Adelaida y mi imaginación (2)

Adelaida acepta entrar en un juego. Ambos estamos muy nerviosos ante esa expectativa.

II Parte: Buscando afortunados.

Tras el paseo nos dimos cuenta de que estábamos muy lejos de casa, por lo que dije a mi suegra que era mejor regresar en taxi.

Montamos en uno y dijimos al conductor que nos llevase al Barrio de Montalbán, que era en el que residíamos. Adelaida y yo íbamos silenciosos y pensativos, quizá excitados por nuestros planes. El taxista nos anunció que tendríamos que dar un rodeo evitando una zona cortada por obras de la ciudad, por lo que el servicio sería un poco largo. No nos importó.

El buen hombre iba escuchando las noticias de la radio, donde hablaban que en otra ciudad unos atracadores robaron y asesinaron a un taxista. Nuestro taxista comentó que ya no se podía fiar uno de nadie y yo con cierta guasa le dije que con nosotros no había de temer, por lo que él río y dijo que se nos notaba en la cara que éramos buena gente. Llevaba ganas de charlar el hombre e incluso se presentó, diciendo que se llamaba Esteban, nos habló un poco de su familia, pero sobre todo de su trabajo, de las horas interminables que laboraba y de los disgustos tales como los de ese taxista que murió intentando ganarse la vida.

Yo le pregunté que si en su trabajo no se llevaba en alguna ocasión sorpresas agradables y él me dijo que muy pocas. Fue entonces cuando se me ocurrió una maquiavélica idea y le aseguré que con nosotros se podía llevar esa noche una agradable sorpresa. Esteban miró por el retrovisor algo extrañado y mi suegra de inmediato comprendió cuál era mi plan. Ella hizo una señal de aprobación, como que el hombre le gustaba. Esteban tendría unos cincuenta años más o menos y pensé que era precisamente lo que necesitaba Adelaida. " ¿Le gustan las mujeres Esteban?- le espeté. "¿Qué clase de pregunta es esa? Me chiflan - dijo.

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