Adicto al sexo (Parte cinco).

Quinta parte de la última historia que he escrito que, además, es la más larga. Espero que las personas que la lean se vayan enganchando a ella y para bien ó para mal me dejen sus comentarios que, de antemano, agradezco.

A pesar de que Sandra pretendía que no perdiéramos demasiado tiempo durante el transcurso de nuestras sesiones sexuales conseguí que, entre polvo y polvo, accediera a darme una tregua para recuperarme lo que solíamos aprovechar para fumar un cigarro, con lo que adquirí el vicio, reponer líquidos bebiendo agua, hablar y sobre todo, besarnos en la boca antes de retomar nuestra actividad sexual ocupándome, durante unos minutos, de sobarla, apretarla y mamarla las tetas sin olvidarme de lamerla y pellizcarla sus bonitos pezones hasta ponérselos bien erectos con intención de poder tirar de ellos con mis dientes al mismo tiempo que la acariciaba los glúteos. Un domingo Sandra, además del habitual paquete de tabaco para el que hacíamos fondo común con nuestras propinas, acudió a nuestra cita con una botella de ginebra y otra de un refresco de cola indicándome que eran las sobras de la orgía que, haciéndola permanecer encerrada en su habitación y aprovechando que sus padres estaban ausentes, había montado su hermana mayor la noche anterior en su domicilio. Nunca he sido demasiado partidario del alcohol por lo que bebí con moderación pero Sandra se tomó en poco tiempo más de media botella por lo que se cogió una buena cogorza y se puso muy “burra”. Llegó un momento en el que no sabía lo que hacía ni lo que decía por lo que me aproveché y haciendo que se tumbara en la cama, me senté encima de sus tetas y la empecé a pasar mi erecta picha por los labios hasta que abrió la boca, se la pude meter entera y agarrándola con fuerza de la cabeza, la obligué a hacerme una felación lenta y memorable que culminó con una masiva descarga de leche que, a pesar de sus múltiples arcadas y náuseas, recibió por primera vez íntegra en su garganta y que se vio obligada a ingerir lo que ocasionó que por dos veces hiciera intención de devolver. Después y haciendo que se acostara boca abajo, me dediqué a sobarla el culo hasta que, al darme cuenta de que cada vez estaba más entonada y nunca mejor dicho, la permití que me volviera a chupar la pilila que, enseguida, volvió a lucir inmensa momento en el que la hice tumbarse boca arriba y tras abrirla las piernas todo lo que pude, no me lo pensé, me tumbé sobre ella y se la “clavé” vaginalmente con idea de extraérsela al sentir el gusto previo a la eyaculación para echarla todo el “lastre” fuera de la seta pero, al igual que me había sucedido antes con Azucena, Casilda y Mari Cruz, el mantener mi pirula introducida en su húmeda almeja sin que Sandra me hubiera colocado las gomas elásticas en la base para que con la presión mi leche tardara algo más en salir, ocasionó que me resultara sumamente excitante el sentir como me la iba empapando en su copiosa “baba” vaginal. A la joven también parecía agradarla que me la estuviera follando por lo que respondió de maravilla desde el instante en que me repuse del indescriptible gusto que sentí al “clavársela” y comencé a darla unos buenos envites vaginales no tardando en evidenciar que se encontraba próxima a alcanzar el orgasmo por lo que me colocó sus manos en la masa glútea y me mantuvo fuertemente apretado a ella. Unos segundos más tarde me pareció que llegaba al clímax y acto seguido, se meó al más puro estilo fuente. Su pis salía al exterior a chorros pero despacio, cuándo mis movimientos de mete y saca lo permitían, mientras sentía un placer tan intenso que, sin hacer nada por librarme de la presión que Sandra seguía ejerciendo en mis glúteos, “exploté” con todas mis ganas en su interior, cuándo ella aún no había terminado de mear, echándola y bien profunda, una gran cantidad de espesos chorros de leche. Después de mi larga y portentosa descarga fue cuándo me libré de su presión y la saqué el pito lo que me permitió observar que, de la misma forma que los de Azucena, Casilda, Mari Cruz y Rebeca, su chocho devolvía buena parte de la lefa que la acababa de soltar y que, además de depositarse en la sabana, llegó a metérsela en el ojete.

Al sentir que me iba a mear de inmediato se la volví a “clavar” para poder soltarla dentro de su caldoso coño mi copiosa micción con lo que logré que la chavala disfrutara de un nuevo orgasmo, intenso y largo, con el que se la estremeció todo el cuerpo de gusto mientras volvía a mantenerme bien apretado contra ella pero esta vez con sus piernas cruzadas encima de mi culo por lo que decidí continuar moviéndome puesto que, con aquello, me facilitaba el mantener mi polla totalmente introducida en su seta lo que me resultaba muy agradable y placentero y evidentemente, los dos nos encontrábamos en la gloria y disfrutando mucho. Pasaron varios minutos hasta que dejó de mantenerme presionado momento que aproveché para extraerla el rabo, que volvía a estar inmenso y ayudarla a ponerse a cuatro patas. En cuanto conseguí que se mantuviera en esa posición y aunque mi intención era volvérsela a “clavar” vaginalmente, observé que su trasero se me ofrecía por lo que, después de frotarla con mi mano extendida la almeja mientras la mantenía presionado el clítoris con mi dedo gordo, comencé a pasarla la tranca por la raja del culo con una atención muy especial a su ojete y en cuanto vi que dilataba bastante bien, se la metí hasta el fondo y sin demasiadas contemplaciones por el orificio anal, desvirgándoselo. Aquella brusca penetración originó que Sandra reaccionara y me dijera que era un animal por habérsela “clavado” por detrás de una forma tan bestial antes de que empezara a sentirse sumamente incomoda y a gritar a cuenta del desgarrador dolor que sentía y que se incrementó al acoplarse el capullo de mi verga en su intestino lo que la obligó a apretar y a mantener presionadas sus paredes réctales contra mi miembro viril. Aunque no dejaba de quejarse y estaba dolorida y molesta, en cuanto conseguí que su conducto rectal se adaptara a mi chorra, la comencé a dar unos buenos envites al mismo tiempo que la insultaba y echándome sobre su espalda, la apretaba con fuerza las tetas. Pensé que, tras mis dos primeras eyaculaciones, aquel era el momento más apropiado para disfrutar poseyéndola durante un montón de tiempo por el culo antes de llenárselo de “lastre” completando mis descargas anteriores en su boca y en su cueva vaginal. Cuándo comenzaba a estar de lo más motivado para soltarla un nuevo polvo, noté que la joven acababa de liberar su esfínter y que, unos segundos más tarde, mi cipote se impregnaba en su mierda. Un poco contrariado por ello, intenté continuar pero su caca hacía tanta fuerza que me obligó a sacárselo y en cuanto lo hice, Sandra expulsó y por dos veces, una cantidad de mierda líquida impresionante con la que puso toda la cama perdida. En cuanto terminó de evacuar y a pesar de su oposición, volví a meterla entera la minga por el trasero con intención de culminar en su interior pero, de nuevo y esta vez con más rapidez, sentí que entraba en contacto directo con su evacuación por lo que se la tuve que volver a extraer para permitirla defecar libremente. Soltó menos cantidad que antes y aunque pensaba que me resultaría un tanto repulsivo, decidí colocar mi boca en su abierto orificio anal con intención de poder “degustar” su caca líquida que, a pesar de su amargo sabor y mal olor, no me disgustó. No pude metérsela por tercera vez ya que, sin haber acabado de evacuar, Sandra me indicó que se la había revuelto el estómago a cuenta de mis embestidas anales y sobre todo, al verme “degustar” su mierda. Un poco más tarde me dijo que se estaba poniendo muy mala y sin darme tiempo a reaccionar, devolvió al mismo tiempo que volvía a defecar echándome parte de su mierda encima para, al acabar, quedar en un estado lamentable del que la costó recuperarse.

Ese día, aparte de verme en la obligación de limpiarla, ayudarla a vestirse, invitarla a tomar dos cafés para que volviera a su domicilio más despejada y acompañarla hasta el portal de su casa, no sucedió nada más pero en nuestra siguiente cita, el miércoles siguiente, pretendí repetir la experiencia al observar que la joven se mostraba sumamente complaciente y dócil sin darme cuenta de que Sandra, que no tenía demasiado claras sus ideas de lo que había sucedido en nuestra sesión anterior aunque parecía estar segura de que había eyaculado en su boca para obligarla a ingerir mi leche y que la había dado por el culo, sospechaba el resto por lo que decidió convertirse en una obediente corderita y hacer todo aquello que la pidiera por lo que la volví a dar “biberón” como culminación a su felación haciendo que se tragara la mayor parte de mi leche entre un montón de arcadas y náuseas antes de que, bastante revuelta, la hiciera tumbarse boca arriba en la cama, la abriera las piernas y la volviera a “clavar” mi tieso nabo por vía vaginal. En cuanto lo notó bien profundo dentro de su chocho y que empezaba a moverme, me preguntó que si en la sesión anterior me había aprovechado de su borrachera para tirármela y soltarla libremente la leche en el interior del coño. No pretendía engañarla y la respondí afirmativamente. Sandra se puso histérica y sin dejar de propinarme puñetazos y de insultarme, me hizo sacárselo para poder levantarse y mientras, muy nerviosa, procedía a vestirse me dijo que aquello no era lo acordado y que no estaba dispuesta a permitir que, por mucho gusto que la diera, se la metiera para, sin usar condón y sin sacársela, descargar con total libertad dentro de su seta por lo que, a pesar de que la iba a costar dejar de verse conmigo, tendría que hacer caso al reducido número de amigas que la quedaban y prescindir de mí antes de que, a base de echarla leche, la hiciera un “bombo”. Intenté hacerla razonar al explicarla que, de acuerdo con lo que Rebeca me había enseñado, mi descarga dentro de su cueva vaginal se había producido cuándo ella aún se estaba meando de gusto y que, unos segundos después de haber terminado de echarla el “lastre”, la solté mi micción por lo que las posibilidades de dejarla preñada eran muy remotas y la prometí que, en adelante, me limitaría a “clavársela” por el culo a lo que me contestó que aún sentía escozores y molestias anales y que tenía el pene demasiado grueso y largo como para pensar en metérselo por su estrecho ojete con regularidad. Esas fueron las últimas palabras que escuché antes de que, dando un portazo, abandonara la habitación en la que manteníamos nuestros contactos y saliera de la vivienda para, desde aquel momento y durante más de medio año, evitar coincidir conmigo hasta que comenzamos a cruzarnos por la calle lo que, a pesar de no dirigirme la palabra, me permitió ver que se había convertido en una especie de hippie a la que la gustaba tontear con unos y con otros. Lo último que supe de ella es que, sin tener la certeza de que se hubiera convertido en bollera, llevaba casi un año viviendo con una chica tan escultural y guapa como ella y que había montado y cerca de mi domicilio, una galería de arte que duró muy poco tiempo abierta y a la que entré en dos ó tres ocasiones pero nunca coincidí con Sandra.

C o n t i n u a r á