Adicto al sexo (Parte veintitrés).
Una semana más aquí teneís parte de una de mis historias. Es la veintitrés de la última que he escrito que, además, es la más larga. Espero que las personas que la lean se vayan enganchando a ella y para bien ó para mal me dejen sus comentario que, de antemano, agradezco.
A pesar de mi gran experiencia sexual me encontraba realmente nervioso mientras hablaba con ella y sentía como el lateral izquierdo de su cuerpo rozaba continuamente con el derecho del mío. Cristina debió de notarlo y para romper el hielo, cruzó sus piernas, me acarició la cara y me hizo un pormenorizado resumen de lo que había sido su vida sexual hasta entonces.
“Perdí la virginidad siendo muy joven en una fiesta de celebración del año nuevo a la que acudí acompañada por dos amigas. Era la primera vez que mis padres me permitían asistir a una celebración de este tipo por lo que estaba muy ilusionada y me pasé varias semanas preparando mi participación en la misma. Al igual que mis amigas, pretendía pasármelo muy bien e intentar “romper” entre el sexo masculino y aunque no pensaba en llegar a follar, si que iba con la idea de dejarme sobar y de realizar alguna felación ó “cascarle” el pene a algún chico que me gustara ó al menos, poder verle mientras se lo meneaba a mi salud. Llegado el momento me depilé meticulosamente eliminando incluso el vello púbico, me duché, me maquillé y a última hora, decidí no ponerme el vestido minifaldero que, junto a unos pantys transparentes y unas botas altas, había preparado para la ocasión así como prescindir de mis prendas íntimas para, en su lugar, lucir una ajustada blusa en la que, sin sujetador, se marcaban perfectamente mis erectos pezones y un ceñido pantalón de color blanco en el que resaltaba mi masa glútea y la raja del culo y casi se evidenciaba la vaginal” .
“Pocos minutos después de entrar en el local comencé a verme asediada por tres jóvenes que lograron que media hora más tarde hubiera perdido todo contacto con mis amigas y que no me dejaron en paz hasta que accedí a tomar un par de copas de cava con ellos. Al no estar acostumbrada a beber no les resultó demasiado difícil conseguir emborracharme y en cuanto me vieron lo suficientemente “pedo” comenzaron a besarme en la boca al mismo tiempo que me “metían mano”. Cuándo quise darme cuenta me encontré con las “peras” al descubierto y con la bragueta del pantalón abierta. Curiosamente, la primera que me mamó y succionó las tetas como si quisiera sacar leche de ellas, fue una camarera pecosa y pelirroja que, vestida de una manera muy extravagante, estaba detrás de la barra mientras los tres chicos introducían una de sus manos por mi pantalón para entrar en contacto directo con mi seta que me acariciaron y sobaron hasta que otra compañera la llamó la atención y la camarera tuvo que dejar de ocuparse de mi “delantera” lo que los chicos aprovecharon para hacer que me pusiera de pie con intención de, sin ser capaz de oponer la menor resistencia, dejarme en bolas quitándome la blusa y después de magrearme las tetas, el pantalón que, al ser tan ceñido, me desgarraron y rompieron cuándo tiraron hacía abajo de él. A continuación, procedieron a sobarme y a masturbarme delante de todo el mundo mientras comentaban entre ellos que estaba muy buena. A pesar de sentirme incomoda y violenta, a base de paciencia consiguieron que llegara al clímax y que me meara al más puro estilo fuente, espectáculo con el que la picha se les debió de poner tan dura y tiesa que, después de obligarme a colocarme a cuatro patas en un oscuro rincón, se bajaron el pantalón y el calzoncillo y uno tras otro, me la fueron “clavando a pelo” para joderme y eyacular con bastante celeridad y libremente dentro de mi almeja. No contentos con ello y tras volverme a sobar y masturbar a la vista de todo el mundo, me hicieron ponerme de rodillas para que efectuara una felación a dos de los jóvenes que, a base de tiempo, consiguieron culminar dándome “biberón” mientras el tercero, colocándose detrás de mí, procedía a acariciarme el chocho hasta que, apretándome la vejiga urinaria, logró que me volviera a orinar y que formara con mi pis otro gran charco en el suelo para, acto seguido, meterme sin demasiadas contemplaciones en el ojete dos de sus dedos impregnados en mi micción con los que me efectuó unos enérgicos hurgamientos circulares consiguiendo y por dos veces, provocarme la defecación con lo que llegué a vaciar mi intestino que, tras haberme pasado tres ó cuatro días sin evacuar, se encontraba bastante lleno. Pero las distintas cerdadas que me estaba efectuando el tercer joven quedaban en segundo plano puesto que si ya me había resultado asqueroso y repugnante chuparles su olorosa pilila a los otros dos, el que me echaran su semen en la garganta y me hicieran tragarlo me revolvió de tal manera que terminé devolviendo de autentico asco mientras aquellos chicos me insultaban llamándome cerda y zorra, se reían, me sobaban la “delantera” y finalmente, se meaban encima de mí”.
“A pesar de que, después de devolver, me encontraba bastante mal no me dejaron ni respirar puesto que otro chico, que debía de estar compinchado con la camarera pelirroja que me había mamado las tetas y nos había estado observando, en cuanto terminé de vomitar se aproximó a nosotros con una botella de ron en cada mano y marcando “paquete” en su pantalón. A un gesto suyo los otros tres jóvenes procedieron a inmovilizarse para que me hiciera beber de una de las botellas pero, como me resistí y me negaba a abrir la boca, se dirigió a la barra para volver con un embudo que me introdujo bruscamente hasta la garganta y aunque hice todo lo posible por evitar tragarlo me obligó a ingerir buena parte del contenido de una de las botellas que no tardó en hacer efecto. Desde ese momento perdí la noción de todo, mi mente se volvió muy espesa y mis recuerdos son un tanto confusos aunque me acuerdo de que el chico que me había obligado a beber el ron volvió a contar con la colaboración de los otros tres jóvenes para poder apretarme con tal fuerza las tetas que me hizo gritar de dolor antes de que me jodiera primero acostada en el suelo y con las piernas dobladas sobre mí misma con lo que pude sentir como sus gruesos huevos me golpeaban continuamente en el culo y más tarde y jadeado por un nutrido grupo de jóvenes, colocada a cuatro patas por lo que supongo, aunque no estoy segura, que eyacularía, al menos, dos veces en mi interior” .
“Mi siguiente recuerdo es el de encontrarme en una cochambrosa, mal iluminada y pequeña habitación desnuda, atada de pies y manos y tumbada boca arriba sobre un mugriento colchón lleno de manchas que, me imaginé, serían de leche y pis. Junto a mí tenía a dos de los jóvenes que habían permanecido a mi lado desde que llegué al local que, luciendo sus espléndidas y tiesas pirulas, me obligaron a turnarme en chupárselas mientras un par de hembras de mediana edad en ropa interior se acomodaban entre mis abiertas piernas. Una de ellas me llamó varias veces guarra antes de perforarme el ojete metiéndome hasta el fondo lo que, supuse, sería un consolador de rosca mientras la otra se divertía pasándome una y otra vez un suave felpudo por la cueva vaginal con lo que logró darme tanto gusto que era incapaz de mantener mi trasero quieto sobre el colchón. Desconozco hasta donde llegó la virilidad de los dos jóvenes ni la cantidad de leche que lograron echarme en la boca y que me obligaron a ingerir pero aquellas dos golfas que se ocuparon de mi “zona baja” consiguieron que, poco a poco, fuera perdiendo la cuenta de las veces y muchas de ellas consecutivas, que había llegado al clímax y me había meado. Cuándo los dos jóvenes se cansaron de que les chupara el pito, una de las mujeres me introdujo su puño derecho en el coño e insultándome continuamente, me forzó de una manera tan brusca y brutal que consiguió que, por primera vez en mi vida, llegara a sentir tres orgasmos secos que, además de resultarme muy molestos y hasta dolorosos, me hicieron convulsionarme y chillar hasta quedar extenuada. Más tarde y tras ser animada por la otra fémina, decidió meterme el puño de su mano izquierda con intención de forzarme al mismo tiempo con los dos momento en el que, mientras oía como se reían de mí, noté que estaba lubricando de una manera excesiva y que mi jugo dejaba una fuerte “fragancia” en el ambiente. Después, sentí un dolor vaginal muy intenso y que la cabeza se me iba y desde entonces, no me acuerdo de más”.
“Cuándo recobré el conocimiento me encontré tumbada boca arriba en un banco, tapada con una manta sucia y vieja y completamente desnuda. Sentía un tremendo dolor de cabeza e innumerables escozores y molestias tanto vaginales como anales, me di cuenta de que me habían hecho dos ó tres chupetones en el cuello y por las marcas de dientes que tenía en mis pezones deduje que me habían mordido y con mucha fuerza, las tetas. A pesar de que el banco se encontraba situado en una céntrica plaza y la gente pasaba por mi lado, todos debieron de creer que estaba borracha y nadie se acercó a ayudarme. Cuándo me pude incorporar me di cuenta de que mis agresores se habían quedado, además de con mi ropa, con el anillo, la cadena y la pulsera de oro que había llevado puestas y con mi bolso en el que tenía algo de dinero y mi documentación personal pero, al menos, habían tenido la delicadeza de abandonarme cerca de mi casa por lo que, como pude, me levanté del banco y tras darme cuenta de que un anciano estaba recreando su vista mirándome el culo, me tapé con la manta y me dirigí a mi domicilio”.
“El número que me montaron mis progenitores al verme llegar a casa en tal lamentable estado resultó memorable. Como no pude ocultarles la verdad, en cuanto acabé de contarles lo sucedido y muy enfadados, me hicieron denunciar a mis agresores pero de nada sirvió ya que como no conocía a ninguno de ellos era imposible identificarles y localizarles. Me dijeron, además, que aquellas eran unas fechas muy propicias para el desenfreno y la diversión y lo que estaba claro es que aquellos cuatro jóvenes, la camarera y las dos hembras se habían divertido y de lo lindo conmigo. Para colmo, uno de los médicos que me examinó casi me echó la culpa de lo sucedido por haber ido vestida de una forma tan provocativa y por haber bebido sabiendo que, al no estar habituada al alcohol, me iba a coger enseguida una buena “cogorza”.
C o n t i n u a r á