Administración de la riqueza
Duro es esto de ganarse la vida y más cuando para ganarse la confianza hay que entregarse más en cuerpo que en alma. Lo recomiendo para las vendedoras de productos financieros...
Administrando riquezas.
Me encuentro en estos momentos preparando un bolso para un viaje en lancha invitada por un cliente al cual deseo venderle un instrumento financiero de inversión a largo plazo. Les cuento algo de mi. Soy profesional de 42 años que quede desempleada por esas circunstancias de trabajo que no vienen al caso. Una buena amiga me recomendó que me formara como Especialista en la administración de la Riqueza Personal. Tomé el curso y fui la número uno y mis habilidades numéricas demostraban un perfecto entendimiento de los paquetes financieros.
Muy contenta salí a vender mis productos y luego de seis largos meses no he podido colocar el primero. Pablo, mi esposo me comenta que el problema radica en que nadie le da a una extraña el manejo personal de sus finanzas. Primero tenía que ganarme la confianza para luego aspirar a que dejen sus riquezas personales a tu cuidado. Bueno, entonces he pasado ya tres meses vendiéndome como una mujer integra, buena onda y muy preparada y todavía nada. Fue cuando me reuní de nuevo con mi amiga quien me comento que debía de ir un paso más allá. Este viaje parecía que iba a ser el momento de yo poder cerrar el negocio, por supuesto tomando ese paso más allá.
Tomando un profundo suspiro llené el bolso con la ropa más sexy y casual que tenía en mi ropero. Tangas minúsculas, sostenes de media copa y semi transparentes, g string para la playa, blusas transparentes y glamorosas minifaldas. Sentía mi sexo algo húmedo de anticipación y de imaginarme como me comportaría porque aunque no lo crean no le había sido infiel en una cama a mi amado Pablo, pero la decisión la había tomado y si quería lograr mi objetivo tenía que abrir mi mente y quizás otras cosas.
Mi anfitrión es algo mayor, canoso, barriga abultada, con muchos vellos en los brazos y pecho pero escaso en la cabeza y con una cartera atiborrada de billetes hasta no más. Vestida con una minifalda ligera, sandalias, un pequeño hilo dental y una blusa semiabierta a nivel de mis senos, me veía en ese límite entre lo casual y lo obsceno. Siempre he sido bastante torpe y descuidada y no era la primera vez que sin proponérmelo enseñaba el entrepierna hasta las braguitas o se me abría la blusa dejando ver las copas de mis sostenes semitransparente donde se podían adivinar las aureolas marrones de mis pezones eternamente erectos. Paúl que así se llama mi cliente, se quedó mirándome profundamente cuando me vio entrar a la pequeña sala de estar de la marina donde mantiene su lancha. Otros comensales, casi todos hombres voltearon a su vez la cabeza y me sentí como si estuvieran desnudándome de uno en uno. El cosquilleo en mi estomago aumentó Con un lindo beso en la mejilla y un abrazo algo mas estrecho que lo normal, Paúl me saludo y me tomo de la mano llevándome inmediatamente hacia donde estaba la lancha
Al montarme en la lancha una ola la movió fuertemente y mientras me agarraba de los bordes, la brisa marina hacia travesuras con mi falda. Esta subía y dejaba al descubierto la breve pieza de ropa interior que llevaba y la suavidad de la piel de mis nalgas. Pegué un gritito avergonzada y me sonrojé como una manzana, me incliné para no caerme de bruces y separando mis piernas para tener mas estabilidad coloque mi hermoso trasero a la altura de la cara de Paúl quien pudo ver mis hermosos labios depilados y como la tanguita se la devoraban completamente solo apenas cubriéndolos como una segunda piel. Esto pareció hacerle gracia a Paul que soltó una sonora carcajada. Finalmente me senté al lado del asiento del piloto y cruce mis piernas para tratar de calmar mi falda. En el ínterin, mi blusa se había abierto un par de botones y mis senos apenas cubiertos por el sostén estaban expuestos frente a los ojos de él. Sentí como su mirada taladraba la fina tela y acariciaban mis pezones más erectos todavía por el roce de la brisa. A esta altura me sentía abochornada por mi comportamiento y arreglando mi ropa le pedí mis mas sinceras disculpas. Él las acepto de buenas maneras.
En el trayecto con un mar algo agitado y la brisa dándome directamente en el pecho, de nuevo mi blusa se abrió, mi falda se negó a quedarse en su sitio y mis muslos estuvieron completamente expuestos, mi bandana se negaba a quedarse en su sitio y hasta mis lentes oscuros se nublaron de roció del mar. Paúl parecía impasible y fue difícil mantener una conversación por el ruido de las olas y del motor de la lancha. Solo logre entender algo sobre playas privadas y tranquilidad para conversar y cerrar el negocio. Eso último me gustaba porque realmente era mi intención en este viaje. Finalmente llegamos a una pequeña bahía solitaria, en donde había un paraguas, dos bellas tumbonas y un servicio de champagne esperando inclusive en su hielo. Sonrió y me comentó que era parte del servicio de la marina. Más adelante se podía ver algo como un pequeño bungalow pero no me atrevía a preguntar.
Mientras atracaba el bote me mandó al pequeño camerino a que me pusiera el traje de baño o bañador para algunos, y de nuevo el levantarme fue solo para mostrar el trasero que estaba consciente que con el g string que me iba a poner la diferencia no era mucho, aún así me sonroje de nuevo y traté de controlar la traviesa falda. Cuando salgo vestida con mi bañador color verde limón, quizás una talla más pequeña que la que uso pero que lo compre por sugerencia de la vendedora, Paúl solo me comentó que me veía espectacular. Me había colocado un pareo en la cintura pero sus ojos no se despegaban de mis senos, apenas cubiertos por el sostén del bañador. Me tomó de la cintura para ayudarme a bajar de la lancha y siendo más alta que él termine abalanzándome encima que casi perdemos juntos el equilibrio. Nos reímos de las torpezas mías y compartimos abrazados un instante. Su barriga no dejaba que ni remotamente su verga se acercara a mi pelvis, pero note como su piel se le ponía de gallina y su verga comenzaba a tomar forma bajo el short de baño. Lamenté que no usara unos de esos bañadores de lycra tipo Speedo para que luciera más atractivo, pero cada quien con sus gustos.
Nos instalamos en nuestras tumbonas e iniciamos una estadía tal pareja de esposos conversando sobre el tema de las inversiones y yo tratando de presentarme como la experta en la materia que soy. De nuevo entre mis descuidos sin ninguna intención, mientras conversaba me colocaba el bronceador en la piel y constantemente me ajustaba el sostén. El gesto de separar la copa del seno para ajustarlo mejor dejaba por breves instantes ver la aureola marrón que apenas se cubría. En instantes con la euforia de mis gestos el travieso pezón quedaba totalmente expuesto. Finalmente es Paúl que me comenta que en Europa el topless es algo tradicional y que si quería podía despojarme del sostén que la playa era totalmente privada. Su comentario me dejo aturdida, pero lo entendí más como una orden que simple palabras. Hasta el momento no había querido levantarme de la silla para no mostrar mis nalgas y como el pequeño hilo dental apenas cubre mi algo desarrollado pubis y labios vaginales. Casi maquinalmente le respondí que agradecía la sugerencia y le di la espalda para que me desabrochara atrás el sostén. Lentamente y tal strip tease di la vuelta aún sujetando las copas en mis senos con mis manos y las separé. En todo momento sus ojos estuvieron clavados en ellos y pude observar como se les abrían más al momento de retirarlos completamente.
Decidí apurar algo más de champagne, que a estas horas de la mañana estaba produciéndome un rubor continuo en las mejillas, pero me daban valor para hacer lo que estaba haciendo. Seguíamos conversando pero ahora trataba de simular un poco mis senos sentándome de manera tal que pudiera cubrirlos con los brazos, y entonces de nuevo casualmente me comenta que no me había puesto bronceador en la espalda y que podía tomar una insolación, que con gusto el me lo untaba. De nuevo era una orden y otra vez le respondo que es buena idea. Me ordena que me acueste boca abajo en la tumbona y consciente de que solo tenía un pequeño hilo dental entre mis nalgas cerré los ojos y trate de no percibir nada. Las pequeñas manos de Paúl comenzaron a colocarme el bloqueador con destreza y sus movimientos eran rítmicos y sin ser rudos suficientemente fuertes para tener conciencia del paso por cada centímetro de mi cuerpo. A veces dejaba escapar un suspiro en señal de agradecimiento.
Llegó a mis nalgas y sin preguntar comenzó a untarme la crema con mucha más cadencia e intensidad. Separaba mis nalgas de manera de poder ver entre ellas y con curiosidad de ver como la pequeña tira de tela pasaba por encima de mi culito y se desaparecía entre mis depilados labios vaginales. Sus dedos se filtraban por la rajita entre la tela y la piel y en momento jugueteaba con el borde de mi huequito del culo. Inconsciente lo apreté y pude oír una ligera risa traviesa por mi reacción. Sus manos siguieron por mis muslos, los cuales separé un poco para facilitar su trabajo pero creo que los tomo como otra cosa porque inmediatamente comenzaron a rozar descaradamente al orilla de la tela del tanga a escasos milímetros de mi rajita. Mi clítoris es muy sensible e inmediatamente se inflama y se hace notorio, y en este momento estoy seguro que sobresale vulgar de mis labios vaginales. Nuevamente sus dedos se deslizan dentro de mis labios vaginales y al rozarme el clítoris no pude contener un gritito de placer. El champagne hacía su efecto y me sentía bastante desinhibida. Su masaje continúa luego de distraerse lo suficiente en mi entrepierna terminando rápidamente en mis tobillos.
Me quedo un rato acostada sin poder verle la cara, él había sido descarado acariciándome de esa manera pero yo estaba más avergonzada por dejarme acariciar y sobretodo por disfrutarlo. Tenía la cuquita húmeda y estaba acalorada. Con un breve comentario me dirijo al mar a calmarme un poco mientras nado. Siento como sus ojos taladran mis nalgas que solo tienen una breve tira de tela entre ellas. Al regresar del agua me espera de pie y me observa morbosamente especialmente como mis tetas bailan al movimiento y mi pequeña mota de vellos se demarca completamente justo encima del clítoris, el cual como lo dije antes sobresale de mis labios inflamados.
Me da una toalla para que me seque y observa como de nuevo en esa torpeza tonta mía, me inclino y lo dejo disfrutar nuevamente de mis rincones más íntimos. Puedo notar una erección bastante notoria en sus shorts y me temo que no me voy a salvar de eso.
Agarra mi mano y me dice que lo acompañe con esa voz autoritaria que no dejaba dudas. Sumisamente lo sigo sin más nada que mi pequeña tanguita puesta. Entramos al bungalow y me sorprendo de encontrarme un espacio todo preparado con las mejores comodidades de tierra firme entre ellas una enorme cama. Me lleva a ella y hace que me sienta en la orilla. Se para frente a mi y se quita el short dejando descubierto su verga que como me la había imaginado tenía un tamaño respetable. Se acercó más y me dijo con esa misma voz que se la mamara. Les cuento que esta parte no es mi fuerte pero estaba como hipnotizada. Mis reacciones en la tumbona me habían delatado y realmente me había excitado, pero de llegar a tener que mamársela tan de pronto. Su voz no dejaba duda y me puse lengua a la obra. Le agarre los cojones con una mano y el tallo con la otra. Mientras se los meneaba me metía su verga poco a poco dentro de mi boca succionándolo fuerte. Podía percibir cada contorno de su cabeza y su tallo, pero no sabía el truco ese de metérmelo hasta la garganta. Aún así él parecía disfrutar de mis administraciones porque sus gemidos lo delataban. Le solté los cojones y comencé a acariciarle las nalgas y la raja del culo como le gusta a Pablo y note que no huía a la caricia. Seguí hurgando más en su raja mientras no perdía tiempo en mamarle el glande y menearle el tallo. De repente me agarro los cabellos y se separó. Mirándome a los ojos con lascivia me pidió que me pusiera en cuatro encima de la cama. Me extraño porque siendo más alta que él y encima de la cama era muy difícil que pudiera penetrarme, pero esa no era su intención.
Con cuidado para no estropearlos me quitó la tanguita del bañador dejando descubierto mi trasero en todo su esplendor. Sentía como apenas me acariciaba y solo separa mis gruesos labios para observar mejor mi abultado clítoris, o separa mas mis nalgas como para inspeccionar mi huequito del culo. Ahora si empezaba yo a sentirme más excitada, la mamada solo había servido para calentarme un poco pero esta posición y la tranquilidad como me acariciaba me estaba excitando fuertemente. Sus labios se acercaron a mi cuquita y podía sentir su aliento caliente antes de que su lengua buscara abrirse entre mis labios rozando ligeramente el clítoris. Las vibraciones inmediatamente recorrieron mis nalgas y se escapo un gemido de placer. Uno de sus dedos untados de mi bronceador iniciaba su entrada triunfal en mi culito suavemente pero firme en su penetrar mientras que sus boca se deleitaba saboreándose con los jugos que manaban de mi abertura. Su mano libre la usaba para alternativamente agarrarme el seno o acariciarme las nalgas o frotarme el clítoris cuando se entretenía en meterme la lengua en el culito. Fue en ese instante en que un orgasmo explosivo llego a ni y entre mis jadeos apenas pude decirle que me lo metiera. El pedido no fue concedido y mas bien dos dedos entraron en mi cuquita en búsqueda del punto G. Era conocedor y en instante me tenía casi gritando de placer mientras me hurgaba y frotaba internamente. El sonido de sus dedos todos mojados de mis jugos apenas se oían debajo de mis gemidos y nuevamente las convulsiones y contracciones de mi culito delataron la llegada de otro orgasmo violento. En esta oportunidad no aguante y mis manos y piernas flaquearon y me deje caer encima de la cama.
Paúl con la tranquilidad y confianza que le da un conocedor tomó una pequeña toalla y se limpio la cara mientras cariñosamente me lanzaba una a mi para que me aseara un poco. Sirvió un par de copas de champagne e iniciamos una platica sobre las cosas que estábamos haciendo y si me gustaban. Me sentí extraña porque era como revisar los resultados de una reunión que acababa de terminar, pero aunque no lo crean me excitó nuevamente. Luego de la tercera copa, estaba a su lado acariciándole su verga que empezaba a tomar tamaño nuevamente y por primera vez nos besamos largamente. Me acostó boca arriba y lentamente se apoyo en mi, y luego de deleitarse un largo rato con mis senos mientras sus manos frotaban mi clítoris o penetraban mis agujeritos, decidió penetrarme. Su verga separa mis labios vaginales lentamente y me llena las paredes internas de sensaciones agradables. Mi cuquita se derretía en abundante lubricación que la sentía correr en mi rajita. Me levantó las piernas y se las puso en los hombros de manera que me veía desde arriba. Abrí los ojos y me encontré los de él llenos de lascivia. Me agarre los pezones con fuerza y me los estrujaba para su deleite. Disfrutaba mi gozo y lo excitaba. Mantenía la posición mientras continuaba metiéndolo y sacándolo. Cada embestida me llegaba más adentro y sentía su verga tocándome los ovarios.
Me bajo las piernas y se acomodó encima de mi en la vieja posición de misionero para buscar su eyaculación. Hacía un buen rato que me tenía ensartada como un pollo en el asador y había perdido la cuenta de mis orgasmos. Apretaba mis cansados músculos vaginales para apurar su eyaculación hasta que finalmente vino con un gemido de placer intenso. Su leche mezclada con mis jugos se derramaba por mis muslos hasta el colchón. Finalmente se desvaneció encima de mi, pero su barriga pesaba demasiado y lo empuje cayendo como fulminado. Lo observe satisfecho y complacido por todo lo hecho y a pesar de no ser remotamente atractivo, a mi también me había gustado. Luego de reposar un rato regresamos al mar pero ahora yo estaba completamente desnuda para su deleite. La confianza del beso compartido abría puertas íntimas que permitían el fluir de una bella amistad.
Finalizó el día y regresamos a la marina, al día siguiente recibí por correo el contrato firmado y otra invitación para la playa, pero ya lo buscado estaba conseguido y mi intención no era convertirme en amante de nadie. Continúo con mi Pablo en búsqueda de nuevos contratos luego de entender que significaba convertirse en persona de confianza y que los hombres consideran como el paso que hay que dar para ganarse la confianza