Adiós virginidad
Cansado de lo estrecha que es su novia, el protagonista usa sus nuevos poderes para vencer esa resistencia.
Llegaba el momento de probar si funcionaba. Todos los preparativos listos, mi primera víctima ya en camino. Empecé a proyectar mis pensamientos sobre ella:
Cuando llegues a casa y llames al timbre, dirás, soy yo, la que esperabas. Luego subirás en ascensor y te quitarás el sujetador dentro de él. Lo pondrás en tu mochila y llegarás a mi piso. Yo estaré allí y a partir de ese momento, obedecerás cualquier orden verbal que te dé.
No habían pasado ni cinco minutos cuando sonó el timbre y me dispuse a escuchar si había funcionado mi primera orden: - Sí?
- Soy yo, la que esperabas.
Le abrí la puerta con una sonrisa en la boca, sabiendo que ya estaba en trance, en mi poder. Llegó a mi piso y por primera vez desde que la conozco, le vi los pezones marcados en la blusa que llevaba.
- Déjate hacer le dije.
Acto seguido la besé y le estrujé el pecho izquierdo. Así estuvimos un largo minuto hasta que me cansé y me retiré.
- Sígueme
Cogiéndola de la mano me dirigí a mi cuarto y la empecé a besar mientras manoseaba todo su cuerpo a diestro y siniestro.
- Bájate los pantalones y las bragas.
Y así lo hizo. Yo estaba mucho más nervioso que ella, que obedecía toda orden sin objeción alguna. En breve ya tenía las bragas por los tobillos y su coñito a plena disposición para mí. Me limité a observarlo, abriéndole los labios, olfateando su esencia, besando su pequeño tesorito.
De haber seguido con la relación como iba esto no lo habría podido hacer hasta dentro de bastante mucho más tiempo. Sentía un pudor impresionante el hecho de exponerse de tal manera hacia mí, por lo que nunca me lo llegó a hacer.
Pero el hecho es que allí estaba, quieta, abstracta, mientras yo deliberadamente disfrutaba. Se empezaba a humedecer y fue entonces cuando decidí meterle un dedito. Al sacarlo lleno de sus jugos se me vino a la cabeza una idea que realmente me excitaba:
- Abre la boca y saborea tus propios jugos.
Y allí la tenía de nuevo, obedeciendo.
Acto seguido le dije que me sacase la polla y empezase a chuparla. Se puso de rodillas, me bajó los pantalones, luego los bóxer y finalmente empezó a tragársela lentamente. Me encanta como la chupa esta chica, es toda una experta. Así estuvo un buen rato mientras yo le acariciaba los pezones.
- Para, súbete a la cama y ponte a cuatro patas. le dije antes de que me corriese en su boquita.
De un golpe se subió a la cama y yo terminé de sacarle los pantalones y las bragas que aún estaban por sus tobillos. Los pantalones los tiré para el suelo y las bragas se las puse en la boca. Eran verdaderamente finas, apenas se notaban que estaban allí dentro.
Por fin allí estaba yo, abriéndola aún más de piernas y dándome una bonita visión de todas sus partes íntimas. Su culo era una divinidad, ya pensaría en follarlo otro día, ahora, tocaba desvirgarla, desde atrás. Empecé a jugar con mi polla en la entrada de su coñito mientras se hacía paso más y más. Sólo entraba la cabeza, estaba super cerrado así que desistí de seguir metiendo. En lugar de eso, coloqué mis manos en sus pechos y comencé a sacarla y a meterla muy poco a poco. Su humedad ayudaba a que a cada intento entrase más y más. Así cuando vi que apenas había resistencia empujé con todas mis fuerzas y me quedé allí dentro un par de segundos más. De seguro no haber tenido su boca ocupada hubiera gritado, fue el momento en que dejó de ser virgen.
Estaba en el paraíso, allí, marcando el ritmo, suave cuando me parecía sacarla, rápidas estocadas cuando se la metía. Quise llegar un poco más allá, llevé mi dedo medio a mi boca y se lo metí por el culo. Creo que le había llegado algo de los jugos de su coño porque fue relativamente fácil introducirlo.
No podía aguantar mucho más, así que previniéndolo diez segundos antes, saqué mi dedo, y saqué mi polla y le dije que se diera la vuelta y que abriese la boca.
Ya colocada en la posición ya no era preciso aguantar más, me corrí por toda su cara aunque había apuntado a su boca. Su pelo, sus ojos, su boca y parte del pecho lo tenía de mi néctar.
- Límpiala Le indiqué acercando mi polla a su boca.
Sentía como se iba encogiendo en su interior mientras las fuerzas se me iban. Me recosté a su lado mientras le decía que se limpiase y se vistiese.
Descansamos un poco y luego ya llegaba la hora de despedirse por lo que me dispuse a limpiar su mente con mis últimas órdenes del día:
- No recuerdas nada de lo ocurrido. Aún piensas que eres virgen. Te lo has pasado bien y quieres volver mañana. El malestar que puede que sientas en tus partes bajas no lo atribuirás a nada de sexo, pensarás que ya se te pasará.
La acompañé a la puerta de mi piso y la besé, esta vez sin magreos de ningún tipo, ya era ella, la de siempre, la intocable, y a partir de ahora, al ex-virgen.