Actos Lidia
Historia de Lidia
Actos Lidia
Tengo en mis brazos a mi hija y miro como su padre estudia en su despacho, un médico siempre tiene que estar aprendiendo dice. Mi hija Isabella ríe y yo me siento afortunada de tener a las dos personas más maravillosas a mi lado, eso también me hace mirar al pasado. Cuando era una niña, Mario era mi vecino y por aquel entonces mi mejor amigo. No tenía nada que ver con la persona ególatra en la que se había convertido en estos tiempos.
Por aquel entonces, era un chico tímido y muy retraído, acomplejado por su altura y gran envergadura, yo conocí la mejor versión de Mario. Por desgracia esa versión fue muriendo con el pasar de los años y haciendo caso a muy malos consejos, todavía recuerdo cuando para el yo era más que un cuerpo y una cara bonitos y me tenía en cuenta como ser humano pero sobre todo como mujer.
Mario una noche lluviosa me pidió salir después de no atreverse a hacerlo durante buena parte de la tarde, no era capaz de darse cuenta de que yo sentía lo mismo que él. Cuando le dije que si se le iluminaron los ojos y su sonrisa no se me olvidara en la vida, por aquel entonces éramos gente normal en la escuela. Yo solo existía para él, ese cambio cuando se empezó a dar cuenta que no era indiferente para las otras chicas.
Su carácter fue cambiando poquito a poquito, los cambios eran imperceptibles para los demás, pero para mí no lo eran. De repente quería que vistiera con ropa más ajustada y se enfadaba conmigo cuando no le hacía caso y me vestía con lo que yo quería, se apuntó a un gimnasio y allí conoció a gente que le llenaron la cabeza de pájaros. Yo cada vez estaba más desencantada y con el pasar del tiempo empezamos en el instituto.
Por aquel entonces vinieron dos nuevos alumnos a nuestra clase, pues la mayoría éramos conocidos de la escuela. Eran dos hermanos llamados Esther y Héctor, Esther era el centro de atención y le gustaba serlo. Héctor pasaba mucho más desapercibido, pero vi algo en el que me llamo la atención. Esther enseguida se unió a la pandilla, se acercó a mí queriendo ser mi amiga, pero lo que quería era el estatus que mi novio me había dado a ojos de los demás.
Era un estatus al que yo no daba ninguna importancia, a ojos de los demás parecíamos las mejores amigas, pero yo no me fiaba de ella. Sabía perfectamente que su intención era follarse a Mario, otra cosa que no entendía de ella, era esa forma de ensañarse con su hermano. Eso hizo que Mario se fijara en ella, todos se reían y participaban en él machaque a Héctor. Mario y yo tuvimos más de una bronca por esa causa.
Una vez pregunte a Esther el porqué ese ensañamiento con su hermano, era algo que no entendía.
• Es fácil – dijo ella.
• ¿Fácil? – pregunté.
• Mi hermano es un pardillo y Mario lo ha elegido como saco de boxeo, si lo machaco eso me ara ganar puntos con él.
• ¡Pero es tu hermano! – dije muy enfadada.
• Siempre será mi hermano – dijo con todo el cinismo del mundo.
Me fijé que Héctor había hecho buenas migas con una nueva chica que había sido trasladada al instituto en último momento, reconozco que sentí algo parecido a los celos. Esa mujer se me había adelantado, pero lo veía tan feliz a su lado que decidí que lo mejor que podía hacer era mantenerme al margen, pero algo me decía dentro de mí que ese podía ser el chico que me haría feliz.
El jarro de agua fría para mí fue cuando me entere de que Teresa (así se llamaba la chica) y Héctor habían empezado a salir. Tengo que reconocer que me dolió, mi relación con Mario era inexistente. Eso era algo que también me dolía mucho, pero las cosas cambian y no siempre es a nuestro gusto, Con el pasar de las semanas me di cuenta de que Héctor si estaba feliz, pero a Teresa no se le veía en la misma sintonía. Cada vez que veía a Mario sus ojos se iluminaban como tendrían que iluminársele con Héctor.
Mario decidió dar una fiesta, yo no tenía cuerpo para fiestas. Esa mañana estuve buscándole para dar nuestra relación por terminada, ya no nos unía nada. Entonces le escuché hablar con Esther, estaban hablando en darle la lección de su vida a Héctor.
• ¿Qué vais a hacer a Héctor? – pregunte muy seria.
• Ponerlo en su sitio amor – dijo Mario riéndose.
• Mi hermanito tiene que aprender – dijo Esther también riéndose.
Yo cogí del brazo a Mario y le dije.
• Déjale en paz, ¡prométemelo! – dije muy enfadada.
• A ver si ahora a mi novia le interesa el pardillo – dijo Mario riéndose a mandíbula partida.
• Tal vez, él me recuerda a un buen chico que conocía hace años y hace mucho que no lo he vuelto a ver – después de decir esto me di media vuelta, dejando a Mario con la palabra en la boca.
Mario solía cortarse cuando sabía que algo me podía sentar mal, pero esta vez tenía la sensación de que no detendría sus planes. Cortar con él podría esperar, tenía que estar en esa fiesta. Temía que lo que tenían preparado para Héctor podría hacerle mucho daño, llego el día de la fiesta y en casa de Mario se juntó lo peor del barrio, yo me dedique a dar vueltas, solo me dedique a hablar con un par de personas que eran lo más normal de esa fiesta.
En un momento dado, mire por la ventana y allí lo vi. Era Héctor que estaba sentado en el jardín con una cerveza en la mano, con nervios decidí acercarme a él. No podía perder esta oportunidad de hablar con él, me senté a su lado y le dije.
• Veo que nos han dejado solos.
Héctor levantó la cabeza y su mirada era de una amargura total, pensó que me estaba riendo de él y así me lo hizo saber, yo muy decidida le hice saber que no me estaba cachondeando de él y que de verdad era la mejor compañía de la fiesta, entonces alguien se me acerco y me dijo.
• Lidia Mario y Esther se están follando a la chica que ha venido con este chico.
• ¿Dónde están? – pregunte con mucha rabia
• En una habitación de invitados de tu novio Mario – dijo el chico.
• ¿Novio?, ese ser despreciable ha dejado de ser nada mío – espeté llena de ira.
Agarre de la mano a Héctor y subimos a esa habitación, abrí la puerta de una patada y lo que vimos no tenía nombre. La novia de Héctor estaba a cuatro patas y Mario le daba con fuerza desde atrás, lo que peor me sentó fue ver a Esther participando en ese acto que iba a destruir a su hermano. Les pregunté si se lo estaban pasando bien los cabrones.
Entonces Mario riéndose dijo que lo único que estaban haciendo era dejar en su sitio al mierdecilla. Me dispuse a arrancar para sacudirle el polvo a mi exnovio, cuando vi una sombra adelantarme por la izquierda y sacudirle un buen puñetazo a Mario. Este se cayó de la cama, arrastrando a la exnovia de Héctor. Sabía que Mario no se quedaría quieto y no pude impedir que este le diera un puñetazo a Héctor que lo mando a volar contra un armario, cuando arranco otra vez para volver a pegar a Héctor me interpuse entre los dos.
Yo era cinturón negro en Krav Maga, aprendí desde que era una jovencita pues el barrio donde vivo con mi tío es muy peligroso. Mario se detuvo en seco, sabía que podía hacerle mucho daño, entonces mire a Esther y le espete lo más frió que pude. Había pasado por alto comportamientos de esos de los dos, pero eso ya se había acabado, les dejé claro que estaban muertos para mí.
Después miré a la exnovia de Héctor y le dije que cambio oro por mierda, no me pareció mala chica, se le veía realmente arrepentida y muy avergonzada. Tal vez tendría que haber sido más sincera con Héctor y con ella misma, mire la muñeca de Héctor y estaba muy hinchada. Decidí que lo mejor seria llevarlo a urgencias a que le hicieran unas placas y ver si se lo había roto.
Lo que tenía roto Héctor era el corazón, en un momento dado no pudo evitar ponerse a llorar por la pura rabia. Lo abrace con fuerza e intente darle todo mi calor y ánimo, tardaron un par de horas, pero al final le dieron los resultados. Tenía una fisura en la muñeca y le pondrían una célula para inmovilizársela, una vez fuera decidí invitarle al restaurante de mi tío. El dolor de muñeca no sé, pero hacia una tarta de queso que curaba hasta la mayor herida del alma, de lo buena que estaba.
Al entrar mi tío le acogió como si fuera de la familia, él también vio algo en Héctor. Igual que Mario no le gusto nunca, Héctor le cayó bien desde el principio y él no solía confundirse. Me lo estaba pasando tan bien con Héctor que cuando llego la hora de la despedida me sentí muy triste, pero decidí darle un beso en su adolorida mejilla y mi teléfono. Se puso rojo como un tomate y yo le dije mientras me reía que no tardara en llamarme.
Héctor era mucho mejor de lo que me lo había imaginado, en esa noche consiguió que me enamorará de el hasta el tuétano, me llamo y quedamos para tomar un café, entonces me contó lo ocurrido con sus padres y como había alquilado un pequeño piso. El día que me lo enseño, me pareció muy bonito y acogedor, pero lo mejor fue cuando me dio unja copia de las llaves.
Los meses pasaron y el instituto término para dar paso a la universidad, yo me matriculé en arquitectura y Héctor en medicina. Nuestra relación era de novios, pero nos faltaba algo y era hacer el amor. Sabía que Héctor estaba cohibido y decidí darle todo el tiempo posible para que no se agobiara, una noche decidí invitarle a cenar en el restaurante de mi tío y después llevármelo a bailar. Mi tío nos sirvió una cena de lo más exquisita, yo no iba con ninguna intención. Lo que tuviera que surgir que surgiera, lo lleve a un local de esos de moda y me puse a bailar en la mitad de la pista de baile. Nada exagerado, Héctor me miraba desde la barra donde había ido a pedir nuestras bebidas.
Me entraron hombres de todas las edades, yo los despaché con educación pero dejando las cosas claras. Solo tuve que ponerme seria con uno de ellos, el tío se pensó que estaba demasiado bueno para que lo rechazara. Levanto la mano a Héctor y yo se la agarré de la articulación, no tenía intención de rompérselo, pero podría haberlo hecho. Espere a que los de seguridad llegaran entre los quejidos de dolor de aquel hombre, el encargado del local fue muy amable y nos invitó a un par de copas.
Nos dirigimos a mi piso, este estaba encima del restaurante de mi tío. Mi piso era pequeño como el de Héctor, él lo miraba todo. Cuando me baje el vestido y le enseñe el conjunto de ropa interior negro semitransparente que me compre para esa ocasión, Héctor dejo de mirar a nada que no fuera yo. Me acerque a él y le dije que estuviera tranquilo y que me dejara hacer a mí, me agache y le empecé a lamer la polla, desde la base hasta la punta.
Note como hacía verdaderos esfuerzos para no correrse, no pudo aguantar más y le mire a los ojos mientras me tragaba toda su corrida, le mire con la mirada llena de lujuria y placer. A Héctor se le levantó otra vez y se le puso como el titanio, lo senté en el sofá y me fui metiendo su polla poco a poco. Quería disfrutar de cada centímetro que entraba y del placer que esto me producía, jamás en mi vida había disfrutado como lo estaba haciendo en ese momento.
Me acerqué a él hasta que mis pechos se aplastaron contra el suyo y acercando mis labios a su oído, le dije lo enamorada que estaba de él, lo mucho que me alegraba de haberle conocido en esa nefasta fiesta y que esperaba que él sintiera lo mismo. Él me dijo que como no lo iba a sentir si era la mujer más adorable que había conocido, eso nos dio rienda suelta y terminamos follando de forma muy fogosa y placentera.
Ese fue el espaldarazo a nuestra relación, la carrera fue pasando y yo terminé arquitectura con las mejores notas y con un muy buen trabajo, Héctor se especializó en oncología, bromeaba diciendo que le quedaba mucho para llamarse médico, pero que no dejaría de intentarlo hasta conseguirlo. Los padres y hermana de Héctor intentaban hacer un acercamiento que este rechazaba una y otra vez.
• Héctor, no puedes huir de esto para siempre, son tu familia – le dije.
• No quiero sentarme en una mesa donde me van a caer todos los reproches del mundo – dijo él.
• Esta vez no iras solo, estarás conmigo.
No conocía a los padres de Héctor, pero Esther había dado un cambio de ciento ochenta grados, más adelante nos enteramos del porqué de ese cambio, la cena fue muy agradable y la terminamos todos riendo, pero veía en Héctor que algo se había roto.
Sobre todo con su hermana, demasiado dolor y rencor por todas las humillaciones que le había hecho pasar. Si os soy sincera, no sé si alguna vez serán Hermanos de verdad. Yo por mi parte estaba inmersa en un gran proyecto que se había culminado hacía poco, me invitaron a una fiesta para celebrarlo y se lo dije a Héctor este acepto encantado. Cuando llegamos a la fiesta nos dimos cuenta de que el organizador, no era otro que el padre de Mario. Mario trabajaba para él, en vete a saber qué.
Mario se acercó a donde nosotros con aparente amabilidad, pero todo era una fachada. Lo que de verdad quería era acercarse a mí para volver a humillar a Héctor, demostrando que él es el macho Alpha y que Héctor debía lamer sus zapatos.
• Se te ve muy guapa Lidia – dijo Mario.
• De ti no se puede decir lo mismo – le dije en forma gélida.
• Seguro que no se te ha olvidado esto, lo que es un hombre de verdad – dijo Mario mofándose.
• El hombre de verdad lo tengo durante todo el día y sobre todo a las noches, siento decírtelo, pero tú te crees mucho más de lo que eres.
De repente empecé a encontrarme muy mal, todo me empezó a dar vueltas y notaba que mis piernas no me sostenían, perdí el conocimiento y volví en sí dentro de una ambulancia. Me asuste mucho, pero allí tenía a Héctor agarrando mi mano. Aunque cagada de miedo, saber que lo tenía conmigo me daba fuerzas. No tardamos mucho en llegar, de allí me llevaron hacer una serie de pruebas, me sacaron placas y un análisis de sangre.
Después de eso me ingresaron en una habitación y a la mañana siguiente me dijeron los resultados de las pruebas, tenía cáncer de pulmón, no sabría explicar con palabras lo que sentí en ese momento, miedo, ganas de luchar y superarlo y después otra vez un miedo atroz. Si tenía algo claro era que lucharía, por mi tío, por Héctor y sobre todo por mí, si esta enfermedad decidía que tenía que matarme le daría el mayor trabajo del mundo.
Héctor y mi tío no se separaron de mí ni un minuto, se turnaban las noches para pasarlas conmigo, después de hacerme las últimas pruebas, hable con la oncóloga que llevaría mi caso, me explico que tipo de radioterapia y quimioterapia me darían, estaría ingresada una semana y descansaría la siguiente. La radioterapia fue dura, pero ni punto de comparación con la quimioterapia.
Con la quimioterapia no me entraba nada, cada vez que intentaba comer algo lo vomitaba, Héctor era incansable, siempre con su mano sujetando la mía. Esther subió en un par de ocasiones, pero no era capaz de disimular la repulsión que sentía por mi aspecto y por verme vomitar después de una sesión de quimioterapia. La decepción que vi en los ojos de Héctor hacia su hermana me partieron el alma, sabia que ese era el final de esa relación para siempre.
Una de las veces no me dieron ni la sesión de quimio, ni la de radio. Mis plaquetas y defensas estaban bajísimas y me dijeron que esa semana descansaría. Esa misma tarde una avergonzada y miedosa Teresa toco mi puerta y yo con una sonrisa le dije que entrara.
• Tal vez no quieras que esté aquí Lidia, pero quería saber como estabas.
• Lo que paso está olvidada Teresa, me alegra que vengas, aparte de Héctor y mi tío, no viene nadie más, ¿cómo te va la vida Teresa?
La pobre me contó que Mario la contrato y para qué la contrato, no podía entender como aquel chico que conocí hace años, se había convertido en un ser tan despreciable. Teresa empezó a subir todas las tardes y yo le recomendé que dejara la empresa de Mario, pero esta me dijo que la estaba chantajeando con un video. Yo le dije que no se preocupara, que seguro que pululaban videos de Mario mucho perores por ahí.
Nos empezamos a reír y me dio la tos, Teresa se levantó y me dio un poco de agua. En ese momento entro Héctor y se quedó mirando a Teresa, esta hizo el ademán de irse y fue cuando Héctor le dijo.
• Por favor quédate, tu compañía hace mucho bien a Lidia – le dijo un sonriente Héctor.
Héctor y ella se fueron a hablar, tenían esa conversación pendiente, yo hice algunas llamadas, le conseguiría un trabajo a Teresa, además de desempolvar un video que guardaba de Mario por si tenía intención de molestarnos a Héctor y a mí. Fueron meses durísimos de quimioterapia, cada vez que vomitaba lo pasaba fatal y empezaba a llorar, entonces Héctor apretó mi mano con fuerza y me dijo.
• Juntos, para lo bueno y para lo malo.
Eso me dio las fuerzas suficientes para encarar las últimas sesiones de quimioterapia con fuerza y la mayor de las esperanzas. Mi oncóloga estaba esperanzada, me hicieron un escáner para ver el resultado del tratamiento y el tumor había remitido, abrace a Héctor y empecé a llorar todo lo que había estado conteniendo durante esos meses. Héctor abrazó a mi tío que hoy en día era más su familia que sus padres y hermana.
Sé que Héctor jamás les perdonara que nos dejaran tirados, cuando más les necesitaba, cuando me veía luchar hasta desfallecer entre lágrimas de los dos. Por suerte hoy me daban el alta y decidí que quería comer en el restaurante de mi tío, me dio de comer como una reina y para mí fue muy bonito ver el momento en el que mi tío lloraba de alegría y Héctor le abrazaba como si fuera su hijo, fue una velada perfecta.
Me fui recuperando poco a poco, mi pelo volvió a crecer, pues me lo rape para las sesiones de quimioterapia. Yo me veía horrible, pero Héctor siempre estaba hay para animarme, esa noche me invito a cenar donde mi tío y me pidió matrimonio. Yo acepte con lágrimas en los ojos y nos besamos apasionadamente.
Decidimos posponer la boda un año, entonces me volvieron a hacer las pruebas y dieron negativas, el tumor no había vuelto a reproducirse y estaba sana. Llego el día de la boda y estaba hecha un flan. Entre a la iglesia del brazo de mi tío, al ver a Héctor tuve que aguantar las lágrimas de alegría. Después de tanto sufrir, estaba a punto de casarme con el hombre que más amaba en este mundo, además tenía una sorpresa guardada para la noche de bodas, le dije que estaba embarazada, su alegría era tanta que eso nos espoleó de tal manera que tuvo que enterarse hasta el conserje del hotel.
Conocer a Héctor ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida, en los días buenos me llena de alegría, en los días malos me llena de fuerza y si algo me ha dejado claro es que siempre poder contar con él.
EPILOGO
Como he dicho tengo a mi pequeña Isabella entre mis brazos y soy muy feliz, el estudio de arquitectura va viento en popa y Teresa está demostrando ser una secretaria de gran nivel, y en el último viaje que hemos hecho a conocido a mi contraparte italiana llamado Carlo. Creo que entre estos dos ha saltado la chispa, el tiempo lo dirá.
Héctor hay sigue, esforzándose como el que más y ganándose ese puesto de doctor, solo desea dos cosas por encima de ese puesto y esas dos cosas somos Isabella y yo.
Mario desapareció y todos especularon si murió o se escapó, se rumoreaba que se folló a la mujer que no debía. Bueno pues yo puedo dar respuesta a esa pregunta, hace unos días me llego una grabación que escuchamos entre Héctor y yo, eran las últimas palabras de Mario. En ella Mario me pedía perdón entre lágrimas, por ser un mal novio y peor amigo, que me quiso mucho y que no se dio cuenta de lo que verdad tenía hasta que lo perdió, después alguien con la voz distorsionada le decía que se pusiera de rodillas, lo último que escuchamos fue un disparo.
Saber que Mario había muerto me entristeció, pero no por el Mario en el que se había convertido, sino por el Mario que yo conocí antes de corromperse como se corrompió, llevamos la grabación a la policía, aunque estos tenían serias dudas de que esa grabación les ayudara a detener al culpable.
Meses después Teresa y yo nos encontramos a Esther trabajando como camarera de hotel, nos miró con odio y cogiendo su carrito desapareció. Al final Esther se había convertido en eso que tanto odiaba y despreciaba, se convirtió en una persona normal anónima y que no destacaba.
Han pasado unos años y me encuentro en el baño después de usar el predictor esperando a que salgan las rallitas, con lágrimas en los ojos, le he gritado a Héctor que volveremos a ser padres, esta ha venido corriendo y me ha levantado en volandas dando vueltas mientras llorábamos de alegría.
FIN.