Adela (1)

Es el año 1730, la dulce y pequeña Adela se crió en un Convento, pero cuando a sus 18 años regresa su tío ella es recibida nuevamente en la Casona familiar, pero su tío siente renacer viejos deseos, su sobrina se parece tanto a su difunta hermana por la que él sentía una oscuro y secreto deseo. En este capítulo la dulce Adela es convencida por su tío, don Rodolfo, para entregarle su cuerpo.

ADELA 1

Es el año 1730.

Adela había vivido en el Convento desde que su mamá había fallecido hacia 10 años atrás. Ahora Adela tenía 18 años, nunca había conocido a su padre y casi no recordaba a su madre pero si recordaba las historias que ella le contase acerca de su familia, los Montaner.

La madre de Adela, la hermosa Leonor, la niña consentida de don Ambrosio Montaner llenó de vergüenza a su familia al rechazar el casamiento arreglado con un rico terrateniente y huir con Juan, un simple herrero y por ello había sido alejada del núcleo familiar.

La madre de Leonor, doña Manuela que nunca soportó que don Ambrosio prefiriera a esa pequeña a cualquier otra persona sembró mas cizaña y nunca mas fue recibida en casa, y de nada sirvió incluso que a la muerte de su amado padre Leonor se hubiera presentado embarazada de Adela a llorar al lado del féretro, no se lo permitieron, la expulsaron y al cabo de un tiempo doña Manuela y todo el resto de la familia se habían mudado a Inglaterra a gozar de algunas tierras que pertenecían a don Ambrosio y habían abandonado la vieja hacienda, al país y a Leonor, y así se habían mantenido por 11 años.

Cuando Adela era pequeña oyó hablar muchas veces a Leonor acerca de su familia, sobre todo la había oído hablar con mucho afecto de su querido hermano mayor Rodolfo. Su querido hermano, su amado hermano, ese que siempre jugaba con ella, ese que la cuidaba y mimaba casi tanto como su padre, ese que se sintió casi tan ofendido como el padre cuando ella decidió huir para ser feliz, feliz con el hombre que amaba. Ese de quien tanto anhelaba recibir el perdón.

El padre de Adela murió cuando ella aún no cumplía 2 años, fue un accidente, mientras herraba un caballo éste le dio una patada en la cabeza y murió inmediatamente. Adela no tenía ningún recuerdo de él salvo un cofre de madera que había tallado con sus propias manos y que su madre había conservado como un preciado tesoro y que Adela guardaba en su pequeña valija.

Leonor cargó con ella y sin ninguna otra ayuda en este mundo tuvo que comenzar a trabajar, ella que nunca había siquiera levantado un plato, ella a quien don Ambrosio crió con todos los mimos se vio sola frente al mundo, sin dinero en los bolsillos, sin parientes, sin nadie que le tendiera una mano.

Incontables veces Leonor pasó por fuera de la hacienda y se quedó parada al lado de la enorme reja cerrada con cadenas y candados, mirando a lo lejos la casona y añorando que su familia regresase, incontables veces también escribió Leonor a Inglaterra cartas a su madre, a su hermano Rodolfo, a su hermana Beatrice y nunca recibió ninguna respuesta.

La salud de la madre de Adela fue deteriorándose cada vez mas y mas, hasta que un invierno la atacó con fuerza una terrible neumonía, las religiosas del Convento cercano sintieron piedad de aquella mujer que no tenía ni siquiera una choza donde vivir y que con fiebre caminaba sin darse cuenta por la calle con una llorosa niña colgando de sus faldas y la llevaron al Convento.

De nada sirvieron los cuidados pues al cabo de 2 días Leonor murió.

Las religiosas enviaron una carta a los familiares de Adela en Inglaterra y, al ver que pasaba el tiempo sin respuestas ya se habían resignado a enviarla al Orfanato cuando recibieron una lacónica carta de don Rodolfo Montaner en la que adjuntaba un generoso cheque para asegurar que la niña fuera criada en el Convento y se le diera algún tipo de Educación.

Desde entonces Adela había vivido en el Convento y a pesar de que cada mes escribía cartas a su tío Rodolfo nunca recibía respuestas. Aunque siempre, cada 3 meses, la rectora del convento recibía un cheque con una generosa cantidad.

Pero un día de esos no solo venía el cheque en el sobre, sino que una carta en la que don Rodolfo le avisaba a la rectora que su madre había muerto y que él regresaba al país a hacerse cargo de su herencia : la Hacienda y que dado que su esposa se encontraba muy enferma esperaba que Adela, que ya era una muchacha grande y de la familia, regresara a vivir con ellos en cuanto se instalaran en la casona para que le hiciera compañía a su esposa.

Adela se puso muy feliz de saberlo, tanto anhelaba tener una familia, cuanto había soñado con todo aquello, se prometió a si misma y a su madre en el cielo que haría todo lo que estuviera de su parte para que su tío estuviera orgulloso de ella y para ayudar a su tía enferma.

Meredith, esposa de don Rodolfo provenía de una familia inglesa muy bien acomodada sin embargo la pobre había sido siempre especialmente enfermiza.

Con salud endeble y postrada una gran cantidad de tiempo en cama no había podido darle hijos a don Rodolfo, y a sus 45 años él ya se encontraba resignado a ello, es mas hacía muchos años en los que no compartía su lecho.

Si este matrimonio se había mantenido en el tiempo era por la gran fortuna que él heredaría cuando la pobre de Meredith falleciera.

Mientras tanto se divertía y saciaba sus deseos con alguna de aquellas empleaditas que de vez en cuando iban a lavar la ropa o acudía a alguno de aquellos discretitos burdeles que tanto le gustaban.

Pero por mucho que le acomodara su vida en Inglaterra a Rodolfo le hastiaba y a la muerte de su madre decidió que había llegado el momento de regresar a su país, sin embargo, y ante la perspectiva de encontrarse con que su mujer se sentiría sola en un país desconocido no encontró mejor posibilidad que hacer que su sobrina, la hija de Leonor, se mudara con ellos y fuera su dama de compañía, y así él estaría libre para buscar entretención.

Adela con sus 18 años tenía toda la lozanía de la juventud, las hermosas facciones de su madre Leonor y la ingenuidad de una niña pequeña ya que las hermanas del Convento se habían cuidado siempre de tenerla a muy buen resguardo.

Era hermosa, menuda y suave, como su madre, y su bien formado y pequeño cuerpo siempre estaba oculto por los amplios vestidos que la hacían usar las hermanas bajo las cuales no se podía percibir que sus senos ya estaban formados y sus caderas tenían una delicada redondez.

Durante la semana pasada habían llegado sus parientes a la Casona, a la Hacienda, sin embargo ninguno había ido por ella, solo al día siguiente irían, así que aquella noche, la noche antes de partir del Convento la hermana Teresita se había acercado a su cuarto y había conversado mucho con ella.

Ahora que tienes a tu familia de nuevo serás una señorita de sociedad y pronto seguramente te casarás

¿Casarme hermana? No, yo creo que no….. No se…… No quiero

Seguro que si, apuesto que tu tío con la cantidad de dinero que tiene te va a conseguir el mejor marido, tú confía en Dios mi niña y verás. Además eres muy bonita y no permitirán que te quedes soltera.

Pero para Adela aquello era tan extraño, ¿casarse?, no lo sabía, nunca se había sentido atraída por ningún hombre, además nunca había tenido oportunidad de ver a muchos, salvo el viejo padre Nicolás que hacía las misas nunca había hablado con ningún otro, ni tampoco muchos hombres había podido verla a ella ya que de tanto vivir en el convento, de tanto huir de las personas y de tanto usar esos amplios vestidos todos se habían acostumbrado a pensarla como religiosa, como una hermana mas, casi nadie recordaba ya que ella era una Montaner.

A la mañana siguiente Adela estaba esperando ansiosa desde el amanecer, casi no había podido dormir. La noche anterior había empacado sus pocas pertenencias en su pequeña valija y después de la misa de la mañana aguardaba silenciosamente en el pasillo de piedras junto a la reja junto a la hermana rectora.

Ya se había despedido de todas las hermanas y aunque sentía un poquito de tristeza por alejarse, se sentía aún mas dichosa por tener la oportunidad de estar por fin con su familia, lo que mas había deseado por siempre.

Cuando el carruaje se acercó la hermana Maria Ignacia corrió a abrir la enorme reja del Convento. El carruaje tirado por 2 caballos entró por el patio de piedras quebrantando la tibia paz que ahí siempre reinaba.

Se bajó el cochero, un enorme hombre negro, el primero que Adela había visto en su vida, aquel era uno de los criados que habían traído consigo los Montaner desde Inglaterra y con rapidez abrió la portezuela de la carroza para que don Rodolfo bajara.

En cuanto lo vio Adela se sintió muy feliz, se sintió brillar por dentro y sin percatarse de lo que hacía corrió a su encuentro y lo abrazó.

Rodolfo no supo que hacer, pues al momento de bajar del carruaje y posar su mirada al lado de la joven que aguardaba junto a la religiosa casi muere de la impresión al creer ver a su adorada Leonor.

Si, Leonor, su hermosa Leonor, su adorada Leonor, aquella que él amaba en secreto, en secreto por ser su hermana pero a la que no podía evitar soñar y añorar. Su Leonor.

Y en esos momentos aquella Leonor de años atrás estaba aferrada a él, y sintió la fuerza de un oscuro y antiguo deseo nacer en su ingle.

Intentando recobrar la compostura se alejó un paso de ella y le sonrió, se acercó a la religiosa, le dio un distraído apretón de manos y le murmuró las gracias y le extendió un sobre cerrado prometiéndole que él velaría por su sobrina de ahí en adelante.

Llamó su empleado a quien Adela miraba con ojos muy abiertos :

Tom, la valija de la señorita Adela.

El enorme empleado se acercó a Adela y tomó la maleta que estaba en el suelo devolviéndole con sus ojos negros una penetrante mirada, haciendo que Adela repentinamente asustada bajara presurosa sus ojos al suelo.

Acercándose al coche abrió la puerta esperando a que tío y sobrina subieran.

Un último abrazo a la rectora, una última mirada al convento y un gesto a la hermana Teresita que llorosa le miraba desde la galería y le hacía señas con la mano.

Subió al coche y cuando su tío subió le dedicó una gran sonrisa.

Cuando ya se alejaban sacó la cabeza por la ventanilla y vio a la apacible hermana Maria Ignacia cerrar la gran reja. No volvió a meter la cabeza al coche sino cuando ya se encontraban muy lejos.

Cuando volvió a ver a su tío este tenía una extraña expresión en su rostro.

Desde el mismo instante que Adela entró a la Casona todos allí la quisieron mucho, desde los empleados, hasta su enferma tía doña Meredith que hablaba un español un tanto extraño pero que ella alcanzaba a comprender perfectamente.

Cada vez que Rodolfo la encontraba sentada al lado de su esposa sentía muchos celos, deseaba tener alguna de las dulces atenciones que ella tenía para son su enferma tía, hasta que una tarde que la encontró por un pasillo en el momento que su esposa dormía la siesta la invitó a dar un paseo con él por el jardín y la huerta.

Solo un día había estado Adela con aquellos viejos y holgados vestidos, Meredith le había regalado algunos suyos y en la semana siguiente ya habían hablado con la costurera para que viniera a tomar las medidas adecuadas para hacerle vestidos apropiados.

Rodolfo no se podía abstraer de la delicada línea de sus brazos, de la fineza de sus manos que si bien no eran del todo suaves aquello no quitaba en nada la delicadeza con la que tocaban todo.

Hacía un mes que vivía Adela con ellos y hace un mes su vida era un verdadero tormento, tenerla cerca, verla y no pensar en su Leonor era casi imposible. Pasaba las noches imaginando que entraba a su habitación y que la poseía. Si. La poseía.

Era preciosa y dulce, pequeña y ahora bajo esos vestidos se podían adivinar sus formas de mujer, sus deliciosas formas de mujer. Y pasaba en vela pensando en ella, deseándola, soñando, y aquella tarde mientras la miraba bordar fuera de la habitación de su esposa mientras aquella despertaba de la siesta decidió que ya no podía mas, que tenía que acercarse, que de alguna forma lograría que aquella pequeña réplica de su amada Leonor fuera suya, suya, al fin y luego de tantos años suya.

Acompáñame a dar un paseo

¿Y si tía Meredith despierta?

Tranquila que tú sabes que suele dormir mucho y si despierta ya aguardará por ti, mientras tanto los sirvientes la pueden cuidar, acompáñame a dar una vuelta para que me digas que fue lo que pusiste en el jardín y que hay en la huerta.

Y Adela, en la más profunda de las confianzas siguió a su tío.

Al traspasar la puerta Rodolfo le extendió el brazo en una clara invitación para que ella se apoyara en él, Adela así lo hizo y con una sonrisa radiante fue paseando a su tío por todo el jardín contándole acerca de todas las plantas que había puesto durante la semana a la vista y dirección de su tía que desde una banca la miraba.

Pero Rodolfo no estaba pendiente ni de las flores, ni de las plantas, ni de las épocas de plantar cada cosa y de todo lo demás que su hermosa sobrina parloteaba a su lado, todos sus sentidos en ese momento estaban enfocados al tibio calor que llegaba hasta su brazo provenientes del cálido bracito de Adela, aún sobre la camisa y chaqueta lo podía sentir y cuando de vez en cuando su sobrina le rozara la mano con la suya sus sentidos estaban absolutamente absortos en el delicioso contacto.

La miraba, aquellos hermosos labios rojos, aquella cintura, aquellos senos que claramente se destacaban bajo el vestido, presa del deseo tuvo que respirar profundamente para no lanzarse sobre ella ahí mismo.

Luego, cuando estaban en la huerta y Rodolfo ya no podía más de tanto deseo miró a lo lejos los establos. "Si", pensó Rodolfo, "los establos a esta hora están vacíos porque los peones andan en el río o cuidando el ganado, a esta hora nadie anda cerca del establo" y volviéndose a su sobrina le dijo :

¿Vamos a ver los establos?

Y fueron.

Mientras caminaban hacia allá Rodolfo comenzó a hablar.

¿Sabes Adela? Estoy muy mal.

¿Mal tío? ¿por qué? ¿qué te pasa?, preguntó la dulce Adela muy preocupada.

Estoy pasando hace mucho tiempo una terrible situación, y te voy a contar a ti porque eres mi sobrina, eres de la familia y es tu deber saberlo todo, además eres tan cercana a Meredith, eres casi como mi hija.

Dime tío, dime que pasa.

Tu tía ha estado tanto tiempo enferma que yo no he tenido en mucho tiempo una esposa, y sufro por ello, un hombre necesita a su esposa, un hombre necesita que su esposa cumpla con sus deberes conyugales.

No entiendo tío.

Rodolfo sonrió para sus adentros. No, la pequeña no entendía, no sabía nada de asuntos carnales, era absolutamente inocente, nuevamente sintió esa terrible punzada de deseo en su ingle.

Lo que pasa mi niña es que tú no has tenido una madre que te explique y te prepare para el momento en la que te cases. Porque las hermanas no te contaron nada acerca del matrimonio, ¿verdad?

No nada tío, nada acerca del matrimonio.

Lo que pasa preciosa es que cuando un hombre y una mujer se casan comparten una vida, una casa y una cama. Cuando el marido y la esposa comparten la cama se transforman en uno solo, encontrando en ello el más profundo y exquisito de los placeres del mundo.

Al decir esta última frase a don Rodolfo casi le faltaba el aire y miraba a los ojos de su sobrina profundamente.

Adela se sintió momentáneamente confundida y bajó los ojos, la mirada de su tío en esos momentos la llenó de una extraña confusión.

Rodolfo prosiguió con su plan.

Tu tía no ha podido compartir la cama conmigo y yo, me siento muy necesitado de su compañía, necesito a mi esposa, hay deseos que solo una esposa puede saciar, a menos que

Y Rodolfo se quedó intencionalmente en silencio. Adela inmediatamente preguntó

¿A menos que qué tío?

A menos que alguien tomara de vez en cuando el lugar ella para ayudarme a soportar las ganas de estar con mi esposa.

Adela se sobresaltó.

¿Pero eso se puede tío?

Claro que si mi niña, si alguien de mi misma familia toma de vez en cuando los deberes de mi esposa está absolutamente permitido.

Ya habían llegado a los establos y habían entrado, el olor a heno lo colmaba todo, Rodolfo se detuvo se giró, la tomó de los hombros, al hacerlo sus dedos tocaron su suave piel y no pudo evitar jadear, esa suave piel, esa exquisita piel, cuanto deseaba tener esa piel para si. Acercó su rostro al de ella y le preguntó con ronca voz :

¿Quieres tomar el lugar de tu tía Leonor y ayudar a tu tío a soportar este sufrimiento de no poder estar con mi esposa?

La pobre Adela muy asustada para responder balbuceaba :

Yo… es que… yo no se… yo no… no se que hace una espo…. no se

La mirada de Rodolfo ya no podía ocultar su deseo y mientras hablaba la empujaba suavemente para que Adela fuera retrocediendo hasta la cercana pared del granero.

Tranquila, si no sabes lo que hace una esposa yo te enseño. ¿No sabes acaso que yo te quiero mucho? Y yo sería muy feliz que tú tomaras el lugar de tu tía, porque confío mucho en ti, no quiero que nadie más sepa que tu tía no me puede complacer en la cama y además yo no tengo más familia cerca. Si tu no quieres yo estaré condenado a seguir sufriendo mucho

Adela ya no podía seguir retrocediendo porque había chocado con la pared del granero. Estaba entre asustada y angustiada por la mirada lasciva de su tío. Nadie la había mirado con ese deseo animal con el que ahora Rodolfo la miraba a escasos centímetros.

Es… eeee… está bien tío

Y apenas lo había dicho Rodolfo ya había bajado su cabeza y había depositado sus labios sobre los de ella y había pasado sus brazos alrededor de su pequeña cintura.

Adela sintió el aliento agitado de su tío y la presión que ejercía con su boca sobre sus labios e instintivamente los abrió, y entonces, casi se muere de la impresión cuando sintió la lengua de su tío entrar en su boca.

Con miedo cerró los ojos apretadamente y sintió como la lengua de su tío recorría anhelante todo el interior de su boca.

En un momento Rodolfo se separó y ella abrió los ojos, la seguía mirando de aquella terrible manera y le preguntó :

¿Nunca te habían besado?

Nnnn… no tío… nnnno

Bueno, pues eso es un beso.

Y volvió a bajar la cabeza y la besó nuevamente con pasión.

Mientras la lengua de su tío recorría su boca Adela se debatía entre una sensación de asco y de una extraña sensación de gusto, no sabía que sucedía, sin embargo no alcanzó a pensarlo 2 veces cuando sintió que las manos de su tío habían dejado su cintura y estaban sobre sus senos.

Se sobresaltó, y si no hubiera estado la lengua de su tío en su boca habría gritado.

Rodolfo tocó los senos primero suavemente, y cuando sintió el respingo que dio su dulce sobrina oprimió con más fuerza los firmes senos.

"Dios mío que deliciosa es" y apretándose mas a ella comenzó a sobárselos.

Adela, con los ojos cerrados, se dejaba hacer pero temblaba. Todo esto era tan nuevo y desconocido para ella.

Rodolfo estuvo besando a su sobrina y sobando aquellos firmes senos por espacio de 2 minutos y ya no podía mas, necesitaba tocarla, quería tocar aquellos senos, quería tocar su piel.

Se separó de ella, la tomó de la mano y la llevó a toda prisa sin pronunciar palabra al fondo del establo.

A cada paso que daba Rodolfo sentía mas dolor en su pene que en esos momentos formaba un considerable bulto en sus apretados pantalones y pugnaba por escaparse, sin embargo hasta él se daba cuenta que no podía ser todo tan rápido, hoy no, hoy no sería absolutamente suya, sin embargo se saciaría lo mas que pudiese.

Adela apenas lograba seguirle el paso a su tío, demasiado mareada para entender lo que estaba sucediendo y tomada de su mano se dejaba guiar, el establo se puso más oscuro y silencioso, solo se oían las pisadas y el aliento jadeante de su tío.

Cuando llegaron al fondo del granero Rodolfo soltó la mano de su sobrina, se sacó la chaqueta y la tendió sobre una mullida pila de heno que estaba ahí cerca. Se extendió al lado de su chaqueta sobre su lado izquierdo y con suaves palmadas de su mano derecha le indicó a Adela que debía acostarse a su lado con su cabeza sobre su chaqueta.

Adela dudó un instante pero luego obedeció. Estaba muy asustada, le asustaba oír la agitada respiración de su tío.

Cuando ella se estaba recostando él aprovechó de pasar su brazo izquierdo bajo la delicada cabeza de Adela a forma de almohada y cuando la pequeña ya estaba tendida inmediatamente buscó sus lindos labios con su boca y su lengua penetró en busca de la delicada y dulce lengua de su sobrina.

Su mano nuevamente fue ansiosa en busca del pequeño y firme seno izquierdo, lo encontró y lo apretó, sobó y con la punta de su dedo pulgar acarició con fuerza justo el lugar donde debía estar el pezón de su sobrina.

Aquella súbita caricia provocó un jadeo involuntario a la pequeña Adela.

Sus pezones eran por primera vez acariciados.

La caricia era ruda sin embargo lo que le había provocado le causó un poco de miedo. Adela temblaba no solo de miedo sino de aquellas inquietantes sensaciones que la acometían.

Por un buen rato su tío la siguió besando y acariciando su pezón, la sensación la envolvía y no se dio cuenta en el momento en que su lengua comenzó a devolver en la lengua de Rodolfo cada una de esas caricias que recibía.

Quería que su tío dejara de hacerle aquello y a la vez no quería que terminase, quería que se lo siguiese haciendo. Dolía pero también le gustaba.

Rodolfo apartó su boca de aquellos bellos labios, levantó la cabeza y le dijo :

No temas mi niña, tranquilita, confía en mí… Yo te voy a enseñar y vas a ver lo exquisito que será todo.

Y mientras decía aquello comenzó a soltar el lazo que cerraba por delante el vestido de Adela.

Adela no alcanzó a decir nada, solo cerró los ojos y esperó a que su tío terminara de abrir con su mano derecha toda la parte delantera de su vestido y bajara su corsé y dejara al aire sus senos.

"Que belleza" pensó Rodolfo y con suavidad tocó la suave curvatura del seno mas cercano a él, el seno derecho y luego sin ningún tipo de ambages se apoderó del seno izquierdo y capturó entre su índice y su pulgar el pezón.

Bajó su cabeza al cuello de Adela y comenzó a besar aquella delicada piel, sin darse cuenta Adela echó mas atrás su cabeza facilitando los besos sobre su cuello, su clavícula y de un momento a otro sintió que la boca de su tío se apoderaba de su seno derecho, y mientras su pulgar a índice apretaban el pezón izquierdo aquella lengua recorría su pezón derecho.

Gimió.

Su tío tenía razón, esto era rico. Dolía un poco, pero era rico.

Rodolfo estaba completamente extasiado, tenía uno de aquellos preciosos senos en su boca y el otro en su mano y cada vez que succionaba o apretaba el otro pezón sentía el suave temblor de su sobrina que con los ojos cerrados y los labios entreabiertos gemía.

Dejó el pezón derecho y sus anhelantes labios se apoderaron del pezón izquierdo, mientras que Adela al sentir la succión gimió más fuerte y apoyó su mano en el cabello de su tío.

No quería que siguiera y a la vez deseaba que le siguiera haciendo aquello tan rico.

La mano derecha de Rodolfo bajó a la larga falda y comenzó a tirarla hacia arriba, sin soltar de su boca su dulce presa giró la cabeza para ver como quedaban al descubierto aquellas hermosas piernas.

Cuando estuvo suficientemente levantada la falda posó su mano en los suaves muslos cubiertos por aquella ropa interior larga, aún así a través de la tela podía percibir como temblaba la pequeña al sentir por primera vez una mano de hombre tocándola tan íntimamente.

Subió su mano rumbo a su dulce entrada y al ver que sin darse cuenta ella presionaba las piernas soltó su seno, fue en busca de sus labios y le murmuró :

Separa tus piernas bebé… así chiquita… separa un poquito mas… tranquila preciosa… así… separa

Y cuando sus dedos llegaron justo al lugar donde la pequeña tenía sus labios vaginales y comenzó a acariciarlos sobre la tela con la lengua penetró en su boca.

Si sus dedos hacían movimientos circulares en su vagina su lengua los repetía dentro de la boca de Adela, si los dedos hacían presión la lengua entraba y salía de la boca de Adela anticipándole lo que vendría.

Las piernas de Adela temblaban y Rodolfo logró sentir que la tela sobre la vagina de su sobrina estaba húmeda, si, húmeda… deliciosamente húmeda y cálida

Siguió sobando cubriendo con sus dedos toda la zona donde debería estar su clítoris y presionando con la punta de los dedos como si estos quisieran entrar, incluso a través de la húmeda tela.

Soltó la boca de Adela y le murmuró :

Cuando un esposo y su mujer forman un solo ser es el esposo el que entra en el cuerpo de la esposa. Voy a entrar en ti con mi lengua, con mis dedos y con… algo mas que te va a encantar. ¿Sabes por donde entraré en ti?

Por don…de tío, murmuró la dulce Adela apenas en un susurro

Primero por tu boquita.

Y dicho aquello bajó la boca a los labios de Adela y metió su lengua en la boca de su sobrina jugueteando con su lengua por unos momentos.

Mientras tanto sus dedos seguían el jugueteo sobre su vagina y la tela de la ropa interior estaba ahora claramente mojada.

Luego por tu… conchita

Y al decir aquello su mano presionó fuertemente haciendo que la pequeña Adela diera un respingo.

Y finalmente entraré por tu culito.

Y una vez que dijo esto la volvió a besar anhelantemente mientras tanto deslizó su mano izquierda bajo las nalgas de Adela y agarró firmemente una de ellas separándola de la otra.

Se separó un poco de ella y mirándola fijamente a los ojos le dijo :

Ahora preciosa, te enseñaré como se siente una lengua dentro de esa preciosa conchita tuya.

Y diciendo aquello se arrodilló y comenzó a bajar la ropa interior de la dulce Adela que tendida sobre el heno con los senos al aire le miraba con un poco de temor ante lo desconocido

Las tranquilizadoras palabras de Rodolfo resonaban en la cabeza de Adela, una vez mas ella cerró los ojos y se dejó hacer.

Continuará

Pronto pronto les mostraré el siguiente Capítulo.

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