Adoptando a una lobita (4)

Este fue mi primera serie de relatos sexuales, y la mejor así que he decidido retomarla. El embarazo de la loba está en sus meses, finales y comenzará a conocer más sobre su familia.

Con el embarazo no me dejaban salir de casa, pero yo me negaba a estar encerrada así que iba de nuevo a las clases de Kilie. Yo quería aprender a leer y escribir, y la única ahí que podía era ella. Esta vez me avisó que me acompañarían en las clases. Abrí la puerta y la nueva ayudante de Kilie me llevó con la profesora.

–Siéntate, Alana. Te estábamos esperando.

Mis compañeros eran tres chicas, una de ellas de orejas puntiagudas, una humana y otra que echaba un olor que me recordaba a mí; también había dos chicos, un humano y uno de orejas puntiagudas y piel oscura. Me senté al lado de la que olía como yo.

–Kilie, no sabía que dabas clases–dije

–O las doy yo, o en este pueblo todo el mundo es analfabeto. Aquí tienen suerte de que no cobro

Empezaron las clases, ella tenía una pizarra en la que nos enseñaba. Yo dirigí mi atención hacia mi compañera, su pelo era negro, sus ojos azules y tenía un cierto parecido a mi, físicamente hablando.

–¿Quién eres?–le pregunté a la chica

–Nieve, ¿y tú?

–Alana, hueles como yo

–Eso es que somos iguales, pero hablemos de eso más tarde.

Me fijé bien, y entre su pelo tenía orejas de loba. Yo no llegaba a tener las orejas en mi forma humana, pero ella se ve que si.

La clase continuó con normalidad. Todos fuimos saliendo uno por uno a la pizarra.

–La clase ha terminado, tengo una pequeña biblioteca por si queréis leer. Siempre respetando que yo no os cobro nada, sed igual de respetuosos que yo. Nieve, Alana quedaos un momento.

Todos se fueron excepto nosotras dos. Fuimos a la mesa de Kilie a ver que quería. Una niña pequeña entró en la habitación y saltó a los brazos de la chica.

–Es mi hija, Escarcha–dijo sonriente la loba–Cuando vengo aquí, dejo a mi hija con su ayudante. Me toca a mi cuidar sola de ella.

–Habréis notado que os parecéis mucho. Eso es porque sois hermanas. Nadie os lo ha dicho, pues es un secreto entre las sacerdotisas, pero vosotras venís de la misma madre. Cuentan que un lobo y una humana tuvieron hasta cinco cachorros. Nadie sabe qué fue de los cinco, pero aquí tenemos a dos de ellos.

–¿Y por qué nos lo cuentas?–preguntó Nieve

–Tengo varias razones para ello. Quiero que os vayáis conociendo, y os llevéis bien. Tu, Nieve, eres madre y ella va a serlo, puedes darle consejos y ayudarla. Por último, sois hermanas, y licántropas, os tendréis que ayudar. Ike, y Jane son de los pocos que os ayudarían, además de mi misma.

La hija de Nieve, tenía sus mismos ojos, pero su cabello era blanco. Se bajó de los brazos de su madre para andar. También cogió mi mano, y me sonrió.

–Está feliz de conocer a alguien como ella.

–Y yo también. La única hasta ahora que era como yo, era Jane y porque me pidió ser una loba.

–¿Quién es el padre?–preguntó Nieve

–Ike

–¿Cuánto hace que conoces la civilización?

–Ocho meses

–¿Tu estás preparada para ser madre?

–¿A qué te refieres?

–Ser madre no es sólo parir, es una gran responsabilidad y una nueva vida que cuidar y criar–Nieve revolvió el pelo de su hija, y esta rió

–Jane me ayuda con mi embarazo, se preocupa mucho por mi. Mir también lo hace, a pesar de no callarse.

–Llévame con ellas. Quiero verlas.

La llevé por el bosque hasta nuestra casa. Mir llevaba una nueva túnica, que Kilie le había dado y Jane estaba fuera. Mir se levantó y me saludó.

–¿Quién es tu amiga?–miró a Nieve

–Kath dice que es mi hermana

–Os parecéis mucho, y ¿quién es la pequeñina?

Escarcha se ruborizó y se escondió detrás de su madre. Mir se puso a su altura.

–No tengas miedo, no te voy a comer.

–Preséntate–dijo Nieve

–Me llamo Escarcha–Mir y la pequeña estrecharon sus manos

–¿Dónde está Jane?–pregunté

–Buscando la comida–respondió Mir

–Una pena que yo no pueda acompañarla.

–Puedo ayudarla yo–dijo Nieve

No esperó nuestra respuesta, y se transformó. Nosotras entramos dentro con Escarcha. Ella corrió hacia un hueso que había en la mesa, y empezó a morderlo. Mir iba a quitárselo de la boca, pero yo se lo impedí.

–Deja que ejercite la mandíbula. La necesitará para cazar a sus presas.

Nosotras nos sentamos en la mesa, pero Escarcha con su hueso nos ignoraba a las dos.

–Voy a esperarlas fuera. Vigila a la niña

Esperé fuera a la llegada de ambas. Jane venía a lo lejos, cargando con un gran venado y a su lado venía Nieve como loba. Jane me saludó a lo lejos.

–Veo que tienes una nueva hermana–gritó

–Y tiene una hija

Jane entró a casa con el venado. Nieve volvió a su forma humana, totalmente desnuda. No tenía grandes pechos, pero Nieve tenía un culo de infarto.

–Pasame la ropa–le lancé su ropa

–Tienes mucha suerte, a mí no me dejan cazar. Cuando quiero estar al aire libre, osito no se separa  mi.

–¿Osito? ¿Hablas de ese oso tan amigable que hay junto al río?–asentí–A lo mejor lo visito después, en su forma humana está muy bien dotado–gruñí

–Te tiras a Jane, y su padre, a Kilie y a Mir. También a osito. Menos mal que no te follas a medio pueblo.

–¿Pasa algo?

–No, nada. Un humano con prejuicios podría pensar que eres...una mujer de ...compañía.

–No se que es eso.

–Y mejor que no lo sepas.

Cuando ambas pasamos, Escarcha seguía jugando con su hueso. Solo que babeaba al ver el venado en la mesa.

–Hay que desollarlo, su piel me servirá para hacer algo con él y su carne nos dará de comer para varios días. Aunque con vuestro apetito no se yo.

Todas estábamos deseando empezar con el animal. Jane fue repartiendo la carne entre todos los licántropos, ella incluida, y lo que quedaba lo llevó al fuego para ser cocinado. Hubo un silencio sepulcral mientras comíamos. Todas las lobas terminamos antes, Mir fue la que más tardó y además se hizo verduras. Nieve me estuvo hablando de cómo cuidó ella de Escarcha cuando era apenas un bebé. Me sirvió su ayuda y la agradecí para cuando vaya a tener al bebé. Alguien tocó a la puerta, y abrió. Era Ike, que desde mi embarazo no había podido verme. Me levanté con ayuda de Nieve y fui a abrazarle.

–Hace tanto que no te veo, mi lobita mía–nos besamos con pasión–¿Cómo está el bebé?

–Está esperando a salir

–Ven, tengo una sorpresa para tí.

A las puertas de casa había algo raro de madera con una camita pequeña dentro. Miré sin comprender a Ike.

–Se llama cuna, aquí se ponen a los bebés cuando son pequeños.

–¿Una...cuna? Parece seguro para el bebé

–Lo será.–me besó y me abrazó

Nieve se levantó y saludó a Ike. Le miraba como yo solía mirar a Mir cuando tenía deseos sexuales. Iban a hacer cosas.

–Alana, cuida de mi hija

Nieve e Ike se fueron a la habitación. Escarcha se acercó a mí y se sentó en mis piernas. Mirándome a mi. Puso sus manitas en mi vientre, y se asustó cuando el bebé dio patadas.

–Tengo una vida dentro de mi, Escarcha. Tu también estuviste dentro de tu mamá.

–Mentira, es imposible–dijo Escarcha–No quepo ahí

–Eras más pequeña, un bebé.

–¿Era pequeñita?

–Si, lo eras. Aunque no te lo creas.

–¿Y cómo va a salir? ¿Te saldrá por el culo?–Jané escupió el agua y las demás nos reímos

–No, no saldrá por el culo, o eso me ha dicho ella.

–Voy a ver qué están haciendo tu madre e Ike.

Me levanté y abrí su puerta. Jane cogió de la mano a Escarcha para que no fuese. Nieve estaba encima de Ike, se movía con la polla clavada en su coño. Cerré de nuevo la puerta.

–Tu madre está haciendo un hijo

–¿Cómo se hacen los hijos?–preguntó Escarcha

–Esa es una pregunta que tu mamá solo puede responder–me miró con el ceño fruncido

–Vale–dijo a regañadientes

–¡Alana!–me llamó Nieve.

Acudí de nuevo a su habitación, aunque esta vez en vez de espiar entré. Nieve descansaba abrazada a Ike.

–Dile a Jane y Mir que se vayan a mi casa, y llamen a la sacerdotisa. Me quedo unos días con Ike.

–Te va a dejar embarazada a ti también–le advertí

–Lo se, pero es que me siento tan sola…

–Yo me quedaré

Suspiré y salí de la habitación. Les dije lo que Nieve había dicho a ellas, Escarcha saltó de alegría cuando escuchó hablar de Kilie. Me extrañó que no quisiera irse, pero debía estar acostumbrada. Jane y Mir se la llevaron. Nos quedamos los tres solos.

–Es duro cuidar de ella yo sola, todo sería más fácil en el bosque pero están los cazadores. Hay veces que no nos llega para comer y hago cosas para ganar dinero, no me avergüenza, lo único que deseo es que Escarcha no sepa lo que hago.

–Eres una madre soltera–dijo Ike–Hay cosas que un padre o una madre debe hacer para dar de comer a sus hijos. Pero puedes acabar con ello y hacer algo mejor.

–¿Cómo que?

–Puedes trabajar para Kilie, o podéis veniros conmigo.

–Ya me buscaré algo en lo que no me quieran matar por ser licántropa, o estudiar y manipular. Aunque como he dicho antes, no me importa usar mi cuerpo.

–Claro que no, al principio pensé que la relación entre Alana y el sexo, era únicamente suya. Sin embargo tú actitud refuerza mi teoría–se colocó encima de Nieve, y ella se abrió de piernas–Vosotras tenéis sangre de la luna, y eso os hace promiscuas. Os encanta el sexo, a las dos por igual, vosotras sentís una  imperiosa necesidad de reproducción. Por eso, Nieve, no te importa que te folle sin protección.

El cuerpo de Ike era más grande que el de Nieve, y más musculoso. Ella no rebatió las palabras de Ike, simplemente se aferró a su espalda y se dejó penetrar.

–Si yo actuara más como un jefe de manada o un macho alfa, vosotras me aceptariais y acabaríamos teniendo una manada de licántropos. Y por eso debéis cuidaros de los esclavistas y dominantes.

–¿Y qué propones?–pregunté al lado de ellos dos

–Una de dos, o encontráis hombres que os vayan a cuidar o soy yo el que os cuido a las dos–ambos llegaron al orgasmo

–El sexo es bueno contigo

–¿Eso es un si?

–Solo necesito una cama, para saber si un hombre es de fiar. Tú lo eres, pero creo que no controlas esa polla, y creo que es cierto eso de que acabaremos teniendo una manada para ti. Ese aguante que tú también tienes, ¿eres un sacerdote de la luna?

–Hijo de una, pero sacerdote del sol y más tarde hechicero. Tengo una residencia en el colegio de magos, en el caso de aceptar mi oferta,  tendríais las dos habitaciones en mi residencia.

–No estoy segura, ¿nuestra seguridad está garantizada?–preguntó Nieve

–Si, totalmente. No os usarán en experimentos ni nada raro.

–Si aceptandote a ti dejo de vender mi cuerpo. Entonces te aceptaré.

–¿Y tú, Alana?

Desabroché los botones de mi vestido y lo deje caer,dejando a la vista mi cuerpo desnudo. Acaricié mi vientre embarazado.

–¿Esto que tengo dentro de mí no es suficiente demostración?–dije mientras acariciaba mi vientre–Te he esperado mucho tiempo, para sentir tu cuerpo otra vez.

Ike gateó hacia mi y nos besamos. Lo necesitaba, hacía meses que solo me tenia a mi y mi embarazo. No podía descargar mis energías de ninguna forma pero eso se acababa si se quedaba conmigo.

–Voy a tener que darle tiempo al amigo, ¿te encargas tú, Nieve?

–De acuerdo

Creía que ella no iba a ser como nosotros, pero Ike tenía razón. En el sexo era tan lujuriosa como yo.  Gateó hacia mí y me empujó hacia la cama. Allí ella me besó, uso nuestra ropa para atar mis manos a la cama. Siguió besandome mientras que con una mano ordeñana mis pechos. Llevó su boca a ellos, y se puso a mamar de uno de ellos. Se sentó encima mía y ahí se puso a mamar con gusto.

–No sabía que te gustaba la leche materna, aunque se supone que es para el bebé.

Cuando se quedó agusto mamando de la teta se recostó en mi y me abrazó.

–¿Qué te ha pasado? Ni que mi leche fuera mágica o algo.

–No se que me ha pasado, me he sentido como una niña pequeña, es solo eso. No recuerdo mucho de mi infancia, pero de alguna forma recuerdo a mamar del pecho materno. Dame un momento.

Se acostó a mi lado, y se apoyó en mi hombro. La leche materna misteriosamente la había vuelto tranquila, como antes de querer tener sexo conmigo. Nuestra idea era tener sexo, pero poco a poco nos fuimos adormilando. Ike nos tapó con la sábana, y nos dejó dormir.

Un mes después yo rompía aguas. Vino la sacerdotisa que nos daba clase y se preparó para atender el parto. Despejaron la cama, y la sacerdotisa echó a todas de la casa. Pidieron a Jane que llenara un cubo de agua. Dejándonos a solas Ike, ella y yo. Tras una eternidad de contracciones, y dolores se oyeron los lloros del bebé. Cortaron el cordón que nos conectaba al bebé y a mi, y le lavaron un poco. Entonces recibí al bebé en mis brazos.

–Es una niña, ¿que nombre le vas a poner?

–Luna, como eso del cielo. ¿Te gusta Ike?

–Si, a mi me parece bien.

Pasó un mes desde el parto. Me trasladé con mi niña a la casa de Nieve. Salí a cazar mientras Luna dormía plácidamente. Atrapé con mis colmillos a un conejo con una pinta muy sabrosa.  Lo maté y me lo comí ahí mismo. Mientras disfrutaba de mi comida una flecha fue disparada, y por suerte dio contra el árbol. En vez de huir le hice frente, disparó otra flecha que falló. Mientras corría hacia él Nieve también como animal tiró al cazador al suelo. Yo mordí su carcaj y lo dejé bien lejos de él. El cazador se llevó la mano al cinturón, pero eso no hizo sino cabrear a Nieve, que mordió su brazo.

–Alguien ha puesto una recompensa sobre vuestra cabeza, y sobre vuestro pelaje. Os matarán, a ti, a ti, a vuestra amiguita incestuosa, a la medio mujer, y a ese precioso bebé.

Puede que estuviera en forma animal, pero entendí sus palabras a la perfección. En cuanto mencionó a Luna, mi instinto actuó de inmediato y mordí su cuello con todas mis fuerzas. No solo desgarré su cuello, también su cara hasta que fuera irreconocible. Seguí incluso cuando estaba claramente muerto. Nieve corría hacia la casa. Yo poco después. Por toda la casa había un reguero de cadáveres, que ninguno conocía. Ike estaba parado en medio de todos ellos. En mi forma humana, abracé a Ike. Se oía a Luna llorando, la cogí en mis brazos y la calmé.

–Han puesto precio por nosotras, y tu hija. Ve con ellas.

–¿A donde?–pregunté

–Iremos con los elfos silvanos de momento, y yo me encargaré de conseguiros un espacio en mi mansión donde los magos. Idos, ¡ya!

Nos vestimos y fuimos con Jana, y la hermafrodita. También les estaban atacando, pero hermafrodita se encargó de ellos. Yo tenía a Luna en mis brazos.

–Ike ha dicho que vayamos hacia los elfos silvanos.

–Mir sabe dónde hay que ir.

Menuda desgracia la nuestra, por suerte estaremos más seguras en nuestro destino. Nieve y su hija, Jane y Mir, y mi hija y yo, tendremos que viajar hacia ese lugar, y no creo que esté cerca porque no he encontrado a ningún "elfo" en los bosques. Ike se unió a nosotras.

–Os seguiré la mitad del camino, no estoy seguro de quién ha ofrecido esta recompensa, por eso no os llevaré a dónde quiero llevaros.