Adiestramiento de paula (1)

Paula una joven de 24 años con poca experiencia en el sexo, siente curiosidad por el sadomasoquismo. De su adiestramiento se hará cargo un hombre experto en esta materia

ADIESTRANDO A PAULA (I) –Una sumisa convencida.

El relato que a continuación expongo es ciento en un 80%. Solo he cambiado alguna cosa para no delatar a sus participantes

Agradeceré cualquier comentario o consejo que me mandéis a: pablouxky1@yahoo.es , ya que normalmente estos relatos los escriben los hombres y no una chica joven como yo.

Me llamo Paula en la actualidad tengo 25 años. Lo que voy a relatar ocurrió el año pasado.

Soy una chica con un físico atractivo. Mis medidas son 95-60-90. Mido 172cm.,,peso 58 kgr. tengo el cabello largo de color negro y unos bonitos ojos verdes.

A mi actual amo, Héctor, le encanta mi culo y mis tetas. De mi culo dice que son dos esferas perfectas del tamaño justo, y de mis pechos le encanta también la perfección de su redondez, su dureza, su tamaño (quizá algo grandes para mi cuerpo) y mis pezones pequeños pero firmes que los coronan.

El año pasado conseguí colocarme en una empresa multinacional en Valencia. Siempre había vivido en Madrid. He sido una chica muy consentido (hija única) y algo pija. Era la primera vez que me veía libre de mi familia y completamente independiente.

Por aquel entonces yo ya había tenido sexo con algunos chicos, todos muy educados y cariñosos, y desde luego ya había hecho por petición de ellos alguna mamada, para que se corrieran en mis bonitas tetas.

Un día por medio de Internet pude ver un trozo de una película sadomasoquista. En la película azotaban el culo de una chica con rasgos orientales, mientras la obligaban a tragar una enorme verga. La película era solo una muestra, por lo que duró solo uno par de minutos; cuando se cortó la película, la chica ya tenía el culo al rojo vivo y su apuros para engullir aquel enorme miembro y respirar eran cada vez mayores. En lo que a mí respecta, me sorprendía a mi misma; estaba totalmente mojada, mis bragas estaban empapadas; solo tuve que deslizar uno de mis dedos a mi clítoris y me corrí apenas al primer contacto.

Empecé a interesarme por el sadomasoquismo, quería probarlo, ser utilizada y humillada y que me dieran placer. Al mismo tiempo tenía miedo, necesitaba un amo que me adiestrase desde el principio, que tuviera paciencia conmigo, y que al menos al principio no fuera excesivamente duro.

Fue también por medio de Internet como contacté con Héctor, mi actual amo. Recibí varias ofertas, pero me decidí por Héctor por que a pesar de su dureza en la forma de chatear conmigo, siempre resulta cariñoso y me inspiró confianza.

Por fin un día quedamos. Me citó en su apartamento situado en la zona más cara de Valencia. Eran la cuatro de la tarde cuando llegué. Yo llevaba puesto un vestido rosa que me llegaba a la altura de las rodillas, unos zapatos blancos de tacón alto, un tanga blanco de encaje en forma de T, y un sujetador a juego en cuyo límite se precipitaban mis pezones. Estaba muy nerviosa, me temblaban las manos, las piernas y creo que hasta me rechinaban algo los dientes. Cuando abrió la puerta pude ver que no me había engañado, era un hombre de 45 años, atractivo, de aspecto fornido y corpulento quizá con algún pequeño michelín, pero no estaba gordo; excesivamente alto... casi 2 metros. Sus ojos y su pelo de color castaño. Me recibió vestido con unas zapatillas deportivas, unos vaqueros y un camiseta blanca de manga corta. Lo que me tranquilizó, ya que si hubiera llevado puesta una bata significaba que no llevaba nada debajo y que entraría enseguida en materia, y yo seguía muy nerviosa.

Héctor observó mi nerviosismo, me saludo con un suave beso en la mejilla, me enseño el apartamento. El baño tenía hidromasaje. El dormitorio era enorme. La cocina estaba algo sucia con platos en el fregadero. Me dijo que se le había estropeado el lavavajillas y que la asistenta no vendría hasta el lunes. Nos sentamos ha tomar algo y hablamos. Me dijo:

-Mira Paula, esto no es más que un juego en el que lo hemos de pasar bien los dos. En el que tu felicidad ha de ser única y exclusivamente satisfacerme a mí; yo también te daré placer a mi manera. Ya se que es tu primera vez..., lo lógico será que establezcamos unas normas sobre hasta donde estás dispuesta a llegar en cuanto a humillación y castigos. ¿Que opinas?

Yo le contesté:

  • No se si me voy a quedar. Estoy muy nerviosa, quizá hoy solo me conforme con que hablemos.

En cuanto a castigos nunca me han follado el culo y no quiero que por el momento lo haga nadie. Tampoco quiero que me queden marcas permanentes.

En lo que respecta a humillaciones, no quiero comerme tu mierda ni la de nadie; y si alguna vez me alquilas o me prestas a otros amos quiero que me pongas una máscara para que no puedan reconocerme y que tú estés presente para que cumplan estas normas.

No creía que yo hubiera dicho esas cosas, es como si las hubiera dicho otra voz que no era la mía pero que salía de mi garganta; percibí una fuerte excitación..., sabía que estaba muy mojada.

Yo estaba sentada a su lado en el sofá, Héctor me dijo que aceptaba mis normas y me preguntó sonriente:

¿Ahora que vas ha hacer?, ¿Te vas o te quedas?. Me iba a levantar cuando sujeto mi hombro y me dijo: -Te quedas ¿verdad?. De mi garganta salió un débil hilo de voz que dijo...Sí.

Héctor se dirigió a mí y me dijo en un tono duro que no había utilizado hasta ese momento:

-Entonces el juego empieza ahora. A partir de ahora me llamarás amo, no me miraras directamente a los ojos si no te doy permiso y harás todo lo que te ordene ¿has entendido?.

-Yo conteste: si amo

Héctor me ordenó que me pusiera delante de él y que me quitara el vestido lentamente.

A su vista quede con un tanga vergonzosamente mojado y un sujetador que cubría de forma ajustada mis pechos y del que un pezón se había escapado por el borde.

Seguidamente quiso que me diera la vuelta y que me quitara el tanga exhibiendo y contoneando mi culo. A mí todavía me temblaban las piernas por los nervios.

Me ordenó que me quitara el sujetador, que me acercara y me arrodillara delante de él que permanecía sentado en el sofá. Héctor palpó mis pechos grandes y duros; luego retorció con cierta saña mis pezones que estaban erectos. No pude evitar gritar en tres o cuatro ocasiones y un cosquilleo eléctrico bajo hasta mi clítoris y me corrí irremediablemente. Observé la sonrisa de satisfacción de mi amo.

Mi amo alargó la mano y de un mueble junto al sofá saco un collar de perro con una correa de paseo. Me lo colocó al cuello. La correa que colgaba del collar era de un cuero fino y de metro y medio de largo. Yo seguía arrodillada frente a el que seguía sentado en el sofá.

Héctor me ordenó que le desabrochase los botones de la bragueta de sus vaqueros, que sacase su verga y que empezara a lamerle primero los huevos luego la polla, y que después se la chupase intentando meter toda la polla que pudiera en mi boca.

Cuando desabroché los botones de su bragueta y saque su miembro quedé gratamente impresionada. Ahora se que su grueso pene mide 24 centímetros de largo.

Héctor me cogió de la coleta en la que tenía recogido el pelo y me sacó bruscamente su miembro de mi boca. Su verga estaba ya perfectamente erecta y amenazante. Se levantó unos segundos y se deshizo de los pantalones. Luego me dijo:

Ahora perra lame y chupa como si tu vida fuera en ello.

Fue cuando terminé de lamer huevos y polla y estaba comenzando a tragarme su verga cuando noté un fuerte azote en mi culo. Mi amo había comenzado a azotarme con la correa de perro que estaba sujeta al collar de mi cuello. Mi grito de dolor quedo ahogado en mi garganta que estaba ocupada por su enorme miembro. Definitivamente no conseguía meter toda su verga en mi boca.

Con estudiada malicia mi amo tapó mis orificios nasales con una de sus manos, y con la otra seguía dándome azotes cada vez mas fuertes en el culo.

Yo respiraba con mucha dificultad; en mi vagina un fuerte calor y hormigueo anunciaba que mi segundo orgasmo no tardaría en llegar. Me estaba empezando a marear por los nervios y desde luego por la falta de oxigeno. De pronto mi amo dio un fuerte estirón de mi coleta del pelo que me hizo dar un sollozo de dolor y separó su polla de mi boca.

Mi cara estaba roja casi morada por la falta de aire, por mis mejillas resbalaban las lágrimas por los azotes recibidos. De improviso recibí dos sonoras bofetadas, no excesivamente fuertes pero si hicieron mella en mí. Mis lágrimas se mezclaron ahora con mucosidades nasales.

Sin soltarme de la coleta Héctor me hizo poner a cuatro patas sobre el sofá. Luego soltó por fin mi pelo y puso sus manos en mi tetas que masajeó primero con delicadeza, para pasar a estrujarlas con fuerza. Mientras hacía esto mi amo aproximó su glande a mi coñito que ya tenía los labios perfectamente abiertos. Sus dedos comenzaron a apretar mis pezones cada vez más fuerte según su verga se introducía en mí. Cuando su polla desapareció toda dentro de mí, el dolor en mis pezones era insoportable; fue entonces cuando me corrí por segunda vez.

Mi amo soltó por fin mis pezones y siguió follándome en esa posición al menos durante 10 minutos. Pero el no empujaba, me ordeno que empujara yo que fuera yo la que metiera y saquera su verga de mi coño. De vez en cuando me daba una fuerte palmada en el culo ordenándome que incrementara el ritmo o lo disminuyera. Me corrí por tercera vez. A él no le importó mucho, pero no dejó que por eso disminuyera mi ritmo del mete y saca.

Al rato, cuando yo iba camino de mi cuarto orgasmo sacó su enorme verga de mi coño; recuerdo que sonó como si descorchasen una botella de sidra.

Héctor hizo que me tendiera en el sofá boca arriba; se colocó en cima de mí formando un perfecto 69. Antes de colocar su polla en mi boca me dijo:

  • Esta bien perra..., me voy a correr en tu boca. No quiero que se pierda ni una sola gota de mi esencia. Cuando me haya vaciado en tu boca quiero que me la sigas chumando hasta que no quede ni una gota y mi polla quede totalmente limpia y seca. Si no lo haces así te castigaré..., no me sirve ninguna excusa. ¿Has oído putita?

Yo le contesté: - Si amo, como desees.

Yo solo había chupado pollas en un par de ocasiones, y los tíos siempre se corrieron en mis tetas. Nunca había tragado leche de tío..., la verdad es que pensaba que me daría un poco de asco. Pero en el trato hecho con mi amo no me negaba a tragar su leche. Estando yo en estos pensamientos mi amo aproximó su pene a mi boca.

Héctor comenzó a lamer mi coño con delicadeza al principio. Yo me moría de gusto al tiempo que chupaba su verga.

Con el paso de los minutos el chupeteo de mi amo en mi clítoris era incesante y rápido con lo que yo empecé a desesperar, sabía que mi cuarto orgasmo llegaría pronto. Con la pasión del momento yo no daba a vasto a chupar la verga de mi amo, ya que era el quien se follaba mi boca, con una verga que todavía no cabía entera en mi boca.

Mi amo en un par de empujones metió por fin toda su polla en mi boca y se corrió copiosamente. Con el ahogo de su enorme polla en la boca me entró la tos. Su leche me salía por la nariz.

La corrida de mi amo era abrumadora, con cada convulsión de su pene salía una abundante cantidad de su leche que yo intentaba tragar como podía. Su pene tubo al menos 8 ó 9 convulsiones en mi boca soltando sus correspondientes 8 ó 9 ráfagas de abundante esperma en cada una de ellas. En ese momento de excitación con la verga de mi amo en la boca todavía corriéndose yo me corrí por cuarta vez.

Tosiendo y con abundante cantidad de semen saliendo de mi nariz, saqué la polla de mi amo de mi boca, para lamerla como me había dicho y dejársela bien limpia. Justo en ese momento su pene convulsionó un par de veces más derramando gran cantidad de semen sobre mis pechos y mi tripa.

¡Dios mío estaba agotada!, pero sabía que todavía me esperaba el castigo por haber dejado escapar la esencia de mi amo. Esencia cuyo sabor dulce y ligeramente ácido no me desagradó.

Héctor ordeno que me pusiera de pie delante de él y que recogiera con mis manos su leche derramada en mis tetas y en mi vientre, que luego chupara mis manos y que no dejara nada. Yo así lo hice. Luego me dijo:

-Bueno perra, es tu primera vez, y se te ha escapado mi leche. No te voy a imponer un castigo muy duro. Yo le contesté con la mirada en el suelo:

-Muchas gracias amo,...no volverá a pasar.

Mi amo saco unas pequeñas pinzas del mueble que estaba junto al sofá. Las pinzas tenían las tenazas de goma pero sus muelles hacían que se cerrasen muy fuertemente. Mi amo me dijo:

-Mira puta, te voy a colocar estas pinzas en los pezones no te causan daños permanentes pero si un fuerte dolor que permanecerá al menos una semana. Cada vez que te molesten los pezones durante estos días quiero que recuerdes que es por no haber sido capaz de tragarte mi leche como te ordené.

Héctor colocó una pinza en uno de mis pezones, a pesar de que lo sabia no pude evitar un pequeño respingo por el dolor. Luego colocó la otra pinza. Esta vez quise disimular mi dolor, pero mi amo movió las pinzas. De mi garganta salio un grito de dolor: ¡UUUUHHHAAAAGGG!. Mi amo satisfecho de mi sumisión dejó de mover las pinzas, pero me las dejó puestas.

Luego cogió de la correa y tiró del collar que estaba sujeto a mi cuello. Me llevó hasta la cocina. Me colocó delante del fregadero. Pasó la correa entre los grifos y la enroscó de forma que mi cabeza quedaba a tan solo un palmo del fregadero; mi coño y mi culo quedaban a su entera disposición. Esa era posición muy incómoda. Me acerco el estropajo y el lavavajillas y a una orden suya comencé a fregar.

Mi amo me dijo que no parase de trabajar hasta que terminase

. y salió de la cocina.

En aquella posición me dolía horrores la espalda y las pinzas sujetas a mis pezones rozaban de vez en cuando con el borde del fregadero produciéndome un dolor que me hacía ver las estrellas. Pensé que tenía que ser una perra muy puta, pues volvía a notar un hormigueo de placer en mi coño.

Mi amo Héctor volvió a la cocina. Llevaba en la mano un consolador con vibrador tan grande como su polla. Si mediar palabra puso en marcha el vibrador, abrió con su manos los labios de mi coño y de un solo golpe lo metió hasta el fondo de mi vagina. Inmediatamente me puso mi tanga y los zapatos de tacón alto.

Héctor también había traído un látigo con 4 tiras de cuero trenzado. Mi amo empezó a agitar el látigo en el aire, pude oír su amenazante silbido. Pensé que el látigo terminaría en mis carnes pero no sabía por que motivo. Estaba haciendo lo que me había pedido y como me lo había pedido.

ZZAAASS! El látigo aterrizo en la parte alta de mis nalgas de donde brotaron enseguida 4 líneas moradas.

Grite por el intenso dolor (más intenso de lo que yo imaginaba) ¡AAAAUUUUUAAAGGG!

¡Por que amo, por que ¡ .... Héctor me contestó:

-Mira perra, te he dicho

que no parases de trabajar hasta que termines

, y desde que te he puesto el vibrador y el tanga estas parada.

Era cierto, la sorpresa y la excitación me habían hecho interrumpir mi trabajo.

Volví a oír como el silbido del látigo que mi amo estaba agitando en el aire. Me aterrorizó pensar en recibir un nuevo impacto. Me puse a trabajar de inmediato. Seguía oyendo el silbido del látigo. De pronto...¡ZAAAAS!. El látigo azotó de con fuerza descomunal el suelo de la cocina.

El impacto del látigo en el suelo me sobresalto, mis pulsaciones se aceleraron, sentí que un golpe de calor me recorría estremeciendo todo mi cuerpo, noté un ridículo temblor en mis piernas que no era capaz de dominar. Mientras el enorme vibrador puesto a una marcha lenta hacia un trabajo demoledoramente excitante en mi vagina, que ya tenía la temperatura del infierno.

De pronto oí la voz de mi amo que me dijo:

-Escucha esto perra y acuérdate bien: si te corres antes de terminar tu trabajo me enfadaré mucho. Cuando veas que te vas a correr quiero que me lo digas y me pidas permiso.

Procuré concentrarme en el trabajo; no sé cuanto tiempo pasó, a mí se me hizo un infierno interminable. Mi vagina era un horno al máximo cuando con esfuerzo debido a mi posición terminé de fregar el último plato. Llamé a Héctor de forma apremiante.

  • ¡Amo por favor venga aquí!. ¡ He terminado el trabajo, no podré aguantar mucho más!, ¡Por favor amo dame tu permiso para correrme!

Mi amo entró en la cocina, llevaba puesta una bonita bata de seda de la que sobresalía su enorme verga. Entonces me dijo:

  • Llena la pila de agua fría y pon el tapón en el desagüe.

Afortunadamente el fregadero se llenó enseguida de agua fría. Mi amo retiró las pinzas de mis castigados pezones, y me hizo avanzar un poco de forma que mis tetas entraron en el agua fría. Yo sentí en principio un gran alivio; pero lo que inicialmente había sentido como un dolor cálido y continuo se convirtió de pronto en un instante en unos pinchazos que a ráfagas sincronizadas me hacían estremecer de dolor.

Mi amo bajo de un tirón mi tanga hasta los zapatos. Me ordenó que mantuviera los pies y las piernas juntas, lo que colocó mi coño y mi culo más elevados y expuestos. Mi cabeza seguía atada a los grifos del fregadero y mis pechos dentro del agua fría martilleados por un nuevo dolor.

De súbito y de un solo tirón mi amo retiro el enorme vibrador de mi vagina, cuando yo me encontraba ya en el punto de no retorno de lo sería el orgasmo más intenso de los que había disfrutado en mi corta vida sexual hasta ese momento.

Mi amo se aproximo por detrás, colocó su enorme glande entre mis labios vaginales que lo rodearon en un ardiente abrazo.

De nuevo volví a suplicar:

-¿Puedo correrme amo?...Por favor...¿Puedo?

Mi amo clavo sin piedad de un fuerte envite su enorme polla en mi coño. Nunca nadie me llegó tan hondo. Al mismo tiempo me dijo:

  • Ya puedes correrte perra.

Puede parecer exagerado si cuento que me corrí con el primer empujón de su verga, pero fue así. Fue un orgasmo muy intenso, o no se si fueron una serie encadenada de orgasmos. Recuerdo que en un par de ocasiones me fallaron las piernas y hubiera caído al suelo de no ser porque aun continuaba atada mediante la correa del collar de perro a los grifos de la cocina, y apoyada al fregadero con mis tetas sumergidas en agua fría.

Mi amo siguió follando en mi coño durante unos 15 minutos (al menos eso creo por el reloj de la cocina). Los espasmos de mi orgasmo continuado ya habían bajado de intensidad cuando mi amo tubo a bien correrse en mi exhausta vagina.

Sin sacar su miembro de mi desato mi cabeza de los grifos, hizo que me incorporase levemente sacando mis pechos del agua fría. Luego cogió un vaso de los que yo había fregado antes. Yo todavía mantenía las piernas juntas como el me ordenó.

Héctor sacó su miembro de mi todavía enorme pero flácido. Enseguida colocó el vaso en mi coño, me hizo abrir las piernas, separo mis labios vaginales colocando el vaso que recibió de inmediato el abundante esperma con el que mi amo me había inundado.

Mi amo ordenó dándome el vaso lleno de su leche:

  • Bebe toda mi esencia. No quiero que dejes ni gota. Luego quiero que lamas mi polla hasta que la dejes bien limpia.

Yo lo hice de inmediato. Empiné el vaso y me bebí toda su leche de un trago. Puse un poco de agua del grifo para poder beber los restos que quedaban pegados al vaso. Observé la cara de satisfacción de Héctor, es un recuerdo que guardo como un grato regalo.

Después me arrodillé frente a mi amo para dejar con mi lengua su verga limpia y reluciente. No paré hasta que el dijo:

-Basta perra, tienes mucho que aprender, pero por hoy se puedes decir que has aprobado la primero prueba.

Dicho esto Héctor me quito el collar de perro, me dijo que fuera al baño y me duchara.

Cuando me incorporé me fallaban las piernas. Héctor se acerco a mi, me dio un cariñoso beso en la frente y me ayudo a llegar al baño.

Después de ducharme y secarme mi amo me puso una crema donde antes había recibido azotes. Noté un alivio inmediato.

Esa noche Héctor me invitó a cenar.

Desde aquella primera vez nos volvimos a encontrar en algunas otras ocasiones. Siempre transcurría un mes y medio o dos meses entre un encuentro y otro. También me prestó un par de veces a otro amo y amas.

Hasta ahora siempre ha respetado nuestro pacto, es decir, siempre que me ha prestado ha estado él presente, y se han respetado mis límites. O sea, no tengo ninguna marca permanente y mi culo sigue siendo virgen.

El otro día me llamó y me comentó la posibilidad de asistir a una fiesta sadomasoquista que duraría un par de días, pero que si quería que asistiéramos tenía que renunciar a la virginidad de mi culo, que me lo pensara y le contestara en un par de días.

Pero esto será otra historia.