Acosada por mi padre

Al principio no querìa pero despuès me hizo gozar.

Tal vez no debería escribir estos relatos, tal vez es mostrar demasiado de mí pero realmente deseo que alguien sepa mi historia y que los lectores de esta página se den cuenta que no todos llevamos una vida convencional como a veces aparentamos.

Así que aunque a algunos les traiga molestias la realidad, les contaré lo que pasó después de que escribí el diario en el que relato como perdí la virginidad con mi hermano al que aun deseo en algunas ocasiones. El que no esté enterado favor de remitirse a mi primera publicación haciendo clic en mi nick.

Cuando D. se marchó a la universidad y perdí casi todo contacto con él sentí una profunda melancolía. Y toda esa tristeza y soledad la vivía en silencio porque a pesar de mi inexperiencia sabía perfectamente que no habíamos obrado bien D. y yo y que nadie, ni siquiera la mejor de mis amigas me habría podido entender.

A los catorce años me volví una niña solitaria que vivía al pendiente de las llamadas, correos y breves visitas de D. Pero cuando venía a la ciudad se quedaba con mi papá, seguramente para no verse en la tentación de que pasara algo nuevamente entre nosotros dos. Pobre D. cuanto te quiero y cuanto te entiendo ahora.

Sobra decir que no me interesaban para nada los chavos de mi edad, a veces me sentia mal de no poderles hacer caso, pero mi mundo eran las grandes y firmes manos de D. tocando mi cuerpo. Y mis deseos intensos de ser penetrada de nuevo por él hacían que en ocasiones creyera que mi vida no tenia sentido.

En ese entonces mi mamà me solía mandar al departamento de mi papá a pedirle dinero para la casa y para mis gastos de la escuela. Pero a decir verdad a mí no me gustaba ir porque todo el tiempo me miraba con sus ojillos de una manera penetrante que me ponía nerviosa, mirándome los pechos y las piernas cuando traía la falda de la escuela.

Y entonces aunque quería mucho a mi papá y al principio extrañaba que ya no estuviera en casa, poco a poco me fui distanciando de él porque me sentia incomoda a su lado.

Además estaban siempre allí sus mujeres, unas señoras dulzonas que trataban de caerme bien sin nunca conseguirlo.

También en ocasiones había de visita unos señores con cara de depravados que me comían con la mirada y que me hacían comentarios acerca de lo guapa que estaba.

En una ocasión estando ellos presentes me dijo mi papá – A ver mijita ven siéntate en mis piernas- y yo pensé "Bueno que estás loco o qué, ya estoy bastante grande como para sentarme en tus piernas como una bebé". Pero no me quedo más remedio que pasármela toda esta tarde en las piernas de mi papa sintiendo su pene erecto restregándoseme en mis pompis. ¿O acaso crees que estoy tonta papi, crees que no me daba cuenta?.

En fin, así era mi relación con mi padre, por mi parte evitar a toda costa estar con él y de la suya buscar pretextos para estar a solas junto a mí.

Ese momento llegó en vacaciones de Semana Santa cuando me llevó a Puerto Vallarta a pasar un fin de semana antes del regreso a clases.

Al llegar nos instalamos en el cuarto del hotel y como me incomodaba estar con mi papá solas, fui corriendo al baño a ponerme el traje para meterme al mar.

Al vérmelo puesto me sentí un poco tonta, era aun un traje de niña que ya no me gustaba usar pero mi mamà no me había querido comprar un bikini. Cuando salí del baño estaba apenada porque se me notaban un poco los pezones y no sabía que hacer para evitarlo. En eso vi a mi papá mirándome fijamente los senos con una mirada extrañísima. Me puse rápido un vestidito encima y me fui corriendo al mar.

Mientras estaba dentro, en vez de divertirme como cuando era niña, me la pasé pensando en mis senos y en la manera de evitar que llamaran la atención, en la mirada de mi papá y en lo poco que me gustaba crecer. Deseaba ser aun una niña y no preocuparme por que me bajara y por usar toallas femeninas y porque quería jugar a hacer castillos con la arena y porque también deseaba que mi traje de baño se viera planito como antes.

También deseé ser mayor y en vez de ir con mi papá a la playa hacerlo con mis amigos y pasármela de lujo como en las novelas de Televisa. Encontrar a un chavo guapísimo que me sacara de mi aburrición y pasármela todo el fin de semana en algún antro bailando o que estuviera D. conmigo y nadar un poco a su lado.

Pero bueno, después de un rato me enfadé de nadar y decidí regresar al cuarto.

En la playa, cerca de donde había dejado mis cosas, estaba una familia numerosa conversando, cuando pase de cerca de ellos las señoras se me quedaron mirando y camine un poco más rápido, pero cuando iba entrando al hotel una de ellas me alcanzó y riéndose me dijo:

-¡Niña que perdón que te lo diga, pero por favor tapate debajo porque se te ven los pelitos!-.

Me dio tanta vergüenza que quise desaparecer de la faz de la tierra y me sentí más sola que nunca en mi vida.

Regresé un poco triste al cuarto porque había sido tan distraída que no me di cuenta que se me asomaban los pelitos de mi pubis a los lados de las piernas ¿Por qué diablos me habían salido tantos pelitos negros y feos? Me sentía fuera de lugar.

Cuando entré al cuarto vi a mi papá acostado en la cama mirando la televisión y noté de nuevo esa mirada pesada buscando mis senos sobre el vestido. No había duda, me miraba las bubis y no quería que me las viera ¿Por qué me habían crecido tanto? ¡Que pena que mi papá se diera cuenta que me habían crecido mucho los pechos!

Sin saber que hacer y con la tristeza de quien le aburre lo que antes le parecía divertido me senté en una esquina de la cama fingiendo que me interesaba el programa que mi papá estaba viendo pero en realidad pensaba en el por qué de que mi papá hubiera rentado un cuarto con una sola cama ¡Qué incómodo sería dormir con otra persona en la misma cama! Yo prefería que hubiera dos camas o mejor aún, dormir en cuartos separados.

En ese momento se sentó al lado mío y me preguntó - ¿Ahora no te vas a sentar en mis piernas?-.

"!Hay no, otra vez!, ¿Qué es lo que quiere mi papá?". Me sentía descubierta, "Seguramente ya sabe todo lo que pasó con mi hermano, por eso me mira así, creo que me trajo para acá solo para confesarme que lo sabe todo"

  • ¿Por qué te pusiste ese vestido, se te ve muy bonito tu traje de baño?- me dijo mientras se acercaba un poco más a mí y me acariciaba ligeramente el brazo.

"¿Bonito?" pensé "Pero si se me ve horrible, mi papá de veras que no sabe nada de nada"

  • ¿Por qué estás tan callada? – me decía – Antes te la pasabas brinque y brinque y salte y salte y ahora estas aquí quietecita. Veo que ya te has convertido en toda una mujercita. Te estas poniendo más bonita que tu mamà.

"¿Más bonita que mi mamà?" la plática me estaba resultando bastante incomoda.

  • Yo sé porqué te pusiste el vestido- él insistía – Te lo pusiste porque te dio pena que se te notaran tus pechitos. No tienes porque sentir vergüenza están muy bonitos.

  • Es que no me gusta este traje de baño de niña – le contesté – Yo quería ponerme un bikini pero mi mamà no me lo quiso comprar.

  • Bueno no te apures – me dijo – Vamos al centro y yo te compro uno, ahí venden algunos que te podrían gustar. Pero primero déjame verte bien para saber si te van a quedar, a ver quìtate tu vestidito porque así con pena no te puedo comprar nada.

Y yo me lo quité. "¡Qué tonta!", dirán los lectores, ¿pero que otra cosa podía hacer?. No le llamé a mi mamà porque no sabía como marcar un número de larga distancia. Además era mi papá y lo tenía que hacer. Así que con toda la pena del mundo me mostré ante mi padre con mi ridículo traje azul.

  • Mira nada más – me dijo – Si efectivamente te has convertido en toda una mujer, antes el traje de baño no te quedaba así ¿verdad? ¡Ah que tu mamà que le compra traje de niña a una mujer tan hermosa como tú! Tú mereces un bikini que te haga lucir tu figura.

A ver chiquita, ¿Por qué te tapas ahí? Quita tus manitas, déjame verte, quita tus manos. ¡Ahh mira nomás a la muchachita esta! ¿Ya te salieron tus pelitos y se te asoman poquito verdad? No te apures, es normal, al ratito te van a salir más y más pero por ahorita se te ven muy ricos.

"¡Que queeee! ¿Qué hace mi papá hablándome de esa forma?, ¡Y no está D. para defenderme!".

  • Papi ¿Puedo ir a cambiarme al baño para ir al y comer algo porque me muero de hambre? – le pregunte. En realidad no tenía nada de hambre, pero no sabia que hacer ni como quitármelo de encima.

  • Claro chula, ve a bañarte y te pones algo para ir al centro-.

Mientras me bañaba me preguntaba muchas cosas, ¿Porqué me sentía tan vulnerable?, ¿Por qué mi papá me ponía tan nerviosa?, ¿Qué es lo que había provocado?. Ya sé que dirán que no me podía hacer la inocente porque ya había perdido la virginidad con mi hermano, pero yo veía a mi papá como lo que era, un señor. Un señor gordo y peludo con unos ojillos inquisitivos que no dejaban de mirarme. No podía dejar de pensar en su sonrisa y sus pequeños dientes amarillos por el tabaco. Me gustaban sus manos, me gustaba que fuera alto y me gustaba sentirme aun la niña de papá. Pero como hombre francamente me daba asco.

Pero a los catorce años nadie profundiza demasiado. Después de un rato solo pensaba en lo que me iba a poner, no para gustarle a él sino a los chavos con los que me pudiera cruzar por la calle.

Mi papá pidió un taxi y fuimos al centro del puerto. En la plaza comercial me compré un bikini de color rosa que me encantó. Después comimos camarones a la diabla en una fonda. Mi papá se portó normal, lindo, cariñoso. Yo me puse de súper buen humor y pensé que el resto de las vacaciones sería mejor. Mañana me asolearía en la playa y les presumiría a mis amigas de la escuela mi nuevo color de piel.

Pero el pensamiento de mi papá era distinto.

Al atardecer regresamos a la habitación y al entrar me acosté en la cama y prendí la tele. Mientras, mi papá leía el periódico que compró en el puesto de revistas del hotel sentado en el sillón que estaba junto a la cama y tomaba de una botella de vodka que no sé de donde sacó. Pero en realidad él fingía que leía el periódico y lo que hacia era mirarme de reojo y yo fingía que veía la televisión y que no me daba cuenta de lo que pasaba.

  • N. ven, siéntate más cerca de mí – me ordenó dulcemente después de un rato de permanecer en silencio. Yo me senté en la orilla de la cama.

  • Quiero que sepas que te has convertido en un linda mujercita- al decir esto me devoraba con la mirada, se los juro- Y no tiene nada de malo que yo lo note. O a poco crees que solo por ser tu papá no me he dado cuenta de lo curveada que te has puesto. Muchas mujeres desearían tener tu cuerpo. Y es muy normal que yo te desee porque siempre me han gustado las jovencitas como tú. ¿A poco no has notado que yo también soy muy atractivo?.

"¿Atractivo, qué te pasa? Eres un señor". – Sí papi, también muchas mujeres quieren ser tus novias verdad?-.

  • Así es N. pero a mí no me gustan esas señoras, a mí me gustan las niñas bonitas como tú-.

No sé por qué en vez de salir corriendo del cuarto decidí quedarme ahí y hacerle caso, a escucharlo y fingir que estaba de acuerdo en todo lo que decía. Pero en ese momento lo odie. Odie su forma de hablar, sus palabras, sus gestos, su mirada, y a mí misma porque me sentía culpable de provocarlo.

  • Quiero que sepas que eres una mujer muy provocativa y que me gustas – me dijo mientras bebía cada vez más de la botella – Eso no tiene nada de malo, en el Medio Oriente y otros países es normal que los padres tengan relaciones con sus hijas, muchos lo hacen y es lo más natural de este mundo.

  • ¿En serio? – pregunte tontamente.

  • Así es. Es muy natural que tú me parezcas atractiva. Además, la verdad es que yo también te gusto. Càlmate no te pongas roja, no tiene porque darte pena me haya dado cuenta. Por eso te traje aquí a pasar un rico fin de semana conmigo, porque he notado como me miras y lo mucho que te gustó sentarte en mis piernas, ¿te acuerdas?. Sentiste muy rico en tu traserito ¿O no?. ¿Te estaba gustando mucho y no te quitabas, verdad?.

  • Además- seguía- Tú eres una adolescente muy precoz, estás muy despierta, se nota que ya has tenido alguna experiencia con algún muchacho ¿verdad?. No te quedes callada, contéstame.

  • Sí papi- le conteste.

  • Se te nota N. Los hombres sabemos cuando las mujeres ya han probado lo que es el placer. A ver cuéntame que es lo que has hecho, ¿Con quién fue?

  • Con un chavo de mi salón que era mi novio y nos besamos-.

  • ¡Ahh, pero paso algo más!, no me mientas. – Pero a pesar de su insistencia yo no conteste nada.

  • Bueno, no me contestes – siguió - ¿Verdad que quieres ser mi mujercita?, no te puedes negar después de haberme hecho venir hasta acá.

  • Sí papi-.

  • ¿Sí que?-.

  • Sí quiero ser tu mujercita-.

"Sí quiero ser tu mujercita… sí quiero ser tu mujercita" Esas palabras bailaban en mi cabeza perdiendo todo sentido. Mi papá ya no era mi papá, era un señor de cuello rojizo y abultado, de mejillas rasposas, de cabeza pelona y brillante, de gestos torpes, de palabras rebuscadas. ¿Pero que me quedaba?, ¿Que puede hacer una niña de catorce años sino obedecer a su padre?, aunque su padre sea un demente, un depravado asqueroso, un mal seductor, un pésimo ser humano. Y entonces al decir "Sí quiero ser tu mujercita" Me emputecí para mi padre, para darle gusto, porque tenía miedo, porque cualquier otra alternativa resultaba inverosímil.

  • Bueno mijita, acércate más- me dijo mientras le daba un trago a la botella- Siéntate en mis piernas. Así, ven pégateme más. Ahh que lindas piernas tienes, están suaves y blanquitas. ¿Te gusta que te acaricie tus piernas? ¿Estás sintiendo rico?. Pero contéstame, no te quedes así nomás callada, ¿O quieres hacerme enojar?.

  • No papi-.

  • ¿Te gusta que te acaricie tus piernitas ricas?

  • Si papi-.

  • ¡Mmnmm que rico hueles! A mujercita fresca. Quiero que me enseñes el bikini que te compré. No hice el gasto en balde, así que ve a cambiarte y modèlamelo.

Y mil horas me tardé en el baño, porque no deseaba salir. Prefería aplazar el momento en el que esas gordas y repulsivas manos tocaran todo mi cuerpecito, el que yo pensaba, estaba únicamente destinado para amor de verdad y no para el cumplimiento de los insanos placeres de un cuarentón sin escrúpulos.

Pero todo plazo se cumple y no me quedó más remedio que salir con el ya odiado bikini puesto solo para encontrarme la botella de vodka medio vacía en el buró y a mi papá acostado totalmente desnudo. Con su panzota blanca y peluda, con la papada sumida deformándole el rostro, con la frente aperlada de un grasiento sudor, con sus piernas gordas y fofas que terminaban en pies de pato.

Y en sus manos, sacudida brutalmente por yo no sé que frenesí, el pene más enorme, más venoso y más rojizo que se puedan imaginar. Terminaba en unas bolas inmensas, hinchadas, peludas, sudadas. "No la mires N., no la mires" me decía a mi misma, piensa en otra cosa, piensa en D., en tus amigas, en la escuela, piensa en tu mamà que se ha de preguntar si te estás divirtiendo.

Al verme salir, mi papá se agitó el pene más frenéticamente aun, si cabe, y sus ojos estaban rojos y perdidos.

  • Se te ve muy bonito tu bikini rosita. A ver baila - Al decir eso prendió el estereo que se encontraba en el buró.

  • Así, así – me decía – A ver muèvete más, estás como tronco baila más. Àndale así, así me gusta, mueve tus nalguitas. Sí, sì muèvelas rico, hay mijita que ricas nalguitas tienes, àndale menea la cinturita, para bien el trasero cuando bailas. Àndale así, así me gusta que muevas tus pechitos ricos que te salieron, muèvelos bien, que se meneen quiero verlos brincar.

Mientras, yo me movía como una marioneta jalada por los hilos de la lujuria de papá.

  • No pares de bailar, me gusta como bailas, tienes las nalgas muy duritas – decía y su cara se iba poniendo roja – ¿Que me ves?, ¿Te gusta? Ahh yo sé que te gusta, se te ve en los ojos, se nota que te gusta la verga ¿verdad? Mira nomás como la tengo de hinchada por verte bailar, ven acércate, ven.

Y sí, no puede más, la miré. Miré esa enormísima cosa toda erecta, con una cabeza enorme y brillante como una punta afilada.

  • ¡Qué rico baile mijita! Mira nomás como me la tienes, te gusta mucho ¿verdad?, ven tócala. Acércate -.

  • ¡Ahh!, veo que estás nerviosita- me dijo al ver que yo me quedé parada como una estatua- No te apures chiquita, vas a sentir bien rico, ahora si vas a saber lo que es un hombre.

Al decir esto, se levantó de la cama y con el pene erecto como el mástil de una bandera apuntando hacia mí me abrazó, acariciándome más suavemente de lo que yo esperaba.

  • No te asustes chiquita, te va a gustar- dijo susurrándome al oído- Yo sé que es tu primera vez, pero tú relájate, confía en mí, al rato vas a ver, vas a querer más y más.

Y me besaba en el cuello muy suavemente, con mucho tino, con mucho tacto. Al principio lo rechacé, pero cuando su lengua rozo mi oreja volví a tener ese escalofrió que sentía cuando D. me tocaba, y pensé que la lengua de mi papá era dulce y cálida.

  • ¿Te gusta, te gusta que te bese tu orejita verdad?. ¡Hay que calientita te estás poniendo!. A ver tus pechitos, déjame tocarlos, a ver N. quita tus manitas, relájate. ¡Hay N. tienes tus pezoncitos bien paraditos! ¿Por qué ehh?. Déjame quitarte esto que me está estorbando. Qué ricos se sienten tus pezoncitos, están deliciosos, mira tus pechitos tan redonditos y duritos. Ayúdame a quitarte esto, deshazle el nudo. Ahh ahora si ya estas con tus senitos al aire. Déjame probarlos, los has de tener bien ricos.

Júzguenme todo lo que quieran lectores de Todo Relatos, pero la verdad es que me empezó a gustar la manera en que mi papá me tocaba. Primero su lengua sobre mi cuello, después como la movía en círculos rápidamente en mi oreja. Pero lo más delicioso para mí, fue el que mi papá tocara mis pezones, con una suavidad que me derritió, me hizo ver estrellas, me paralizo totalmente a la espera de nuevas caricias. Y cuando acercó sus labios a mis pezones para lamerlos creí que caería en éxtasis ahí mismo. Y es mentira que a los catorce años aun no se es maduro para sentir el placer porque en ese momento, en el pecaminoso acto de dejarme besar por mi padre, gozaba como nunca lo han hecho algunas señoras llenas de tabúes, apretadas y anquilosadas.

Así que cuando mi papá mordió suavemente mi pezón izquierdo ya no me importó que fuera mi padre sino colmar ese apetito que D. había despertado en mí y que hace mucho no encontraba manera de saciar.

Dejé que mi papá me arrastrara hasta la cama y siguiera besándome todo el cuerpo. Cuando bajó su mano para tocarme la vagina, sentí como por fin llegaba lo que yo quería, como mi cuerpo obtenía lo que estaba pidiendo desde hacia meses, después hundió la mano debajo del calzoncito del bikini y pudo notar todo lo húmeda que estaba y aunque me dio un poco de vergüenza, importaba más en ese momento todo el placer que me estaba dando.

  • Hay chiquita, estás bien mojadita- me decía mientras me acariciaba el clítoris- Que vaginita tan fresca y deliciosa tienes. Tienes una puchita chiquita y apretadita. ¡Hay que ricos están tus juguitos!, dan ganas de bebérselos. Abre más tus piernitas para que pueda disfrutar de tu puchita a gusto. Déjame quitarte tu calzoncito, quiero verte desnudita, quiero ver tus pelitos ricos que te salieron.

Y me quitó la parte de abajo del bikini pero yo no pude evitar sentir aprensión de ser penetrada por esa cosa tan enorme que me parecía como la de un toro. Gruesa, roja, venosa, me daba miedo el imaginármela dentro de mí, abriéndome toda a su paso. Así que en cuanto me sentí desnuda, cerré las piernas con fuerza esperando que mi papá desistiera de la idea de penetrarme.

  • ¡Mmmm que rica puchita tienes- me decía dulcemente al oído- Que pelitos tan suavecitos. Anda, abre las piernas, no te pongas tan durita, te va a gustar te lo prometo. Vas a sentir muy rico.

Como vio que mantenía las piernas bien cerradas me tomó de los tobillos y con todas sus fuerzas me las abrió para después ir introduciendo todo su cuerpo entre ellas.

  • Ves chiquita ¿Qué te costaba?- decía mientras yo temblaba de miedo- Ahora si vas a gozar, te voy a convertir en mujer. No tengas miedo, ya estás en edad de merecer.

  • ¡No papi no!, por favor papi no, no quiero, por favor no, no, no. No me gusta, no quiero, déjame por favor, no no no quiero.

  • No digas que no te gusta chiquita, mira nada mas como estas de mojadita-. Al decir esto saco su mano de mi vagina y me dio a probar en la boca mis propios líquidos.

  • Ves chula, no puedes decir que no te gusta si estás empapada. Lo que pasa es que tienes miedo, pero si te relajas no te va a doler y te va a gustar mucho.

Y me fue metiendo poco a poco su enorme pene. Sentia que me abría todas las entrañas, pero no tenia piedad, lo metía y sacaba, sin detenerse, con fuerza. Y en medio del placer sentía también un inmenso dolor que me hacia llorar.

  • Papa, papi, déjame me duele mucho, mejor no, no quiero, me esta doliendo mucho, déjame por favor.

  • ¡Ahh chiquita! Estas muy apretadita, no se quiere meter. Relájate y abre más las piernas para que entre más fácil. Ahh ya vez, ya entro poquito, que calientita estas mijita que rico se siente. Càlmate no llores, te va a gustar. Siente que rico se mete, siéntela chiquita, gózala, es toda tuya.

  • No papi, por favor.

  • Relájate chiquita, goza, goza, siente como se mueve rico en tu puchita. Te la estoy metiendo despacito para que no te duela, relájate y goza rico de este regalito que te estoy dando.

Esto me lo decía susurrándome al oído, haciendo que el dolor se aminorara. Y poco a poco, como dijo él, me fue gustando. Primero me dolió muchísimo y quería que la sacara, pero después de un rato, fui disfrutando el lento movimiento que llevaba mi papá, colmé la necesidad que tenía, como un sediento el agua, así disfrute. Todo mi cuerpo temblaba, al principio de miedo, luego de dolor y después de placer. Cada que la sacaba me asustaba porque pensaba que seria la última vez pero cada vez la volvía a meter haciéndome gemir, saciando mis deseos. Sabía que el placer que sentia no era sano, pero era tan intenso, tan difícil de ocultar. Tanto tiempo había necesitado ser penetrada de nuevo.

  • Gime, chiquita, gime, no te reprimas, así me gusta que gimas de placer, de lo mucho que te gusta mi verguita. Grita, grita más, grita como una puta, grita como lo que eres, como una putita.

  • Papi, papi, papi, ahh papi, ahhh.

- ¿Que te pasa chiquita, que tienes?, ¿Te estás viniendo?. Vente chiquita, vente. Quiero que te vengas haz gozar a tu papá.

Y con toda la vergüenza del mundo admito que tuve un orgasmo delicioso en los brazos de mi padre. Intenso y largo, observado por él, ese era su premio, ver como su hija se emputecida ante sus ojos. Pero en ese momento a mi no me importaba nada más que el placer que me brindaba.

  • ¿Ya te viniste chiquita? Te dije que te iba a gustar, estas toda empapada, disfrutaste mucho ¿verdad?- me dijo con una sonrisa de satisfacción- Mírala chiquita, ve como toda mi verga esta llena de tus juguitos, lubricas muy rico. Te salió un poco de sangrita pero no te asustes es normal porque estabas muy apretadita. Ahora me voy a venir yo y quiero que te lo comas todo. Abre bien la boca. Ábrela más para que te entre todo. Te vas a comer toda mi venida ehh.

Y de su pene cayó en mi boca el liquido más espeso, blanco y amargo que jamás halla probado, pero lo comí todo, creo que en agradecimiento al placer que él también me había brindado.

  • Que rico N. eres una putita muy obediente.

Después de eso, mi papá se acostó a un lado de la cama y a los cinco minutos comenzó a roncar. Ni una palabra de cariño, ni un como te sientes. Satisfecho se durmió. Y yo, con mi vagina toda adolorida por un lado agradecía al cielo haber sangrado un poco porque mi papá no notó que ya no era virgen, por otro lado relajada después de ese orgasmo tan intenso, y por último entristecida por ver mi infancia totalmente perdida, por sentirme diferente a mis demás compañeras, porque ya no cabía en mí ningún tipo de inocencia, porque me había convertido en la putita de mi papá, porque me había gustado.

Ya no habría para mi novela rosa, ni historias de amor, solo sexo duro y fuerte, porque una vez lo probé y me gustó y ahora ya no podría parar.

Mi vagina me ardía, lloraba en silencio, extrañaba a mi mama, ¿pero con que cara me atrevería a mirarla a los ojos?