Ademas de Violador mi Marido es cornudo

El muy hijo de puta me engaño con su sobrina... pero me desquite.

ADEMAS DE VIOLADOR MI MARIDO ES CORNUDO!!

Mi matrimonio era un suplicio, una especie de condena de por vida.

Yo que siempre fui una mujer cobarde, una ama de casa sin trabajo remunerado fuera del hogar, sin estudios ni formación cultural suficientes, para poder lograr una independencia económica sin tener que depender del sueldo de Luis, mi marido.

Un día decidí que tenía que cambiar de actitud y buscar mi independencia, porque no podía ya tragar tanta bilis ni soportar el peso de mi cornamenta.

Tampoco estaba dispuesta a envejecer siendo tratada por ese mal hombre con el que me casé engañada y que me embarazó tres veces, como si fuera una cualquiera, pero sin ganar ni un centavo por satisfacer sus necesidades sexuales y encima, siendo violada a lo bestia sin importarle un pepino que un mal día pudiera destrozarme anal o vaginalmente.

Cuando venía borracho, que era la mayor parte de los días, Luis me obligaba a hacerle unas guarrerías que me denigraban, y si ponía cara de asco o no le daba el placer que me exigía, comenzaba a pegarme y me dejaba el culo, los muslos y a veces hasta las tetas llenas de moretones.

Un día tuve que usar enormes lentes de sol aun con el día nublado porque mi rostro, bastante bello por cierto, llevaba las huellas, especialmente en los ojos, de sus malos tratos, y por eso llegué en algunos momentos a desear su muerte, e incluso encontré como única salida a mi infierno doméstico el suicidio.

No soy muy vieja, pues aunque he dado tres veces a luz, mis pechos son bastante bonitos, algo gordos pero no caídos, y aún los pezones se me ponen tiesos cuando me excito viendo a un hombre que me gusta, a pesar de que por esa manía mía de ser una vouyerista silenciosa y pasiva me pongo calientísima y entonces es cuando sufro por tener a un marido tan estúpido como Luis.

Verán, hace un año un día llegué bastante tarde a casa.

Nuestros hijos, que ya tienen 16, 14 y 12 años, se quedaron en casa de mi hermana Maite, puesto que era el cumpleaños de mi sobrino Goyo.

Yo tenía miedo a que Luis me regañara fuertemente por no haberle pedido permiso para regresar a las once y media de la noche.

Abrí la puerta con sigilo y me dirigí a la recámara. Al abrir la puerta, que estaba medio cerrada, me quedé petrificada al ver a Yoli, nuestra sobrina, la hija de Pedro, el hermano de Luis, desnuda y sentada en el borde de nuestra cama.

La muy puerca que tan sólo tenía diecinueve años está muy chula y es algo puta, agarraba a dos manos la verga de su tío, mi esposo, y se la metía con avidez en la boca, absorbiéndola hasta que todo ese tallo asqueroso se hundía en su garganta.

Me quedé tonta observando los movimientos de sus mejillas hundiéndose a veces, o hinchándose en forma rítmica, como consecuencia de sus chúpeteos, obedeciendo las órdenes de ese tipo incestuoso que le animaba a que se la mamara como si fuera una esclava sin voluntad.

Quise hablar, pero él al descubrir mi presencia me ignoró como si yo no estuviera ahí.

Viendo impotente cómo me ponía los cuernos con su propia sobrina, que de vez en cuando expulsaba como una autómata esa serpiente de carne, teñida de rojo por el carmín de sus labios, alabando sus dimensiones y el goce que le proporcionaba.

Entonces pensé que todas las mujeres no éramos iguales, porque yo, cuando me veía obligada a hacerle una mamada para evitar ser castigada por ese puerco vil, notaba asco, ganas de vomitar su mala leche.

No comprendo cómo una persona que disfrutaba viniéndose en mi boca, luego cuando apagaba su deseo sexual, me despreciaba como mujer, como si yo fuera una especie de inodoro con calzones en el que podía vaciar sus miserias cuando quisiera.

Quise insultarlos al ver cómo me engañaban, pero ellos no me respetaban ni me temían; les daba igual lo que yo pudiera sentir ante esas humillaciones que aumentaron cuando Luis comenzó a gritar lujurioso:

—Tú sí eres mujer, no la pendeja de mi esposa que tiene un culo asqueroso.

Consciente de mi presencia, mi sobrina continuó con aquel denigrante juego agregando:

—Pues cógeme más, cabrón, que yo soy toda una mujer y siempre quise tener tu verga entre las piernas.

Por un instante pensé que si los asesinaba a ambos, seguramente la ley, que en el fondo es machista, no atenuaría su rigor ni llegaría a comprender, por ser una pobre mujer, que hubiera sido la Verduga y no la víctima como solía ser habitualmente.

Luis se separó de su esclava y yo, que había cerrado los ojos para no ver tanta desvergüenza y provocación, oí cómo chirriaban los muelles de la cama y pude ver con estupor cómo él se subió a ese cuerpo adolescente y poniéndose vientre a vientre sobre ella.

La tomó entre sus brazos, la apretó contra su torso desnudo, mientras que Yoli lo sujetaba por el cuello en un alarde de gimnasta, con sus piernas abiertas y perpendiculares, pidiéndole a gritos la muy desgraciada que se la cogiera, que le destrozara la panocha.

Me quedé hipnotizada viendo los labios de esa vulva joven, rosada, cubierta de un vello rubio, mientras que el cobarde incestuoso de mi marido la penetraba con su miembro grandote, hundiéndose hasta los huevos en su carne apetitosa.

Porque aunque me duela reconocerlo, Yoli sabía coger muy bien, como reina, y a juzgar por lo que vi aquel día, sabía cómo poner a un hombre cachondo.

Me dolía la cabeza, tenía los ojos llenos de lágrimas, pero no pude evitar ver cómo esa verga salvaje entraba y salía del sexo de su sobrina, mientras los muebles rechinaban con el movimiento rítmico, notando aunque parezca una estupidez que se me mojaba el coño y que como consecuencia de ello, poco después mi tanguita siempre seca estaba empapadísima de flujo.

No había visto en realidad haciéndose el amor a una pareja porque ni en video me interesaba la contemplación de dos seres en ese encuentro tan íntimo, y muchas veces tan pornográfico.

Sin embargo, en contra de mis prejuicios me asombró al ver la agilidad de esa joven cabrona viéndola cómo se colgaba de su cuello ofreciéndole su bizcocho abierto, todo para él, sin mostrar ningún tipo de complejos ni pudor.

Cuánto me hubiera gustado ser yo la mujer a quien se cogiera un hombre que no fuera Luis, sino cualquiera de mis actores o cantantes favoritos.

Él alababa el bizcochito de su sobrina por la profundidad y calor que desprendía, cosa que jamás hizo con el mió, al que degradaba llamándole:

  • "río seco", "asqueroso y estéril, pozo de miserias", etcétera.

Sin acordarse de que me había hecho tres hijos y que me había cogido muchas veces en contra de mis deseos, siendo únicamente el pozo en el que vertía sus miserias, esa maldita leche que ya no me apetecía para nada.

Me puse a llorar cuando tras decirle mil piropos a esa maldita zorra, él se vino dentro de su panocha, mientras la llamaba "querida", "cariñito" y otras lindezas.

Me dolió que ese miserable de mi marido lanzase tantos gritos de placer, cosa que conmigo no sé por qué no hacía. Ensimismada en mis pensamientos y amarguras, no me di cuenta de que él se acercó hasta mí con el sexo aún erecto, pero colgante, y con su glande semioculto.

Luis se me lanzó encima y me tiró al suelo riéndose de mi desolación a causa de su comportamiento vil.

Luego me levantó, cogiéndome con violencia por las muñecas y me rompió la blusa nueva, la que me regaló mi hermana en mi cumpleaños.

No contento con eso me bajó el sostén, dejándome con los pechos al aire.

Me insultó gravemente, me llamó "gorda, tetona", se rió de mi vientre, que estaba hinchado como el de una embarazada, o peor aún, como el de una gorda sucia.

Dijo que mis muslos eran gelatinosos, nauseabundos, muy diferentes por cierto a los de su sobrina que reía y se burlaba de mí repitiendo todas las estupideces que él me gritaba.

Me despreció diciendo que yo no era mujer y me pegó con violencia. Luego me empujó al borde de la cama, donde me obligó a sentarme.

Yo no podía defenderme, estaba muerta de miedo y de asco, no quería seguir viviendo en ese infierno de nuestro hogar.

Me obligó a abrir las piernas con un rodillazo y me levantó la barbilla para que su asqueroso miembro me rozara los labios, tratando de meterlo en mi boca, cosa que evité cerrándola con fuerza y apretando los dientes.

Bajé la cabeza con rapidez, pero con energía y entonces posé su verga en mi cabello. Grité de dolor cuando me abofeteó por no haberle dado una mamada.

Luego me desnudó del todo, riéndose de mi culo, al mismo tiempo que Yoli, quien lo animaba a continuar con aquellas vejaciones.

Cuando me echó sobre la cama, con la nariz apoyada en el colchón, el busto hundido en las sábanas, los muslos unidos en el borde de la cama y los pies apoyados en el mueble donde descansa el colchón, siguió insultándome diciéndome un sinfín de groserías, pero el muy traidor trató de clavarme con violencia irracional su cosa en mi ano.

Con una energía impropia de mí, que soy muy frágil y cobarde, no dejé que me enculara a lo bruto, es decir, sin molestarse tan siquiera en lubricarme el ano, como me han contando mis amigas que les hacen sus novios, maridos o amantes cuando las sodomizan.

Luis me obligó terco como una muía, en que continuase en posición sumisa sobre la cama abandonada como un trapo, pero esta vez me permitió que me pusiera boca arriba.

En esa posición me cogió a la fuerza, metiéndome hasta los huevos esa verga llena de los caldos de esa putísima jovencita, y yo no intenté ni siquiera moverme, ni tampoco defenderme, dejando que me la enterrara a su gusto como si yo fuera una muerta, hasta que el muy cabrón se vino en mi raja y luego me refrotó la verga en el vientre y los pechos, llenándome de su porquería frente a su divertida amante que lo premió diciendo:

—Eso es, macho, ahora ven y cógele a una verdadera mujer.

Cuando Yoli y él siguieron fornicando me desmayé y perdí el sentido.

Al despertarme me di cuenta de que estaba sola, sucia y muy decepcionada.

No me he ido de la casa, aunque él me la pega con mis amigas, vecinas, con Yoli y hasta se ha metido a mi hermana Maite.

A mí no me deja vivir libremente, me maltrata si me pongo un pantalón ajustado o una minifalda, pues a pesar de mis treinta y siete años y tres partos, me conservo bastante buenota, y si me arreglo, son muchos los hombres que me voltean a ver con miradas libidinosas.

Pero la historia no acabó ahí.

Leí un anuncio en la sección de contactos de un periódico, fui a una casa de citas y me convertí en una de las chicas que allí trabajaban.

Con una buena peluca, unos pupilentes de color y gran habilidad para pintarme y maquillarme, he logrado ligarme a Luis, y coger como puta con él y lo más gracioso es que ha llegado a darme, el muy hijo de la chingada, hasta mil pesos por tan sólo una buena mamada y una buena cogidita.

Sin darse cuenta de que era su mujer por todas las leyes, la esclava que él había conducido a tirarse en la cama y abrir las piernas ante quien me pagara por una buena cogida.

Una buena retorcida de verga, al precio que marcan mis tarifas, de toda una puta profesional.

Gracias a los videos pomo y a las revistas de mi marido, sin olvidarme de las lecciones teórico-prácticas que me dieron Luis y Yoli la vez que los sorprendí cogiendo como loquitos, me he convertido en una estrella del sexo y las cogidas que doy ganan cada día más prestigio y están muy bien cotizadas entre muchos caballeros de empresas y clubes porque no se regalan.

Las pagan a un precio tan elevado, que con los ahorros que estoy logrando pronto podré salir de mi infierno familiar para siempre y poner mi propia boutique de ropa para mujer.

Logrando mi soñado divorcio al tener independencia económica y ser al fin, aunque un poco tarde, una señora libre y muy dichosa.

Y una feliz practicante del mejor sexo, que eso, al menos, debo agradecérselo al idiota que todavía tengo en la casa como marido.

Fin