas.

  • ¡Eres bien puta!, no te hagas pendeja – La perra me jalaba el cabello mientras me lo decía.

  • ¡Yaaa, nooo nooo mamennn! – Grite de plano, pero las que pasaban ni caso hacían.

  • Eso queremos, darte mamadas en esa rajita rellenita que debes tener, putita –

Entre el forcejeo ya me habían levantado la blusa otra vez y me apretaban las tetas y pezones…

  • ¡Ayyyy hijas de su puta madreeee! – Grite – ¡Sueltenmeeee!

En pleno grito una de ellas se lanzo sobre mi boca y comenzó a besarme metiéndome la lengua a fondo. Intente morderla, pero la cabrona evitaba mis dientes y me frotaba los labios con los suyos…

  • ¡Cállate pendeja!, ¡como si no te gustara! –

La jodida ya me había abierto los jeans y su mano estaba sobre mi concha masajeándola.

No me di cuenta hasta que la escuché…

  • ¿Ya ves, no que no te gustaba?, ¡mira como se mueve la golfa! –

En efecto mi cuerpo seguía el movimiento de su mano y ¡estaba mojada!

  • ¡Mmmm puta! ¿No te da vergüenza que te manoseen dos a la vez? –

Dijo la que me besaba separándose un poco…

  • ¡Vámonos, quiero meterla en un hotel! – Dijo la otra mirando a su amiga.

No se porque, ni como… Minutos después iba a media calle con las tetas de fuera caminando entre las dos… La noche apenas comenzaba.