Adicta al ano.

Desde hace unos días me encuentro totalmente fascinada con el sexo anal, no dejo de pensar en hacerlo, tengo ganas de que un buen rabo me llene el culo y sentir el semen caliente dentro. Ya lo he probado con anterioridad, pero desde lo que me sucedió la pasada tarde creo que he perdido el control...

Desde hace unos días me encuentro totalmente fascinada con el sexo anal, no dejo de pensar en hacerlo, tengo ganas de que un buen rabo me llene el culo y sentir el semen caliente dentro. Ya lo he probado con anterioridad, pero desde lo que me sucedió la pasada tarde creo que he perdido el control de todo. Aunque, para ser sincera, antes de la última vez llevaba unas cuantas semanas pensando a cada rato lo mismo; me masturbaba mucho utilizando mis juguetitos y todo el porno que consumía pertenecía la categoría anal (ya fuesen gays, bisexuales, lesbianas, gangbang, entre otras). Como ahora, solo que lo practico con más frecuencia, de hecho, tengo una nueva filosofía: mantener mi culo más o menos dilatado a diario para estar preparada ante cualquier posibilidad de que me lo repasen. Por ello paso largas temporadas con mi plug llenándome y haciendo experimentar mayores sensaciones y aumentar considerablemente mi lívido. Con el objetivo de hacer mi entrada flexible y que se pase abierta la mayor parte de tiempo.

Aquella tarde que cambió todo, también tenía mi ano disponible para una buena follada porque durante el día ya me había estado jugando él y mi dildo morado (la perfecta recreación de un pene bien dotado en longitud y numerosas venas surcando toda la superficie). El realismo de ese relieve a cada paso que me penetraba me hacía temblar de placer y durante la conversación con mis amigos yo tenía la sensación en mi culo de unas venas rozándose con mi entrada de mi agujero.

Claramente, no estaba centrada en la conversación. Nos habíamos reunido unos amigos con la justificación de que hacía tiempo que no nos veíamos por esto y por aquello. En fin, ya se sabe. En realidad, ninguno de los chicos había cambiado tanto para llamarme la atención, pero yo estaba cachonda y no era por ninguno de ellos. También tengo que reconocer que la que sí que me llamaba la atención era una de mis amigas que, por mantener su anonimato llamaremos Anaïs. Estaba radiante, lucía un bronceado precioso y aunque no me había resultado nunca guapa de cara, si reconocía que tenía buen cuerpo que lo lucía con un vestido, blanco, vaporoso, fino y con un sugerente escote que dejaba entrever un volumen de senos bien proporcionados y firmes. Un lugar perfecto para meter la lengua durante toda la noche. No dejaba de pensar en cómo serían sus pechos bronceados y sus pezones.

A mí se me iban los ojos todo el tiempo y comencé a sentir como brotaba de mi vagina flujos calientes cuando me reía o hacía algún movimiento. Cada vez que lo notaba bebía y seguía mirando a Anaïs, como un ritual. Nos alargamos hasta las 2 de la madrugada, todos habíamos bebido muchísimo, excepto ella y esto me hizo pensar seriamente si nos reventamos todos aquellos mojitos por no reventarnos a Anaïs.

Dimos una vuelta y al poco nos despedimos, algunos iban más sobrios que otros, se notaba cuando se despedían y te apretaban con fuerza en un abrazo, el novio de una compañera aprovechó el momento para sobarme el culo como pudo y yo restregué las tetas en Anaïs pensando que lo próximo que se rozarían serían nuestros clítoris.

Nos separamos del grupo, un amigo (que llamaremos Charly) se apuntó a venir conmigo para que le acercara después a su coche. No sé en qué cojones estábamos pensando realmente, los dos estábamos tan borrachos que íbamos tropezándonos, llegándonos a parar a descansar en un banco.

–Estoy borracho –recapacitó–. Solo recuerdo con claridad el escote de Anaïs–.

–Francamente: yo también tengo ese recuerdo y es el mejor de la noche –añadí–. Hasta me ha puesto cachonda–. No sé por qué soy tan bocazas cuando estoy borracha, es como si mi lengua tuviera vida propia y no pudiese contener nada en mis adentros. Hay un punto en el que se cruza la delgada línea de la risa boba a la perversa locura, me gustaba no haber sobrepasado el límite del cansancio extremo y el todo me da vueltas.

–Jajajaja. Yo también estoy cachondo –confesó con mucha naturalidad–.

–Ahora que lo sé follaría contigo –solté con tono perverso–, y creo que en casa me quedan condones.

–Linda –dijo con asombro–, no sé si te lo había dicho, pero yo soy alérgico al látex… Jajajaja–.

No necesité ni un minuto para reformular mi propuesta.

–Entonces, fóllame el culo–.

De camino a casa nos pasamos por una farmacia y compró lubricante, decía que estaba sorprendido sobre cómo se había enredado la noche, que le encantaba el sexo anal y que se pasaría toda la noche dándome por detrás.

Fue llegar a mi casa y comenzar a sobarme el culo. Rozaba la polla contra mi raja y me cogía de la coleta.

–Tía, ponte algo más provocativo –sugirió mordiéndose el labio– tienes un ojete increíble–.

Me saqué la ropa y en el baño me los cambié por una falta verde muy ajustada de tubo (tan ajustada que ahora sé que se marca mi plug anal) y unas braguitas que tapaban mi vagina con un cuadrado que estaba sujeto a dos pasadores que se ajustaban genial a mis nalgas y dejaba accesible mi ano para ser follado sin necesidad de quitárselas. Me vi en el espejo, sólo con la falda y un sujetador negro. Me di un azote y abrí mi culo con un dedo; estaba increíblemente excitada.

Llegué al cuarto y en seguida comenzó la fiesta del roce y del tocamiento. Él sobada mi culo y mis tetas sin quitarme la ropa y me hacía disfrutar tanto que en seguida sentí ganas en comerle la polla así que le bajé los pantalones casi a bocados y allí estaba: caliente, suave y dura. Me la rozaba en las mejillas y los labios. Yo acariciaba su cuerpo y ya en mi boca le apretaba los muslos, yo pasaba su miembro por dentro de mi boca, sintiendo cómo se rozaba con mi lengua. Me llenaba la boca, él gemía y me agarró el pelo. Eso me encanta, me hace sentir tan sumisa.

Comenzó moviendo su mano junto con mi cabeza tratando de guiarme cómo debía chuparle y así estuvimos por un largo rato. Me excita mucho complacer a mis parejas sexuales, él estaba disfrutando mucho y yo quería seguir disfrutando mamando su polla que es, también, mi segundo fetiche sexual (si considero el sexo anal como el primero). A cada rato cambiábamos de postura para que él me pudiera follar la boca desde distintos ángulos. Mi preferida fue estar echada en la cama de lado y, mirando desde arriba y el sujetándome la cabeza y dándome a tope. Era genial sentir toda su polla en mi garganta y que mis labios hiciesen tope con sus testículos. Era buena posición para comenzar a meterme algún dedito para estimular mi ano y que me comenzase a follar cuanto antes. Yo pasaba la mano por mi vagina para untar los flujos en mi culo y me conseguí meter cuatro dedos.

El resumen de la follada que Charly me hizo en la boca fue increíble, él sabía cómo meter su polla perfectamente para que entrase y saliese bien, aunque alguna arcada se me escapaba y eso le daba muchísimo morbo, a mí no me importaba que lo hiciese para darle placer. Me fascinó completamente la cantidad de saliva que generé a lo largo de toda esa folladita riquísima que también aproveché para untar en mi culo.

–¿Te estás tocando? –Dijo impactado–. No me había dado cuenta, pero me pone burrísimo–.

–Me lo estoy abriendo –dije con voz sugerente entre risas–.

Me dio la vuelta, boca abajo y me levanto la falta para darme un azote en las nalgas. Me encantó su espontaneidad, es una de las cosas que más me excitan cuando recuerdo esa la noche. Me separó las nalgas y vio mi culito formando un pequeñito círculo que le tentaba llenar. Chupó sus dedos y me los metió, yo en seguida tomé el relevo de sus manos para mantener mi rajita abierta y completamente accesible para que sucediese lo que habíamos acorcado con anterioridad. Me puso lubricante para cerrar esa “pequeña entradita” que la llamaba él y continuó con dos tres para luego pasar a cuatro…

–Qué bien se te abre el culo. Me encanta lo zorrita que eres–.

–Me pone muy cachonda que me digas guarradas como esas… –le confesé–.

–¿Pues sabes qué? Voy a estar follándote el culo a partir de ahora cuando quiera. Vas a estar a mi disposición para desahogarme con tu ojete y llenarlo de mi leche, así que vete preparando, putita, porque voy a usar tu culo cuando quiera.

Y comenzó metiéndome la polla, me dejó la falda casi tapando la entrada de mi culo y me apretaba las nalgas. Yo estaba tirada en la cama, con los músculos bien relajados como en un masaje muy bueno, tan bueno que jadeas.

Me dijo que mi culo se veía perfecto para tomar fotos o vídeos, que era muy excitante y me correría viéndolo. Me pareció buena idea, cuando repaso el contenido siento cómo me hormiguea el ano. Se ven mis nalgas perfectamente encuadradas entre la falda y la lencería y entre ellas clavadas con fuerza una lubricada y larga polla.

Cuando me embestía con más fuerza dejaba de grabar. También, durante la follada anal, cambiamos de postura. Me folló el culo de cualquier forma posible, pero la más placentera fue que me cucherease mientras me mordía el cuello y nos follábamos lentito; me cogía de las caderas y yo, de tanto acariciarme el clítoris, me corrí varias veces. Sentía espasmos en mi culo que también le daban mucho morbo a él.

Lo que más morbo me dio a mí y que puso punto final a la experiencia fue sentir su semen inundando mi culo por dentro y calentándolo a su paso, después sentir cómo me salía toda esa masa caliente.

Se sentó y separó las piernas, así que me senté sobre él con las piernas cerradas y encajando perfectamente su polla en el agujero que se había estado trabajando toda la noche y me moví frenética por el gusto de tenerle entrando y saliendo de mí, sentir el recorrido de un escalofrío desde mi ano por mi espalda hasta la nuca. Yo me sujetaba en sus rodillas y levantaba mis nalgas abriéndolas y las apretaba al bajar, también le daba vueltas a mi culo cuando lo tenía bien penetrado como si estuviera bailando en vez de follando. Me encanta hacer eso porque es la mejor manera de abrirme el culo yo misma por completo. En una de las veces que me azotaba y me guiaba las caderas, me hizo sentarme bien profundo hasta que hicimos tope de nuevo y sentí ese delicioso cosquilleo cálido que era su esperma. Estuve un buen rato sentada, él fue quién me hizo una seña para grabar como desenvainaba su espada y yo expulsaba su líquido que, además era bastante cantidad. Me acariciaba el clítoris y mientras me vaciaba de todo el semen, me volví a correr cayendo exhausta y sonriendo a Charly.

Ahora ya, mis lectores pueden comprender que haya perdido la cabeza por el sexo anal y que entiendan que ahora mi objetivo es convertir mi “pequeña entradita” en una perfecta entrada dispuesta en recibir a todas las pollas que quieran pasar.