Adaptaciones y reformas- madrid

En este capítulo se cuenta el comienzo de la relación entre Pepe y su amigo Blay, así como la experiencia sexual entre los cinco trabajadores de la cuadrilla

Anoche fue el día del orgullo gay en Madrid. Este relato os lo dedico a todos vosotros con todo mi amor y reivindicaciones. Va por vosotros.

ADAPTACIONES Y REFORMAS

MADRID

Viajamos los cinco en una furgoneta de la empresa y nos alojamos en un piso en las afueras de Madrid. Como he comentado en el capítulo anterior, Blay y yo nos instalamos en una habitación, Yuri y Boris en otra (me planteé si deberíamos reforzar los somieres por el peso que tendrían que soportar), Sufi dormiría en el sofá-cama del salón pero Blay y yo le dejamos sitio en nuestro armario para que guardara sus enseres.

Comenzamos a trabajar como bestias reformando los apartamentos. Por la noche caíamos a plomo. Así un día tras otro. Los fines de semana Blay y yo nos íbamos a Chueca a bailar o a ligar. No se nos daba mal la verdad. De vez en cuando hacíamos el amor en nuestra habitación. Ya os he contado que no eramos novios ni estábamos enamorados, eramos unos grandes amigos que de vez en cuando follábamos.

La vida que hacían los otros tres la desconocía, pero me daba que era bastante aburrida.

BLAY

Como ya he comentado, a Blay le conocía desde el colegio. Desde jovencito no se cortaba en decir que le gustaba este chico o este otro. No ocultó nunca su lado homosexual. Lo admiraba por su valentía. Alguna vez tuve que salir en su defensa y, aunque yo era menudo, el nervio que tenía me hacía tener una fuerza que los demás desconocían. Me hice respetar y que respetaran a mi amigo.

Nos hicimos uña y carne. Blay desconfiaba de si mismo porque creía que no era lo suficientemente atractivo y eso era mentira. Era más alto que yo, algo más entrado en carne pero no era gordo. Ya de joven comenzó a desarrollarse más rápido que los demás y su cuerpo se fue cubriendo de vello.

Blay tenía el pelo castaño, los ojos grandes y de color del café, la nariz pequeña y perfecta, los labios carnosos y rosados. Era una auténtica dulzura, educado, cariñoso, afectivo y muy simpático. Era adorable...Perdón; es adorable y todo el mundo le tiene cariño, pero el muy tonto está acomplejado porque dice que es gordo. No es verdad, lo que pasa es que a mi lado lo parece, pero es que yo soy muy menudo y fibrado.

Un día le puse delante de un espejo, le dije que se desnudara y se mirara - Dime que ves - le pregunté

Se calló. Y entonces le dije lo que yo veía. Luego se volvió a mi, me abrazó y me besó. - Eres el mejor amigo del mundo y te quiero.

  • Yo también te quiero Blay, eres lo mejor que me ha pasado-. Y era verdad. El calor de su cuerpo y el contacto con su vello protector hizo que mi polla brincara. Sus ojos se humedecieron y me miraba fijamente. -No seas tonto Blay, sabes que es verdad-.

  • Lo se y por eso me emociono, no sabes lo mucho que te quiero. Me gustaría que fueras gay y hacer el amor contigo.

Me callé. Le besé en la mejilla.

Así siguió nuestra historia hasta que aquella noche de San Juan le confesé mi condición sexual. Le pedí disculpas, lo entendió y me preguntó si quería hacer el amor con él. Por supuesto le dije que sí. Ya había sido desvirgado por mi padre y ahora quería probar con mi amigo del alma. Las dos personas que más quería en el mundo.

Nos adentramos en las dunas, nos sentamos, Blay puso su brazo sobre mis hombros y me miró a los ojos. Acercamos nuestras caras hasta que los labios se acariciaron, se besaron, se abrieron y dejaron que las lenguas se unieran. Mientras, comencé a acariciar aquel cuerpo que tantas veces había deseado. Su vello era oscuro, liso y suave y mientras nos morreábamos, le apretaba los pechos y bajaba la mano por su estómago hasta el comienzo del pantalón. Nos tumbamos y nos dejamos hacer el uno con el otro. Nos desabrochamos los pantalones, nos metimos la mano para acariciarnos las pollas y los huevos...y nos besábamos.

  • Pepe...para por favor...- Me quedé quieto y le miré. - ¿Quieres follarme?...quiero que me folles tu...necesito que lo hagas...te quiero tanto.

  • Eso suena a declaración.

  • No seas idiota...pero necesito que tu me folles. Lo he deseado siempre y ahora que se que eres gay quiero realizar ese deseo.

  • ¿Aquí?

  • Ven.

Nos fuimos alejando de la zona que gracias a la celebración de San Juan estaba más concurrida de lo normal, hasta llegar a una especie de cabaña abandonada.

Entramos. Me arrinconó contra la pared y me morreó. La suavidad de sus labios, el sabor de su boca, el calor que desprendía su cuerpo, el contacto de su vello en mi pecho lampiño me excitaba a lo bestia. Cuando palpé su entrepierna y noté su pollón como un hierro, gemí en su oído.

El me apretó mis huevos, me quitó la camiseta de un tirón, me desabrochó las bermudas dejándolas caer el suelo. Me abrazó juntando todo su cuerpo al mío, me levantó los brazos para oler mis sobacos, me lamió los pezones y bajó directo a mi tranca para hacerme una mamada. Una mamada de un auténtico experto.

Cuando estaba a punto de correrme, paró de mamar, se levantó y me dijo: -No, Pepe, te he dicho que quiero que me folles. Ahora te toca a ti. Tienes que cumplir.

Le miré a los ojos, le sonreí y asentí con la cabeza.

Yo nunca había follado a un tío pero sabía por experiencia como se hacía.

Le bajé los pantalones y le sobé huevos y polla mientras le morreaba. Cuando ya estaba más que empalmado, le di la vuelta, apoyó los brazos en la pared y se abrió de piernas. Bajé hasta su culo, le abrí las nalgas para dejar al aire su ojete cubierto de vello, lo retiré con los dedos y comencé a lamerle, se lo abría con las manos y metía la punta de la lengua dándole pequeños lametazos en el centro y alrededor. Blay gemía y yo lamía. Escupí en el centro y jugué con los dedos para dilatarlo. Al cabrón lo habían follado más veces porque mis dedos entraban con facilidad y los gemidos de placer le delataban. Todo esto me excitaba en extremo.

Me levanté y le susurré al oído: -Blay...te voy a follar.

-Toma... ponte esto...- Me dio un preservativo y un pequeño frasco - El frasco es de lubricante. Úntate bien.

Le obedecí y puse la punta de mi cipote en su culo dilatado. Hice un poco fuerza y su ano absorbió mi polla con tanta facilidad que me sorprendió. Le abracé y mientras mi cipote entraba y salía, busqué sus pezones bajo la mata de vello que los cubría, agarré sus huevazos y pajeé su tranca. Blay gemía de placer y pedía más y yo le follaba cada vez con más fuerza hasta que estuve a punto de correrme. Le avisé y entonces me dijo que me corriera en su boca. Se giró, se agachó y metió mi miembro en su boca. A la segunda mamada me corrí dentro de el y mi amigo se tragó toda la lechada. Mientras yo eyaculaba y el tragaba, se corrió sin tocarse. Luego se levantó, me abrazó y me morreó. El sabor de mi lefa y su saliva me dejó un gusto placentero.

A partir de ese momento, Blay y yo hicimos el amor en muchas ocasiones. Nos queríamos muchísimo pero nunca fuimos novios ni nos enamoramos. Eramos los mejores amigos del mundo y nos compenetrábamos perfectamente con el sexo.

MADRID

Las jornadas de trabajo eran largas y agotadoras. Por la noche caíamos como fardos en la cama. Los fines de semana salíamos de juerga a locales de ambiente. Había veces que ligábamos pero cuando no lo hacíamos, nos lo montábamos entre los dos en la habitación.

Un sábado por la noche decidimos darnos una ducha juntos. No era la primera vez que lo hacíamos. Nos gustaba enjabonarnos y...

Estábamos a lo nuestro cuando noté una presencia en el cuarto de baño. Sufi estaba sentado en el retrete mirando como Blay me la mamaba. Estaba con la mirada fija en nosotros y con el calzoncillo como una tienda de campaña.

Sufi era igual de alto que Blay pero más delgado, de piel oscura, ojos negros y profundos, bigote espeso y pelo ensortijado al igual que el abundante vello que le cubría el cuerpo. Era un magnífico ejemplar.

Le miré, le sonreí e hice ademán de que entrara en la ducha. Sufi se levantó, se quitó aquel calzoncillo de algodón pasado de moda dejando al aire una tranca de muy buen tamaño y de piel negra. Destacaba su capullo de un color rosa pálido en contraste con la oscuridad de la piel. Unos pequeños cojones negros se le pegaban casi al perineo. Se acercó y entró en la ducha. Blay no pudo contener su deseo y se metió la polla del moro en la boca mientras suspiraba de placer. Yo no pude contener la curiosidad de saber como se besaba a un hombre con bigote (nunca lo había hecho), y mientras le mamaban yo le morreaba. La sensación era nueva pero me gustaba como ese pelo duro me rascaba los labios y el cuello. Su lengua acariciaba la mía, su punta jugaba con la mía produciéndome un cosquilleo maravilloso.

Blay se levantó, nos dimos lengua los tres, se dio la vuelta y le dijo a Sufi que quería esa verga en su culo a lo que el moro accedió encantado. La polla negra que estaba en su mejor momento fue abducida por el culo de Blay. Por un momento no sabía que hacer, pero luego decidí que no iba a quedarme en dique seco así que me unte mi cipote de gel, me acerqué al moro, abrí sus nalgas, el abrió sus piernas para darme permiso, retiré el áspero vello de su entrada y le follé.

Blay gemía como si no le hubieran follado nunca. La tranca negra entraba y salía de su agujero. Yo busque los dos botones rosados de sus pezones que ya había visto anteriormente y me apetecían con locura y los pellizcaba y tiraba de ellos para hacerle daño. Sufi gemía de placer y yo también. Tres tíos follando en la ducha y dando rienda suelta a sus gemidos era un espectáculo digno de verse.

Tan digno de verse que en un momento divisé que Boris y Yuri estaban en la puerta mirándonos. Le habíamos despertado. El georgiano estaba en pelotas y se sobaba el inmenso miembro que la naturaleza le había regalado. Boris se acariciaba los genitales por encima de su calzoncillo turquesa bordeado de elástico amarillo. Dentro de aquel slip, luchaba por salir una longaniza de buen tamaño y grosor que dejaba una mancha de baba en su prisión.

Salí del moro, y le dije a Yuri que si quería reemplazarme. Sin decir una palabra, el gigante rubio acompañado de su ariete entró en la ducha. Yo me acerqué a la belleza morena que seguía en la puerta, le apreté el paquete oculto. Se dejó hacer. Luego le metí la mano por la abertura lateral hasta llegar al objeto deseado, enorme, caliente, duro y babeante. Suspiró. Le pajeé lentamente y se dejaba hacer. - Vamos a la cama -, propuse. Sin decir palabra fue hacia su cuarto y yo le seguí.

-Túmbate en la cama -, le dije y el me obedeció.

Me quedé atontado al ver a aquel maravilloso gigante tumbado boca arriba y a mi entera disposición. Los dioses me estaban premiando, no se porque, pero eso era un regalo.

Aquel era el auténtico ejemplar del macho humano, muy alto y muy fuerte. Le había observado mientras trabajaba y ejercitaba su musculatura, cuando se vestía o desvestía, cuando salía de la ducha con la toalla anudada en la cintura, cuando se rasuraba todo el vello de su cuerpo al tres (porque el vello espeso le hacía sudar y luego olía mal... ya te digo), y no tengo que deciros las sensaciones que me hacía sentir aquella barba oscura también rasurada al tres y el pelo negro tirante que terminaba en una coleta como si fuera un semental equino.

Ese hermoso animal de piel blanca aterciopelado en negro se me ofrecía en la cama, con los brazos bajo su nuca enseñando sus rasurados sobacos y con un pollón cubierto de un maravilloso slip turquesa ribeteado de amarillo.

Me subí a la cama y me senté a horcajadas sobre el. Apoyé mi culo sobre su paquete y comencé a acariciarle el pecho, a apretarle los pezones, me incliné sobre sus axilas para lamerlas y probar su sabor, le mordí los hombros, el cuello y las orejas. Boris se retorcía de placer, pero cuando le iba a morrear, me hizo la cobra y me dijo que en la boca no. - Vale, vale...pero en todo lo demás sí?-. Asintió con la cabeza. - Bien...bien...hoy vas a ser mi semental y yo te voy a cabalgar.

Comencé a lamerle todo el cuerpo en dirección a la cintura. Me sonreí el oír gemidos y sonidos guturales que llegaban desde el baño (Aquellos tres se lo estaban pasando de miedo). Llegué hasta la mordaza genital y rebocé mi cara en el bulto, lo olí, lo mordí, lo besé y luego se lo quité con cuidado dejando salir el regalo que tenía guardado para mi. Bajé los calzoncillos por sus piernas hasta quitárselo, le besé y lamí los pies, los dedos, la planta, el empeine y fui subiendo por las piernas hasta llegar a sus rapados huevos, que olí, mordí y lamí. Dejé para el final el inmenso cipote que ya le humedecía los abdominales, recorrí con la lengua toda su extensión deteniéndome en las gruesas venas que le decoraban el cetro hasta llegar al frenillo. La punta de mi lengua se detuvo allí para lamerle con esmero antes de iniciar la gran mamada. Luego mi lengua lamió el glande en círculos saboreando sus efluvios hasta que llegó a la punta y se entretuvo en el agujero por donde manaba el líquido. A continuación me metí el capullo en la boca y comencé a mamar. El macho se revolcaba de placer y yo era feliz de hacerle sentir esa sensación.

Cuando noté que estaba a punto, me senté sobre él dejando que la punta de su cipote me acariciara el ojete, me moví lascivamente para darme placer y abrir mi ojal poco a poco. Meter aquel instrumento iba a ser complicado, pero era un trabajo de Hércules al que no iba a renunciar.

Le enfundé un preservativo como pude y embadurné de lubricante su cipote y mi ano, metiéndome tres dedos. Puse su capullo en mi entrada y comencé a meter aquel enorme instrumento. Hice un ejercicio de relajamiento cercano al yoga para dilatarme y el monstruo comenzó a entrar. Mi cuerpo menudo fue recibiendo a la boa constrictor de mi macho con dolor pero con paciencia y relajación fue entrando poco a poco hasta que me senté en su vientre. Ya estaba dentro. Lo había conseguido. Ahora, a disfrutar de la follada.

Fue bestial. Inicié la subida y bajada por aquel poste que me taladraba, no conseguí en ningún momento llegar a sacarla del todo gracias a la longitud de la bestia pero según me relajaba y le cabalgaba iba sintiendo un placer como nunca había sentido. Era como un éxtasis sin fin. Mi ano se había acoplado y parecía que le besaba, que le mamaba. Mi culo había tomado vida propia para seducir y amara a la pitón que le invadía y enviarme señales al cerebro para que el sentimiento de placer fuera un volcán.

Mi cabalgada surtió efecto y se corrió dentro de mi. Al notar como se tensaba su cuerpo, como sus pezones se irguieron, como su cara enrojeció y las venas se le marcaron, me corrí soltando trallazos sobre su cuello, pecho y abdomen.

Nos fuimos calmando. Se fue relajando y noté como su pollón se iba contrayendo y saliendo de mi culo. Me excité de tal manera que solté un chorro de semen que no sabía de donde podría salir. Cuando quedé liberado, le lamí toda mi lefa de su cuerpo.

Me agarró y me abrazó a él. Aquello era lo máximo que podía pedir...pero no...aún hubo más...me besó en los labios y metió nuestras lenguas se lamieron.

  • ¿No decías que en la boca no?

  • Ya... pero ahora si...ahora si...me has hecho muy feliz.

Nos quedamos juntos un rato y cuando comencé a oír como su respiración se hacía más fuerte y acompasada, me levante para mear y limpiarme. Me di cuenta de que ya no se oía ruido en toda la casa. Fui a la habitación y me encontré a Blay, entre Sufi y Yuri durmiendo como troncos y abrazados los unos con los otros. Me dio ternura. Meé y me acosté con Boris.

Entre sueños me besó, me abrazó y me susurró -... Mi niño.

A partir de ese día la estancia en Madrid, aunque dura en el trabajo, ha sido una auténtica delicia para los cinco.