Adiós Inocencia (2) ...Y mi papá...

En mi vida le había dado las nalgas a muchas personas; a algunos por placer, otros por favores, y uno que otro en contra de mi voluntad. Yo amaba a mi papá, él era el dueño de mi corazón, y si le daba la nalgas a otros, ¿Porque a él no? Quería hacerlo feliz.

Estaba en mi cama, viendo el techo. Recordando la orgia.

Mi guardia tocó la puerta, la abrieron y entré. Llevaba un vestido largo, abierto de lado, color cereza.

-Tome el teléfono. –Le dije a una de las señoritas que vi que eran las encargadas del lugar.

-¿Qué es esto? –Me vio, dudando.

-Es para usted. –Le dije.

Agarró el teléfono y estuvo hablando. Finalmente colgó y me dio el teléfono. Habló con otra muchacha y caminaron a donde estaba todo el grupo de mujeres.

-Necesitamos que se salgan del lugar, es una orden de nuestro jefe. –Les dije.

-¿Dónde están? –Pregunté.

-Siga derecho por el pasillo hasta la tercera puerta, a la izquierda. –Me dijo.

-¿Cuánto son?

-Son 15.

-Mándame 5 mujeres y que me esperen fuera. –Caminé hasta el lugar.

Hacía mucho tiempo que no miraba ese lugar, ese negocio hermoso de Edith. Pero en ese momento, lo sentía mío.

Llegué a la puerta y la abrí. Dentro estaban 15 hombres de diferentes edades. Sin tomarles importancia, caminé hasta la barra de bebidas y me serví un vaso de whisky. Volteé a ver el buffet de hombres, que me miraban y me comían con la mirada. Todos callados, esperando que dijera algo.

-Tú, tú, tú, tú y tú, quiero que se salgan, ahora mismo. –Les dije, señalando a 5 hombres. Los hombres, pensando que era parte del show, salieron de la habitación. Apenas cerraron la puerta, caminé directo al hombre más cercano que tenía y le planté un beso. Sin dudarlo, me respondió. Me separé de él y lo vi. Me miraba con sus ojos llenos de lujuria. –Quiero coger con los 10, al mismo tiempo.

Se hizo un silencio total. Fuera se escuchaba la música.

-Somos muchos para usted, señorita. –Dijo alguien. Volteé a verlo.

-¿Qué edad tiene usted? –Pregunté al ver que era maduro.

-53 años. –Respondió. –Y si me va a decir que…

-No, para nada, no le diré nada de eso. –Le dije. Bebí whisky. –Pero si usted, a su edad, aun aguanta a una mujer como yo, con mi edad, aguanto a 10 hombres, fácil. –Se hizo un murmullo. Me quité el vestido y quedé en ropa interior. –Con este cuerpo, puedo hacerlo todo. –Dije y caminé hasta una cama que ahí había. –Les puedo asegurar, que si se quedan conmigo, esta noche tendrán el mejor sexo de su vida. –Y todos los hombres empezaron a acomodarse alrededor de mí.

Esa noche, tuve 10 vergas para mi solita; Tuve dentro de mí, tres vergas al mismo tiempo, una por mi culo, otra en mi panocha y otra en mi boca. También intenté y logré meterme dos vergas en mi boca. Las vergas eran de diferente tamaño y sabor. Me cogieron como si fuera una muñeca. Tragué leche de unos cuantos, un par de vaciaron dentro de mí, otros tantos en mis tetas.

-Feliz regreso a casa. –Dije en la total oscuridad de mi cuarto. Cerré mis ojos y me dormí.

Relato anterior –> https://www.todorelatos.com/relato/151357/

Desperté con el sonido de la alarma.

Me arreglé de una manera muy casual y para las 11am, Edith me habló.

-Julia, ¿Ya estas lista? –Me preguntó.

-Sí, pero dame una semana.

-¿Por qué?

-Quiero ir a ver a mi familia. –Dije a secas y temblé de miedo.

-Lo que necesites. –Dijo. –Solo recuerda que este es ya tu negocio.

-Sí, sí. Solo… dame oportunidad. –Rogué.

-Adelante. –Y colgamos.

Estaba ansiosa por ver a mi papá, a mis hermanos, a mi sobrino, a Rafa, el amor de mi vida pero sobre todo, quería ver y enfrentar a mi mamá. La última vez que hablamos, le confesé mi gusto por el sexo. Tenía miedo de su reacción, pero quería terminar ya con esto.

Cerca de medio día, tomé un auto que Edith me ofreció y salí rumbo a mi pueblo. Mientras manejaba, miré toda mi vida que había dejado en cada esquina de la ciudad. Luego agarré monte y se me vinieron a la cabeza todos esos recuerdos y aventuras que tuve con Rafa, Andrea y mi hermana Olga. Era increíble cómo había pasado poco tiempo y parecía que pasaron cerca de 20 años y todo se me hacía diferente.

Me entró mucha melancolía.

Llegué al pueblo y lo primero que hice fue ir a la tienda, a la tienda de mi familia, a mi tienda. Ese negocio pequeño, del cual toda mi familia, incluida yo, estábamos demasiado orgullosos. Y para mi sorpresa, ahí estaba la tienda, sin ningún cambio, llena de gente como siempre. Solté una lágrima.

“Al menos seguimos con buena economía”, pensé. “Pero no gracias a ti, como siempre se planeó”.

Avancé el auto. A lo lejos vi mi casa. Empecé a temblar de miedo y por un momento pensé en regresarme. “No, ya estás aquí” . Llegué. Vi a mi hermano fuera, haciendo limpieza. Me vio en cuanto estacioné el auto. Bajé.

-Hola. –Dije con una sonrisa, acercándome a él. Noté que se puso nervioso.

-Hola. –Me dijo apenado. “No me ha reconocido” .

-Hermano, ¿No me reconoces?

-Espera, ¿Julia? –Dijo viéndome de pies a cabeza. -¡Wow! Estas muy cambiada.

-Sí, bueno. Un corte de cabello y teñirlo de otro color…

-Sí, pero… no sé. Estás preciosa. –Me dijo sin poder ocultar su asombro.

-Gracias, hermano. –Le dije. Nos vimos un rato y luego, sin pensarlo, nos abrazamos. Me solté a llorar.

-Te extrañé como no tienes idea. –Me dijo entre sollozos. –Te necesitaba tanto. Tú, eres una parte fundamental para nosotros; para Olga, mis papás. Eres la mayor y tú eres la que nos ayuda a sostener a nuestra familia. –Lo dijo demasiado rápido. “Era algo que le afectaba y hasta ahorita lo pudo sacar” .

Nos separamos. Por un momento, mi corazón se me hizo muy chiquito y seguí llorando.

-Necesitaba un tiempo a solas, pero ya estoy aquí. Somos una familia fuerte. –Dije.

-Olga te necesita mucho. Ya sabes… por lo del…

-Sí, lo sé.

-Y Rafa un tiempo estuvo detenido, hubo una demanda en su contra, acusado de violación.

-Pero, ¿Cómo fue posible que mis papás hicieran eso? –Dije asustada y preocupada por Rafa.

-Mis papás se enojaron tanto el día que te fuiste y peor se pusieron cuando se enteraron del embarazo de Olga, que se fue a desquitar con Rafa.

-Pero, ¿Olga porque le dijo? Era más fácil decirle que Miguel era el papá y se acababa el problema.

-Al inicio así fue, pero Olga quería sentirse más libre al ver que mis papás sufrían demasiado. Ella llevaba una carga muy pesada y sola. Pensó que diciendo la verdad, y al ver que Rafa era un buen muchacho, aceptarían el embarazo de buena manera. Pero no fue así. – “Mi tía me encargó a mi hermana cuando se fue y no pude ayudarla, al contrario la metí en más problemas y la dejé sola”

-¿Quién está en la casa?

-Mi mamá con el bebé.

-Y ¿Olga?

-En la tienda, ahora ella es la responsable. Pero ella misma dice que no puede, que te necesita. Que tú eres la dueña de la tienda.

-Ya hablaremos de eso, mijo. –Le dije dándole un abrazo. –Voy a enfrentar a mi mamá.

-Que te vaya bien. –Me dijo en tono sarcástico y sonreímos.

Entré a la casa. Me llegó el aroma familiar, todas las cosas en su lugar, todo era igual a cuando me fui. Me sentí protegida.

-¿Hola? –Dije. No obtuve respuesta.

Caminé a mi cuarto. Estaba limpio, tal y como lo dejé y parecía que nadie lo ocupaba. Estaban mis cosas en su lugar.

Luego fui al cuarto de Olga. La puerta estaba entre abierta y vi a mi mamá de espaldas, sentada en una silla, durmiendo al bebé.

-Mamá, hola. –Dije con todo el miedo del mundo.

-Hola Julia. –Dijo sin voltear a verme. –Te vi hablar con tu hermano.

-Mamá… yo… -No pude seguir y mi mamá no habló nada más. Caminé, rodeé la silla y me puse frente a mi mamá y el bebé. No me volteó a ver y yo no la vi, quería ver a mi sobrino.

-Durante mucho tiempo estuve pensando las palabras que te diría cuando te viera; no te niego que al inicio no te bajaba de puta, zorra, pendeja y esas eran las palabras que deseaba decirte. –Agarró aire. Yo, con miedo, la escuchaba. –Pero la llegada del bebé nos tranquilizó, nos hizo madurar, entender todo.

-Discúlpame, mamá… -Y me solté a llorar.

-Aun no termino. –Dijo. Se levantó y puso al bebé en la cuna. Estaba enorme, grande y precioso. Le encontraba algo familiar. –Antes de tocar los temas que quiero hablar contigo, quiero decirte que me alegro que hayas regresado sana y salva. Estábamos muy preocupados por ti. –La volteé a ver y vi que lloraba. Me vio y nos abrazamos.

Las lágrimas caían como si se abriera una manguera, los sollozos no paraban y pude notar que se escuchaban en toda la casa.

-PERDONAME, MAMÁ. –Dije. –PERDONENME.

-NO PASA NADA, HIJA. ME ALEGRO QUE ESTES AQUÍ. –Y durante los siguientes 10 minutos se hizo esto.

Más tranquilas, bajamos y llegamos a la sala. Nos sentamos.

-Mamá…

-Yo hablaré y tú solo responderás. –Me dijo de manera dura. Me callé enseguida. –Te veo muy cambiada, demasiado cambiada. No solo físicamente. Y te hablo primero de tu físico ya que tu cuerpo ha madurado demasiado. – “Espero verme bien” , pensé. –No puedo evitar pensar que en donde andabas, utilizaste mucho tu cuerpo. –Silencio. Sus palabras me cayeron como una cubeta de agua fría. No supe que decirle. –Recuerdo perfectamente las palabras que me dijiste la última vez que hablamos. Quiero que me hables con sinceridad, ¿Es verdad lo que me dijiste?

-Esto es muy embarazoso. –Le dije. –En mi camino de regreso, pensé en que quería ser sincera con todos ustedes. Para mí, sería como empezar.

-El embarazo de tu hermana no nos afectó tanto. Tú papá y yo sabíamos que de un momento a otro tú saldrías embarazada y estábamos preparados. Cuando nos enteramos del embarazo, lamentablemente andábamos muy preocupados por ti, por tu huida. No sabíamos nada, imagínate como estábamos.

-En serio, perdónenme. –Dije.

-Actuamos mal con Olga, la juzgamos mal. Pero nos ganaba el odio que te teníamos. Y fue peor cuando nos enteramos que Rafa, tú novio, era el papá y eso me pone a pensar en millones de cosas.

-Te escucho mamá. –Le dije. Por un momento intuí lo que quería decirme. “Si fuera yo, le hablaría de eso” , pensé.

-Mira, yo he cometido muchos errores en mi vida. Todos lo hemos hecho, no somos perfectos. –Dijo. –El chiste es aprender de los errores para no volverlo a hacer y transmitir ese conocimiento a la siguiente generación.

-¿De qué hablas mamá? –Pregunté fingiendo estar preocupada. Mi mamá le había estado dando muchas vueltas al asunto de mi gusto por el sexo y no sabía por dónde empezar. Y de tantas cosas que decía, yo más que preocupada, estaba excitada. Quería saber sobre las aventuras de mi mamá. Y al instante se me vino a la mente el video que vimos Rafa, Olga y yo, cuando mis papás cogieron.

“En ese video, mis papás cogieron y no solo eso, confesaron que mi papá se había cogido a mi tía durante mucho tiempo y mi mamá había estado con otros hombres” , me mojé.

-Tú y papá, aunque no lo creas, también fuimos jóvenes y también tuvimos nuestros momentos de pasión. –Silencio. Batallaba para tener esta plática conmigo pero ya no había vuelta atrás. –El caso es que, tú papá, estando de novio conmigo y casados, tuvo una aventura con tú tía.

-¿Mi papá…? ¿Con mi tía…? –La confesión no me cayó por sorpresa, lo que me sorprende fue que mi mamá lo haya dicho. –Y ¿Cómo fue? –Al instante me di cuenta que mi pregunta había ido más inclinada al morbo que a la preocupación. –O sea, ¿Cómo te enteraste? ¿Qué pasó?

-A los 5 años de casados, los encontré en la cama. En nuestra cama. –Dijo. –Y ahí supe que desde niños, ellos ya tenían una aventura.

-No lo puedo creer, mamá. –Me levanté y actué enojada. -¿Mi papá hizo eso?

-Tranquila, yo no estoy libre de pecado.

-¿Cómo?

-Espero que hayas entendido eso, no hablaré más del tema. –Siguió. –Te preguntarás que tiene que ver esto contigo.

-La verdad, sí. Es una historia que no tiene que ver conmigo.

-Al contrario, tiene mucho que ver. Yo nunca supe, pero mi hermana, tu tía, iba al psicólogo. Mis papás la llevaron.

-Y eso, ¿Cómo por qué?

-Desde niña, mis papás descubrieron que tu tía tenía una enfermedad. Es ninfómana.

-¿Nin…fomana? –Dije. -¿Qué es eso? –Volví a fingir.

-Ser ninfómana te hace ser una persona que tiene un gusto excesivo por el sexo. Cuando les conté a mis papás de la traición de mi hermana, ellos muy tranquilos me explicaron la situación. Debo decir que no entendía nada y solo estaba enojada. En ese momento traté de pagarle con la misma moneda a tú papá pero me di cuenta que yo no podía hacer eso. No me gustaba y cuando lo hice no me sentía bien.

-Entonces, ¿Por qué lo hiciste? –Pregunté.

-¿Por qué lo hizo Olga? –Pregunté. Su pregunta me tomó por sorpresa. –En ti, veo a mi hermana. Dime con sinceridad, en todo este tiempo, ¿Nunca estuviste con Miguel? –Me preguntó.

Bajé la cabeza apenada.

-Sí. –Respondí a secas. La plática de pronto se puso en contra de mí. Había pensado que todo iba a ser rico.

-Y Olga lo sabía, supongo. –Asentí. –Pero tu hermana, amaba y ama a Rafa y se sacrificaba por ti. Y hablo de sacrificios sexuales. –Mi mamá ya estaba más suelta en su plática. –O dime que nunca le ofreciste a Rafa a cambio de algún favor sexual.

-La verdad, sí, mamá. –Dije y levanté la cara. Mis lágrimas salían de mis ojos.

-Incluso me atrevo a decir que ustedes dos… -No terminó y no respondí. –Yo hice lo que hice, por amor a tú papá. Nunca pude entender a mi hermana, así como imagino que Olga, no te puede entender a ti. Pero ella, al igual que yo, no quería perder a su hombre.

Silencio. Los siguientes 5 minutos fue silencio total.

-Olga es mi hermana y la amo mucho. –Le dije entre sollozos.

-Lo sé. –Me dijo. –No quiero que nos veas a nosotros, tus papás, como tus enemigos. Nosotros sabemos que tú eres ninfómana y queremos apoyarte en tus cosas.

-Gracias mamá. –Y de nueva cuenta, empezamos a llorar. Nos abrazamos.

-¿Olga tiene una oportunidad con Rafa? –Me preguntó mi mamá.

-Rafa es el único hombre que me entiende y me ama. Pero él es único y especial, y muy responsable.

-Sobre todo.

-Me refiero a que Rafa estará con Olga, pase lo que pase.

-Tú hermana quiere dejar a Rafa porque él te ama y tú lo amas.

-Y es la verdad, pero Rafa no la dejará. –Dije.

Silencio.

-Era todo lo que quería escuchar. –Dijo mi mamá levantándose del sillón. –Estoy más tranquila ahora que regresaste y tuvimos esta plática. –Me quedé media confundida. “Toda esta platica y lo que me dice, ¿Es en serio?” , pensé. –Ve a ver a tú papá y a Olga a la tienda. –Y dicho esto, se fue.

La plática me había hecho mucho bien, sobre todo porque por fin pude confesarle a mi familia lo que realmente era yo, pero había algo extraño. Mi mamá me recibió bien, habló conmigo y me entendió. ¿O era yo quien tenía miedo y en realidad no pasaba nada? “Por lo pronto, parece que hay una tregua y me portaré bien con ellos” .

Salí rumbo a la tienda. Iba más tranquila.

Llegué y vi a mi papá hablando con un muchacho fuera de la tienda. Estaban a lado de un camión, de cierta panadería mexicana conocida. Bajé del auto y los dos hombres voltearon a verme. Instintivamente, empecé a coquetear con ellos: pasé una mano por mi cabello para ponerlo detrás de mi oreja, levanté mi pecho para mostrárselos, y les sonreí. Los dos no me quitaban la mirada de encima. Caminé directo a ellos.

Llegué y con una sonrisa, los saludé.

-Hola.

-¿Hola? –Respondió mi papá. –Yo te conozco, ¿Julia? –Sonreí. –Mi amor, ¿Cómo estás? –Me abrazó.

Y platicamos. Nos despedimos del señor y caminamos rumbo a la tienda. La plática giró en torno a mis cosas, y le confesé que yo había sido quien lo había secuestrado. Le pedí una disculpa y todo fue tranquilo. La verdad es que me empezó a dar miedo la actitud de mis papás conmigo pero decidí no darles motivos para que cambiaran.

Entramos a la oficina y ahí estaba. Mi corazón se quiso salir de mi pecho. Mi hermana Olga estaba sentada en el escritorio, haciendo cuentas.

-Olga… -Le habló mi papá y volteó. Me vio y rápido se levantó y se lanzó contra mí.

-Hermana… -Beso en una mejilla. –Julia… -Beso en la otra… -July… -Me apretó con mucha fuerza. Y como si fuera lo normal en ese día, lloramos.

-Las dejo solas. –Dijo mi papá y salió dela oficina. Cerró la puerta.

-Si supieras cuanto te necesité. –Me dijo. –Me abandonaste y no te lo perdonaré.

-Ya estoy aquí. –Le dije. –Y te ayudaré a enfrentar esto.

-Rafa y yo estamos casados, pero él es tuyo. No tenemos nada en su casa, no hay nada. Rafa no tiene nada ni con Andrea ni con la otra niña ni conmigo. Él…

-Él, ¿Qué? –Pregunté.

-Él necesita ayuda, debes ayudarlo. –Me dijo Olga.

-Lo haré, para eso estoy aquí. Quiero arreglar todo el problema que armé. –Y platicamos cerca de una hora de todo lo que había pasado ella aquí y yo allá.

-Entonces encontraste un ángel en Rebecca. –Dijo Olga.

-Ella fue como mi hermana allá. –Le dije.

-¿Fuiste de viaje con un luchador? Y ¿Cómo era lugar a donde fueron?

-Hermoso, había una cascada y nos metimos detrás, en una cueva.

-El hijo del gobernador era increíble, una familia perfecta, me gustaba. –Le dije.

-Pero no era la vida ni el hombre que necesitabas, no te ofrecían lo que te gusta.

-Era lo que siempre soñaba, pero no lo que quiero ahora.

-Se ve que tuviste una vida muy difícil allá, pero te veo demasiado cambiada, mas… dura, creo que esa es la palabra.

-Me rompí varias veces allá, sola. Necesitaba ser fuerte y aprendí a serlo. –Dije.

-Lo bueno que no te pasó nada y que ya estás de regreso.

-Y para no irme más. –Se abrió la puerta de la oficina. Era mi papá.

-July, necesito que vengas conmigo. Acompáñame. –Me dijo. Me despedí de Olga y salí.

Subimos a la camioneta y arrancó. Agarramos carretera y luego brecha. “Vamos a nuestro lugar” , pensé.

Llegamos a nuestras tierras y detuvo la camioneta.

-Cada que vengo, los veo a los tres, chiquitos. –Dijo con tono nostálgico. –Espero que no hayas olvidado esto.

-Y yo espero que tú no hayas olvidado nuestra dinámica. –Le dije. El coqueteo me salió muy natural.

Mi papá, cuando era niña, me llevaba a esas tierras, me subía a su camioneta, y mientras hablábamos, me abrazaba de mi cintura y nos dábamos picos. En aquel tiempo, todo era muy inocente.

En este momento, yo ya no era una niña, era una señorita de 19 años, con un cuerpo muy desarrollado, unas tetas enormes, con una cintura delgada y caderas bien formadas. Iba maquillada y arreglada como toda una modelo y una mujer así, le levanta el deseo a cualquier hombre, incluido a mi papá.

Y de pronto, mientras miraba a mi papá rodear la camioneta para abrir mi puerta, mi mente trabajó a millón. “Estamos solos en la parcela, lejos de todos los ojos. A este lugar solo venimos nosotros ya que son nuestras tierras. Mi papá, ya sabe que me gusta coger y me trajo aquí para cogerme” , pensé y mis ganas de coger llegaron. “No, Julia, cálmate, no está bien. No la riegues” .

Se abrió la puerta de la camioneta y mi papá me dio la mano para bajar. Era lo que siempre hacía, pero en ese momento, yo me sentía deseada. Bajé y caminé hasta ponerme frente a la camioneta. Mi papá se puso frente a mí y se agachó para cargarme, quedó a la altura de mis tetas que, sin duda, no pasaron desapercibidas.

-Entre más grande, más difícil es cargarte. –Me dijo.

-¿A poco estoy gorda? –Le dije. Me era imposible no coquetearle, esto ya era parte de mí naturaleza.

-No, para nada mi amor. –Me dijo. Me tomó de la cintura y con gran habilidad me levantó para ponerme en el cofre de la camioneta. –Sigues igual de ligera como cuando eras chiquita.

Estiré mis brazos para abrazarlo y mi papá se pegó a mí. Nos dimos el primer pico. Nos separamos y así abrazados, vimos a la nada. Durante los siguientes minutos fue silencio total. “¿Qué estará pensando? ¿De qué querrá hablar? Y si quiere coger, ¿Qué espera para hacer su movimiento?”. Esta última idea no se me borraba de la mente. “Yo ya soy una persona que puede decir que no al sexo, pero me gustaría coger con mi papá. ¿Qué hago? ¿Le pongo un alto en cuanto haga su movimiento?” .

-¿Qué piensas? Papi. –Le dije. El sonido de mi voz era entre coqueta e inocente.

-Todo lo que hemos vivido ahora que te fuiste. Todo lo que nos dejaste. –Me dijo.

-¿Les dejé? –Pregunté.

-Tú novio embarazó a tu hermana. Casi no nos dejaste nada. –Silencio. –Tú hermana ha sufrido mucho, demasiado, tú mamá ha cargado con todo y durante un tiempo, por poco se acabó, tú hermano te necesitaba…

-Y ¿Tú? ¿Papi? –Pregunté. Volteó y le plante un pico. -¿Tú nunca me necesitaste?

-Claro que si, mija. –Respondió. –La última vez que estuvimos aquí, hablamos de esto. Me hablaste de Rafa y de que era el novio perfecto. Y de que yo sería el amor de tu vida, el único.

-Y lo eres, papi. –Otro pico. Esta vez el pico duró más y sentí como mi papá se esforzó por hacerlo que durara. Luego noté como se había puesto incómodo.

-Tú mamá y yo hablamos mucho de ti en este tiempo. –Dijo.

-Lo sé y sé de qué hablaron. Ya me dijo mi mamá. –Nos vimos.

-¿Te dijo todo? ¿De qué hablaron? –Me preguntó y se separó un poco de mí.

-Me dijo lo suficiente como para saber que esta posición en la que estamos te pone muy incómodo. –Le dije media seria.

-Estoy loco por pensar en muchas cosas… mi hija… -Y rio sarcásticamente. Eso fue suficiente para mí. Me vio y lo vi. Y como si fuéramos dos imanes, con diferentes polos, abrimos nuestras bocas y nos unimos en un beso.

Sus manos apretaron mi cintura, y su boca, con desesperación, besaba la mía. Nuestras lenguas se golpeaban. Mis manos seguían alrededor de su cuello. Casi al minuto de estarnos besando, se separó y me dio la espalda.

-¿Qué pasa? –Al instante me di cuenta que mi pregunta fue muy tonta. –Discúlpame, papá.

-No, hija, tú discúlpame a mí. –Me dijo. –Desde que nos enteramos que eras una… mujer… -Dudó. Luego habló. -Ninfómana, yo solo he estado pensando en cómo seducirte para cogerte y estoy mal, eres mi hija y eres mi vida y quiero solamente protegerte.

-¿En serio solo quieres eso? –Pregunté.

-No. –Respondió a secas. Bajé de un brinco y lo seguí.

-De hecho, si me dices eso, es parte de seducir a alguien. –Le dije. -¿Qué es lo que quieres? –Pregunté y lo abracé por atrás. Puse mi cabeza recargada en su espalda.

-No puedo hacerlo. –Me dijo. –Está todo mal. Está mal… está… -Mi papá me deseaba y en ese momento necesitaba una ayuda. Pero las cosas, al parecer estaban bien en ese momento, en mi regreso, y no quería arruinarlo por una calentura.

En mi vida le había dado las nalgas a muchas personas; a algunos por placer, otros por favores, y uno que otro en contra de mi voluntad. Yo amaba a mi papá, él era el dueño de mi corazón, y si le daba la nalgas a otros, ¿Porque a él no? Quería hacerlo feliz.

-¿Quieres coger conmigo? Papi. –Le pregunté.

Bajé mis manos hasta su entrepierna y le sobé su verga por encima de su pantalón.

-No, hija. Por favor. –Me decía sin mucho convencimiento.

Recordé el video que había visto de él cogiendo con mi mamá y recordé el tamaño de su verga. Me mojé imaginándola. Llevé mis manos a su pantalón y empecé a desabrocharlo. Cuando lo hice, cayó y lo único que tapaba su palo fue su ropa interior. Metí mi mano por debajo, y noté que ya estaba tomando tamaño.

-Papi, tú sabes que yo aparte de mi papá, te veo como un hombre. –Le dije mientras lo masturbaba. –Un hombre guapo, fuerte, atractivo. –Gimió. –Un hombre, con una enorme verga, que se me antoja tenerla dentro.

-Julia… -Solo dijo. “Lo tengo” , pensé.

Con habilidad, se volteó y me puso de espaldas a él. Me empujó hasta quedar en el cofre de la camioneta. Levanté mis nalgas y pegó su paquete. Empezó a moverse simulando que me cogía mientras besaba mi oreja, mejilla y luego cuello. Levanté mis manos y acaricié su cuello. “Deja que él tome el ritmo. No lo espantes” .

Sus manos levantaban mis nalgas, luego me tomó de las caderas y las subió hasta mis tetas que acarició por encima de mi playera. Rápido las bajó y desabrocharon mi pantalón. Se separó de mí y de un estirón bajó mi pantalón y mi ropa interior.

Me empiné y con sus manos, abrió mis nalgas para darle pasó a su verga, que rozó mis nalgas y tocó mi panocha. Sentí algo de duda en ese momento, sus manos ya no me apretaban y se detuvo apenas tocó mi cuevita. Pero ya no lo iba a dejar ir. Mi panocha ya estaba húmeda y con ganas de verga. Y no de cualquier verga, sino la de mi papá.

Aplicando toda la experiencia que había acumulado hasta ese momento, empujé mis nalgas hacia él y su palo entró con gran facilidad. Fue todo un placer, sentirla entrar y que topara. Los dos gemimos.

Volteé a verlo, poniendo una cara de pervertida, deseo, de excitación. Vi que mi papá tenía una cara de asombro. “No puede creer que esté pasando esto. Para él esto es un sueño y al mismo tiempo está mal” , pensé.

Y sin darle tiempo de reaccionar, moví mis caderas arriba, abajo, rápido. Mientras lo hacía, no perdía detalle de su rostro, de la cara que ponía. Me movía de la mejor manera que sabía hacerlo, le estaba dando el mejor sexo que podría hacer.

Despacio, su mirada pasó de asombro, a excitación. Me agarró de la cintura, donde se forma una curva y se une a mis caderas, acarició despacio, y luego, tomó el ritmo y empezó a moverse y a moverme. Atrás, adelante. Se escuchaba como mis nalgas golpeaban con sus piernas. Volteé mi cara y me dediqué a disfrutar de los embistes que me daba mi papá.

Empezó a moverse despacio, luego, a los 20 segundos, se movió más rápido. Los gemidos de los dos se hicieron más intensos. Y al minuto, me llegó el primer orgasmo. Sostuve fuerte mi cuerpo para no dejarlo caer.

Me movió más rápido. Mi papá seguía moviéndose y no daba señales de querer terminar. Y yo deseaba que siguiera, mi calentura, volvió a encenderse.

Me agarró del cabello y me levantó. Pegué mi espalda a su cuerpo. Con su mano libre, buscó mi entrepierna y la empezó a sobar por encima. Al soltarme de mis caderas, perdimos el ritmo pero rápido nos sincronizamos. Moví mi cuerpo atrás, adelante, al ritmo de los movimientos de mi papá.

Me estiraba muy rico mi cabello, yo gritaba de dolor y placer. Los gemidos de mi papá se hicieron más fuertes.

Me soltó del cabello y me dejé caer, pero mi hombre me sostuvo agarrándome de las tetas. Las apretó fuerte. Pasaron muchos minutos en esa posición, perdí la noción del tiempo. El placer que sentía y que me provocaba mi papá, me hizo perder todos los sentidos. Había tenido varios orgasmos sin darme cuenta, pero la verga, que entraba y salía, no dejaba de darme placer, no me cansaba. Estaba loca de deseo.

De pronto sentí como mi papá se puso duro y el semen empezó a escurrir por mis piernas. Ninguno de los dos se separó, ni nos movimos. Solo nuestros gemidos se escuchaban en aquellas parcelas.

Pasaron otros tantos minutos.

-Lo siento mucho, hija. –Dijo mi papá y se separó. Volteé a verlo y rápido se subió su ropa interior y pantalón. –Esto no debió pasar.

-Papá. –Le dije mientras me acomodaba mi ropa. –Esto es algo muy normal.

-Quizá tú lo veas normal, pero para mí no es correcto. –Me dijo. –Esto es… está mal. –Me acerqué a abrazarlo.

-Papi, lo que pasó ya pasó y no tiene caso arrepentirse por ello. –Dije. –Los dos lo deseábamos. Esto queríamos.

-Te quiero pedir perdón por aprovecharme de ti, de mi hija, de mi princesa. Eres toda una mujer y no tiene ni caso describir lo que todos los hombres vemos. Sabía que si te pedía esto, aceptarías y yo deseaba esto y me dejé llevar por este impulso.

-Papá, ya nos digas nada. Esto que hicimos fue delicioso, rico. –Dije.

-Sí, y discúlpame de nuevo. Me aproveché de ti. No volverá a pasar.

-De acuerdo, papi. –Le dije. -Este será nuestro secreto. Pero te quiero pedir una última cosa.

-Dime, mi amor.

-Dame un último beso. –Sin pensarlo, se acercó a mí y nos besamos. El beso duró cerca de 20 segundos, luego se separó.

-Me vine dentro de ti. ¿Te estás cuidando? –Preguntó.

-Sí, no te preocupes. –Le dije dándole un último pico.

-Vámonos, hija. –Dijo.

-Sí. –Y subimos a la camioneta.

El camino fue silencio total. Llegamos a la tienda y corrí al baño a limpiarme. Estuvimos un rato en la tienda hasta que cerramos los tres. Mi papá estuvo muy distante conmigo y de alguna manera lo entendía. Y digo de alguna manera porque para mí lo que pasó era sexo solamente.

Llegamos a la casa y mi mamá nos sirvió la cena. Los 5 nos sentamos a cenar y acompañándonos, estaba el nuevo integrante de la familia.

El bebé, le daba luz a nuestra familia. Y por primera vez, cargué a mi sobrino. A Luis. Estaba tan chiquito, tan hermoso. Lo vi durante un momento y de nuevo se me hizo muy familiar. Hasta que le encontré, era idéntico a Rafa. Solté lágrimas, de felicidad, de nostalgia.

“Rafa estará presente en nuestras vidas toda la vida” .

Continuará.