Acompañando a la amiga de mi novia
Tras recogernos pronto de fiesta, acompaño a la amiga de mi novia a su casa
Como tantas otras noches había salido de fiesta con mi novia, uniéndose a esta una amiga suya que ya nos había acompañado en ocasiones anteriores. Mi querida novia se olvidó de la medicación que tomaba, lo que me obligó a acompañarla a su casa mucho antes de la hora que teníamos en mente. Y su amiga, ante la concentración laboral del camarero que pretendía seducir, decidió también retirarse con antelación y aprovechar para que la acercara a su casa.
Esta amiga era una sudamericana que mi novia conoció hace bastantes años en un curso y cuyo origen era evidente en sus rasgos, particularmente en los de su rechoncho rostro. Su cuerpo era relleno, pero no gordo, con una altura que sobrepasaba por poco el metro cincuenta y un busto de dimensiones considerables, al que acompañaba un culo bastante resultón. Se había criado en España, por lo que el acento de sus padres se veía muy suavizado, y su vestimenta era reveladora hasta rayar la ordinariez. De ella conocía su carácter alocado y la ligereza de sus cascos, sabiendo que por aquella noche se encontraba envuelta con tres hombres distintos de forma habitual, con quienes se acostaba indistintamente. En otras noches de fiesta fui testigo de su puterío, llegando a enrollarse con cuatro hombres en cuatro locales distintos en el transcurso de unas pocas horas, para finalmente ser recogida por otro.
Tras dejar a mi novia en su casa procedí con la petición de su amiga y la acerqué a su casa. Siendo aún pronto en la madrugada me ofreció entrar y tomar un café u otra cosa para soportar mi viaje de regreso, a lo que accedí. Sin haber follado por el estado en que se encontraba mi novia, y conociendo la alocada conducta de su amiga, admito que se me pasaron ideas turbias por la mente, que fueron un aliciente para aceptar la oferta. Nada más entrar me hizo saber que su madre y su hermano, con quien compartía vivienda, se hallaban ausentes al visitar a su tía en otra ciudad y que no debía preocuparme por hablar en voz alta. Tal afirmación no hizo sino avivar mi imaginación.
El café que me ofreció se convirtió rápidamente en una copa, a la que luego siguió otra en medio de una charla animada y que cada vez subía más de tono, mientras ella se acercaba cada vez más a mí. Paso de estar sentada en el sofá de enfrente a ponerse a mi lado cuando iniciamos la segunda copa, y con ella se empezó a rozar conmigo. Yo, que no soy tonto, me percaté rápidamente de sus intenciones y decidí seguirle el juego. Ella se arrimaba, yo pasaba mi brazo sobre ella y la acercaba aún más. Posaba su mano en mi muslo y yo posaba la mía en el suyo, subiendo paulatinamente. Acercaba su cara a la mía y yo posaba mis labios en los suyos. Abría su boca y mi lengua entraba para acariciar la suya. A estas alturas ya no había margen de error, nos estábamos liando y ninguno teníamos intención de parar ahí.
Mis manos se adentraban bajo sus ropas y las de ellas bajo las mías. Pronto me despojo de mi camisa y poco después la suya estaba abierta para mostrarme sus pechos, tan desnudos como su coño cuando le arrebate las bragas que lo cubrían bajo su falda. Alternaba entre besar sus labios y lamer sus tetas mientras mis dedos penetraban y acariciaban su coño. Reciprocaba mis avances posando su mano en mi entrepierna, a lo que respondí desabrochándome el pantalón y sacando mi polla. Se inclino para chuparme y mientras su boca envolvía mi polla su coño envolvía mis dedos, que seguían entrando y saliendo a placer.
Me hizo tumbarme en el sofá y se subió sobre mi para botar sobre mi cintura, con mi polla entrando y saliendo de su coño mientras mis manos sobaban sus tetas y pellizcaban sus pezones. En ocasiones abandonaba sus pechos para agarrar su cadera y otras veces azotaba su culo, a lo que respondía con un gemido de excitación. Cuando sentí que iba a terminar la incliné sobre mí, uniendo su cuerpo al mío, y descargando en su coño mientras la besaba profundamente.
Nos quedamos tumbados un rato, con ella sobre mí, besándonos y mis manos recorriendo su cuerpo. Aún la notaba excitada, por lo que la puso debajo y volví a introducir mi mano en su coño, ahora repleto de mi corrida. Dos de mis dedos se introducían en su coño mientras mi pulgar masajeaba lentamente su parte superior. Los gemidos que desprendía indicaban su satisfacción ante mi iniciativa, cuya intensidad iba aumentando progresivamente. Su respiración era cada vez mas profunda y apresurada, indicando que le faltaba poco para terminar, lo que me animo a unir mis labios con la parte superior de su coño. Besaba, lamia y sorbia mientras mis dedos seguían entrando y saliendo, y ella finalmente alcanzó el clímax.
Estaba sudada y tratando de recuperar la respiración, por mi parte yo cambié de posición para tumbarme junto a ella y recorrer su cuerpo con mis manos. Me centraba en tocar sus muslos, su cadera y sus grandes tetas, jugando con su pezón y alternando entre morderlos y besar sus labios. Permanecimos un rato acurrucados, dándonos cariños, y tanto ella como yo nos pusimos cómodos y despojamos de nuestras vestimentas restantes. Pronunciamos pocas palabras en ese rato y dejamos hablar a nuestros cuerpos, que pegados se encontraban.
No se cuanto estuvimos así, pero mi polla volvió a empalmarse y ella se puso primero a manosearla y luego a comerla. Ahora lo hacia con mas calma y suavidad que antes, pero se atrevía a metérsela aún más adentro, sin ser capaz de tragársela entera, pero aún así merecía alabanzas por el interés que ponía. Durante un rato observé tumbado como se esforzaba, pero me decidí a cambiar de posición y ponerme de pie, frente a ella. Le sugerí que termináramos sobre su cara, a lo que accedió con entusiasmo. Cuando sentí que me faltaba poco se lo indiqué y ella cerro los ojos y me pajeó con mayor rapidez, hasta que descargué mi corrida en su cara. Su rostro no fue el único receptor, pues también fue alcanzado su cabello y parte se deslizo para caer de su barbilla a su pecho y barriga, todo ello sin descontar las gotas que habían acabado en el sofá y el suelo. Presenciando el resultado de mi esfuerzo me decidí a lanzarme a su boca, besándola profundamente sin importarme ser manchado.
Cuando nos separamos me indico donde se encontraba el baño y requirió que le trajera una toalla, a lo que accedí de inmediato. Mientras se limpiaba retomamos la charla, comentando la jugada entre risas y enzarzándonos en morreos espontáneos, a los que se unían los tocamientos fugaces que realizaba sobre su cuerpo, no cortándome en lamer sus tetas o pellizcar sus pezones a voluntad. En nuestra conversión decidimos, como era obvio y razonable, ocultar lo ocurrido a mi novia y al resto del mundo, no descartando repetir si volviera a surgir.
Ante la hora que era, y la cercanía del amanecer, optamos por comenzar nuestros preparativos para separarnos. Ella fue a por una bata y yo me vestí, tras lo cual me escoltó hacia la salida, no sin que hiciéramos múltiples paradas para volver a besarnos y permitirme tocar su cuerpo. Nos pasamos un rato ante la puerta, con nuestros labios unidos mientras mis manos se introducían en su bata para tocar su culo y jugar con sus tetas. Tras el ultimo beso me abrió la puerta y me dirigí hacia mi coche, dispuesto a volver a mi casa para disfrutar de un merecido descanso ante tan agitada noche.