Adolescente curiosa III
Sandra cree ser más lista que Carlos, su profesor de filosofía, y acaba lamentándolo.
Eran las siete de la mañana, siempre me despertaba a esa hora para que me diese tiempo a darme una pequeña ducha y para poder escoger mi ropa con tranquilidad antes de ir a clase. Esa mañana al abrir los ojos me di cuenta de que nada había sido un sueño y que Carlos, mi profesor de filosofía, ahora era mi dueño, ya que yo había aceptado, volví a cerrar los ojos para tratar de asimilar todo aquello que era nuevo para mi.
Al rato sin saber cuánto tiempo había pasado, me giré hacia mi mesita de noche, donde encontré el papel que me había dado la tarde anterior, donde ponía las cinco primeras normas que debía cumplir si no quería defraudarle. Estuve más de cinco minutos mirando el papel y empecé a notar como mi parte más íntima, que hasta el día anterior no había sido vista ni tocada por nadie, comenzaba a humedecerse cada vez que leía esas líneas. Pensé que leerlas en alto haría un efecto mayor y me dije susurrando a mi misma:
- Obedecer a todas las órdenes de mi dueño.
- No usar ropa interior.
- Preguntar qué ropa usar cada mañana.
En ese momento me quedé pensando en cómo iba a cumplir esa norma, ya que no tenía ni idea de cómo contactar con Carlos. Supuse que si me hacía la loca él no se daría cuenta. Y continué leyendo el papel.
- No correrme sin el permiso de mi Amo.
- Contestar todas las preguntas cortas y preguntar siempre con “señor” o “amo”.
En ese instante fui consciente hasta ese momento que hacía un rato que los dedos de la mano que no sujetaban el papel donde mis normas estaban escritas, estaban moviéndose alrededor y dentro de mi vagina, estaba a punto de llegar al clímax. Me quise autoconvencer de que Carlos no se daría cuenta. Antes de conocer a mi nuevo Dueño había hablado mucho por chats donde los hombres se hacían pasar por dominantes y yo les hacía creer que estaba obedeciendo a las órdenes que ellos me daban, aunque solo los usaba para poder tocarme y luego cerraba el chat sin ningún remordimiento de haberles dejado con la palabra en la boca. Creí que Carlos sería igual, fácil de engañar, así que seguí dándome placer pensando en que iba a ver a mi Amo y en cómo de mojada estaba ayer cuando me humilló. En escasos minutos mi cuerpo se fue ahogando en un orgasmo que se encadenó con otros dos y caí satisfecha en mi cama húmeda.
De repente miré el reloj de mi mesita de noche y me dí cuenta de que eran las ocho menos veinte y yo entraba al instituto a las ocho y cuarto. Recogí todo lo que había ensuciado, para que mi padre no se diera cuenta que su inocente hija se masturbaba y me sequé mi vagina. Corrí hacia mi armario blanco que se encontraba a varios metros de mi cama y saqué lo primero que encontré. Me puse la sudadera azul de la Universidad de Roma que me había comprado en el viaje de fin de curso del año y un vaquero que me resultaba muy cómodo con unas zapatillas de deporte, para poder correr hacia el instituto, ya que llegaba tarde.
Estuve corriendo un buen rato, hasta que no pude más y me rendí. Supe que no llegaría a tiempo, pero tampoco me importó, podría quedarme en la biblioteca hasta la siguiente clase, ya que no se podía entrar a las clases ya empezadas porque el colegio lo veía como una falta de respeto hacia los demás compañeros y hacia el profesor que en ese momento estaba dando clase. Además, el día anterior por la tarde me quedé dormida nada más llegar a casa y tenía que hacer algunos deberes.
Yo me encontraba empapada de sudor por el rato que había estado corriendo, así que recogí mi pelo en una coleta alta y me quité la sudadera para quedarme en una camiseta de manga corta que marcaba mi silueta, ya que era ceñida, pero no me importaba, siempre me había gustado lucirme.
Nada más llegar me encontré en el pasillo con dos amigos, quienes también habían llegado tarde y comenzamos a hablar en voz demasiado alta. Justo en ese momento, salió Carlos de un aula a varios metros de nosotros. Mis amigos fueron más hábiles que yo y se dirigieron hacia la biblioteca, pero yo decidí ir hacia él para tratar de seducirle.
- Sandra, estáis haciendo mucho ruido y no puedo dar clase. ¿Por qué coño no estás en tu clase? - dijo mirándome los pechos enfadado.
- ¿Te gustan?- Dije con una sonrisa pícara y tocándomelos sensualmente.
- Joder Sandra, tenías cinco putas reglas. Has infringido en menos de un día todas ellas. - dijo con cara de defraudado- Copia cincuenta veces cada regla a ver si aprendes, la que quisiste seguir fuiste tú.
- Yo creía que … - dije tratando de explicarme hasta que me interrumpió.
- Me da igual lo que tu creas. Mira para que no sigas montando escándalos vas a entrar a mi clase a copiar tus putas frases…-
- Tengo que hacer los deberes que tengo para hoy - le dije rápidamente para que no me volviera a interrumpir.
- Me estas cansando ya de buena mañana. ¿Por qué no los hiciste ayer? Ni contestes. Nueva regla, siempre debes hacer tus deberes, me encargaré de saber si no los haces y te castigaré cuando lo vea oportuno para que tu educación, disciplina y respeto mejore. - dijo Carlos y continuó- Ahora entra en la clase de dos cursos menos que es donde deberías estar por como te estas comportando de inmadura y elige qué prefieres hacer los deberes o copiar las reglas, sabiendo que habrá castigo por lo que no hagas.
Me sentí de nuevo un poco humillada, pero decidí que hoy no iba a pasar como el día anterior que me fui totalmente humillada y húmeda. Así que entré en la clase donde habían alumnos de dos años menos y donde mi Dueño estaba dando clase. En mi cabeza la relación con mi Amo era una batalla constante en la cual debíamos poner al límite al otro en todo. En mi coño sabía que yo siempre era la que iba a perder, porque cada vez que me miraba o hablaba, se humedecía y se ponía a su merced. Decidí entrar a la clase con la cabeza bien alta sin importar, que al igual que el primer día que le conocí, me humillará diciendo delante de todos:
- Vuestra compañera de dos cursos más nos acompañará en el resto de la clase por desobedecer las normas- frase a la cual yo sonreí al saber la connotación que para mi profesor y para mi tenía diferenciada al resto.
Me puse al final de la clase, lugar para mi estratégico, ya que no me veía nadie a no ser que se girara excepto mi profesor. Decidí que la batalla anterior no había acabado y que era hora de que Carlos recibiese un contraataque.
Saqué un folio e hice como que escribía mientras la clase se volvía a acomodar para seguir con las explicaciones de Carlos. A los pocos minutos, cuando sentí que la mirada de mi Dueño era más constante hacia mí, abrí mis piernas lo máximo que pude y comencé a meterme sensualmente en la boca el bolígrafo con el que suponía que estaba copiando las ahora seis normas que debía seguir.
No veía el bulto de la entrepierna de mi Amo crecer por lo tanto decidí bajar mi mano a mi vagina, la cual estaba tapada por una tela vaquera, y acariciarla por encima, a la vez que me auto magreaba las tetas. Estaba nerviosa, por si alguien se giraba, a la vez que caliente.
Cuando Carlos acabó de explicar el mito de la caverna de Platón decidí que era el momento idóneo de levantar la mano para que se acercara. Cuando le dije:
- ¿Crees que esto es correcto?- dije sonriendo y mostrándole un folio donde tenía escrito “estoy ardiendo”
- Tu comportamiento tendrá graves consecuencias, puta. - dijo susurrándome.
- Estoy deseándolas- contesté sintiéndome la ganadora de esta batalla, aunque no sabía lo que había dicho. La excitación me jugó una mala pasada.
- Te arrepentiras - me dijo con una sonrisa maliciosa - A la hora del patio a mi despacho.
- Como quieras - respondí con una sonrisa también.
Las siguientes dos horas se me hicieron eternas, tenía geografía y latín. No pude prestar atención, solo elucubraba que pasaría en la hora del recreo en el despacho de Carlos.
Dos horas más tarde, me encontraba llamando a la puerta del despacho de mi Dueño, sin tener idea de que me pasaría, ya que había desobedecido todas las normas, no había hecho una parte de mi castigo ni mis deberes y, además, le había retado en la clase. Me esperaba lo peor. Abrió la puerta y al segundo siguiente me encontré en medio del habitáculo frente a él.
- ¿Me puedes explicar cómo alguien puede ser tan desobediente? - comencé a sentirme mal, quería que él lo viese como un juego, no que se decepcionara de mí.
- Lo siento, Señor. - logré mascullar.
- ¿Qué sientes? ¿Haber roto todas las reglas en menos de un día? ¿Haber intentado ponerme nervioso en mi propia clase? ¿O haber desobedecido por completo mi castigo?
- Todo.- Me sentía mal, sabía que si me seguía comportando tan mal, nuestra relación se rompería y no se si podría llegar a humedecerme tanto como lo había hecho el día anterior con él, y eso que solo me azotó.
- Ahora vamos a remediar tu y yo todo lo que has hecho. Primero de todo, desnúdate. - dijo autoritario y yo obedecí - la ropa interior también zorra.- nadie me había visto desnuda por completo nunca y me entró la vergüenza de nuevo.
- Ahora tienes vergüenza - dijo riéndose de mí- Antes en clase bien que te tocabas el cuerpo, haz lo mismo ahora puta.
- Sí, Señor.
- Has sido muy mala y desobediente, tu castigo se va a dividir en cuatro partes, aunque no te las voy a decir todas ahora. - añadió - Creo que después de este castigo no volverás a desobedecerme más y podremos empezar a hacer las cosas bien. Dame tu pantalón y tu ropa interior del suelo - ordenó.
Me agaché, lo cogí y se lo dí. Él lo cogió y me ordenó quedarme allí quieta y sin hablar. En ese instante al dobló puso el pantalón encima de la mesa y cortó por la parte de mi vagina parte del pantalón, yo me quedé perpleja y me empezaron a llorar los ojos. Me negaba a salir de allí con esos pantalones con un aujero en el coño. Me tiró los pantalones y me dijo:
- Vístete y sal de aquí. Tu segunda parte del castigo será esta tarde, tienes que estar en la puerta del instituto con esos mismos pantalones a las seis, ni se te ocurra tardar, o lo de los pantalones será lo mejor que te pase.
- ¿Puedes darme mi ropa interior, por favor, señor? - dije medio llorando.
- Segunda regla, niña. A ver cuando aprendes.
- Pero... - dije nerviosa antes de que me cortase.
- No hay peros. Vístete y sal inmediatamente.
Yo comencé a vestirme lo más rápido que pude, no quería ni mirarlo. Ya no me parecía divertido. Salí de allí y fui directa al baño. Nadie pudo verme mi zona íntima porque me puse la mochila delante y no había nadie en el pasillo porque era la hora del recreo y todos estaban en la cafetería o en el césped.
Entré en el baño y me ví toda desarreglada y con el aujero en mis pantalones. Además, vi que alrededor de ese aujero estaba húmedo. No entendía el porqué, me metí un dedo en mi vagina para corroborar que venía de ahí y acerté, aunque no entendía el porqué.
Saqué la sudadera azul que me había puesto esta mañana en la mochila y me la anudé a la cintura dejando por la parte de delante donde se supone que va el torso, que, normalmente, cuando la gente se la anuda se pone detrás. Me sequé las lágrimas y me miré al espejo, daba vergüenza y debía seguir así lo que quedaba de día, ya que a las seis había quedado con mi Dueño en la puerta del instituto. Me preguntaba dónde iríamos y de pronto sonó el timbre que anunciaba que la siguiente clase iba a empezar en unos minutos. Fui lo más rápido posible a mi aula para evitar cruzarme con la gente que venía del recreo.
Las siguientes horas las pasé sin pensar mucho en lo que hablaban y más en lo que yo sentía. Cuando quedaba una hora entró mi Dueño en mi clase diciendo que era el profesor que iba a sustituir durante esa hora a Nicolás, el maestro de historia. Nada más entrar a la clase con una sonrisa dijo en alto:
- Creo que esta última hora de viernes la vamos a pasar muy bien. ¿Queréis que lo pasemos bien juntos o hacemos los deberes que ha dejado Nicolás? - dijo sonriente a lo que yo le respondí con una mirada de odio.
- Preferimos pasarlo bien - respondió la clase con una sonrisa. Parecía que a la única que no le hacía gracia que Carlos estuviera aquí era a mí.
- Vale, pues como he visto que hay una compañera que no ha respondido, no sé el porqué - dijo refiriéndose a mí - podemos separar la clase en dos. Quienes quieran pasarselo bien y quienes prefieran hacer deberes.
El resto de la clase me lo pasé en una esquina tratando de no mirar a Carlos y sabiendo que él me miraba de vez en cuando. Cuando sonó el timbre se acercó a mí y me dijo:
- Recuerda que esta tarde hemos quedado y que no te puedes quitar el pantalón. Por cierto, vas haciendo un poco el ridículo, pero mejor que ir enseñando el coño como si estuvieras en una esquina, sabía que sabrías cómo solucionar la situación- me sentí mejor por saber que él sabía que llevaba una sudadera y que sino no habría cortado mis pantalones, por ello le sonreí tristemente. -
- No me gusta nuestro juego. - le admití
- Haberlo pensado antes de desobedecer a todo. Llevas un castigo de tres, procura portarte bien o esta tarde lo lamentarás.
S
Espero que os guste. Si quereis podeis enviarme comentarios o correos con vuestras apreciaciones para ir mejorando poquito a poquito. Además, estaría genial si quereís aportar ideas. Besitos.