Actualización Sobre Sary
Algunos detalles importantes para que la saga de Sary continúe
Muchísimas gracias de nuevo, y les dejo con el relato ;")
Sus embestidas eran cada vez más intensas.
Le tenía dentro. Le sentía salir y entrar de mi culito mientras yo a cuatro patas, sobre l cama, no paraba de gemir, casi de gritar.
-Cállate.- Me ordenó Pedro, y me tiró de la correa que me había puesto alrededor del cuello. Aquella noche era su perra, él lo había decidido así.
Cerré la boca e hice esfuerzos sobrehumanos para no gemir, pero él, listo y malo, empezó a cambiar los ritmos con que me penetraba. Lo hacía muy rápido y de repente paraba, se detenía en seco y dejaba la punta de su polla dura y caliente justo a la entrada de mi agujerito, para que el deseo de volver a tenerle dentro me hiciese hablar, me hiciese suplicarle que me la volviese a meter, y así desobedecerle y que me pudiera castigar.
Le salió bien la jugada. Al notar el tacto de su dureza contra mi culito abierto que deseaba seguir siendo follado, no pude evitarlo, y le pedí:
-Por Favor Pedro, hazme lo que quieras pero no pares de follarme por favor.
-Chica mala.- Me respondió él. -¿No te dije que no hablaras?
Lo dijo con tono enfadado, pero al alzar los ojos vi como sonreía, contento de que no hubiese podido evitar desobederle al tenerme loca por su polla.
-Voy a tener que castigarte.
Dicho esto empezó a darme azotes con la correa que yo seguía teniendo amarrada al cuello. No eran fuertes, pero tampoco suaves. Pedro manejaba la correa con la precisión de un maestro dejando el golpe justo en el dorde que diferenciaba el placer del dolor, y mientras me iba pegando por todo mi cuerpo completamente desnudo, se iba masturbando.
Era la primera vez en mi vida que jugaba a un juego de rol en el sexo, y la verdad es que me estaba encantando. Me hacía sentir sucia y deseada al mismo tiempo.
Pedro dejó los azotes y empezó a tirar de la correa hacia abajo. Tardé un momento en comprender que quería que me bajase de la cama y me arrodillase delante de él.
No tuve tiempo de prepararme para nada. En cuanto me puse de rodillas y alcé la vista, creyendo que quería que le hiciese una mamada, empezó a correrse por toda mi cara en una corrida inmensa mientras el grito de su orgasmo se elevaba cada vez más.
Su semen me chorreaba por toda la cara, pero antes de que cayese al suelo lo recogí con las manos y empecé a comérmelo bajo la mirada complacida de Pedro.
-Ummm.- Le dije mientras saboreaba aquel delicioso manjar. - Si me hubieses avisado no se habría desperdiciado tanto.- Y puse cara de falsa niña buena a la que le han negado un capricho altamente deseado.
-Oh Sara no te preocupes, no se ha desperdiciado tanto.- Me dijo mientras tiraba de la correa y acercaba mi cara de nuevo a su polla.
Entonces pude verlo. Su polla estaba bastante llena de semen aún, y además le había chorreado por la pierna y le había manchado la mano.
-Límpialo todo. Las perras buenas no ensucian Sara.
Me metió los dedos llenos de su leche en la boca, uno a uno. Los lamí con fruición, con las mismas ganas que ponía cuando le chupaba su maravillosa polla, luego limpié con mi lengua el semen de sus piernas, despacito para disfrutar todo lo posible de aquel sabor celestial, y, cuando fui a limpiarle la polla, me agarró, se empezó a masturbar y volvió a correrse sobre mi cara. Solo entonces me dejó que le limpiase la polla.
Me levanté, dispuesta a ir al baño a arreglarme un poco, o mejor dicho, a recomponerme un poco cuando un tirón de la correa de Pedro me volvió a poner de rodillas frente a él.
-Aún no hemos terminado.
Sacó la cámara de fotos y empezó a hacerme fotografías desde todos los ángulos posibles. Yo ponía cara de niña buena con toda la cara llena de leche para él, me ponía en posturas sexys, me iba metiendo el semen que había desparramado por mi cara en la boca y me hacía fotos jugando con la lengua y la boca llena de semen, e incluso me hizo varias fotos comiendole la polla de nuevo.
Me estaba sintiendo como una actriz porno, y aunque debería estar cansada despúes de la sesión de sexo tan intensa, yo aún tenía hambre de polla, así que, decidida a que Pedro se corriese por tercera vez, empecé a hacerle una mamada rápida de esas que tanto le gustaban. Con una mano le acariciaba los huevos mientras que con la otra le agarraba bien la cintura para que no escapase.
Tras un tiempo así, noté como se me llenaba la boca de su sabor, de su leche caliente, de su regalo para mi. Y les aseguro que me lo tragué todo sin desperdiciar ni una gota porque, como había dicho Pedro, las perras buenas no ensucian.