Acogiendo a Hasim.Consecuencias de una larga noche
La noche del viernes no ha terminado para Sara. Habrá dudas, habrá nuevas preguntas, habrá ¿consecuencias?. La vida de esta estudiante española de bachillerato no será la misma después de que sus padres acogieran "por unos días" a Hasim.
ACOGIENDO A HASIM.
PREGUNTAS Y DUDAS. DUDAS Y PREGUNTAS. CONSECUENCIAS DE UNA LARGA NOCHE.
Lloré durante un buen rato.
No lo pude evitar.
Pese a que tenía los párpados cubiertos de lefa de unos desconocidos y casi no podía abrirlos, lloré.
De rodillas en el frío suelo del garaje, desnuda y con restos de lefa por toda la cara y el cabello y gotas por casi todo mi cuerpo.
No recuerdo cuánto tiempo pasé llorando allí después de que Hasim se marchase.
Estaba rendida, cansada y me sentía extremadamente humillada.
Y aún tenía restos del plátano dentro de mi coño.
Al final, después de lo que debió de ser una eternidad, me levanté y logré llegar hasta el grifo de la manguera que mi padre tenía allí para limpiar el coche.
No podía volver así. Tenía que lavarme.
El agua estaba helada, pero no tenía alternativa. No pensaba entrar de nuevo en casa de esa manera, sucia y humillada.
Me lavé como pude los restos de lefa del cuerpo y el cabello y lo intenté con los restos del plátano, pero no aguantaba el frío, así que tuve que terminar de sacarlos con los dedos.
Cabrón.
Hasim era un cabrón.
Había metido el plátano tan dentro que no podía sacar todo.
Sólo había una forma de lograrlo… pero antes usé mi pijama para secarme la humedad del cuerpo y del pelo. Sólo quedaban mis bragas de flores, era lo único que podría ponerme para regresar a mi cuarto.
Pero antes… antes…
Sentía mucha vergüenza.
Allí, en esos momentos, después de haber sido usada por unos desconocidos como… como… No quería ni pensar en ello.
Ni en cómo Hasim había cobrado dinero por permitir que la humillasen así, por verse forzada a hacerles mamadas y ser usada como un trozo de carne y…
Pero… ¿por qué pensaba eso?.
No era verdad.
Ella no era eso.
Ella no era propiedad de Hasim.
No. Él era culpable también. Él la había humillado también. Él la había usado. Se había aprovechado de ella mediante un chantaje.
Sara intentaba convencerse de todo eso.
Pero a la vez una vocecilla susurraba otras ideas.
Porque nadie la había impedido denunciar a Hasim.
Porque esto había empezado mucho antes y ella no había hecho nada para impedirlo.
Porque podría no haber bajado, haberse encerrado en su dormitorio y contárselo todo a sus padres al día siguiente.
Él les había mentido.
Hasim no era un refugiado.
Hasim se había aprovechado de su hospitalidad. Se había aprovechado de ella. La había usado. La había humillado.
Era un cabrón malvado.
Hasim era… era…
Todo eso pasaba por la cabeza de Sara mientras, sin casi darse cuenta, entraba en el asiento trasero del coche de su padre y empezaba a tocarse.
Poco a poco iba calentándose. El calor que nacía de ella iba facilitando la dilatación. Poco a poco sus dedos lograban entrar más y los restos del plátano parecían descender.
Y el interior del coche parecía llenarse de su calor… y su olor.
Tardó varios minutos, pero al final logró sacar todos los restos del plátano.
Se sentía un poco menos sucia.
- Oh… oh no… oh… -gimoteó Sara, al darse cuenta de que en su afán por sacar el plátano había mojado el asiento trasero del coche de su padre.
Y el olor.
Todo el coche estaba impregnado de su olor.
Se pasó media hora ventilando el auto e intentando limpiar el asiento, pero al final tuvo que desistir.
A lo mejor no quedaría marca cuando se secase.
O eso esperaba Sara.
No podía ni imaginarse qué pensaría su padre si viera la mancha, si la oliese, si…
Eran casi las 5 cuando por fin Sara regresó a su dormitorio.
En la mano llevaba el pijama húmedo y sólo las bragas la cubrían.
Sus tetas estaban al aire.
Y sus pezones estaban erguidos. Era algo que no podía evitar en esos momentos.
Pero había alguien en su cama.
Hasim estaba allí.
Tumbado. Desnudo en su cama, con la polla flácida entre sus piernas.
- Subir tarde, kafir.
Sara se hubiera ido en ese momento, debería haberse ido y acudir a sus padres.
No lo hizo.
Se quedó parada en el umbral.
Entonces escuchó abrir la puerta del lavabo de sus padres y unos pasos que iban hacia el pasillo.
Sin pensarlo, Sara entró y cerró detrás de sí.
Y Hasim sonrió ligeramente.
Bien, kafir, bien –y llamándola con gestos de la mano, añadió-. Venir.
No no… -empezó a responder Sara, pero a la vez sus pies se adelantaron un poco. Una parte de ella, no sabía la razón, la deslizaba lentamente hacia el hombre que la había humillado repetidamente desde que había entrado en su casa unas semanas antes. Y otra parte le detestaba y sentía un asco tremendo por ese iraquí unicejo con exceso de vello corporal por todas partes.
Al otro lado de la puerta escuchó el sonido de unos pasos suaves, que intentaban no hacer ruido.
Se detuvieron junto a su puerta.
Sara contuvo la respiración.
Hasim sonrió aún más y la invitó a ir a él con el índice derecho.
Esos segundos de vacilación fueron suficientes. Los pasos comenzaron a alejarse de regreso al dormitorio de sus padres y Hasim se levantó veloz como una serpiente hasta encontrarse frente a frente con Sara.
La agarró por los hombros y la tiró sobre la cama.
Sin dejarla pensar ni un segundo, Hasim se puso a su lado y rompió de un tirón las bragas de Sara.
Y se arrodilló junto a ella.
Su cabeza descendió entre las piernas de Sara y pronto notó algo muy distinto a sus dedos.
Era su lengua. La lengua de Hasim.
Era… era… no sabía cómo describirla porque el cuerpo de la joven española empezó a responder de forma autónoma.
Volvía a sentirse muy caliente.
Sentía su coño dilatar frente a la lengua de ese hombre maduro.
Y sentía que algo estaba despertando dentro, muy dentro…
Hasim siguió comiéndola el coño un buen rato y Sara no podía hacer nada por evitar que su cuerpo reaccionara. Con gusto. Con placer. Con una nueva humedad. Con ganas de que hubiera mucho más…
Intentó resistirse, pero empezó a gemir y acariciar el corto cabello del mismo hombre que acababa de humillarla y venderla hacía apenas unas horas.
La mordió en el coño, pero no la importó.
Estaba gozando demasiado con la habilidad de la boca y la lengua de ese hombre maduro, de ese cabrón machista, de ese…
No lograba pensar.
Cada vez menos.
Cada vez sentía más oleadas de placer.
Más y más… más y más… más y más…
Y al final Sara se corrió.
Una bofetada la sacó del momento de placer.
Hasim la miraba ceñudo junto a ella y antes siquiera de poder decir nada o de pensar la razón de esa bofetada, recibió otra. Y luego otra. Y otra. Y otra… hasta que tuvo ardiendo las mejillas de su cara.
No placer. Tú no placer si yo no decir. Última vez que haces. ¿Entendido, kafir? –sentenció Hasim con su barbuda cara a pocos centímetros de los de Sara, escupiendo saliva con cada palabra-. Recordar. Eres mía, kafir. No ser nada si yo no decir. ¿Entendido, kafir?.
Sí sí sí… por fa…
Suplicarle fue un error.
Esta vez golpeó mis tetas con sus manos encallecidas.
Cuando terminó me dolían.
Mis tetas me dolían tanto que casi no sentí la fuerza con la que retorció mis pezones durante un buen rato.
- Ahora descansar, kafir –dijo, antes de abrir la puerta-. Yo cuidar de ti. Yo enseñar, pequeña kafir.
Salió y entró en su cuarto, justo enfrente.
Cerró su puerta.
La mía no.
Pasó casi media hora hasta que tuve fuerzas para levantarme y cerrar mi propia puerta.
No sabía qué pasaba.
No sabía qué pasaba conmigo.
No…
Debí quedarme dormida, porque me despertó de golpe la puerta al abrirse cuando mi madre entró para avisarme de que bajase a desayunar.
Casi no me dio tiempo a cubrirme con la sábana y ocultar mi absoluta desnudez.
Cuando cerró para ir abajo tardó unos segundos.
O eso pensé.
¿Qué habría visto?. ¿Qué habría pensado?. ¿Qué podía decirla si me preguntaba?. ¿Sería capaz de contar la verdad?.
Y otra pregunta surgió cuando me pude levantar de la cama.
¿Habría visto las bragas rotas en la esquina?.
Continuará…