Acostúmbrate
De cómo entendí que me había convertido en su "putita"
Me gustaría contaros como empezó la historia de mis "castigos", no fue algo premeditado, no lo planeamos, simplemente surgió, y nació de una situación un poco "extraña"; pasé por un momento muy duro a nivel económico, no veía la manera de salir del agujero, de hecho no veía la manera de seguir adelante, en internet había ofertas, muchas ofertas de sexo a cambio de dinero, pero a mí eso me daba miedo, así que pensamos que si lo hacíamos juntos a mí me resultaría más fácil, menos arriesgado. Una vez que lo hubimos hablado, mi marido colgó el anuncio, siempre se ocupó él de todo, chateaba con los posibles candidatos haciéndose pasar por mí mientras yo trabajaba, elegía la situación y la llenaba de morbo, en el anuncio una condición clara, el cliente mandaba, pero mi marido estaría presente en todo momento.
Se pasó una semana, desde que colgó el anuncio, contactando con candidatos, hablando con ellos, seleccionando, al llegar yo del trabajo me lo contaba, la situación nos ponía cachondos a ambos, todas las noches teníamos una fantasía diferente con la que jugar...
El viernes al llegar del trabajo estaba todo concertado.
Habíamos quedado con el elegido en un club liberal, él era el cliente, yo era para él, pero mi marido estaría siempre presente, yo estaba realmente nerviosa, no sabía si iba a ser capaz de hacerlo con otro hombre, en un lugar público, y con mi marido mirando, pero la situación era tan morbosa que estaba, a la vez, excitada.
Cuando salía de la ducha y me disponía a vestirme, mi marido me agarró contra la pared, estaba excitadísimo, y creo que algo celoso, me dio que ante todo era su puta y que iba a salir de casa bien follada, que no tenía que olvidar a quien le pertenecía, me folló con rabia contenida, sus embestidas eran brutales, tanto que no tardé en llegar al orgasmo y en empezar a mojarle con mis jugos los huevos, cuando se dio cuenta de ello todavía empujaba más fuerte y más alto me decía lo puta que era y que era su zorrita, que no lo olvidase nunca.
Se corrió dentro de mí y no me dejó limpiarme, ni mucho menos ponerme algo que me cubriera el sexo, me puse el vestido que me propuso, las medias al muslo y los zapatos de tacón y salí de casa con su leche resbalando por mi muslo.
En el coche no me dejó sentarme a su lado, me obligó a ponerme en el asiento trasero en el centro, con las piernas bien abiertas para que él por el retrovisor tuviese una buena perspectiva de mi sexo húmedo.
El camino era de unos 40 minutos en coche, con el paso del tiempo iba bajando mi excitación y acrecentándose mi nerviosismo, él debió de advertir este extremo, o bien observó que mi coño iba dejando de estar húmedo, porque sin preguntar me puso un vibrador en la mano y me indicó que empezase a masturbarme, diciéndome que no quería que su zorrita se enfriara, yo no quería, no me apetecía, pero al ver su expresión no lo dudé, hice lo que se me había ordenado.
El aparatito hizo bien su trabajo, empecé a estar cachonda de nuevo, me introducía y sacaba el bicho de mi coño, mi marido miraba por el retrovisor y no dejaba de decir lo cachondo que se estaba poniendo y lo puta que yo era.
Al fin llegamos al local en el que habíamos quedado y nos bajamos del coche, el "cliente" aún tardaría en llegar, por lo que decidimos entrar y tomar una copa.
El ambiente del local era el de siempre, ya habíamos ido un par de veces, pero siempre solos, y nunca habíamos estado con otros, sólo nos ponía el hecho de ser observados.
Ya en la barra y con las copas en la mano, la conversación era muy parca, él preguntándome si me excitaba la idea de follar con otro mientras nos miraba y yo sin saber bien que responder, si le decía que sí, que me excitaba, podía ofenderse e incluso enfadarse, si le decía que no, igual me hacía volver a casa, y además de que el dinero me hacía falta, el morbo que tenía la situación, me hacía desear seguir a delante con el juego.
Al poco de estar allí, él recibió la llamada y me dejó sola para ir a buscarle al aparcamiento, cuando entraron, mi marido me susurró al oído que ya había pagado, que a partir de ahí tenía que ser suya.
El chico era joven, y muy tímido, no se decidía a dar el primer paso, así que tras un rato de conversación en la barra mi marido nos propuso ir a un reservado, en la habitación que elegimos había una cama inmensa, y frente a ella un sofá, era lo apropiado... la cama para nosotros y el sofá para mi marido.
Pero el chico seguía sin decidirse a pesar de que yo intentaba por todos los medios insinuarme de todas las maneras posibles, ante su poca iniciativa mi marido me dijo que me lo llevase a la cama y le hiciese una buena mamada.
El sexo oral me gusta, se me da bien, así que hice lo que me dijo, pero antes les pregunté si querían que me desnudase, y como asintieron lo hice, después empecé a desnudar a mi "cliente", le quité la camisa, le bajé los pantalones y por último le quité los boxer, para dejar su polla al aire, pero ésta no respondía, por lo que me acuclillé de forma sensual para poner mi boca a la altura de ésta y empecé a chuparla con verdaderas ganas, la sujetaba con las mano, la introducía y sacaba de mi boca con ganas, la recorría con mi lengua desde la base al capullo, pero no conseguía una verdadera erección, yo miraba de reojo a mi marido que se acariciaba por encima del pantalón, pero que me miraba con... rabia, o eso me parecía a mí.
Como no conseguía una erección en toda regla pedía al chico que se tumbase en la cama y me coloqué a horcajadas sobre él, dejando que tuviese una sensual visión de mi coño y mis pechos, yo me acariciaba y apretaba los senos moviendo mis caderas sobre su polla intentando excitarle, cuando conseguí una erección aceptable aproveché para introducir su pene en mi coño, sin dejar de moverme.
Aunque realmente me esforcé me moví, le toqué, le chupé, poco conseguí con él, se corrió, pero no fue una gran corrida, mi marido me miraba como enfadado, y yo me sentía mal, me había puesto muy cachonda, pero claro... me quedé a verlas venir.
Nos vestimos deprisa, casi sin comentar y volvimos a la barra.
El chico no paraba de darnos las gracias, de decir que había estado muy bien, pero que él era muy nervioso, y yo estaba muy, muy caliente. Ellos dos con otra copa en las manos se pusieron a hablar de coches y yo me refugié en la música, cuando se me acercó otro chico y me invitó a bailar.
Sin pedir permiso ni pensarlo dos veces acepté y nos fuimos a la pista,
Fue un baile muy, muy sensual, cargado de erotismo, yo me moría de ganas, pero no me atreví, sabía lo que pasaría si hacía algo con él, de hecho pasó aún sin hacer nada.
Cuando volví a la barra al lado de mi marido, el "cliente" ya se había ido y la cara de mi pareja lo decía todo, nos subimos al coche en un incómodo silencio, y en el camino de vuelta yo me quedé dormida.
Cuando llegamos a casa, volvió a follarme como un poseso, no dejaba de decirme lo puta que era y lo mal que lo había hecho, cuando me metió su polla en la boca, forzando mi cabeza con sus manos contra su cadera, me decía: - "Así es como se hace, zorra, con ganas, con muchas ganas, si quieres ganar dinero con ésto tendrás que ser más puta todavía", después volvió a darme la vuelta y a penetrarme, pero esta vez la tomó con mi culo, eso me dejó sin aliento, el bombeaba en mi culo cada vez más deprisa sin dejar de llamarme zorra y de decirme que merecía un castigo por lo que había hecho esa noche. Cuando estuvo a punto de estallar, volvió a girarme y se corrió en mi cara, me llenó de leche y cuando acabó me dijo que mientras pensaba mi castigo no podía dormir con él, me dio a elegir, en la habitación pero en la alfombra o irme a dormir al sofá, me prohibió ponerme nada sobre el cuerpo, y taparme de ninguna manera, así que opté por ir a dormir al sofá, lo último que le oí decir antes de salir de la habitación fue que al despertar me diría como iba a pagar la que había hecho esa noche.
La noche no fue fácil, tengo que reconocerlo, pero por fin me quedé dormida.
Me pareció que no había pasado ni media hora cuando me despertó un tirón de pelo, era mi marido, que me reclamaba el desayuno, quise ir a vestirme, pero no me dejó, me puso en la mano mi disfraz de porno chacha y los tacones, y me dijo que era lo único que me podía poner y que de esa guisa tenía que preparar su desayuno, recalcó que sólo SU desayuno.
Me vestí como me había mandado y me metí en la cocina a prepara café y tostadas para él, era casi mediodía me dijo que salía un momento pero que cuando volviera quería verme vestida de la misma manera y con su desayuno listo. En cuanto salió aproveché para ir al baño y limpiarme los restos de la noche anterior, pero no me atreví a más, volví a la cocina, y le preparé la mesa en el salón, en un intento de complacerle preparé zumo de naranja y se lo presenté junto al café y las tostadas.
Tardó una media hora, y entró en casa sin decir nada, con la prensa bajo el brazo, ni un saludo, ni un beso, parecía que seguía de mal humor.
Se sentó a la mesa y cuando me acerqué, sumisa, a servirle el café de entre el periódico sacó un pequeño paquete, mientras lo desenvolvía me dijo: -"ya que tengo una zorra en casa quiero verlo contínuamente" y sacó del envoltorio una cola de zorro, me hizo darme la vuelta y agacharme acercando mi culo a su cara, sin preguntar introdujo aquello en mi ano, la cola quedaba al exterior, aquello dolía, pero a la vez me excitaba. Yo me sentía rara, pero él no me dio ninguna opción, si yo pensaba que allí había acabado todo, no podía ni imaginar cuan lejos de la realidad estaba, ni todo lo que su mente había maquinado durante la noche.
Me hizo dar vueltas por el salón mientras el desayunaba, no dejaba de mirarme, con el corsé de pornochacha, las medias al muslo, los tacones, el coño al aire y del culo saliendo la colita de zorra, no quería que dejara de moverme, pero yo tenía hambre, cuando de lo hice notar, giró en la silla, sacando sus piernas de debajo de la mesa, se llevó la mano a la bragueta y sacó de ella su polla, con el pene en la mano me dijo: Quieres desayunar zorrita?, pues chupa, porque lo que salga de ésta es lo único que vas a comer por el momento.
Hice lo que me decía.
Me arrodillé entre sus piernas y me dispuse a "desayunar", él parecía no prestarme atención, mientras yo me esforzaba en hacerle la mejor mamada de su vida, él comía tostadas y leía la prensa, yo seguía chupando arriba y abajo, lamiendo ese capullo con hambre, con muchas ganas, puse en ello toda la pasión de la que era capaz, pero él parecía no notarlo, o no apreciarlo, después de un rato tuve que rendirme a la evidencia y me levanté.
Él ni se inmutó, se guardó la polla otra vez dentro de la bragueta, se levantó y volvió con el plumero y el trapo.
Me los puso en la mano y me dijo que me pusiera a trabajar, abrió las ventanas y corrió las cortinas, quería que me viese todo el mundo con el coño al aire y la cola de zorra.
Lo peor llegó cuando tuve que limpiar los cristales, era visible a todo el mundo, y él no dejaba de vigilarme para evitar que me escondiese, estuve limpiando hasta que sonó el timbre, ya casi anochecía, yo estaba muerta, muerta de hambre, con los pies destrozados de estar todo el día limpiando sobre los tacones.
Me mandó a abrir la puerta, pero él venía detrás, supongo que para evitar que me tapase, cuando abrí la puerta ví a un repartidor de pizza, mi marido me apartó y recogió las cajas con las pizzas, se dio la vuelta y pasó al salón mientras me decía, "paga zorrita"
El chico ya debía de saberlo, porque sacó su polla y empezó a meneársela, como yo no me movía chilló: -Señor..., en cuanto pronunció la palabra volvió mi marido, - Qué pasa, zorra, tengo que obligarte?, me empujó de espalda y me apoyó en la cómoda, él me sujetaba la cabeza para que no pudiese levantarme y le indicó al muchacho que podía follarme cuanto quisiera, pero sin quitarme la cola para nada.
No tuvo que decírselo dos veces, el chico apartó las crines de mi culo y me embistió desde atrás, costaba meterla ya que yo no estaba nada excitada, pero mi marido le alentaba a que apretase y me follase fuerte, no dejaba de repetir, fóllate a mi putita, que le gusta, que si no se los busco yo, lo hace ella sola, dale fuerte, que a la zorrita le gusta.
El muchacho empujaba una y otra vez y mi marido seguía sujetándome la cabeza contra la cómoda, menos mal que era casi un niño y en muy pocas embestidas estalló dentro de mí.
Cuando se corrió mi marido soltó mi cabeza y me dijo que le diera las gracias al chico como se merecía, yo me incorporé y le despedí con un gracias y un beso en la boca.
Ya empezaba a pensar que aquello había acabado cuando al asomarme al salón ví las pizzas sobre la mesa y a mi marido en el sofá con la tele puesta, empezaba el partido del sábado.
Sin mirarme me ordenó -Límpiate un poco y prepara bebida para cuatro.
Yo ya no sabía qué pensar, pero tampoco tuve tiempo de ello.
Volvió a sonar el timbre, ya ni pregunté, abrí la puerta con mi marido detrás, eran tres hombres, no conocía a ninguno, los tres según pasaban iban tocándome, el culo, las tetas, el coño, como valorando yo ya empezaba a imaginar por donde iba el asunto.
Pasaron sin casi comentarios y se acomodaron en el sofá los cuatro.
Yo no podía sentarme puesto que seguía con el culo ocupado.
En cuanto empezó el partido empezaron a pedir... cerveza, aceitunas, más cerveza, yo sólo les servía, no me quitaban ojo de encima, cada vez que me tenía que agachar frente a ellos me pellizcaban los pezones, cuando pasaba frente a ellos me palmeaban el culo, el más valiente me tiraba de la cola, parece que el partido resultaba aburrido, así que decidieron divertirse conmigo.
Mi marido me dijo que ya que el fútbol no era suficiente espectáculo que tenía que compensarlo yo.
Me quedé parada, otra vez sin saber que hacer, así que se levantó él, pero no se acercó a mí. Cuando volvió traía en la mano mi bolsita de juguetes eróticos, volvió a su sitio en el sofá y me alargó mi vibrador, yo ya sabía lo que quería; lo cogí y me apoyé contra la pared ya que no podía sentarme así apoyada empecé a masturbarme en presencia de los cuatro, me pasaba el vibrador por los pechos que había sacado del corsé, luego me abría los labios y acercaba el vibrador a mi clítoris, pero no me atrevía a introducirlo en mi vagina porque ya me sentía llena con la colita.
Los cuatro me jaleaban, en pocos momentos empezaron a acariciarse por encima de sus pantalones, veía las entrepiernas abultándose por momentos, y sus expresiones de deseo y lujuria, incluso en mi marido, yo empezaba a ponerme cachonda e iba metiéndome en mi papel de putita.
El primero en liberar la polla de la presión del pantalón fue mi marido, pero los otros tres no tardaron en hacer lo mismo, había empezado el juego, pero yo sabía que debía limitarme a seguir órdenes.
En este punto se habían olvidado por completo del partido, sólo me observaban, se la meneaban y bebían, yo a pesar de lo cachonda que me estaba poniendo no podía por menos que mirar las pizzas, ya que llevaba muchas horas sin comer nada, mi marido se dio cuenta de ello y me dijo: zorrita, sabes que hoy estás a dieta de lefa, sólo eso, así que si quieres comer algo tendrás que trabajártelo, o nos correremos lejos de tu boca y volverás a dormir con el estómago vacío.
Yo me tiré a por las cuatro pollas que se veían enormes, pero enseguida mi marido me paró: putita, tienes que ganártelo, y dirigiéndose a sus amigos les preguntó: que os apetece ordenarle?
El más lanzado me pidió que me moviese a cuatro patas contoneando el culo para ver como movía mi colita, cuando lo hice todos aplaudieron, reían y no dejaban de masturbarse frente a mí, no sabía cuántas vueltas tenía que dar de esa manera, pero no me atrevía a parar, mi marido dejó de masturbarse y esparció por el suelo del salón todos mis juguetes eróticos, ésto pareció encender aún más a los hombres, que no dejaban de hacer comentarios de lo que querían hacer conmigo, mi marido no se negaba a nada, sólo les decía: una cosa detrás de la otra, la zorrita hará para vosotros todo lo que se os ocurra.
Mientras yo no dejaba de contonearme a cuatro patas, ellos se fueron repartiendo los turnos, cuando lo tuvieron claro, el primero se acercó a mí y me pidió que me incorporase.
Me subió a la mesa alta apoyando mi espalda y dejando mi culo con la cola fuera, ésta colgaba en el borde de la mesa, pasó mis brazos por el otro lado de ella y con las esposas, sujetó mis muñecas a las patas de la mesa, me hizo subir los pies a la mesa, con las rodillas bien separadas para dejar expuesto mi coño.
Por un lado de la mesa colgaba mi cabeza, por el otro la colita y el coño totalmente abierto, esa era mi posición y cuatro homres alrededor con las pollas desenvainadas y dispuestos a hacer de mi cuerpo su diversión.
Uno de ellos se colocó un anillo vibrador en la polla y sin pedir permiso me la ensartó de un sólo golpe, no entraba ya que una parte de mi interior estaba ocupada por la colita, pero a él no pareció importarle mucho, empujó de forma desenfrenada hasta que consiguió golpearme con los huevos y dar en mi clítoris con el vibrador, entonces lo puso en marcha, él entraba y salía de mi coño, titaba de la cola para estimularme el culo y a la vez el vibrador golpeaba mi clítoris, pensé que me iba a desmayar, pero no me dejaron, alguien sacó mi antifaz y me lo colocó en los ojos y debieron de sacar también el pequeño látigo de cuero, porque me golpeaban suavemente los pechos con él, se me escapó un quejido en uno de estos latigazos y oí a mi marido decir: que alguien le tape la boca a la zorrita para que no vuelva a quejarse.
No se hicieron de rogar enseguida tenía una polla llenando mi boca y otra al lado intentando entrar también, seguían golpeándome el coño de manera rítmica a la vez que tiraban de la cola yo sentía que no iba a aguantar mucho y que en un momento iba a empezar a chorrear flujos, como si me hubiesen escuchado, la polla que tapaba mi coño se apartó y de él salió un chorro que mojó a mi follador, que se quedó por un momento parado, como extrañado, pero ahí estaba mi marido para llamarme zorra, vaya, parece que la zorrita está disfrutando, no era esa la idea putita. Entonces noté que mi boca se quedaba vacía por un momento, parece que se estaban cambiando de sitio, pero no, me soltaron una muñeca, y me tumbaron sobre el costado, me sujetaban una pierna a lo alto y en esa posición uno empezó a follarme el coño y otro la boca.
Sin sacar ninguna de las dos pollas de mí, noté como de un solo tirón me sacaron la colita del culo, pero alguien me sujetaba las nalgas dejando mi culo abierto y a la vista de todos, uno de ellos aprovechó la situación y en el agujero recién liberado metió mi vibrador a potencia máxima, éso provocó que el que ocupaba mi coño reventara dentro de mí, se corrió en varios espasmos llenando mi coño de lefa, esto provocó las risas de todos mientras me decían: "uno que ya no te da de cenar putita".
Oí como caía un cuerpo sobre el sofá de golpe, y me pareció oir como se abría una cerveza y empezaba a comer pizza, pero todavía había tres hombres alrededor de mi cuerpo, uno en mi boca, otro jugando con el vibrador en mi culo y un tercero acariciando, pellizcando y golpeando mis pechos sin parar.
Noté como me retiraban el vibrador del culo, pero seguían sujetando mis nalgas separadas para que no se cerrase, la polla que estaba en mi boca pasó a llenar mi culo, el que me pellizcaba los pezones decidió llenar mi coño con su verga, ambos empujaban al unísono mientras sujetaban mi pierna en lo alto para que no les molestase en sus embestidas, cuando gemí de manera sonora el tercero decidió callarme a pollazos.
No puedo determinar cuanto tiempo estuve así, con tres tíos follando todos mis agujeros a la vez, ni puedo determinar que polla me daba más placer, sólo puedo decir que no soy capaz de contar los orgasmos que sufrí, cuando volví a notar un calor húmedo dentro de mi culo supe que otro de ellos se había corrido dentro de él, éste hizo lo mismo que el anterior, se puso una cerveza y se sentó a comer la pizza, yo ya ni me acordaba del hambre, sólo podía pensar en la gran follada que estaba sufriendo.
Poco después sentí como se corría el que ocupaba mi coño y al notar que la polla de mi boca también se apartaba me dispuse a disfrutar de su leche, pero no..., apartó su polla de mi boca y se corrió sobre mi cara.
Así me dejaron, semi-atada a la mesa, con los ojos vendados y todos mis agujeros chorreando semen, estaban los cuatro sentados, riendo y comentando la jugada.
Pasado un rato oí que se vestían, se despidieron y mi marido salió a despedirles.
Cuando volvió, me soltó, me dijo que me duchase y que limpiase el salón, que después me podía comer los restos de las pizzas, y para terminar me dijo: después de ésta habrás aprendido que follaras cuando y con quien yo diga, pero que nunca jamás lo intentarás sola sin pedirme permiso, porque cada vez que tenga que reprenderte el castigo será mayor.
Me quedó claro, soy su putita, no hay más que decir.