Adiós al Portero, hola Andrés. (4)
Sigo con mi historia, aunque este no será tan bien valorado como otros relatos, sentía que así tenía que contarlo
Después del episodio del cerrajero, Andrés bajó duchado y peinado y oliendo a un dulce perfume típico de después del baño. Se había puesto un polo, un pantalón corto de pijama y unas chanclas, muy informal pero lo que me permitió disfrutar de sus perfectas piernas peludas y de sus cuidadísimos pies.
Le conté mi historia, que era gay, que había tenido una historia larga, que por fin me había ido a vivir solo e independiente y que ahora no tenía nada estable. Él me contó que se había casado pensando que así podría esquivar sus pensamientos homosexuales, pero que no funcionó y se separó cuando su mujer le pidió tener hijos. Me encantaba como me miraba y su manera de hablar, se le notaba muy educado.
Nos quedamos un rato mirándonos, quietos, como esperando quien daba el primer paso. Yo también me había aseado y me había quitado del cuerpo cualquier rastro de Tomás. De repente, se acercó y me besó. No me magreó, ni nada, fue un beso largo, me metió la lengua hasta el fondo y notaba como pinchaba su barbita de días. Fue suave y se notaba que sabía hacerlo. Yo le correspondí, me abracé a él, tenía un cuerpo perfecto a sus años, bien marcado y olía muy bien.
Se separó para preguntarme más por el portero…
“¿Qué le has visto? Tiene una pinta de cerdo que no veas, le faltan dientes, es muy rudo...”
“Le veo muy macho, y yo soy muy morboso de olores, pies, pecho…”
“Joder, si lo sé no me ducho, ja ja ja…qué llevas aquí, ¿tres meses?”
“ Si, va a hacer 3 la semana que viene”
“Me fije en ti el primer día, te vi en el ascensor tan pijito, tan arregladito pero claro, que iba a saber yo si entendías ¡ni me mirabas!”
Yo le contesté que a mí también me había parecido guapo, pero como me había llevado muchos cortes ni me había insinuado. Igual que de Tomás me gustaba su rudeza, de Andrés me gustaba su delicadeza viril y su educación. No iba a ir saco conmigo, eso seguro. El polo me permitía ver algo de su pecho velludo. Me pareció tan atractivo que ni me había fijado en su entrepierna…y siguió hablando
“¿Te gusto?”
“Sí claro, estás muy bien”
“¿Más que Tomás?”
“Es diferente, lo de Tomás es más animal, mas bestial, no muy meditado..”
“O sea que quieres que me ponga bestia…”
“No, no creo que sea tu estilo y, por cierto, yo soy pasivo, muy pasivo me atrevería a decir"
"Mejor, me dijo, yo soy activo, muy activo, me fijé en tu culo el primer día.”
Yo le dije que era, pesé a lo que parecía, era precavido y que me había dejado llevar y sin presionarme más, me dijo que me olvidara de Tomás, por mi bien y me dio otro beso para largarse. Cuando Andrés fue a salir, se oyó la llave y entró Tomás.
Andres "¿le has dado la llave?"
Tomás "¿A ti que te importa lo que me dé? Anda, tira para tu casa que yo tengo que hablar con esta"
Andres: "que yo sepa, se llama Pablo y es “este” y no “esta”"
Tomás: "Tira para tu casa y como cuentes algo de esto…"
Andrés: "Sí, como cuente algo de esto ¿qué? ¿qué vas a hacerme?"
Andrés me miró se giró y se fue.
“Tomás, no te reconozco, no hacía falta ser tan rudo. Estábamos hablando”
“No se que quería ese pijo de mierda, pero me tiene hasta los cojones”
No quise saber el motivo del desacuerdo, pero no era por mí, eso estaba clarísimo. Tomás quería mambo, pero yo no estaba cómodo y dije que no. Se me acercó, me agarro fuerte y me dice “a mí, una puta no me dice que no”. Cuando estaba cachondo no me importaban sus formas, pero esto no me gustaba, se estaba poniendo violento. Me rompió el pijama que tenía puesto y empezó a meterme dedos de una manera brutal, me estaba haciendo daño. Yo me resistía, pero no podía, me iba a violar.
Yo empecé a dar patadas, a intentar zafarme, pero el me empujo contra la pared y me abrió las piernas con las suyas, yo decía que no, una y otra vez, no quería, pero el era más fuerte. " ¡Para joder, por favor, para!" noté la polla muy dura en los cachetes de mi culo y de repente llaman a la puerta.
“joder, han oído tus gritos” me soltó y que caí al suelo jadeando, había estado cerca. Me arrastré hacia la puerta, me había hecho daño en serio, me recompuse y abrí. Era Andrés.
“He oído los gritos, no parecías estar pasándolo bien” cuando lo oyó Tomás salió disparado de donde se había escondido.
“mira maricón, ya estoy perdiendo la paciencia contigo, ¿me oyes? No te metas en lo que te importa”.
Andrés le ignoró “Pablo, no tienes que aguantar esto, ¿quieres que llame a la policía?"
“Policía ¿de que vas? A esta puta le gusta que la traten mal”
“Se llama Pablo y no es una puta, su aspecto no es muy bueno, quieres que llamemos a alguien para que lo comprueben o quieres que sigamos hablando lo que hablamos el martes pasado”
La conversación fue tajante, ante la amenaza, Tomás amagó con enfrentarse y salió del piso tirándome a la cara, me hizo daño, las llaves que le había dado.
“Cambia las cerraduras, este tío no es de fiar” Andrés me contó que no era yo el motivo de la trifulca, habían pillado a Tomás en algunas faltas para con la comunidad, Andrés era el presidente, pero le iban a despedir por otra cosa: había robado dinero de una caja que se tenía para pagar imprevistos. Vistos los acontecimientos, le iban a comunicar cuanto su salida.
Yo me puse a llorar a mis 28 años, me sentí como una mierda y me golpeaba a mí mismo avergonzándome de ser maricón. Con una herida en la cara, magullado y dolorido, me sentí hecho una mierda por haberme dejado llevar por el morbo. Andrés, que a sus 40 años había visto ya de todo, me abrazó y se quedó conmigo hasta que me dormí.
Por la mañana pensé que todo había sido un mal sueño. Y no fui consciente de todo hasta que vi que Andrés dormía a mi lado, con su cuerpo girado hacía mí, como para protegerme. Me levanté con cuidado para no despertarle y me di cuenta de que me gustaba. No era un modelo, ni nada nada por el estilo, era un hombre tremendamente atractivo que no tenía que presumir de ser un macho para gustar.
Abrió los ojos, se estiró…
"¿Cómo estás?"
"Algo magullado y con esto en la cara (señalé el arañazo) pero tengo que ir a trabajar, gracias por quedarte"
"Venga, como estoy libre, te llevo y desayunamos juntos ¿te parece?, así nos conocemos más"
Me encantó la idea. Subió a ponerse unos vaqueros y una camisa que combinó con unos náuticos sin calcetines. Cuando me vio dijo “vaya, que guapo estás de traje” , como me quedé mirando sus pies me preguntó si no me gustaba como iba y yo le dije que al contrarío que me encantaba, le confesé mi morbo y se empezó a reír a lo bestia y dijo “te tengo en el bote”. No le dije nada de lo bien que marcaba paquete con el vaquero, no sería un pollón (no lo sabía) pero estaba muy bien armado.
Despidieron a Tomás esa misma mañana. Había robado, no era mucho y no iban a denunciar, pero no lo querían más en la porteri. Ni se despidió de mí y yo aún estaba incrédulo de cómo había sucedido todo. Como había recomendado Andrés, cambie la cerradura. Ante la noticia y para celebrar que se cambiaba de trabajo, me invito a cenar a su casa el viernes por la noche y fue entonces como le comocí de verdad.