Adiestrando a mis compañeras de clase (3)
Por fin estrenamos a Helena mientras preparamos a Marta.
Después de acabar con mi parte me senté en la cocina a observar como Marta terminaba sus platos. Mientras trazaba mis planes para conseguir doblegar a Marta no podía parar de observar esas caderas contorneandose expuestas frente a mi.
Sin lugar a dudas ahora que Helena estaba a mis pies y Paula comía de mi mano conseguiríamos que Marta se nos uniera; aunque sería la parte más difícil de su plan.
A diferencia de sus amigas no había mucho que pudiera usar en su contra más allá de su copia en el examen, y desde hacía unos meses tenía novio, lo que complicaba el asunto.
Por eso había puesto a mis nuevas perritas a buscar en su ordenador cualquier cosa que pudiera utilizar para acabar con su resistencia.
Una vez acabó llevamos los platos a la mesa, en la que estaban ya sentadas Paula y Helena, quien me fulminó con la mirada, como si nada hubiera pasado entre ellas.
Me senté en el sitio libre junto a Paula, que me dirigió una alegre sonrisa, descorchamos una de las botellas que había traído y comenzamos a comer y beber.
Helena nos dirigía miradas furiosas mientras Paula frotaba mi entrepierna con una mano que mantenía bajo la mesa. La cena transcurrió sin problemas ni demasiadas palabras, con Marta ajena a todo.
Tras recoger la mesa nos sentamos en el sofá y poco después Marta se durmió de acuerdo con nuestros planes.
-Bien, veo que le echasteis la pastilla. - Les dije a Helena y Paula que se levantaron para ayudarme a llevar a Marta a su habitación.
-Amo, ¿te la vas a follar así?- me preguntó Paula visiblemente excitada.
-Ganas no me faltan, pero antes de hacerle nada quiero que acepte formar parte de esto.-
Tras dejar a Marta desnuda y atada a su cama volvimos al salón, donde las dos putitas me contaron los resultados de sus investigaciones sobre Marta.
A pesar de que sólo habían dado un vistazo rápido a su portátil habían encontrado varias carpetas protegidas con contraseña.
Cuando vi las carpetas en cuestión di las gracias por que fueran tan poco aplicadas y menos de 10 minutos después conseguí saltarme la contraseña y ver el contenido.
Esa carpeta era una mina de oro. En ella había desde vídeos eróticos que al parecer había mandado a sus ex novios hasta conversaciones subidas de tono y cartas de amor.
Con todo ese material no sería muy difícil convencerla. Busque algún video en el que mencionara el nombre de su destinatario y cree en su teléfono un contacto con el mismo nombre y un número ficticio.
Después sólo tuve que añadirle un texto picante y enviar su video.
Sacamos capturas de pantalla de todo y las guardamos en lugar seguro, ahora si, estaba todo listo para encargarnos de la tercera.
Volví a dejar todas las cosas de Marta en su sitio (no sin antes guardarme una copia de todas esas carpetas suyas) y me senté entre mis dos putas.
-Bien, desde ahora tenéis prohibido llevar nada de ropa en casa, me gusta veros desnudas como las guarras que sois.- les dije mientras me reclinaba.
Paula saltó del sofá y lanzó toda su ropa por los aires con un gritito de júbilo, era evidente que estaba disfrutando todo esto. Helena, más reacia no se movió.
-¿Es que no me has oído?- Le espeté mientras abofeteaba su cara. -La ropa, fuera-
-Si... Amo- Me dijo tímidamente mientras se levantaba y con lentitud se desnudaba frente a mi.
-Bien, ahora mientras esperamos a que Martita se despierte, ¿por que no me enseñáis lo que me he perdido antes en la cocina?
Paula gateó sobre mi, sentándose en mi regazo y guiñandome un ojo, para después acercar su cara a la de Helena y besarla ávidamente.
Su compañera, visiblemente excitada tomo un papel pasivo y sin resistirse aceptó la lengua de Paula en su boca mientras se fundían en un abrazo.
A mi la situación ya me había puesto a tono, así que comencé a acariciar el sexo de Paula, que quedaba expuesto sobre mis piernas cuando ella se movía en el beso y finalmente le introduje un dedo.
Al instante Paula emitió un gemido que se ahogó en el beso al que estaba entregada y empezó a mover sus caderas buscando el roce con mi mano.
Helena observaba anonadada la reacción de su amiga ruborizandose visiblemente y rompiendo la unión entre sus labios.
-Dios Helena, esto es una maravilla.- gime Paula con hilos de saliva uniendo todavía sus rostros.
La aludida me miró, presa de una curiosidad sin límites y empezó a masturbarse mientras Paula hundía la cabeza en sus pechos.
Con sus coños atendidos ambas tardaron poco en correrse, aullando como perras en celo. Yo aproveche el momento para desnudarme y, levantando a Paula empece a pasar mi lengua por su húmeda rajita.
Ella arqueó su espalda, a duras penas manteniéndose de pie en el sofá mientras mi lengua recorría todos los pliegues de su rasurado sexo. Helena nos miraba con curiosidad, todavía moviendo sus dedos en su interior.
-¿Y tu que ostias haces? - Le gritó Paula enloquecida - ¡Cómesela!-
Poco después sus manos guiaban a la cabeza de su amiga mientras los labios de Helena se cerraban en torno a mi tronco.
Viendo la timidez de Helena comencé a bombear con mis caderas dándome placer en esa cueva húmeda mientras mis manos buscaban sus soñados pechos.
-¡Eso es puta! ¡ordeña a tu amo y dame su leche!- Le ordenaba Paula, que era la única con la boca libre mientras yo me deleitaba con las atenciones que estaba recibiendo.
Definitivamente de forma irónica Paula había vivido una auténtica liberación al convertirse en mi esclava y parecía que se había rendido al placer, al margen de la situación en que se encontraba.
La otra avanzaba más despacio, sin embargo el tocar sus tetas la había relajado y empezaba a sentir como su lengua entraba en acción.
No podía permitirme perderme el primer trabajo de mi nueva mascota, así que aparte a Paula del medio y agarre yo mismo el pelo de Helena mientras seguía sobando sus tetas.
Resignada por su nuevo papel ahora Paula se había abierto de piernas y follaba su coño con sus dedos, extasiada por la visión de su amiga entregada a la mamada.
Con este panorama ante mi no tardé en llenar la boca de la putita con mi semen que, pillándola por sorpresa se escapó en gran parte hacia el suelo.
Mientras yo me reclinaba satisfecho Paula y Helena se pusieron a lamer los chorros de semen que habían caído al suelo para acabar fundidas en un beso apasionado, que se interrumpió por un grito en el pasillo.
Ahora comenzaba la función.