Acto de contrición (2016)
Lo que pudiera pensar ante esta escena un vecino bajando la escalera se filtro con una lentitud increíble en mi consciencia. Y pudo pasar un largo minuto hasta que reaccione cerrando la puerta tras de mi, pero ella permaneció en la misma postura durante todo ese tiempo.
Esperaba encontrarla en casa y, aunque esta vez había sabido ser discreta buscando mi sorpresa, me apresure a volver. Cuando no vi su coche aparcado en la calle me embargo, para que negarlo, una ligera desilusión. Desganado, me arrastre escaleras arriba hasta la puerta.
– Bienvenido a casa. – Me saludo mientras hacia una reverencia que estaba seguro que había ensayado varias veces esa tarde copiando alguna de las películas de nuestra colección Hentai. Esa parte puñetera de mi cabeza que disfruta poniéndole pegas a todo hubiera preferido verla de rodillas con los brazos y dedos extendidos tocando apenas el suelo con las yemas, remedando una buena esposa oriental. Pero el resto estaba demasiado ocupado admirándola.
Claramente se había esforzado su hermoso pelo estaba recogido tras la cabeza afilando ligeramente sus rasgos. Su rostro, aunque bajo, mostraba una sonrisa de cariño. Y los ojos una mirada sumisa y tierna que yo sabia concienzudamente ensayada. Bajo un corpiño negro dolorosamente ajustado se insinuaba el delicado encaje blanco de un sujetador que apenas si cubría la imagen del generoso busto realzado por la estudiada profundidad de la reverencia. Sus brazos lucían unos largos guantes blancos de tela que juraría antes habían sido negros. La negra falda de volantes comprada en nuestra ultima excursión metropolitana había sido doblada o cortada hasta una longitud tan ajustada que estaba deseando verla de espaldas. Incluso desde este angulo podía ver el liguero y las medias blancas que descendían vertiginosamente hasta los zapatos negros de tacón que habían sido uno de mis primeros regalos. Siendo sincero apenas si podía reconocerlos brillando mas que el primer día y dando la impresión de haberse elevado sobre sus tacones un par de centímetros mas.
Lo que pudiera pensar ante esta escena un vecino bajando la escalera se filtro con una lentitud increíble en mi consciencia. Y pudo pasar un largo minuto hasta que reaccione cerrando la puerta tras de mi, pero ella permaneció en la misma postura durante todo ese tiempo.
– Que haces… como… estas bien? -Quizás no fuera la mas brillante de la respuestas mientras peleaba con las bolsas intentando liberar una mano para alzar su rostro y besarlo. Con un movimiento mas propio de una ninfa se deslizo entre mis brazos mientras se hacia con ambas bolsas entreabrió sus labios para recibirme. El beso se prolongo mucho mas de lo común entre nosotros últimamente. Siendo mas propio de esos que se dan cuando el sueño es tanto que ya la consciencia no puede retener a la pasión. Mis manos volaban por su cuerpo con torpeza adolescente comprobando con el tacto aquello que mi mente se negaba a creer y descubriendo nuevas delicadezas bajo la excitante falda que se enseñoreaba de mis pensamientos.
– Siento lo de ayer. – Repitió por segunda vez cuando estuvo claro que su primer susurro no había alcanzado mi consciencia.
– No importa . – Respondí rutinariamente mientras el recuerdo de nuestra ultima discusión pugnaba por templar la pasión que sentía al seguir sus nalgas delicadamente cubiertas por tela blanca en dirección a la cocina.
– Si el señor quiere cenar tendrá que esperar en el salón – Dijo mientras una luminosa sonrisa y un tono forzado acaba de arruinar su papel de Doncella.
Con ganas de alimentos menos terrenales descubrí que el salón también había sido objetivo de sus esfuerzos. El habitual desorden y la perpetua capa de polvo habían sido sustituidos por una mesa delicadamente adornada con un par de velas mientras que el árbol de navidad permanecía respetuosamente apagado. Con una sonrisa lo volví a enchufar sin alcanzar, de nuevo, a comprender de donde había sacado la idea de que el adorno me molestaba. Casualmente su ordenador estaba encendido sobre la mesita con el proyector de diapositivas funcionando. Tardé, para que negarlo, unos instantes en reconocer a la voluntariosa y atractiva doncella que se afana poniendo orden en la casa sobre unos vertiginosos tacones. El agradecimiento retraso también el descubrimiento de la verdadera naturaleza de las fotos todas ellas singularmente excitantes. Siendo sinceros ninguna era pornográfica pero todas destilaban un sutil erotismo que mostraba su buen hacer.
– Pero no llevabas el plug puesto! – Exclame en tono jocoso convencido de que iba a ignorarme.
Para mi sorpresa acudió inmediatamente y ¡tras arrodillarse a mis pies! Pregunto – Hubiera preferido el señor que lo llevase? – En un convincente tono que se alejaba de sus habituales parodias.
Eso era mas de lo que razonablemente se podía exigir a mi autocontrol. De un tirón no demasiado delicado la arroje sobre el sofá de tal forma que uno de los senos logro finalmente liberarse de los estrechos confines del corsé mientras el otro intentaba decantarse en una excitante tierra de nadie. Con instinto predador me aferre a ellos arrancando inmediatamente gemidos que mas probablemente serian de dolor que de placer. Mis manos saltaban de uno al otro extremo de la hermosa figura perdiéndose sobre y bajo la delicada tela de la lencería humedeciéndola con físicas muestras de la excitación con la que mi compañera recompensaba mis torpes evoluciones. Mas delicadas, sus manos retiraban capas de uniforme y excitaban mi libido al tiempo que tranquilizaban mi mente centrándola en la placentera tarea. Sin necesidad del, últimamente, imprescindible estimulo oral estaba listo y deseoso por poseerla. Con evidente gesto me levante a por un preservativo pero ella me retuvo.
– No, por favor. Hoy te quiero aquí. – Dijo levantando sus nalgas y apartando las bragas. – Hoy quiero cenar sintiéndote dentro de mi.
Mentiría si alabase mi calidad como jinete pero finalmente, cuando creía vencida mi resistencia, ella se derrumbo con la respiración agitada mientras las palpitaciones de su esfinter acompañaban la manifestación física de mi placer. – No me he masturbado desde ayer. – Confeso con un susurro mientras recolocaba sus bragas que inmediatamente se humedecieron con producto de nuestros afanes.
La sopa caliente y reconfortante indujo en mi una ligera modorra que ocasionalmente conseguía apartar de mi mente la imagen de las bragas de ella progresivamente humedecidas con los fluidos que su interior no alcanzara a retener. Por eso el brusco giro de la conversación me sorprendió.
– De verdad siento lo de ayer. Intento ser mas… justa. Respetarte. Pero a veces… No me sale. – Mi atónita atención atinaba a esperar un nuevo juego. – Por eso quiero que me castigues. – Bien! Ahora estaba claro se trataba de un nuevo juego.
Con verdadero placer, y algo mas tranquilo, seguí su excitante taconeo hasta el dormitorio. Las fotos me habían adelantado la tenue iluminación con velas. Pero no que encima de la mesita me esperaban un juego de esposas y una pala de pin – pon.
– Si no me atas me voy a acabar resistiendo. – Aclaro. – No, si realmente te arrepientes sabrás cuando debo parar y aceptaras tu castigo . – Conteste totalmente metido en mi papel mientras contenía la risa.
Con gesto resignado aparto la falda y bajo las bragas dejando un rastro de humedad tras ellas. Hizo gesto de apoyarse en la cama pero le indique mis rodillas (había que aprovechar la ocasión). Los primeros azotes fueron suaves y experimentales. Todavía se sentía una ligera humedad entre sus nalgas.
– Mas fuerte por favor. – Esto si era nuevo, no quise desperdiciar la ocasión he incremente el ritmo mientras notaba como mi excitación iba en aumento. Al cabo de unos golpes descubrí que estaba sollozando en silencio. – Lo siento. Estas bien? – Explique mientras intentaba abrazarla.
– Sigue por favor. – Negué con la cabeza. – Sigue, al menos hasta que te corras . – Replico mientras se apoderaba con su boca de mi desnudo miembro. Con determinación comenzó a practicarme una deliciosa felación mientras que ante mi negativa se apodero de la pala y empezó a autocastigarse con furia. Con una sensación extraña le arrebate el instrumento y proseguí la tarea con mi mas benevolente mano. Pero si me mostraba excesivamente indulgente ella reducía el ritmo de su felación prolongando el suplicio de ambos. Por lo que al final era tan estricto como la debilidad que ella me provocaba me permitía. Por fin me derrame en su boca e inmediatamente la aferre entre mis brazos mientras limpiaba con mis labios sus lagrimas.
– ¿ Sabes que es lo que mas me preocupa? ¿Que se supone que voy a tener que hacer yo cuando meta la pata?.