Adolescente acosada por su vecino (I)
Casi todas las tardes al acabar las clases me gusta ir al gimnasio y hacer un poco de ejercicio. Después de merendar algo ligero y, tras convencer a mi madre de que he realizado todas las tareas, me pongo unas mallas, una camiseta y unas deportivas y...
Casi todas las tardes al acabar las clases me gusta ir al gimnasio y hacer un poco de ejercicio. Después de merendar algo ligero y, tras convencer a mi madre de que he realizado todas las tareas, me pongo unas mallas, una camiseta y unas deportivas y salgo a la calle con la idea de trabajarme un poco el cuerpo. Debido a mi juventud, a la constancia y al trabajo duro soy una chica que se mantiene delgada y atlética; tengo los muslos bien torneados, un vientre plano y unas abdominales ligeramente marcadas. Por su parte puedo presumir de tener un muy buen culo y unos pechos nada exuberantes pero bonitos en su medida.
Una de esas tardes salí del gimnasio y caminando de regreso a casa sentí que alguién venía detrás mío, no me giré a comprobarlo por vergüenza pero sentía su olor a colonia y sabía que era un hombre. Supuse que era el típico salido que tenía la mirada clavada en mi culo y aceleré ligeramente el paso. Enseguida dejé de sentirlo cerca así que me tranquilicé y continué mi camino. Cuando llegué a mi piso abrí la puerta del patio y ví que la puerta del ascensor se estaba cerrando, me dí mucha prisa y conseguí alcanzarla antes de que se cerrara totalmente.
En el ascensor se encontraba un vecino que subía al piso superior al mío y al que saludé con una ligera sonrisa; lo conocía de vista, estaba casado y rondaría los cuarenta años. Tenía dos hijos y uno de ellos tendría aproximadamente la misma edad que yo. Era un hombre de constitución fuerte y bastante atractivo.
Pulsé el botón de mi piso y por vergüenza me quedé mirando a la puerta del ascensor, dándole la espalda. Enseguida sentí ese olor que me había acompañado durante parte de mi vuelta a casa y el corazón se me aceleró, no tenía duda de que era él quién me había estado siguiendo. De nuevo evité girarme pero lo sentía muy cerca, casi notaba que me rozaba. Sentía su aliento en mi cuello y se me erizó el ténue vello de mis brazos. Finalmente se abrió la puerta del ascensor y salí como un rayo a meterme en casa. Entré con el corazón a mil por hora, sudando y acelerada. Me metí en mi cuarto tras dedicarle a mi madre un breve saludo y me puse a pensar en lo sucedido.
Quizás fue fruto de la casualidad y nada más perverso había, pensé tras recuperarme del susto. Me quedé mirando en el espejo lo que supuestamente el veía cuando me tenía detrás. La verdad es que las mallas que solía llevar eran muy ceñidas y me hacían un culo espectacular que solía atraer muchas miradas y alguna intrépida mano larga así que, ingénua de mi pensé que tampoco pasaba nada porque el hombre se alegrara la vista.
Esta situación se volvió a repetir al día siguiente, lo sentía cerca de mí cuando volvía a casa y llegamos a entrar a la vez en el portal sin que nuestras miradas apenas se cruzaran. En esta ocasión habían dos chavales y una pareja de abuelos que esperaban al ascensor así que pensé que esa opción iba a ser más segura que las escaleras. Los abuelos se bajaron en el primer piso y los dos chavales un piso después. Volvímos a quedarnos solos en ese pequeño habitáculo. Pensaba para mí misma que era mi vecino, y tenía mujer e hijos así que podía estar tranquila porque no se iba a atrever a hacerme nada. Nuevamente estaba muy cerca, mi respiración era agitada y su olor me llenaba los pulmones. El hecho de sentir su presencia tan cerca llegaba a causarme unas sensaciones desconocidas, una mezcla de miedo y excitación que jamás había sentido. La puerta del ascensor se abrió en mi planta, esta vez salí lentamente, sin girarme, alejándome de su fragancia mientras sentía como las mejillas me ardían y una gota de sudor se deslizaba por mi cuello.
Los días iban pasando y siempre se repetía la misma situación consiguiendo que, poco a poco la excitación acabara venciendo al miedo. Cuando llegaba a casa me encerraba en mi cuarto y, tumbada en la cama, acariciaba mi sexo con fogosidad. Mi mente visualizaba a ese hombre, casi desconocido, tocándome con sus fuertes manos, abrazándome entre sus brazos, besándome con pasión... y con esas imágenes conseguía llegar a un intenso orgasmo que me hacía estremecer. Por edad perfectamente podría ser mi padre pero mis hormonas adolescentes lo encontraban sumamente atractivo.
Cada día me iba envalentonándo un poquito más, inocente e ingénua comenzaba a jugar con fuego en varias ocasiones, un fuego que me quemaba por dentro con cada nuevo encuentro. Ya me atrevía a girarme para verlo mientras me seguía, y con una sonrisa le daba mi aprobamiento para que siguiera haciéndolo. En el ascensor ya no le daba siempre la espalda y, en ocasiones, nuestras miradas se cruzaban en un silencio que decía muchas cosas.
En un par de ocasiones y, siempre cuando alguién mas nos acompañaba en el breve viaje en el ascensor, me atrevía a sacarle la lengua enseñándole la bolita dorada que adornaba la punta de mi lengua. Era un juego, un acto de provocación en toda regla y que, sabía por su mirada, que le gustaba y excitaba.
Ese juego que comenzó él y continué yo con el paso del tiempo llegó a su clímax otro día cualquiera en el que nos cruzamos nuevamente en el ascensor. Esta vez le dí la espalda y comenzamos a subir. Un impulso me hizo dar un ligero paso hacia atrás hasta sentir como mi culo se rozaba ligeramente con él. Ahora sentía su respiración más acelerada y su aliento a escasos centímetros de mi cuello. Sentí por primera vez como sus manos me agarraron con suavidad de la cintura y me acercaban más a él. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo poniéndome la piel de gallina. Cerré los ojos e incliné ligeramente la cabeza sintiendo su fresco aliento que me hacía estremecer. Por fín lo sentía cerca, como yo lo deseaba, y con una voz suave y casi imperceptible le dije:
- Hoy no llevo braguitas.
Las puertas del ascensor se abrieron, hice un ligero ademán de salir pero sus manos se tensaron y me impidieron moverme. Las puertas se volvieron a cerrar y volvimos a bajar. Mientras bajaba el ascensor seguimos pegados y me tenía agarrada sin dejar que me moviera. Sentía a través de la fina tela de mis mallas amarillas como su polla se ponía dura y ejercía presión sobre mi culo. La picante decisión de no llevar bragas ni tela que me cubriera bajo las mallas fué un impulso premeditado a la par que peligroso.
El ascensor se paró en el tercero y con cierto susto me separé rapidamente de mi perseguidor que me liberó de inmediato. Entró un chaval de mi edad que día sí y día también intentaba ligar conmigo.
- Que guapa estás hoy - me dijo clavando sin disimulo la mirada en la tela de las mallitas que se hundía sin remedio entre mis labios vaginales. Yo siempre lo ignoraba y hoy no iba a ser diferente.
El chaval se bajó en la planta baja. En mi mano estaba salir o quedarme, sin pensarmelo dos veces decidí quedarme.
Mi vecino sacó una llave y el ascensor finalmente se paró en el garaje. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. estaba algo oscuro y una mezcla entre miedo y excitación recorría todo mi cuerpo.
Soy virgen - le dijé en voz muy baja, casi ininteligible.
Tranquila - me dijo a la vez que me sonreía y me llevaba de la mano a un extremo del garaje. Su tono de voz fue muy dulce y consiguió tranquilizarme.
Casi sin darme cuenta me encontré apoyada sobre un pilar, sus manos se posaron cándidamente en mis mejillas y acercó sus labios a los míos, de una manera muy suave y cadenciosa. Tras unos segundos abrí ligeramente los labios y su lengua se cruzó con la mía. Se topó enseguida con el piercing de mi lengua y sentí como eso le aceleraba aún mas. Lo interrumpí y le dije:
¿Porqué me has seguido todo este tiempo?
Te deseo - me dijo volviéndome a besar con pasión mientras sus manos abandonaban mi rostro para posarse con astucia en mi culo.
Me sentía halagada y deseada a la par que excitada y quería seguir jugando sin pensar en nada mas. Seguíamos besándonos apasionadamente mientras me magreaba el culo por dentro de las mallas y yo le tocaba muy sutilmente con una mano el enorme bulto que se intuía a través del pantalón. Sin dejar de besarme y con maestría y agilidad me quitó la camiseta de tirantes y el sugetador dejando al aire mis pechitos. Se detuvo un instante y se quedó mirándome.
Eres una preciosidad. - me dijo mientras con una mano me acariciaba con la punta de los dedos mis abdominales y la otra la posaba en uno de mis pechitos. Me sentía ruborizada y encantada por sus palabras y sus caricias conseguían que me estremeciera.
Y una niña mala con piercing en la lengua. - le dije con total atrevimiento mientras le enseñaba la lengua y sentía como el bulto que le seguía acariciando sobre su pantalón se movía.
¿Sabes para que se ponen un piercing en la lengua las niñas malas? - me dijo mientras se lanzaba a besarme nuevamente y sus manos volvían a acariciar mi culo. Claro que sabía la respuesta a su pregunta, mi madre ya se encargó de hacermelo saber con un castigo de dos meses, pero me hice la tonta.
No lo sé... - le dije con la mirada traviesa.
Se apartó un segundo de mí, se desabrochó el botón del pantalón, se bajo la cremallera y sacó ante mi mirada atónita la polla más grande que había visto nunca.Sin que me dijera nada la agarré con mi manita y la recorrí de arriba a abajo con suma delicadeza. Tenía cierto temor a no hacerlo como tocaba pero al ver como se estremecía sentía que lo estaba haciendo bien.Me arrodillé sin que tuviera que decirmelo, puse mis manos sobre sus muslos y saqué la lenguecita, rozando el piercing con su glande. El posó suavemente sus manos en mi cabeza e introdujo muy lentamente su polla en mi boca. Lo dí todo para hacerle sentir que era una experta comiéndo pollas cuando en absoluto era así. Algún video porno que había visto en internet era todo lo que conocía sobre el tema.Mi lengua era un húmedo torbellino que no paraba quieta ni un segundo y aprovechaba el piercing para estimularlo aún más.
¿Prefieres que te la chupe una niña a tu mujer? - le dije durante una breve pausa para coger aire intuyéndo que decirle eso lo excitaría aún más.
Si es una niña tan guarra como tú que no te quepa duda que lo prefiero - dijo estremeciéndose mientras se mordía el labio inferior y disfrutaba de mi mamada.
Su polla rozaba mi campanilla y me provocaba ligeras arcadas que intentaba controlar sin éxito. Eso parecía excitarlo mas e intentaba literalmente follarme la boca. Tras un rato de mucha polla y poco aire que respirar sacó la polla de mi boca y contemplé como le brillaba por los flujos de mi boca.
Que rica está papi. - le dije con tono erótico mientras lo masturbaba.
Tómate la leche de pa...ahhh pi. - me dijo momentos antes de empecer a disparar abundantes chorros de líquido blanco y caliente que me alcanzaron la cara, las tetas y, en última instancia y dirigida adrede sobre mi paladar. Era la primera vez que probaba el semén y, aunque tenía un sabor extraño, no me desagradaba.
Tras unos segundos de tregua me ayudó a levantarme y volvimos a darnos un tórrido beso mientras sentía como una de sus manos se desplazaba por mi vientre, bajando hasta tocar la tela de mis mallas, con habilidad metió sus dedos bajo la tela, hasta sentir como con la yema de sus dedos se iba deslizándo por mi fino vello púbico hasta acabar rozando mi, ya para entonces, húmedo coñito.
Empezó a jugar con sus expertas manos mientras nuestras lenguas combatían por conquistar la boca del otro. El placer que me estaba dando con sus dedos era inmenso y con sus besos silenciaba los continuos gemidos que surgían desde lo más profundo de mi ser.
Y absortos estábamos en nuestra lucha de sensaciones y caricias cuando en un instante la luz iluminó la estancia. De manera inmediata dejamos de besarnos, y con celeridad cogí la camiseta de tirantes y corrí junto a él en dirección al ascensor antes de que el coche que estaba entrando en el garaje nos encontrara.
Continuará...