Adicción

Vicios y virtudes

Me considero adicta a los hombres. A su olor. A su barba de tres días. A sus actos de niños. A saber cómo excitarles en cada momento.

A coger su pene y mientras me lo llevo a la boca, mirarles profundamente a los ojos.

A enredarlo entre mis pechos, y en cada subida, intentar lamerlo.

A devorar sus huevos.

A cada embestida y rebote.

A cada gemido que me provocan.

A cada gota de líquido que consigo obtener.

Cada día empieza con un hormigueo en mi vientre, porque me levanto a su lado. Saber que todos los días van a comenzar igual es una motivación para despertar.

Veo su culo andar por el pasillo y me estremezco al pensar que yo soy quien lo disfruta cada día.

Por la manera en la que me mira cuando me folla, como si fuera la primera vez que lo hace.

Por los gemidos ahogados en mi cuello.

Por los tirones de pelo.

Por los sitios dónde me has follado.

Por los que todavía no lo has hecho.

Por los disfraces, los vibradores y las películas porno.

Por como me miras cuando sabes que me excita.

Y cuando llegas a casa, al mediodía, y te despierto de la siesta que te echas después de comer. Me miras como si fuese el paraíso.

Cuando en ese preciso instánte, te querría comer a besos y regalarte orgasmos.

Cuando me coges de la cabeza empujando cuando estás dentro de mi boca.

Cuando me coges del culo para embestirme más fuerte.

Por tu cara justo antes de correrte.

Soy adicta.

Vicios y virtudes de una amante del placer.