Acosando a mi crédula abuela 3.
Mi terrible enfermedad necesita muchos cuidados, mi abuela se desvive por ayudarme.
Acosando a mi crédula abuela.
Aquella última noche mi abuela había pasado de darle placer a su nieto para que se aliviara de su supuesta enfermedad, a buscar el placer propio, se corrió como hacía tiempo frotando su maduro coño contra mi vigorosa polla. Se marchó de mi cama cuando se recuperó del cansancio de su orgasmo y dormí como nunca lo había conseguido.
Durante la semana quise calentarla, no podía hacer que todos los días disfrutará de tener un orgasmo o se aburriría y ya no querría darme sus “curas”. A veces me lanzaba contra ella como enloquecido por mi mal y la manoseaba acariciando su coño y su culo para ponerla bien caliente, al momento la dejaba sola y me marchaba arrepentido a llorar a mi habitación. Hubo un día en que me arrodillé delante de ella y metí mi cabeza bajo su falda. De inmediato empecé a besar y mordisquear su coño por encima de sus bragas. Aquello, a lo que en un principio se oponía empujando con sus manos mi cabeza, llegó a excitarla a tal punto que cuando me pareció que se iba a correr, hice el numerito de irme corriendo y dejarla con las ganas de correrse. Además no la dejé que me masturbara, quería guardar mi semen para dárselo todo en el fin de semana.
Me desperté aquel sábado pensando qué le haría primero a mi abuela para conseguir que los dos nos corriéramos. Me levanté de la cama y en calzoncillos la busqué por la casa. Entonces escuché la ducha en el baño. ¡Eso era! Entraría con la escusa de que me orinaba y allí me daría un ataque.
Entré ligero y las cortinas de la ducha no me dejaban verla, seguí adelante con mi plan, seguro que me miraría y me ayudaría a mitigar mi dolor, la había puesto muy caliente durante la semana y no aguantaría la tentación.
- ¡Abuela, creo que estoy teniendo otro ataque! – le dije mientras me masturbaba tras haber orinado – Déjame un lado y mientras te duchas me haces tu tratamiento en mi polla.
Caminé para entrar en la ducha con mi abuela, con la mano izquierda aparté la cortina y apunté mi glande hacia ella para que lo viera hinchado y deseoso de que lo tocara.
- Vale hijo, si quieres te hago un tratamiento en tu polla, pero yo no soy tu abuela…
Quedé petrificado, era Lola, la amiga de mi abuela, la regordeta que ahora estaba totalmente desnuda frente a mí, con dos tetas enormes que le colgaban hasta la barriga, con un coño tan poblado de pelos que no se insinuaban sus labios vaginales, pero con una sonrisa tan sensual con aquellos labios carnosos que deseé que me la chupara.
- ¡Lola, echa el segu…! – mi abuela abrió la puerta y vio la escena - ¡Luis, qué haces!
Corrí a mi habitación y allí permanecí hasta que mi abuela entró casi una hora después.
- Hijo. – entró y se sentó en la cama – He tenido que contarle todo a Lola, lo de tu enfermedad y los remedios que te doy… - sentí miedo al escucharla, que mi abuela fuera crédula y se tragara esa tontería de la enfermedad sólo pasa una vez en la vida, que Lola se lo trague también será un milagro – Quiere hablar contigo pues a un sobrino suyo le pasó lo mismo. – quedé desconcertado con las palabras de mi abuela – Le voy a decir que pase a hablar contigo…
No pude reaccionar y parar a mi abuela. Salió por la puerta y entró Lola cerrando tras ella. Me sentía vulnerable al ver aquella mujer acercarse con aquella sonrisa en su excitante boca, ¿qué querría?
- ¡Hola Luis! – me dijo mientras se sentaba en la cama – Tu abuela me ha contado la enfermedad que tienes.
- Es muy duro… - dije titubeante pues no sabía si se lo creía. Se acercó a mí para hablarme al oído.
- ¡Sé qué eso no existe! Pero cuando me lo ha contado tu abuela, me ha puesto muy caliente… ¡Mira! – cogió mi mano y la metió entre sus piernas hasta tocar sus bragas. Moví los dedos y la tela de las bragas estaban mojadas – Si no quieres que le cuente la verdad, tendrás que incluirme en tus tratamientos… - su mano acarició mi polla por encima del pijama.
- ¡Claro Lola! – le dije mientras mis dedos presionaban su coño y su mano se deslizaba a lo largo de mi polla – Cuando vengas a casa tendré ataques que tendréis que atender las dos.
- Estupendo… - besó la abultada tela sobre mi polla - ¡Y ya qué estamos…! ¡¿Podrías tener un ataque ahora mismo?!
- ¡Claro Lola, mira cómo me has puesto! – los dos sonreímos lujuriosos y pervertidos, nos tocábamos los sexos y ella empezó el juego.
- ¡Pepa, Pepa, corre, corre! – gritó y en pocos segundos entró mi abuela.
- ¡Qué ocurre! – dijo preocupada.
- ¡Le está dando un ataque! – mi abuela nos miraba. Mi mano acariciaba el coño de su amiga mientras mi cara buceaba entre sus tetas.
- ¡Por dios, hijo, a Lola no! – se acercó para separarme de ella.
- ¡No Pepa, tienes qué sacar su polla! – Lola había liberado disimuladamente una de sus tetas y yo la mamaba mientras mis dedos apartaron sus bragas y se agitaban entre la maraña de pelos - ¡Agítala, agítala! – su voz se entrecortada por la excitación mientras que mi abuela me masturbaba desesperada – Tu nieto está peor que mi sobrino… - las caderas de Lola empezaron a agitarse cuando mis dedos encontraron su clítoris y lo acariciaron - ¡Chúpasela, trágate su polla! ¡Vamos Pepa, está muy mal!
Lola y yo miramos a mi abuela. Mis dedos masturbaban a nuestra pervertida amiga mientras mi abuela miraba mi endurecida polla, dudando de tragársela y hacerle una manada a su nieto. Estaba de rodillas en la cama y pasé mi mano libre por su culo hasta meterse por debajo de su ropa. Se echó adelante y su boca besó mi glande. Mis dedos empezaron a tocar el coño de mi abuela por encima de sus bragas. La mano de Lola agarró mi polla e hizo salir mi glande de la piel que lo cubría. Mientras mi abuela abría la boca para mamarme, conseguí apartar sus bragas y tocar su coño.
Masturbaba a aquellas dos mujeres. Mi abuela llevaba mucho tiempo que no tenía sexo, de Lola no sabía nada, pero los dos coños que tenía en mis manos soltaban muchos flujos, sin duda las dos abuelas estaban excitadas y preparadas para recibir en sus vaginas una buena polla. Podía ver cómo mi abuela movía su cabeza y mi polla se perdía en el interior de su boca.
- ¡Oh sí! – gemí al ver cómo disfrutaban mi abuela y su caliente amiga - ¡Señoras, por favor, cúrenme las dos a la vez!
Mi abuela dejó mi polla sin saber bien qué les había pedido. Lola acercó la boca y con su lengua acarició desde los huevos hasta la punta del glande. Agarró la nuca de mi abuela y la hizo acercar su boca a la polla. Las dos pasaban sus lenguas a todo lo largo, iba a estallar de placer, más cuando las dos húmedas lenguas se deleitaron en lamer mi hinchado glande.
Sus culos apuntaban hacia mí, había apartado sus bragas y mis dedos las penetraban. Miré al coño de mi abuela, canoso, con pocos pelos, sus labios vaginales se agitaban con los movimientos de mi mano. Mi otra mano masturbaba el mojado coño de Lola, la lujuriosa amiga de frondoso coño que prefería mantener a su amiga en el engaño para tener una polla a su disposición.
- ¿Sientes alivio hijo? – me preguntó mi abuela mientras su amiga se trataba mi polla todo lo que pudo.
- Abuela, tal vez lo de anoche me alivie más.
Mi abuela se levantó de la cama mirando como su amiga se incrustaba la polla entera hasta su garganta. Se quitó las bragas, se subió sobre la cama y se acercó a Lola que mamaba desesperadamente. La cogió del pelo y la apartó de mí. Mi abuela me miraba con deseo, no por mí, no, eso era inmoral, ella deseaba tener mi endurecida polla bajo su coño. Abrió sus piernas y se arrodilló sobre mi polla. Levantó su falda y la aguantó con una mano en su cintura. Podía ver su canoso coño que babeaba por el con tacto de mi polla. Agarró la polla y bajó las caderas. Frotó mi glande contra su coño, sus labios se separaron y restregó mi glande por toda su raja.
Cerró los ojos mientras se masturbaba con mi polla, no paraba, no quería parar, no podía parar… Miré a nuestra amiga que no se perdía detalle de lo que hacía mi abuela mientras su mano se agitaba en su peludo coño. Se mordía los labios deseando que mi abuela se clavara mi polla, deseando quitarla para ocupar ella su lugar.
Mi abuela bajó su culo y dejó mi polla aprisionada con su coño, entre sus labios vaginales, yo podía sentir el calor de su coño y ella sentía la dureza de mi polla que resbalaba sobre su clítoris produciéndole un enorme placer. Lola se incorporó y se colocó de rodillas junto a mi abuela, la abrazó por la cintura y acercó la boca al oído de mi abuela.
- ¡Pepa, eres una pura y deseas hundirte la polla de tu nieto en el coño! – le susurraba mientras su mano empezó a acariciar las tetas de su amiga - ¡Vamos, clávatela y recibe la corrida en tu vagina! – bajó su mano y sentí sus dedos en mi glande mientras besaba suavemente el cuello de mi abuela.
Mi abuela abría y cerraba los ojos, agitaba las caderas y sus gemidos eran cada vez más fuertes. Ya no me estaba dando un remedio a mi enfermedad, al igual que la otra noche, mi abuela sentía tanto placer que le hacía olvidar con quién estaba. Su cuerpo empezó a temblar cuando sentía que su orgasmo llegaba. Gritó y se retorció cuando el clímax llegó. Cayó sobre mi pecho agotada por el placer.
Lola no podía más. Empujó a mi abuela hasta que mi polla quedó libre. Me levanté y la cogí del pelo, la hice tumbarse boca arriba y abrió sus piernas. Aún tenía las bragas puesta, aunque su coño estaba al descubierto. Le quité las bragas, casi se las arranco. Ella sujetó sus piernas en alto, dejando su coño totalmente expuesto a mi pervertido deseo. Aparté los pelos y separé sus labios vaginales. Podía ver la entrada de su vagina que se agitaba como si quisiera morder mi polla para no dejarla escapar. Agarré mi polla con una mano y puse el glande en aquella húmeda entrada.
- ¡Por favor hijo, clávamela, fuerte, fóllame! – Lola se agitaba y gruñía al sentir mi polla en su coño.
Dejé caer el peso de mi cuerpo sobre su carnoso cuerpo. Sentí como mi polla llenaba su vagina y el gran gemido de Lola excitó a mi abuela que nos miraba follar. No podía más, quería correrme y Lola deseaba lo mismo. Moví mis caderas con rapidez y con fuerza y sentía que mi semen iba a brotar. Mi abuela también gemía junto a nosotros mientras sus dedos estrujaban su clítoris, la miré mientras mi polla no cesaba de follar a Lola. Ya iba a correrme y me puse de rodillas con mi polla dentro de su coño. Llamé a mi abuela con la mano y ella se acercó, la cogí por el pelo y puse su cara en el vientre de su amiga. Saqué mi polla y la agitaba con la mano apuntando a la cara de mi abuela. Ella no quería que me corriera en su cara, abrió la boca para que le lanzará los chorros de blanco semen. El primer chorro entró limpiamente en su boca. Guie mi polla de nuevo al coño de Lola y se la clavé por completo, soltando el resto de mi semen en la madura vagina mientras ella se corría al sentir mi semen golpearla en su vagina. Quedé sobre Lola mientras mi abuela se acercó, me besó dulcemente en la mejilla y su mano acariciaba mi culo. Me coloqué en medio de aquellas dos abuelas y nos abrazamos.
- ¡Gracias por aliviar mi dolor! – les dije.
- ¡Gracias a ti por saciar mi sexo! – me contestó Lola – Tu enfermedad hay que controlarla diariamente, cada vez que tengas una recaída. ¿Te encargaras de ayudarlo aunque yo no esté?
- ¡Claro, no me gusta ver sufrir a mi nieto! – dijo mi abuela y agarró mi polla que empezaba a crecer de nuevo - ¡Joder hijo, no sé si podré aliviarte tanto!