Adoradoras de la zoofilia

Me llamo Carla, hace un tiempo atrás, tuve una experiencia que jamás habría pasado por mi mente. Todo comenzó cuando recibí un video, de una persona desconocida, de una mujer teniendo sexo con un perro.

Adoradoras de la zoofilia

Me llamo Carla, hace un tiempo atrás, tuve una experiencia que jamás habría pasado por mi mente. Todo comenzó cuando recibí un video, de una persona desconocida,  de una mujer teniendo sexo con un perro. Algo que no conocía, y por supuesto me pareció aberrante, contestándole a esa persona que como me mandaba una cosa así, disculpándose, diciéndome que no era su intensión molestarme.

Con el pasar de los días, volví a mirarlo, una y otra vez, realmente me atraía y a su vez me excitaba bastante, a pesar de ser algo tímida me anime a contestarle tiempo después.

Me pareció una persona correcta, a pesar de enviarme videos, que por supuesto cada vez que los veía me estimulaban bastante.

Le conté que había intentado hacer algo con un perrito que tenia pero no fue factible, me recomendó buscar un perro mas grande, por supuesto que si bien me alteraba cada vez que tocábamos el tema, no tenia como hacerlo.

Tengo una amiga llamada Erika, que posee un pastor alemán, por supuesto me daba algo de vergüenza comentarle sobre el tema, a pesar de la confianza que tenemos, y hasta hemos tenido algo de sexo, por supuesto, besos, y toquetearnos hasta llegar a tener algún orgasmo, pero nada más.

A pesar de ir seguido a su casa y jugar con su perro, donde a veces se me cruzaba la idea de que si mi amiga tenía relaciones con su mascota, pero no me animaba a preguntárselo.

Un día nos citamos en su casa aprovechando que sus papás salieron de viaje, sus hermanos no nos preocuparon porque  están fuera todo el día.   Al principio fue difícil, porque  yo no sabía ni por dónde empezar, pero ella lo intuyó y me facilitó bastante las cosas.

Empecé por  decirle que   me gustaba mucho su perro, pero que  me daba miedo porque una vez lo vi, cuando seguramente estaba muy excitado, porque se le divisaba parte de su miembro rojo, intentar salirse.

Ella me dijo:

“No debes temerle, es algo natural cuando estos animales están en la época de   celo”

‘Claro, claro” conteste.

Trataba de entrar en el tema, pero mi amiga, no sé porque, pero no me daba demasiado pie, al punto de creer que no conocía demasiado sobre el eso.

Yo le dije que  no era lo mismo con mi perro, que  el mío nunca mostraba señales de excitación, que  a la mejor estaba muy chico todavía o que  a lo mejor era un perro gay. Nos reímos ante mi ocurrencia,   en fin, estaba tratando de no desviar la conversación.

Yo estaba muy nerviosa, pero por fin me atreví a decirle que   yo había visto varias películas en donde se veía que  las mujeres realmente gozaban teniendo sexo con perros, pero que  yo no creía que  fuera tan sabroso como con los humanos.  Erika observaba fijamente, atendiendo mis palabras, pero no me decía nada, solo me escuchaba.  También le dije que   en esas películas, había visto que  a la mayoría de las chicas les encantaba lamerle el miembro a su perro, que  era evidente , les causaba un gran placer, pero que  ahí sí yo no estaba de  acuerdo porque  yo ya había hecho eso con mi novio y había sido una mala experiencia que  nunca podría olvidar.

Seguimos platicando, o más bien yo seguí,  por mucho rato pero casi no había diálogo, era todo un monólogo porque  ella solo me respondía con frases cortas nada más.  Eso me estaba poniendo muy irritable, porque  pensé que  me estaba juzgando.  Llegó un momento en que  ya no tenía nada qué hablar, entonces le pregunté  qué pensaba de todo eso.  De momento no me dijo nada, se  quedó pensando y luego me preguntó si estaba segura de lo que   decía, que  eso era un asunto muy delicado del que  no se podía hablar con nadie,  que  tenía que ser muy discreta y que  no se valía que  me arrepintiera.

Me sentía abochornada, por todo lo que había expuesto, sin tener demasiado claro si mi amiga lo había practicado. Le dije que  aceptaba todas esas condiciones, y hasta altura de la conversación  no me atrevía a preguntárselo.

Después de un rato  sacó su laptop y me dijo que   me acercara a ver la pantalla.  Nos sentamos en la cama y abrió un archivo que  contenía una barbaridad de películas de animales teniendo sexo con mujeres; había caballos, burros y otros animales, pero predominaban los perros.  Me dejó hipnotizada, no podía creer lo que   estaba viendo.  Con la plática y las películas yo estaba completamente mojada, tenía las pantaletas empapadas, y ella lo notó porque  olía horrores....

¿Quieres que llame a Olaf” -me preguntó mirándome a los ojos, con una cierta sonrisa pecaminosa.

“Si, como quieras” conteste algo timorata, sin poder evitar que  la cara se me pusiera roja de vergüenza-

Déjenme aclarar que  su perro se llama Olaf y es un pastor alemán precioso, enorme y muy bravo.  Sin embargo, a mí ya no me ladra porque  frecuento mucho su casa y ya me conoce, pero no dejo de mantenerle cierto respeto.

Lo llamó a gritos y el perro entró a la recámara como tromba, jadeando y jugueteando con ella, le dijo que   se sentara y estuviera quieto, lo cual el perro obedeció al instante.  Luego lo empezó a acariciar e hizo que se acostara, y me hizo señas de que  me acercara.

El perro permanecía inmóvil, con el hocico entreabierto como si sonriera, sin dejarlo de acariciar, la mano de Erika tomó su pene que  aún permanecía dentro de su funda y lo empezó a menear hacia arriba y hacia abajo, una y otra vez hasta que  de pronto, con las caricias, el pene del perro salió de su funda.

Estaba húmedo, casi chorreante, con un abultamiento en la parte media que lo hacía ver monstruoso, era rojizo color sangre y multitud de venas cubrían su superficie, pero lo que  más me llamó la atención era el nudo de carne que  tenía junto a los testículos y ya había visto en las películas cómo se les atoraba en la vagina a las mujeres durante el coito.

Ella me invito a que se la acariciara, pero no me atreví a hacerlo, hasta que  me tomó la mano y me obligó a tocarlo.  A pesar de que  la apariencia del miembro del perro era espantosa, no puedo negar que   tenía una inmensa atracción,  era algo morboso, por la seducción que me perpetraba, no entendía como podía subyugarme esa verga perruna, me invadían los impulsos de seguir acariciándolo con vehemencia, casi amorosamente.

Erika también estaba muy excitada, empezó a acariciarme y luego me sacó uno de mis pechos y empezó a besármelo, sin hacer nada por impedírselo, al contrario, me saqué el otro pecho de la blusa para que  también lo acariciara.  Debo confesar  que  con Erika y otra amiga hemos tenido ya desde hace un tiempo relaciones lésbicas, algo “light ”, pero estamos felices con ello, pero nunca, nunca de los nunca se nos había ocurrido tener sexo con animales, ni remotamente.

Fue a raíz de la llegada de unos videos  cuando me empecé a interesar en ello y debo decir que se estaba convirtiendo en un vicio para mí, en algo que me atrae cada vez más, a pesar de parecerme muy inmorales al principio.

Pero bueno, volviendo a lo que   decía del perro, cada vez mis deseos de acariciarlo aumentaban y mis temores desaparecían, incluso hubo momentos en que  deseaba con ansia meterme ese miembro a la boca,  pero no me atreví, me dediqué a acariciarlo hasta que   el pene de Olaf se vino a borbotones, expulsando un líquido transparente que  me llenó la mano.

En ese momento Erika me dijo que  ya era suficiente, que  ya no lo acariciara, porque  le irritar el pene, con mucho pesar lo dejé y Erika y yo continuamos con nuestra sesión amorosa, mientras humedecía los dedos en el semen esparcido en el suelo, para introducirlos en mi boca para que los chupase, algo que lo hice de una manera bastante exaltada.

Admito que estaba demasiado motivada, desnudé rápidamente a mi amiga, besándola de una manera descontrolaba y con mucha ardor, nunca había lamido y chupado su sexo, algo que la sorprendió, pero que aparentemente disfrutó ampliamente, que después de ese alocado sexo me lo hizo saber, a lo que me sentí algo avergonzada por mi descarada actitud.

No permanecí demasiado en su casa, aunque camino a la mía, no podía quitar la imagen del perro con su pene erecto,

Fueron muchas las emociones y sensaciones que me invadieron en ese par de horas,  y al recordarlas  inevitablemente me vuelven a excitar. Sentí que la amistad con Erika se había solidificado,  pues estaba compartiendo con ella mis más íntimos secretos.

Días después fui a la casa de Erika después del colegio, apenas llegué vino su perro a saludarnos, no sé que me paso pero sentí una cierta excitación, llegando a mojarme, a  lo que el olor que debía de emanar, rápidamente fue captado por el olfato de Olaf, que sin demasiados disimulos, su hocico intento meterse bajo mi corta falda del uniforme, para hurguetear entre mis piernas. Sentí un escozor, intentando separar al animal, por si llegaba a verme su madre, o alguien de la familia.

Con una sonrisa, Erika me dice:

“Parece  que tienes un enamorado”

“Si, es muy posible

Nos reímos a dúo de lo sucedido para ir a almorzar y  hacer las tareas para el siguiente día. Alrededor de las 5 pm, quedamos solas, Erika llamó a su mascota que rápidamente entró a la habitación, su presencia me movilizo que traté de no dar signos de agrado, solo me limite a acariciarlo.

Mi amiga me miro, diciéndome:

“Quieres hacer un receso?”

“Me encantaría “ respondí rápidamente.

Erika se había quitado los zapatos y sus desnudos pies acariciaban al animal, gustoso de esos mimos muy cerca de su órgano genital, que no dejaba de tener una connotación muy sensual, que me llevo a abrir mis piernas dejando ver mis bragas.

Quieres que te pruebe?” me dice.

Que me pruebe que? “Respondí, haciéndome la inocente, mientras hace levantar al perro, que se dirige hacia mí.

“Abre tus bellas piernas, para que pruebe ese excitante sabor que emanas”

Con cierto desconcierto y algo temerosa, separe mis extremidades, cuando el perro fue a la unión de ellas, metiendo su hocico, lamiéndome a través de mi prenda intima. Me eché hacia atrás tomando con mis manos el borde de la silla, quitándome los zapatos, mientras mi amiga quitaba mis medias tres cuartos,

Desplace mis bragas para sentir más directo sus placidas y estimulantes lamidas, mientras Erika ya levantaba mi blusa bajando mi sostén mamando ávidamente de mis pezones. Era todo tan excitante y deleitable, cuando un toc-toc en la puerta nos trajo a la realidad. Me arregle como pude, mientras Erika preguntaba quién era.

Era su madre que había regresado antes de lo previsto, y nos traía algo para merendar, solo le reprocho a Erika que no quería el perro en el dormitorio. A partir de ese momento pasó bastante tiempo,  hasta que una tarde Erika me llamó para que fuese, que estaríamos tranquilos, me llamó la atención  que lo mencionase en masculino. Pero lo que más me asombro fue cuando me dijo:

“No te bañes ni te perfumes, ven lo antes que puedas”

Llegué a su casa lo antes posibles, algo agitada, suponiendo que podría llegar a pasar, el hecho de pensarlo hacia que mi vagina despidiese algo de humedad.

El recibimiento de Erika fue muy afectuoso, al que lo acogí muy gustosa, cuando metió su mano bajo mi falda, tocando mi sexo a través de mi trusa, algo que no era muy habitual en ella, de explorarme tan directamente.

Pero dejé que actuase, me agradaba su contacto, mientras iba deslizando mi prenda, incrustando sus dedos en mi raja, que ya supuraba mi habitual flujo.

Besos y caricias se fueron fusionando, mientras sutilmente, desabrochaba mi camisa, quitándola para luego desprender mi sostén  aflorando mis pechos con mis pezones rigidizados por ese impetuoso acoso.

Me sentía algo ridícula estar totalmente desnuda frente a mi amiga, a pesar de haber sucedido en otras oportunidades, pero notaba que esta vez era distinto,  sentía que era como un acorralamiento, al que de alguna manera me iba excitando, entregándome lentamente.

Cuando Erika llamo a su perro, como lo hacía en otras oportunidades, que al entrar como una tromba, comenzó a girar a mi lado saltando, de una manera bastante exasperada, que si bien me altero sentí algo de temor a pesar de que me conocía.

Erika lo abrazo, tratando de calmarlo, pero se notaba que estaba bastante perturbado, la mirada de Erika era algo extraña, como que estaba llevando algo a cabo, ya planificado.

Sin dejar de abrazar a su mascota, tocó sus genitales, surgiendo rápidamente parte de su miembro rojizo, algo que no dejaba de excitarme, tentada de tocárselo y hasta llegar a mamárselo. Mi amiga me beso sin dejar de tocar mi sexo, cuando me dice:

“Colócate en cuatro, mi amor”

Obedeciendo sin evitar su orden, mientras el perro parecía saber que sucedería, moviéndose a mí alrededor de una manera desconcertada, como preparándose para efectuar un encuentro sexual. En mi posición, expectante a lo que se avecinaba, sentí su ágil lengua, rozar mis cavidades hasta empaparlos con su saliva, y alterándome cada vez más ante ese acoso en mis intimas partes.

Durante breves minutos mi corazón comenzó a acelerarse, hasta que  Erika pegándome un chirlo en mi nalga, el animal, abandono sus rápidas lamidas, montándome con total arrebato, intentando comenzar a penetrarme sin ningún tipo de impedimento.

Sentía su miembro chocar contra mis nalgas, buscando de una manera frenética el interior de mi sexo, con violentos empellones, a pesar de mi temor, me quedé quieta, entregándome a esa furia animal, era algo tan patético y morboso que alteraba mis hormonas.

Por supuesto que esa persistencia, tuvo su fruto para el animal al sentir que mi intimidad era profanado, por su miembro, que se fue introduciendo de una manera alocada, aferrándose con sus patas, haciéndose dueño de  mi integridad.

En cuanto el perro de Erika tomó posesión de mi intimidad, un escalofrío recorrió mi cuerpo desnudo, hice un pequeño movimiento, para mantener mi equilibrio, el animal, apretó sus extremidades contra mi persona, como tratando de impedir que me escapase. Alterándose mi respiración, como consecuencia a ese nerviosismo que me invadía, más mi extraña excitación, comenzando mis poros a bañar mi cuerpo de sudor..

El miembro del perro friccionaba ávidamente las paredes de mi útero,  apresándome sin reparos, mezclándose mis quejidos con jadeos, mientras Erika observaba la escena totalmente anonadada, mientras su mano acariciaba, parte de mi cuerpo. A pesar de mi estado de alteración, me sentía algo agraviada, al ser la figura expuesta en ese indecoroso y  morboso coito animal.

Cada empellón que el animal me efectuaba, me producía una exclamación de placer con algo de dolor, sintiendo que me estaba entregando al apetito sexual de esa bestia, que se había apoderado de mi ser, que lo deseaba, apeteciéndome saber que estaba siendo apareada por un animal. Mil pensamientos corrían por mi mente, nadie hasta el momento me había alterado de esa manera, mientras ese bombeo agitaba mi cuerpo bamboleando mis tetas,  sentí como que su aparato reproductor se había cobijado, en mi matriz, sintiendo que se dilataba obturando la salida de mi vagina.

Durante el periodo en que el perro estaba eyaculándome, y Erika acerco su sexo a mi boca, tendí a lamérselo de una manera desbocada, a pesar de que no lo había practicado anteriormente, esa relación zoo-lésbica, en donde atendía las necesidades  sexuales de esas criaturas, me subyugaba. El hecho de sentirme la sierva de ambos me excitaba, mi goce se acrecentaba paulatinamente, me confería tanto de cuerpo como de espíritu, dispuesta a aceptar las pretensiones de ambos. Erika empujaba su pelvis hacia mi rostro, empapado por los flujos que emanaba de su interior.

Mientras mi boca la introducía todo lo que podía, sintiendo sus líquidos algo agrios, que a pesar de eso continúe con mi labor, sintiendo a la vez, los cálidos flujos del perro evacuarlos, en mi seno vaginal.

Un temblor invadió mi cuerpo producto de esa alocada relación, donde mi cuerpo emano una seguidilla de convulsiones, con gemidos de placer que me llevaron a un placentero orgasmo.

Apenas el perro se desprendió de mi interior Erika se volcó sobre mí,  a besarme y tocarme, introduciendo sus dedos en mi vagina, humedeciéndolos con el semen de Olaf, para llevarlos a mi boca, que ha pesar de haberme venido, aun mi exaltación se mantenía presente.

Rato después se acopló nuevamente el perro, dispuesto a juguetear  entre nosotras, hasta acostarse por orden de Erika, donde iniciamos una serie de caricias hasta volver a descubrir su roja verga, que como dos chicas golosas comenzamos a besarla, lamiéndola de manera impetuosa, besándonos simultáneamente.

Ante este nuevo simulacro, no me contuve esta vez en devorar su verga con mi boca chupándola con total asiduidad, sintiéndola como se desplazaba en mi cavidad bucal.

Esa tarde fue inolvidable, enclaustrados en la habitación de Erika, reiteramos esos apareamientos fue algo totalmente excitante ver como mi querida amiga, era apareada