Adicta
¿Qué es lo que obsesiona a Mariana al punto de la adicción?
Adicta
A sus 40 años, Mariana, era una mujer que aun poseía un poco de la frescura de sus 20, al no estar casada ni tener hijos, su cuerpo no había sufrido tantos cambios, aún conservaba su apretada cintura. Morocha, de pelo largo con suaves ondas, ojos negros, labios carnosos, prominentes y piel tostada, ocultaba un secreto.
Una fuerte adicción la tenía presa, con los años aprendió a controlarla, sin embargo, había momentos en los que no podía manejarlo y todo, simplemente, se desbordaba de sus manos.
Mariana era una adicta al sexo, más específicamente, al sexo oral; y es que nuestra bella y madura mujer a veces no podía frenar el impulso de abalanzarse sobre una abultada bragueta cuando la veía.
Todo se remonta a su adolescencia, cuando tenía 18 años y comenzaba a experimentar su sexualidad junto a Ricardo, su novio de esa época que tenía sólo un año mas que ella. Fue una tarde lluviosa, cuando ella y su chico, encerrados en el cuarto de él, recostados en su cama comenzaron a besarse; primero tímidamente y luego con más ímpetu. Eran besos vigorosos, apasionados, las manos de ambos viajaban por el cuerpo del otro, tocando, acariciando, explorando, entonces Ricardo dejó la boca de su novia para lamer su cuello mientras que introducía su mano derecha bajo su blusa. Para nada perezosa, Mariana, mientras disfrutaba las caricias de su novio, lentamente dirigió su mano izquierda hacia el pantalón de él, con sus dedos rozaba suavemente la erección que se encontraba debajo de la tela, y entonces, en un acto de valentía, abrió el cierre y liberó el hinchado miembro de su amado. Fue en ese momento, en ese preciso instante en el que por primera vez sostenía un pene erecto en su mano, que lo sintió.
Su garganta se secó, algo le picaba en la lengua, relamió sus labios, algo instintivo se hacía cada vez más evidente en su boca y la ansiedad se apoderó de ella. Su mano subía y bajaba, subía y bajaba, cada vez más rápido, se separó de su novio, necesitaba ver lo que sus dedos tocaban. Y cuando lo vió, no pudo contenerse, ese glande, rojo, brilloso, emanando liquido preseminal, se le hizo de lo más sabroso, manjar de dioses y sólo para ella, que sin pensarlo chupo de la punta, primero con miedo, pero luego ya no pudo despegarse. Chupaba con necesidad, algo primitivo se despertó en Mariana, algo que luego de 25 años no pudo controlar, nunca más.
Entre suspiros, Ricardo disfrutaba de la dulce succión de su amada, que de un momento a otro de convirtió en un mamar violento, podía sentir como su chica se había engullido toda su pija. Sube y baja, sube y baja, se atraganta, pero sigue, se come toda esa pija como si no hubiera un mañana, una lágrima se asoma y baja por su rostro para mezclarse con los hilos de baba que salían de su boca. Ricardo no podía más, la mamada que le estaba dando Mariana era lo más increíble que alguna vez haya sentido, el placer que se daba con interminables pajas no podía compararse a la caliente y húmeda boca de su amor que estaba a punto de llevarlo al orgasmo. Intentó detenerla, simplemente por no hacer algo que pudiera parecerle desagradable a ella, pero no lo logró, parecía estar sumergida en un fuerte transe, la succión se hizo más fuerte y ya no pudo contenerse, explotó dentro de la boca de Mariana, quien no desperdició ni una sola gota.
Al momento en que sintió el líquido caliente chocar contra su paladar lo supo, supo que estaría condenada al placer del semen recién ordeñado corriendo por su lengua y garganta, hasta que su hambre sea sasiada. Y así fue... Luego de esa tarde dónde Mariana descubrió su adicción, ya no pudo parar, las visitas en casa de su novio se convirtieron en largas sesiones de ordeñe, ella mamaba sin descanso hasta sentirse satisfecha. Al principio fue muy placentero para su chico, pero luego de unos meses se tornó insoportable, su novia sólo lo veia para practicarle sexo oral, la relación que apenas comenzaba se marchitó y terminaron por separarse. Eso enloqueció a Mariana, ya no tendría la dulce leche de Ricardo en su boca.
Desde entonces ella no tuvo ninguna otra relación estable, todas terminaban al cabo de unos meses, ya que no podía controlar sus ansias de mamar, era lo único que importaba en su mundo. Jamás llegó a tener relaciones sexuales, ya que todo el placer y satisfacción que necesitaba lo conseguía de las largas sesiones de sexo oral que finalmente la llevaron a prostituirse. Era el único servicio que ofrecía y afortunadamente tenía una larga lista de fieles clientes, sin embargo la felicidad hace muchos años la había dejado de lado.
Hizo de todo por tratar de abstenerse, pero eso sólo le dió más problemas, finalmente, pasado los 35 años, Mariana comprendió que debía aceptar su condición.
Hoy, en su madurez, ofrece discretamente sus servicios, y tiene la esperanza de que algún día encontrará el amor.