Adela

dentro de dos fines de semana se marcha Luis a unas gestiones a Madrid, me gustaría pasar ese fin de semana contigo… No lo sabe ni tiene porque enterarse, me corresponde a mí tomar la decisión ya que no me traerá consecuencias y no afectará a nuestra relación.

En una ocasión fui a una fiesta en un club liberal que me costó bastante dinero, pero allí establecí una serie de contactos que me permitieron realizar encuentros posteriores con las parejas que asistieron a esa fiesta. La fiesta del club liberal de la que hablo, estaba pensada para garantizarte follar con una serie de chicas —o chicos— de una belleza excepcional, también, por supuesto, con las demás personas que como yo íbamos allí. La diferencia entre este tipo de fiestas y otras, que en inglés se denomina swinging, estriba en que en la que pagué, los organizadores ponían a nuestra disposición una serie de chicas, como es en mi caso, con las que podía tener relaciones sexuales sí o sí, en las otras, depende ­— por lo menos a las que yo he asistido— te invitan, pero eso no quiere decir nada, puedes irte incluso sin follar. Quizá un día haga un relato sobre el particular.

A Adela la conocí precisamente en esta fiesta en que tanto ella como yo tuvimos que pagar por asistir a la misma. Adela tiene la piel morena, cabello oscuro por lo general, pechos pequeños y firmes, su trasero es redondito, al caminar sus glúteos dan pequeños saltitos, parece más joven de lo que es. Tanto sus pechos como sus nalgas los tiene operados, pero, os lo puedo jurar, salvo por su mayor firmeza, no existe diferencia alguna con los de una chica de veintitantos. En su segundo día, Adela, que llevaba puestos unos tacones de aguja, tuvo una torcedura en su pie derecho, yo estaba cerca y le di durante un buen rato un masaje —según dicen soy bueno en asunto de masajes. Esa noche se acercó a mí y me dijo que quería follar conmigo, yo le comenté que por supuesto, pero que en otro momento y cuando ella quisiera ­—indudablemente yo quería gozar, en sentido literal de la palabra, de las bellezas que puso a nuestra disposición la organización—. Ella se limitó a decirme con mirada pícara y comprensiva: “entiendo, pero te tomo la palabra”.

Así ocurrió, Adela me llamó varias semanas después y fuimos a un encuentro en una casa rural durante el puente de Semana Santa. Asistieron Juan y Loli una pareja de sesenta y cincuenta y seis años, Oscar y Azucena de treinta y cinco y treinta tres, Adela y su marido Luis de cuarenta y cuarenta y cinco, María de treinta y dos, y yo, José, de cincuenta y dos años. Todos habíamos estado en la primera fiesta. Lo pasé muy bien, follé con todas las mujeres, sobre todo con Adela y María.

He repetido la experiencia en varias ocasiones, para ser exacto, en once ocasiones, en siete han estado Adela y Luis; Juan y Loli en cinco; María ha estado en cuatro. En dos me marché de vacío, es decir, sin follar.

Después he tenido algunas relaciones de manera más íntima y personal con algunas de las que estoy haciendo referencia. Por ejemplo, con María, los dos solos, en dos ocasiones. Con Adela y Loli, hemos formado un trío en seis ocasiones, siempre con conocimiento y consentimiento de sus respectivas parejas.

HOY QUIERO CONTAROS UNA SITUACIÓN QUE SE DIO CON ADELA Y LOLI. En aquel momento Adela tenía cuarenta y dos, Loli cincuenta y ocho y yo cincuenta y cuatro años.

Luis, el marido de Adela, me llamó  desde Madrid, donde llevaba toda la semana, y me pidió ayuda sobre un programa informático concreto que había adquirido para su empresa de diseño gráfico y que yo conocía por mi trabajo. Me dijo:

—Vente este sábado, me explicas algunas dudas y te invito a comer.

­—De acuerdo, el sábado nos vemos —Le dije.

El sábado estuvimos toda la mañana trabajando y al final quedaron resueltas sus dudas, tampoco eran tantas.

Después de comer con Luis, cuando estábamos a punto de despedimos, se presentaron Adela y Loli, estuvimos un rato hablando.

Mientras Adela y Luis hablaban aparte, supongo  que sobre las niñas y de la cena que tenían con los padres de Luis esa misma noche a la que asistiría Loli, ésta me dijo:

—José hace tiempo que no follamos, ¿qué te parece si te lo montas con nosotras esta tarde? Cuando veníamos para tomar café con vosotros se lo he comentado a Adela y también le apetece, de hecho lo está comentando ahora con Luis. —Mirándome fijamente añadió— ¿No te gustaría follarnos sin condón?

—Por supuesto —le comenté, aunque al principio me sorprendió y dudé unos segundos.

—Cuando veníamos hacia aquí lo veníamos hablando Adela y yo. Por ella no habría inconveniente si no fuera porque la puedes dejar preñada. Por mi parte, ya sabes, no tengo problema, la regla se me retiró hace años. Las dos pensamos que tú eres uno de los pocos a los que dejaríamos que nos lo hiciera sin condón.

—Te diré algo que no os he contado nunca, estoy operado, soy sacarino, endulzo pero no engordo. Me operé hace ya tantos años que ni me acuerdo.

En ese instante regresó Luis y Adela. Luis me dijo —mirándome con una sonrisa:

—¡Cabrón, qué suerte tienes! ¡Cuídamelas! ¡No hagas lo que yo no haría!

­—Por supuesto, procuraré estar a tu altura —le conteste.

Una vez que Luis se había ido, Loli comentó a Adela la conversación que habíamos sostenido.

—¡Interesante, interesante! Tomamos nota —se limitó decir Adela.

—¡Te imaginas toda llena del semen de José! —Dijo Loli gesticulando cómicamente.

—Yo sí —Dijo Adela. Las dos se echaron a reír.

—Por mi cuando queráis —añadí yo mientras también reía. Ahí quedó la cosa.

Nos fuimos a un hotel y recuerdo que les comí el coño a las dos y me corrí en el coño de Adela, por supuesto con condón. Loli primero me la chupó  con un preservativo de un nuevo sabor que había comprado esa misma mañana, pero cuando iba a correrme me lo quitó y terminó masturbándome y echándose mi semen sobre su cara.

Después, cuando llegó la hora de la despedida, ya que Adela y Loli, como he comentado anteriormente, tenían una cena con los padres de Luis, Loli le dijo a María:

—Yo que quedo con José, discúlpame ante tus suegros y tu marido, mañana iré a recoger mis chismes antes de volver a casa. —Adela puso una cara de circunstancias y se despidió de nosotros.

Follé con Loli a media noche y al levantarnos, en ambas ocasiones sin preservativo. Recuerdo que me dijo en el desayuno, antes de despedirnos.

—Me he quedado esta noche contigo porque me apetecía mucho que me follaras a solas, hacía tiempo que lo estaba deseando. Habrás visto que he gozado muchísimo. Además, quiero comentarte una cosa —dudó unos segundos antes de continuar­—.Voy a dejar a Juan y me voy a vivir contigo, ¡ya está, lo he dicho!

—¿Qué dices, Loli? —le contesté.

—Deseo vivir un tiempo contigo. Tu sabes que Juan y yo no estamos casado, de verdad, ahora me gustaría estar un tiempo contigo, por eso también te he dejado que me follaras sin protección, para que supieras que voy en serio, solo Juan lo hacía hasta ahora.

—Loli, no quiero, al menos de momento, vivir en pareja, creo que como están las cosas están bien.

Noté que se ponía nerviosa. Durante un rato estuvo callada. Después dijo:

—¡Ya! ¡Cuando te pedido que me folles sin condón ni lo has dudado, pero cuando te solicito pasar un tiempo contigo, solo eso, un tiempo, si te he visto no me acuerdo!

Durante más o menos una hora estuvimos hablando sin entendernos. Al final ella se puso agresiva, me dio una bofetada y se marchó.

Al día siguiente, por la noche, me llamó Adela enfadada.

—Me ha comentado Loli, dice, que le has ofendido, que le pediste que se quedara anoche contigo para poder así follártela a pelo porque sabías que yo no lo aprobaría, además, le llamaste vieja y que no quieres verla más. Eso no es lo que predicamos en nuestra forma de pensar y de vivir. Nosotros podemos ser liberales, pero respetamos los sentimientos y deseos de los demás, hacemos las cosas como son debidas, hay reglas. ¡Yo te tenía en un gran concepto y te respetaba como hombre y como persona, me has defraudado!  —Después colgó el teléfono, no tuve la posibilidad de réplica.

Esa noche le escribí un extenso correo electrónico explicando mi versión. Tardó una semana en contestarme, y en su correo decía lo siguiente: “Quiero pedirte perdón. He ido a ver a Loli y finalmente me ha contado lo que realmente pasó, ha  admitido que mintió porque estaba enfadada contigo. Coincide con lo que me pusiste en tu correo electrónico. He sido una estúpida, al menos debí escucharte. Espero que me perdones. Dime cómo puedo reparar el daño que te he hecho. Me gustaría hablar contigo cara a cara, ¿te puedo llamar? Lo dicho, perdóname. Luis siempre dudó de Loli, yo lo interpreté como solidaridad entre machos, perdóname de nuevo. Besos míos y de Luis”.

Al día siguiente llamé a Adela cuando sabía que podíamos hablar tranquilamente y sin interrupciones. Estuvimos hablando durante más de una hora. Al final todo quedó aclarado y decidimos pasar página.

Pasados unos días, de nuevo me llamó Adela, ahora para proponerme uno de sus encuentros para el próximo fin de semana, matizó que no estaría Loli. Le agradecí la invitación y le comunique que no pensaba ir a ninguno más. Sé que la dejé preocupada, porque el lunes siguiente, pasada el encuentro al que al final no fueron por enfermedad de una de sus hijas, me llamó y me dijo:

—José, dentro de dos fines de semana se marcha Luis a unas gestiones a Madrid, me gustaría pasar ese fin de semana contigo en nuestra casa, ¿qué te parece?

—¿Tu y yo solos?

—Sí.

—¿Qué piensa tu marido?

—Le parece bien. ¿A caso cuando me follas lo haces con él? ¿Qué me dices?

—¿Podré follarte sin problemas?

—¿No lo has hecho otras veces? ¿Qué quieres decir?

—Quiero decir sin protección.

Hubo un silencio que me pareció una eternidad. Comprendí que había metido la pata

—Perdona, lo he dicho sin pensar, retiro lo dicho.

Además era verdad, el subconsciente, mis deseos reprimido de hacérselo así desde hacía tiempo y la conversación con Loli sobre el particular hacía menos de un mes me habían jugado una mala pasada.

—Lo tengo que pensar, te llamo mañana. Adiós.

—Besos, adiós.

Me quedé preocupado, había metido la pata. Al día siguiente me llamo temprano, nada más escuchar su voz le dije:

­—Perdóname, sé que soy un tonto, un imbécil, un bruto y un burro.

—Estoy de acuerdo.

—¡Ya! Soy un zopenco, espero que me perdones.

—¡No! Me refiero a que he estoy de acuerdo a que me folles sin protección –Hubo un silencio de al menos cuatro o cinco segundos­—, después le dije—: ¿Estás segura? ¡No es necesario!

—Lo estoy. ¡Ah! Otra cosa, será este fin de semana, Luis ha tenido que adelantar su viaje

—¿Qué dice Luis de todo esto?

—Está de acuerdo, ya te lo dije.

—Me refiero a que follemos sin protección.

—Eso no lo sabe ni tiene porque enterarse, me corresponde a mí tomar la decisión ya que no me traerá consecuencias y no afectará a nuestra relación. Entonces, ¿nos vemos este sábado?

—Por mí de acuerdo, ¿a qué hora?

—Tengo que llevar a mis hijas a casa de mis suegros y a Luis al aeropuerto, a las 12 está bien.

—De acuerdo, allí estaré, besos.

—Una cosa más, pienso arreglarme especialmente para ti, aunque todavía no he decidido qué ponerme, por mi parte, como ya conoces, me gustan los hombres con traje y corbata, ¿vale?

—De acuerdo, iré con traje y corbata. Besos.

—Besos.

Llegue a la hora indicada, a las 12. Me abrió y allí estaba ella, guapísima. Tenía el pelo arreglado de peluquería con un maquillaje discreto, pero los labios, al igual que las uñas y los dedos de los pies estaban pintados del mismo color, rojo carmesí. Llevaba puesto un vestido corto, negro y totalmente elástico. Ligeramente transparente y que se adaptaba perfectamente a su cuerpo. Tenía un gran escote  que le llegaba hasta cerca del ombligo; no llevaba sujetador y marcaba perfectamente sus pezones, como todo su cuerpo. El vestido era tan corto que estaba seguro que si se sentaba se le vería perfectamente el coño, porque tampoco llevaba bragas. Por la parte de atrás su desnudez le llegaba hasta casi la cintura. Tenía finalmente unos zapatos de tacón muy fino con unas tirillas por delante para sujetar sus dedos y de sus talones salían otras que se sujetaba a sus tobillos. Sus medías eran transparente, también negras, al igual que las tirillas de sus tacones. Me quedé un rato observándola boquiabierto. Yo me había puesto un traje azul oscuro, una camisa celeste con corbata a juego con el traje y unos zapatos negros.

Me cogió ambas manos y me dijo muy cerca de mí, mientras olía su perfume que me resultó familiar:

—¿Qué tal? ¿Cómo me ves?

—Estás guapísima ­—le contesté.

—Tú también, nunca te había visto con traje. Los tíos con trajes estáis más sexy —Añadió—.

—¿De verdad te gusto, no me habré pasado? No sé, ¿no parezco una puta?

—En absoluto, eres una mujer guapísima que está para comerte y después rechupetearse los dedos. Luis habrá flipado, ¿no?

—¡No me ha visto! Al final se marchó ayer por la mañana. Estuve a punto de llamarte para que te vinieras antes, pero tenía que depilarme, arreglarme el pelo, afeitarme —se señaló su bajo vientre— y llevar las niñas después del colegio a casa de mis suegros, al final terminé tarde y cansada.

Durante un rato estuvimos hablando banalidades y tomando una bebida, yo me la comía con los ojos y ella no era ignorante de ello. Me dijo:

—¿Te apetece comer algo? Ahí en la mesa he preparado algo frio, porque si calentamos ahora la comida, seguro que el olor se nos pega a la ropa.

—Lo que me apetece es comerte, ¿qué te parece? —Se echó a reír de buena gana.

—Que es una idea excelente.

Me cogió de la mano y me llevó al dormitorio. La desnudé poco a poco, aunque no había mucho que quitar. Lo primero fueron los zapatos, después el vestido, pero le dejé las medias que se adaptaban como si fueran su segunda piel, les llegaban hasta lo más alto de sus muslos y estaban sujetas por una banda de sujeción elástica de encaje del mismo color. Efectivamente, no llevaba bragas y tenía el coño totalmente depilado. Estaba preciosa. Después fue ella la que me desnudó a mí.

Nos metimos en la cama y se puso encima de mí de rodillas, se pasó mi polla por su raja una tres o cuatro veces y me la mojó de sus jugos vaginales, seguidamente la acomodó sobre mi abdomen y se echó sobre mí. Al tiempo que la aprisionaba con su bajo vientre me abrazó y comenzó a besarme metiéndome la lengua hasta el fondo, yo tenía las piernas abiertas y se las había pasado por encima de su cintura. Le acariciaba la espalda y su precioso culo. Permanecimos así un largo rato. Después comenzó a decirme bajito al oído.

—¿Te ha gustado como me he preparado para ti?

—¡Siii! ¡Muchísimo!

—Hace un rato cuando estaba escogiendo el color de uñas, maquillaje y la ropa que ponerme, me dije, ¡a ver, Adela! ¿Cómo te sientes? Después de pensarlo, llegué a la siguiente conclusión, hoy me siento con ganas de que José me posea, hoy quiero que él sea mi macho y yo su hembra. Así que me he vestido como tal.

—¿Qué macho esperas de mí? –Le contesté.

—Siempre has sido muy tierno, cariñoso y delicado conmigo, pero hoy quiero que seas firme, enérgico, potente y poderoso. Me acordé lo que me había dicho en una ocasión: “cuando follo con un hombre, si me pongo debajo o le ofrezco mi culo, es que en ese momento quiero ser sometida y disfrutada por un macho, por lo tanto espero eso de él”.

—Será un honor ser tu macho.

—¿Quieres saber un secreto? Bueno varios —siguió diciéndome en voz baja.

—Sí, claro. Le contesté también en voz baja.

—Me he puesto tacones finos porque cuando estoy un rato con ellos, si me das un masaje en la espalda como el que me estás dando y después me masajeas los pies como el que me hiciste hace tiempo, ¿lo recuerdas? te aseguro que cuando me la metas me corro en un minuto. Te lo digo porque llevo puesto los tacones desde que me levanté esta mañana.

—Yo quiero contarte otro.

—¿Cuál?

—Me excita mucho saber que te voy a comer el coño en vivo y en directo, aún más que aceptes mi leche dentro ti —añadí—, ¡tienes unos labios vaginales rugosos, muy bonitos y apetecibles! a través de una goma no es lo mismo, no se aprecian su textura, sus pliegues y tus jugos.

—¡Te advierto que tendrá tu semen! ¡Yo quiero que me folles y te corras dentro de mí antes!

—¡Sin problemas!

—Llevo toda la semana mojada solo pensando en este momento.

—Y tú marido, ¿de verdad no te ha dicho nada sobre mi venida hoy aquí a vuestra casa?

—¡Él sabe perfectamente que venías a follarme! Además, cuando vamos a tener un encuentro con otras parejas, esa semana no hacemos el amor, así los encuentros son más  placenteros. No follo desde el sábado pasado, en otras circunstancias Luis me habría echado al menos dos polvos. No te preocupes por él, seguro que se folla a la empleada que le acompaña, ya se la follado otras veces.

—A mi me pasa lo mismo, durante la semana me masturbo dos o tres veces, pero si voy a tener un encuentro con una mujer me reservo.

—¿Desde cuándo no follas?

—Desde que estuve con vosotras…

—¿Desde que lo hiciste con Loli y conmigo?

—Sí.

—¿No tienes pareja ahora?

—No, no tengo. Me dijiste que tenías varios secretos.

—Me he puesto un enema esta mañana. Tengo a tu disposición mis tres orificios, aunque supongo que eso ya lo sabías.

—¿Lo del enema? -No pude contener la risa.

—¡Tonto! Se rió ella también.

—¿Hay más secretos?

—Sí, otro ­—Dudó un instante—, pero continuó. Desde mi último embarazo, hace 10 años, no se corre nadie dentro de mi coño. Por cierto, fue un negro que tenía una enorme polla. Mi marido me concedió ese antojo. Cuando el cabrón se corrió dentro de mi sentí un orgasmo enorme. Al día siguiente di a luz a mi segunda hija.

—¿Luis no se corre dentro de ti?

—¡No! Nadie. El quiere tener un hijo, pero ya le he dicho que con nuestras dos niñas estamos bien, pero él quiere un varón.

—¿No tomas la píldora o no has probado con…?

—Nuestra segunda hija fue fruto de “otros métodos”. Bueno, lo que te quiero decir es que vas a ser el primero desde entonces.

—Es un gran honor el que me haces.

—Ya te dije la otra noche que sería sincera contigo siempre, lo que ocurrió con Loli…

—Eso está olvidado. Creo que ha llegado el momento del masaje de pie, ¿qué te parece?

—Estoy de acuerdo, es el momento que mi conejito se coma tu zanahoria. —Los dos nos echamos a reír.

Le quité las medías y comencé masajearle los pies durante un buen rato, de cuando en cuando le miraba la cara que reflejaba por igual alivio y placer.

-Ya estoy preparada, cuando quieras –me dijo.

Le lubrifique bien la entrada de su vagina e hice lo mismo con mi polla. Ella estaba echada de espalda en la cama y tenía las piernas abiertas esperándome. Subió sus piernas y me las puso sobre mis hombros, después cogió mi polla con su mano derecha y la dirigió hasta introducirla unos centímetros dentro de ella. Se la fui metiendo poco a poco hasta que estuvo toda dentro. Su excitación era más que evidente, estaba al borde del orgasmo. Después de un par de envestidas suaves, comencé a follármela con frenesí.

No tardó en correrse. Primero su cuerpo se estremeció, después se curvó hacía arriba donde permaneció unos instantes, para seguidamente adherirse a la cama y comenzar a agitar la cabeza de un lado hacía otro mientras suspiraba. Cuando me corrí dentro de ella comenzó a gruñir, cada espasmo de mi polla le hacía bramar de nuevo, así estuvo hasta que terminé y me abracé a ella. Permanecimos en esa postura unos minutos. Le di la vuelta y con mi polla aun dentro de su vagina, flexionó sus piernas instintivamente alrededor de mi cintura y permaneció abrazada a mí mientras yo acariciaba de nuevo su espalda y su trasero.

No tardé en tenerla hinchada, comenzó poco a poco a balancearse. Pasados unos minutos, cuando estuvo convencida que mi rigidez era lo suficientemente firme, me pidió que me la follara por detrás. Se dio la vuelta, arqueó su espalda, separó un sus piernas y al tiempo de poner su cabeza entre sus manos y me pidió que la penetrara.

Me puse en cuclillas, la así por las caderas y de un golpe entré hasta el fondo de su vagina, ella exhaló un quejido de encontrarse muy, muy a gusto. Comencé un mete saca con furia, como sabía que ella lo quería en ese momento. Pronto logró su premio, porque empezó a suspirar y de nuevo a gruñir hasta que yo también terminé dentro de ella.

Después, así como estaba, tumbada bocabajo,  le di otro masaje en su espalda y me recosté a su vera, se giró y comenzamos a darnos suaves besos. Cuando nos despertamos pasaba las cuatro de la tarde.

Pasé un fin de semana fantástico. Seguí yendo a sus encuentros que cada vez más se fueron espaciando. En la actualidad no vamos a ninguno, pero yo me la sigo follando apelo de cuando en cuando y no todo lo que yo quisiera, de hecho este fin de semana pasado, que Luis ha estado fuera, ella y yo lo hemos pasado juntos. Ha sido, como siempre, maravilloso.