Adicta a las perversiones de mi abuelo (2)

Mi madre se incorpora al juego y con el abuelo me dan clases intensivas de sexo...

Gracias a todos los lectores que me escribieron al mail apoyándome luego de mi primer relato, me gustaría poder contestarles a todos uno por uno, pero resumiendo sus inquietudes les digo que sí, que esta historia está basada en mi vida real, y si me animo... pronto les voy a regalar las fotitos que me piden...

Aquí va la segunda parte.

----- 0 -----

Luego de la noche que descubrí la relación entre mamá y el abuelo pasaron varios días en que aparentemente todo era normal en la casa, sólo que al llegar la noche podía distinguirse en el silencio el eco de sus gemidos acompañando el traqueteo de la cama.

Con ella yo no hablaba del tema, y tampoco ella me contaba; las dos hacíamos como si nada pasara, aunque cada una ya sabía que la otra también sabía; y nos callábamos, como durante tantos años ella había callado su secreto.

El abuelo conmigo estaba bastante indiferente en esos días, supongo que el desahogar sus ganas con mamá lo tenía muy ocupado y prefería una hembra verdadera y no una chiquita que estaba creciendo. Esto me hacía sentir un poco despechada, y celosa. Yo me paseaba delante de él tratando de llamar su atención con miraditas poco inocentes, y no me daba cuenta que con mi actitud de adolescente caprichosa al tratar de provocarlo estaba en realidad jugando con fuego, y terminaría quemándome... Además mamá siempre estaba como vigilándome atenta a que no me quedara a solas con el abuelo, me prestaba más atención a mí que a mi hermanito. Conocedora de sus gustos, no sé si lo hacía por cuidarme y apartarme de un destino parecido al suyo o trataba de acapararlo solo para ella.

Yo seguía por las noches sus escapadas de una a otra habitación, pero encerrados no podía espiarles y solo me quedaba escuchando contra la puerta masturbándome, siguiendo la voz ronca del abuelo que ordenaba más que pedir a mamá que lo complaciera y en los diferentes sonidos que escapaban de la boca de ella podía seguir imaginándome y ver en mi mente lo que hacían... suaves gemidos cuando la lamía, jadeos acelerados si tenía la verga del abuelo entre las piernas y gritos desaforados mezcla de gozo y dolor cuando la montaba por el culo, que al parecer era lo que más le agradaba al abuelo.

Una noche que yo trataba de espiarlos, después de su primer round en la cama el abuelo se levantó a orinar al baño, apenas me dio tiempo de acurrucarme detrás de un macetón para que no me viera y me quedé inmóvil sin hacer ruido temiendo ser descubierta. Luego de un momento él volvió a la habitación y yo me preparé para escurrirme a mi cuarto, solo que al pasar frente a su puerta descubrí que la había cerrado mal, estaba entreabierta y podía ver el interior con cuidado. Y no resistí la tentación...

El abuelo se había recostado boca arriba y mamá agachada en su vientre subía y bajaba la cabeza, con el rostro oculto por sus cabellos, pero yo no necesitaba verla para saber lo que le hacía. Podía incluso escuchar el sonido de su boca sorbiendo la verga del abuelo y la saliva que se le escurría de los labios, le chupaba el miembro como la mejor de las putas succionándolo con fuerza para hacer que se endureciera. Y sabía bien lo que hacía, esa cabezota hinchada que ya conocía emergió entre sus cabellos rojos tomando todo su descomunal tamaño, mientras mamá la besaba y sorbía las gotas de líquido cristalino que brotaban de la punta enrojecida.

Entonces ella se montó en esa pijota con gruñidos de deleite, sintiendo como se le hundía completamente y parecía partirla en dos y con un balanceo vertical de sus caderas los labios de su vagina comenzaron a subir y bajar sobre el mástil del abuelo acaramelándolo con sus jugos. Él la abrazaba al tiempo que hundía su cara entre las tetas lechosas succionándolas poseído y se las mordía enloquecido haciendo que mamá gritara y al mismo tiempo se sacudiera con mayor vehemencia sobre su verga, subía sus caderas y parecía detenerse en el aire para dejarse caer y enterrársela por completo, acompañando el chapoteo de rítmicos gemidos de placer.

Te gusta puta, te gusta... le decía el abuelo subiendo la pijota y dándole con más fuerza, al tiempo que sus manos bajaban ahora aferrando las nalgas de mamá y se las separaban, y le metía los dedos en el culo, moviéndoselos dentro la hacía gritar y retorcerse con esa doble penetración acabando como una perra caliente

Yo me deleitaba mirándolos y tocándome, estaba absorta con la escena, mis ojos fijos sin perderme detalle, veía todo salvo... la mirada del abuelo... que no estaba en mamá... sino hacia un lado... hacia el ropero y... viendo mi imagen!! Mi rostro se asomaba en la puerta reflejado en el espejo!!

Me quedé helada, horrorizada sin saber que hacer. Mientras que él me miró un momento y esbozó una sarcástica sonrisa cómplice, al tiempo que tumbando a mamá en la cama la puso boca arriba, en mejor posición para que yo viera, como luciendo su vergota, se la acercaba a la cara y la bañaba en leche, que ella lamía golosa sin saber que me estaba dando una lección gratuita de como debía mamársela a mi macho.

Al otro día me levanté tarde y tratando de no cruzarme con el abuelo hasta que se fuera al taller, tenía miedo de mirarlo a la cara y demoré el encuentro hasta la hora del almuerzo.

Yo estaba nerviosa y bajaba la vista y me ponía roja cuando él me miraba, encontraba en sus ojos duros ese brillo sarcástico que había visto la noche anterior; más él no dijo nada referente a mi visita nocturna a la habitación, solo hablaba de temas cotidianos y hasta preguntó cuando mamá iba a llevar al doctor a mi hermanito para hacerle un control.

Pasaron así dos días y logré tranquilizarme suponiendo que el abuelo se había reído de mi actitud de fisgonear achacándoselo a mi curiosidad de niñita, sin darle mayor importancia al asunto.

A la tarde, el abuelo estaba trabajando en el taller y mamá llevó al médico a mi hermanito Joaquín. Me quedé sola en la casa; y aproveché para darme un baño disfrutando casi una hora el agua tibia bajo la ducha y luego seguí entretenida arreglando mi cuarto mientras escuchaba música, me probaba ropa bailando y haciendo morisquetas frente al espejo contorneándome con movimientos sensuales como si fuera una diva de la canción...

Qué bien se mueve mi nenita!!...la voz del abuelo me sorprendió. Estaba apoyado en la puerta viéndome mover el culito, y ahora su mirada candente me recorría los pechos que se me marcaban paraditos en la remera musculosa que llevaba puesta. Estábamos los dos solos, y yo sabía bien lo que venía a buscar...

No te detengas, que me gusta verte tan rica mi nenita... me dijo acercándose y me abrazó desde atrás, apretándose contra mi cuerpo comenzó a guiar mis movimientos, jugando y bailando, haciéndome sentir su respiración tras la orejita, dándome besitos suaves mientras aspiraba el perfume de mis cabellos recién lavados y masajeaba despacito mi vientre relajándome y haciéndome cosquillas. Mi piel parecía despertarse con corrientes de calor que me recorrían toda y aceleraban el golpeteo de mi corazón, los minutos que duró ese jueguito me parecieron eternos, hasta que el abuelo consideró que era tiempo de avanzar más, y abarcándome toda entre sus brazos fuertes besó el costado de mi cuello con ansia, recorriéndolo con su boca y lamiendo mi mejilla como saboreándome, al tiempo que sentía contra mi pantaloncito corto latir caliente el bulto endurecido como piedra que él me apoyaba, me lo frotaba arriba y abajo acomodándolo en la zanja de mi colita, haciéndome sentir su tamaño mientras me susurraba al oído... te gusta bebé, te gusta... te gustó mirar, no?... quieres sentir más? sentirla toda... el abuelito te va a enseñar mi nenita rica... como le enseñé a mamita...

Yo no sabía que contestarle, entreabrí la boca como asintiendo y él rozó mis labios suaves y carnosos con sus dedos... sí, vas a ser la putita del abuelo, vas a ser mi putita... y me besaba el cuello al tiempo que sentía sus manos recorrerme subiendo hacia mis pechos por debajo de la remera para apretarlos con ansia lujuriosa, me los acariciaba como amasándolos y oprimiendo mis pezones entre sus dedos, poniéndomelos duros con el roce de su piel áspera y dándoles tironcitos que me hacían gemir, mientras que con su otra mano bajaba el cierre de mi pantaloncito, y la perdía entre mis piernas tocándome toda bajo la bombachita sintiendo mis pelitos suaves y escasos ya mojados con la humedad creciente de mi sexo caliente, buscaba entre los labios de mi rajita hasta encontrar el botoncito solo acostumbrado hasta ese día a que fueran mis deditos los que jugaban con él, volviéndome loquita de gusto con su tacto experimentado tanto que paré aún más mi colita frotándola contra su verga endurecida perdiendo totalmente el control de mi cuerpo, su manoseo me estaba matando de deseo y de quererlo el abuelo me hubiera desvirgado allí mismo de pie.

También él se moría por tenerme y me fue llevando con su calentura en aumento hasta tenerme apoyada contra la pared, me dio vuelta y mirándome por un instante con los ojos inflamados por el deseo, me besó en la boca ardientemente. Mi primer beso.

No fue un beso suave entre noviecitos. Fue un beso salvaje de deseo animal, desbordante de lujuria, casi mordiéndome los labios para hacerme sentir su dominio y poseerme, metiendo la lengua ansiosa y áspera buscando mi lengua y bebiendo mi saliva.

No terminé de reaccionar cuando ya había levantado mi remera casi hasta taparme la cara y su boca succionaba mis pechos y los baboseaba, uno por uno, presa de un frenesí descontrolado, hacía arder mis pezones de tanto chuparlos y el ardor se me corría como mariposas por el vientre anidándose entre mis piernas, haciéndome sentir hembra en celo, deseosa de ser servida.

Y el abuelo ya no soportó esperar más, ahora me tenía a punto y quería desahogar sus ganas sin más rodeos, y tomándome de los hombros presionó hacia abajo y me hizo arrodillar a sus pies sobre la alfombra, hasta quedar mi carita a la altura del bulto hinchado en su pantalón...

No quise ver y espere entre asustada y ansiosa al mismo tiempo, el sonido del cierre al bajarse me hizo palpitar agitada al tiempo que su olor de macho me envolvía, acre olor a sudor, a esperma...

Al abrir mis ojos me encontré la cabezota amoratada de su verga, terriblemente erecta, el abuelo la sujetaba con su mano en el tronco grueso y venoso apuntando amenazadora frente a mi carita, mientras me decía chupala... chupala... y la acercaba a mi rostro.

Y ya completamente entregada, entreabriendo mis labios, casi temblando la rocé con la yema de mis dedos sintiéndola por primera vez, firme y caliente, y al mismo tiempo suave, y ese contacto estremeció al abuelo que perdió la calma y sin más me la puso en la boca, casi me ahoga con su ímpetu por metermela hasta la garganta mientras me sujetaba del cabello como lo hacía con mamá. Así le gustaba a él, me tomaba sin delicadezas zarandeando mi cabeza mientras me decía como debía chupar, lamer, tragar y complacerlo. Y yo novata aprendía y chupaba, lamía y tragaba, primero lo hice casi torpemente, nerviosa por la nueva experiencia me aferraba a su miembro grueso sin poder rodearlo por completo con mis manos, besando y succionando el glande hinchado como me ordenaba el abuelo; conforme pasaban los minutos me fui tranquilizando y ya más relajada, y sin pensar demasiado, sólo me dejé llevar por el instinto, presionando suavemente con mis labios sintiendo cada uno de sus pliegues, sus venas que latían y lo hacían palpitar vivo en mi boca, lo succionaba y sumergía en un baño de saliva caliente mientras mi lengua jugueteaba en el orificio de su punta para después lamer toda la cabeza hinchada y entonces chuparlo y hundirlo todo a más no poder en mi garganta hasta que me cansaba y entonces daba marcha atrás y le pasaba la lengua todo a lo largo, para volver a ponerlo en mi boca. No sé bien cuanto tiempo estuve dedicando todos mis sentidos a la agradable y debilitante tarea, dejándome llevar por un cúmulo de sensaciones que brotaban de lo más profundo de mi interior y me hacían sentir bien hembra.

Así bebé,... así... no pares... Jadeaba mi abuelo, y a mí me encantaba tenerlo así, dependiendo de mí, él me tenía a sus pies pero ahora era yo la que lo controlaba con los placeres de mi boquita, y contenta con mi éxito aumenté el ritmo... Mi nenita linda, mi putita, así... así,... aahhhhh... aahhhh!!! Estaba tan entusiasmada en mi primera mamada que me olvidé que los hombres eyaculan, y el abuelo ahora me lo recordaba violentamente... No soportó más mi deliciosa tortura y estallando de placer me la hundió hasta el fondo con la cabezota escupiendo chorros de leche, borbotones de semen caliente me llenaron la boca y se escurrieron por mi garganta, la leche se me corrió por los labios y creo que me salió hasta por la nariz... me hice hacia atrás buscando aire para no ahogarme, solo para recibir en pleno rostro el último chorro del abuelo, y loco de gusto me sujetó nuevamente fregándomela por la cara, haciendo que chupara y me tragara todo su semen.

Y en ese momento solo me dejaba llevar, no sentía su sabor fuerte, ni asco... nada, estaba demasiado excitada con la novedad... no pensaba lo que hacía, sólo lo hacía.

Creo que afloró en mí la putita que llevaba adentro, como decía el abuelo, la mamadora empedernida en que me convertiría después, y no paré hasta tragar la última gota de su leche, lamiendo la que se escurría por el tronco y todavía brotaba de la punta de su verga, y hasta la que se había chorreado de mi boca salpicándome los pechos para anidarse en el hoyito de mi ombligo, después de sacarla con la yema de los dedos la saboreé chupándola.

Por Dios! Niña!! Eres más puta que tu madre!! Exclamó asombrado el abuelo Juan ante mi total desenfreno y sin poder creer la terrible mamada que le había dado mi boquita inexperta...

Entonces para darme mi recompensa me recostó en la cama y se dedicó a devorarme, recorriendo todo mi cuerpito virgen llevándome a la locura, cuando su lengua encontró mi conchita mojada me sacudí en espasmos de placer y me provocó mi primer orgasmo, acabé retorciéndome, pidiéndole más y más, quería sentir su miembro dentro, quería ser mujer. Su mujer.

Pero el abuelo siguió dándome solo lengua y haciéndome gozar así hasta que su miembro se le puso duro de nuevo, para entonces pajearse en mi cara y darme el resto de la lechita que le quedaba guardada, y yo lo succioné hasta dejarlo seco.

Y desde esa tarde él me buscaba para saciar sus ganas en mis labios juveniles siempre dispuestos, me tenía en cualquier lugar haciéndole mamadas rápidas a escondidas lejos de mamá, me buscaba cuando yo entraba al baño y se excitaba viéndome orinar, y luego yo seguía sentada un rato succionando su pijota. A la siesta cuando mamá dormía yo me escapaba al taller y en un camastro que tenía al fondo hacía lo que él quería y las veces que él lo quería...

Su ardor libidinoso lejos de disminuir parecía no calmarse nunca, porque en vez de cambiarme por mamá, ahora se dedicaba a las dos; a ella la seguía sirviendo por las noches, y a veces luego venía a mi cuarto y me despertaba tocándome con el miembro rígido en mi cara, entonces se quedaba de pie a mi lado mientras yo media dormida me incorporaba prendiéndome a su pijota como una beba tomando el biberón nocturno de leche tibia para dormirme luego con su sabor en mi boca...

Una noche como ya lo venía haciendo desde hacía unas semanas, el abuelo entró a mi habitación, para tocarme y babosearme a gusto un buen rato. Con las lamidas que me daba en la vagina y en la entrada de mi culito me dejaba caliente y lista para recibir su verga en mi boquita que hasta ese día era lo único que parecía interesarle de mí. Milagrosamente no hacía ademán de penetrarme, salvo oralmente, se tomaba su tiempo y parecía que en cada manoseo me palpaba y evaluaba mi crecimiento esperando el momento oportuno para tomar la fruta madurita de mi cuerpo y desvirgarme.

Yo lo mamaba despacito con los ojitos cerrados disfrutando de su cosa caliente en mi garganta, cuando sentí un grito, y la luz se encendió... Mamá furiosa acometía contra el abuelo como una leona golpeándolo con sus puños en alto mientras lo insultaba,... desgraciado!, con ella no, con ella no te metas!!, déjala en paz!!...y lo rasguñaba y lo pateaba enferma de ira y sus cabellos rojos sacudiéndose la hacían ver más brava todavía.

Y entonces el abuelo, que con sus calzoncillos bajos hasta las rodillas había trastabillado, pudo incorporarse recuperado de la sorpresa y tomándola de un brazo la jaló con fuerza sobre la cama, echándosele encima para tenerla quieta y dominarla, mientras le decía ¡Perra celosa!! Maldita puta celosa!! No me mezquines, que esta es tuya, es para vos!! Y teniéndola presa con su peso le rasgó el camisón con sus manos dejándola con los pechos al aire, le abrió las piernas mientras la sujetaba y de un tirón le hizo a un lado las bragas para después montarla con furia, y penetrándola de un golpe la empezó a coger salvajemente, le hundía la verga como poseído imponiéndole su autoridad, haciéndola gritar en cada arremetida, se la metía sin parar, sometiéndola hasta quebrarla... hasta que mamá sojuzgada ya no opuso resistencia. Se quedó quieta. Rendida y entregada.

Entonces él siguió montándola ahora menguando la fuerza de sus arremetidas,... se lo fue haciendo más despacio,... al tiempo que entrelazaba sus manos con las de ella... como calmándola... hasta quedarse inmóvil... por un tiempo sólo se oyó la respiración agitada de sus dos cuerpos unidos y empapados en sudor... y luego él comenzó a moverse nuevamente dentro de ella, despacio, muy suavemente... aceleraba lentamente la cadencia de su vaivén... y el abuelo ahora se sonreía maliciosamente complacido al sentir que mamá empezaba a gemir débilmente y a oscilar sus caderas, y ya se estaba dejando llevar dominada por su instrumento entre las piernas que la hacía disfrutar más allá de los límites impuestos por su papel de madre.

Yo seguía contemplándolos acurrucada a un lado de la cama y todavía conmovida por la actitud inicial de protegerme de mamá, igual sabía que era inútil tratar de resistirse al abuelo y no la condenaba por dejarse vencer y arrastrarse a sus deseos, yo misma había sucumbido a sus perversiones hasta convertirme en una adicta en menos de un mes y ya estaba irremediablemente empapada en sus juegos sexuales para renunciar a ellos, me imaginaba la situación de mamá que lo había hecho toda su vida.

No pude evitar acariciar su mejilla y apretarme contra ella dándole mi calor y comprensión, y sus bellos ojos me miraron con ternura y alivio como si supiera que la entendía... y luego se entrecerraron para seguir rendida disfrutando de los embates del abuelo.

Entonces él, siempre dispuesto a corrompernos todavía más y hacer realidad sus deseos lujuriosos, sin dejar de atender a mamá con sus arremetidas de semental, me tomó de la mano e hizo que me acercara para hacerme participar del juego, besándome en la boca para despertar mis ganas me acomodó a su gusto, me hizo doblar sobre el cuerpo de mamá, con la cara contra sus pechos para que se los lamiera, al tiempo que metía su mano desde atrás entre mis piernas acariciándome el sexo mojado, pajeándome lentamente, llevándome gradualmente a cumplir su voluntad, y entre suspiros no pude evitar la tentación de los pechos tibios y redondos de mamá que subían y bajaban agitados, con olorcito a leche en su piel suave, esa misma leche que me había alimentado de pequeñita... apreté despacito su pezón endurecido entre mis labios para después lamerlo, y succionarlo de nuevo golosa de su dulzura como cuando era bebita...

El abuelo no cabía en sí de gozo, nos tenía a las dos a su disposición y cumpliendo su voluntad, enfermas de sexo y presas de sus deseos, unidas en un coro de gemidos y humedades tibias, dejándonos llevar desenfrenadas por el camino que él elegía para nosotras.

Y como bautizando esa unión, después de dos bombeos tremendos que sacudieron a mamá y la hicieron acabar a los gritos se incorporó sacudiendo su miembro endurecido frente a nuestros rostros chorreándonos con su semen y emputecidas como lo estábamos con su total dominio lo tragábamos todo apretujándonos con fuerza contra su verga y mamando entre las dos, disputándonos los borbotones de leche espesa que manaban todavía del glande henchido y se chorreaban luego por el tronco, sorbiéndolos uno a uno hasta acabarlos para después como intoxicadas con su sabor limpiarnos la cara una a la otra con lamidas propias de gatas hambrientas hasta terminar llevadas por la lujuria a fundir lenguas y labios húmedos en una serie de besos tórridos y apasionados propios de lesbianas, saboreando de la boca de mamá y ella de mis labios hasta las últimas gotas de la acabada del abuelo.

Y él orgulloso de la actitud complaciente de sus dos nenas nos acariciaba el cabello, y dejaba descansar su miembro satisfecho y agotado entre la cara de las dos, dormido en nuestras mejillas.

Esa fue la primera de muchas noches que compartimos los tres en la cama.

Yo estaba a punto de cumplir diecinueve años.

Y creo que el abuelo estaba esperando esa fecha para festejármelo en grande con su muy especial regalo.

Era cuestión de tiempo solamente...