Acogí a una chica que se había escapado de casa 2

"¿Qué te parezco, Jorge? – Preguntó Sara, en un tono realmente lascivo." ¿Caerá Jorge en la tentación? ¿Qué pretenderá Sara con esto?

Antes de empezar, me gustaría agradeceros tanto las valoraciones como los comentarios tan positivos que ha tenido el primer capítulo. Lo cierto es que animan mucho para continuar escribiendo. De la misma forma, también se agradece cualquier comentario crítico o sugiriendo algo, siempre que sea de forma constructiva. Ahora si que ya no os molesto más, ¡Disfrutad de este segundo capítulo!


Al cabo de unas horas, empezando la tarde, Jorge volvió del trabajo. Al entrar, le vino un agradable olor.

-          Vaya, que bien huele… - Susurró para él mismo. Levantó la voz. - ¡Ya estoy en casa!

-          ¡Bienvenido! – Sonó la voz de Sara.

Al llegar al salón, se encontró con una sorpresa mucho más grande. Sara, estaba ahí, terminando de servir la comida. Eso sería algo normal, si no fuera por el hecho de que iba en ropa interior. Jorge se quedó paralizado, sin saber muy bien que decir o cómo reaccionar. Ella se giró hacia él con una gran sonrisa dibujada en el rostro.

-          ¿Qué te parezco, Jorge? – Preguntó Sara, en un tono realmente lascivo.

En ese momento, Jorge, admirando a esa espectacular chica en sujetador y braguitas negras, entendió que se podía definir de muchas maneras a la muchacha que había acogido en casa. Pero desde luego, una niña no era.

Ciertamente, desde la primera vez que la había visto, lo primero que pensó era que la muchacha que tenía delante era muy guapa. Pero, para Jorge, era una belleza inocente, nada que ver con lo sexual. En cambio, con la visión que tenía ahora, estaba claro que no era así. Si, Sara tenía una cara y unos ojos color miel de aspecto totalmente inocente. Pero su cuerpo sin duda invitaba al pecado.

No tenía los pechos exageradamente enormes, pero si que eran grandes, y destacaban mucho, teniendo en cuenta lo delgada y bajita que era la chica. La parte trasera tampoco se quedaba atrás, si bien quizá no destacaba tanto como la delantera, con un culito muy firme. Además, la ropa interior que llevaba no era precisamente simple, era de encaje y le quedaba endiabladamente bien.

Habían pasado unos cuantos segundos desde que Sara había formulado su pregunta, pero Jorge seguía en shock.

-          Venga di algo… que me va a dar vergüenza… - Se quejó la chica mientras empezaba a caminar lentamente hacia Jorge.

-          Eh… qué… ¿Qué estás haciendo? - Fue lo único que fue capaz de decir Jorge.

Sara se quedó parada, como sorprendida por lo que acababa de escuchar.

-          Creo que está bastante claro, ¿No? – Se empezó a reír de forma infantil pero, de repente, paró y miró fijamente al chico. – Quiero hacerlo, Jorge.

Era algo bastante obvio, pero la verdad era que él no lo tenía claro hasta que lo escuchó.

-          Y ahora… - Continuó ella. – Responde a mi pregunta, porfa… ¿Qué te parezco?

Jorge tenía muchas posibilidades de respuesta en la cabeza, pero se negaba a decir ninguna de ellas en voz alta. Estaba muy nervioso, no tenía ni idea de que hacer. Se le aceleró la respiración.

¿Le gustaba la idea de hacerlo con Sara? Sin duda.

¿Lo iba a hacer realmente? Aún no lo tenía claro.

¿Debía hacerlo? Absolutamente no.

Sus ojos hacían rato que estaban fijos en un lugar muy concreto. Él mismo no se había dado cuenta, pero Sara sí. Ella sonrió.

-          ¿Te gustan mis tetas? – Las tocó por encima del sujetador. – A mi me encantan. Creo que son perfectas, ¿No crees?

-          No… no me gustan… - Su tono de voz no engañaba a nadie. Tragó saliva. – Sara… oye… vístete, por favor…

La chica se volvió a sorprender. Miró a Jorge con ojos tristes.

-          ¿No te pongo cachondo, Jorge? – Preguntó con voz de no haber roto un plato en su vida.

-          Eh… pues… eres preciosa… pero… pero… sigues siendo una niña…

Al escuchar eso, Sara estalló a risa carcajadas.

-          ¡Hoy el que no sabe mentir eres tú! No estás siendo nada sincero…

Súbitamente, ella se lanzó hacia él, pegándolo a la pared del pasillo. Colocó una mano sobre la entrepierna del chico.

-          Ah… joder… para…

-          Vaya… ¿Ves? Con esto no me puedes engañar… - Estaban pegados y la diferencia de altura hacia que Sara tuviera que mirar hacia arriba para ver la cara de Jorge.

-          Eso es algo que no puedo controlar. – Contestó rápidamente el chico, muy nervioso.

-          Ajá… no me digas… ¿No quieres follarme, Jorge? Ya la tienes super dura…

-          ¿Cómo no la voy a tener dura con todo esto? – Cuestionó Jorge, intentando parecer cabreado. – Te estoy diciendo que pares…

-          ¿No te gusto? – Preguntó Sara, poniendo ojitos.

A Jorge se le escapó una risa nerviosa. ¿Cómo no le iba a gustar una chica así?

-          No es eso… simplemente no quiero hacerlo…

-          ¿Por qué?

-          Ya sabes porque, joder.

Sara resopló, como si estuviera cansada.

-          Te estoy pidiendo yo que me folles, Jorge… ¿Qué diferencia hay entre hacerlo ahora o dentro de unos meses cuando haya pasado mi cumple?

Jorge se volvió a reír. No sabía que decir. Él no se había aprovechado de ella en ningún momento, ni siquiera se le había pasado por la cabeza la ínfima posibilidad de algo así, no había hecho nada mal así que, ¿Realmente esa jovencita quería hacerlo con él simplemente porqué le apetecía? ¿Estaba mal si él sencillamente se dejaba llevar? Estaba claro que Sara ya no era una niña y que entendía perfectamente lo que estaba haciendo. De hecho, en ese momento y situación, posiblemente ella fuera más adulta que él.

Mientras Jorge reflexionaba todo esto en su cabeza, inconscientemente colocó sus manos en la cintura de Sara. Ella sonrió. El chico tomó aire, preparado para dejar que pasase lo que tuviera que pasar. Estaba a punto de lanzarse hacia los labios de Sara cuando, de repente, la parte de su cerebro que le decía que no debía hacerlo ganó fuerza.

Sin que él mismo se lo esperase, le dio un empujón a Sara. De hecho un empujón bastante más fuerte del que su cabeza pretendía, ya que la lanzó contra la otra pared del pasillo. La chica pegó un pequeño gritito.

-          ¡Ay! Que daño, joder… - Se lamentó Sara tocándose el brazo.

-          Per…perdona… pero no podemos hacerlo… - Dijo, sintiéndose culpable por la situación, Jorge.

-          ¿¡Eres gilipollas o qué!? – Gritó con fuerza la muchacha lanzándole una mirada llena de rabia.

Al verla así, él se sintió todavía más culpable.

-          Lo siento por empujarte, de verdad, se me ha ido totalmente. Pero, vístete, por favor.

-          ¡El empujón me la suda! – Los ojos de la chica se empezaron a humedecer. – Joder… no entiendes nada…

Jorge, totalmente confundido y, como acertadamente había dicho Sara, sin entender nada, pretendía seguir hablando, pero ella optó por irse corriendo a la habitación y encerrarse.

Sin saber que hacer, él simplemente se sentó en la mesa y se comió la comida que había preparado Sara.

  • Estaba rica… - Murmuró para sí mismo.

Tras recoger todo, no tenía que volver al trabajo hasta mañana, así que se sentó en el sofá a ver la tele esperando a que Sara saliese de la habitación para poder hablar tranquilamente con ella. No solo tenían que hablar de lo que había pasado, si no que Jorge también tenía que convencerla de que se podía quedar todo lo que ella quisiera, aunque no lo había acabado de ocurrir no sabía si eso iba a ser posible. Al final, pasó la tarde y la noche y finalmente Jorge se quedó dormido sin que Sara saliese del cuarto. La terquedad de la chica era considerable.

Al día siguiente, Jorge se despertó y se dispuso a irse a trabajar. Antes de irse, probó a darle un par de golpecitos a la puerta pero no hubo respuesta.

  • Vaya morro… se queda en mi casa y encima me roba mi habitación… - Farfulló Jorge cómicamente para tratar de animarse a sí mismo.

Él no lo sabía, pero en este caso el motivo de que no hubiera respuesta fue que Sara dormía plácidamente. Así que decidió dejar otra nota que decía:

“Buenos días. Hoy no volveré hasta la noche. No te vayas hasta que podamos hablar con tranquilidad, por favor.

P.D: La comida de ayer estaba muy rica.”

Una vez llegó a la oficina se encontró con sus compañeros, Pablo y Dani.

-          ¡Buenos días! – Le saludó Pablo ya sentando en su escritorio.

-          Buenos días… - Contestó Jorge sin mucho animo mientras se sentaba en el suyo.

-          No tienes muy buena cara. – Comentó, de nuevo, Pablo.

-          Es su cara de no tener ganas de trabajar, es lo habitual. – Dijo Dani medio riéndose.

-          Estoy bien.

Dani había sido compañero de Jorge en la universidad y habían entrado juntos a la empresa. Pablo tenía un año más que ellos dos y, en cierta forma, los había adoptado en cuanto empezaron a trabajar. Eran los dos mejores amigos de Jorge.

-          ¿Cuándo acabemos el proyecto este salimos a tomar algo? – Propuso Dani.

-          Yo ya tengo planes con mi novia, perdona. – Comentó Pablo.

-          Yo tengo cosas que hacer en casa, no puedo. – Dijo, sin mucho interés, Jorge sin despegar los ojos de la pantalla del ordenador.

Al escuchar eso, sus dos amigos le miraron como si hubiera dicho algo extrañísimo.

-          ¿Desde cuando tienes tú que hacer algo en casa? Del señor con novia me lo espero, ¡Pero a ti te necesito para dar buena impresión a las chavalas! – Se lamentó teatralmente Dani.

-          La verdad que siempre te dejas arrastrar a todos lados por hacerle el favor al personaje este. ¿Qué tienes que hacer tan importante? – Interrogó Pablo.

-          Cosas mías. – Respondió evasivamente Jorge.

Durante el descanso para comer, los dos amigos siguieron insistiendo en el tema por pura casualidad. Al final, cansado, Jorge les explicó la existencia de Sara y todo lo que había pasado, exceptuando, por supuesto, el incidente de la última noche. Al volver a sus puestos, seguían hablando del tema.

-          Oye,  conociéndote me supongo cual va a ser la respuesta, pero tengo que asegurarme. – Pablo miró seriamente a Jorge. – Ella y tú… ¿Habéis hecho algo?

-          No, claro que no. Ya os he explicado que solo le estoy dejando quedarse hasta que tenga un sitio mejor.

-          Ya… pero igualmente es un marrón grande. No creo que a sus padres ni a la poli les importe tus buenas intenciones. No te estoy diciendo que la eches, pero le deberías dejar claro que no puede quedarse para siempre.

-          Lo sé. Tienes razón. – Aunque Jorge decía eso y estaba de acuerdo de que era lo más correcto, no tenía planes de hacerlo realmente.

-          Además, no habéis hecho nada pero… aunque le saques unos años, seguís siendo un chico y una chica jóvenes viviendo juntos… podría acabar pasando, ¿Entiendes?

-          No pasará nada. – Jorge más bien se estaba tratando de convencer a sí mismo.

-          Si tú lo dices… - Pablo suspiró. – Por cierto, ¿Has pensado en lo que vas a contar si alguien que te conoce os ve juntos?

-          Más o menos. Creo que pasaría por mi hermana pequeña, total, en esta ciudad nadie que me conozca sabe la familia que tengo o dejo de tener.

-          Si, eso supongo que servirá.

Dani llevaba un buen rato callado, pero finalmente se decidió a preguntar en lo único que podía pensar desde que Jorge había explicado la situación.

-          ¿Está buena?

-          Dani, por favor, los adultos estamos hablando de cosas importantes. – Afirmó Pablo medio bromeando, medio en serio.

Inesperadamente para los dos amigos, Jorge respondió.

-          Si. Lo está.

-          ¡Entonces si para ti es un problema que se venga a mi casa! – Propuso Dani mientras levantaba la mano efusivamente.

-          Vas a morirte soltero… - Murmuró Pablo. - ¿Y tú no decías que solo la estabas ayudando por buena voluntad? – Le reprochó a Jorge.

-          Claro que lo estoy haciendo por eso. Si no estuviera buena la seguiría ayudando, pero si tengo ojos y veo como es, ¿Qué quieres que haga?

De repente, surgió una voz en la espalda de los tres compañeros.

-          ¿De qué estáis hablando, chicos?

Era Marta, una chica que llevaba solo una par de meses en la oficina. Tenía 22 años, llevaba una media melena rubia, tenía poco pecho y si bien no tenía una belleza explosiva como podía ser la de Sara, no había duda de que era muy mona.

-          ¡De la nueva novia de este! – Exclamó Dani mientras señalaba a Jorge.

A Marta le cambió la cara mientras Jorge le daba un manotazo en el brazo a su amigo.

-          ¿Novia? – Preguntó, interesada, Marta.

-          No le hagas caso. – Se apresuró a decir Pablo. – Ya conoces a Dani. ¿Qué querías?

-          Ah, sí. Pues venía a preguntar si alguno de vosotros podía revisar si están bien los diseños que he hecho.

Tras un segundo de miradas cruzadas entre los tres compañeros, Dani levantó la mano.

-          ¡Ya voy yo, Martita!

Marta simplemente asintió decepcionada mientras volvía a su escritorio junto a Dani. En cuanto se fueron, Pablo se acercó a Jorge para hablarle en voz baja.

-          ¿Eres consciente de que Marta está coladita por ti, verdad?

-          ¿Eh? – Respondió, desprevenido, Jorge.

-          Joder, los únicos de toda la oficina que no se han dado cuenta sois Dani y tú. Los dos, de diferentes formas, sois muy tontos. – Pablo resopló al ver que Jorge no decía nada. - ¿Vas a hacer algo al respecto?

Desde que había conocido a Sara y todo lo que había pasado a raíz de ello, se había prácticamente olvidado, pero Jorge ya tenía una historia con otra persona. Una historia que, a parte de él, solo conocía Pablo.

-          Ya sabes que estoy interesado en otra persona. – Se limitó a decir el chico.

-          Si… una persona que tiene novio y con la que no tienes ninguna posibilidad. – Musitó Pablo. – Conoces a Marta, sabes que es una chica estupenda, y desde luego fea no es. Sinceramente no sé que a que esperas.

-          Oye, creo que por hoy ya hemos hablado más que suficiente de mis movidas personales. ¿Podemos hacer otra cosa? – Soltó, claramente mosqueado, Jorge.

A partir de entonces el resto de la jornada laboral continuó con normalidad. Poco después de que anocheciera acabaron lo que debían hacer y se dispusieron a salir. Mientras iba hacia la salida junto a sus compañero, Jorge fue abordada por Marta. Pablo, rápidamente, agarró con fuerza el brazo de Dani y le hizo seguir caminando hacia delante para dejarlos solos, para pesar de Jorge y del propio Dani.

-          ¡Buena trabajo hoy! – Comentó, simpática, Marta.

-          Gracias, igualmente.

-          Eh… ¿Te apetece tomar algo? – Propuso ella, algo nerviosa.

Jorge la miró, dudando. Quería irse a casa lo antes posible, pero tampoco quería ser borde con ella.

-          Hoy me es imposible, tengo que ir a casa. Pero creo que Dani está disponible, quizá Pablo también se apunte. – Sabía que Pablo estaba ocupado esa noche, pero daba igual.

-          Ya, pero me refería a tomar algo… nosotros dos solos. – Marta suspiró, miró al chico decidida. – Jorge, ¿Tienes novia?

-          ¿Qué? Claro que no.

-          Es que con lo que ha dicho Dani hoy…

El chico negó con la cabeza.

-          No le hagas caso, es idiota.

-          Vale, bien. – Dijo ella, esperanzada. – Entonces… ¿Otro día?

Jorge sonrió amablemente y sonrió.

-          Otro día.

-          Te tomo la palabra, eh. – Avisó Marta, más relajada.

Él se rio un poco forzadamente y tras despedirse tanto de ella como de sus dos amigos se marchó rápidamente a casa. Tenía miedo de que cuando volviera Sara ya se hubiese marchado.

Cuando entró en casa, se dirigió casi corriendo al salón. Sintió un enorme alivio cuando observó que la mochila de Sara estaba exactamente en el mismo sitio que cuando él se había ido por la mañana. Se sentó en el sofá para poder calmarse un poco antes de hablar con Sara. Pero no tuvo mucho tiempo para aclarase las ideas ya que, en cuanto se sentó, la puerta de la habitación se abrió. Sara salió al salón vestida con una camiseta de Jorge que le llegaba más o menos hasta la mitad del muslo. Para Jorge, era una visión sumamente erótica. La chica tenía una expresión rara en la cara, ya que parecía más bien contenta pero al mismo tiempo por sus ojos parecía que había estado llorando. Miró fijamente al chico y puso cara de niña enfadada.

-          ¿No vas a venir nunca a hablar conmigo o qué? Llevo esperando desde ayer… – Reprochó Sara.

-          Eh… pero si he llamado a la puerta esta mañana y has pasado de mi…

-          ¿De verdad? – Eso pareció animar más a la chica. – Estaba durmiendo, perdona. En tal caso… ¿Quieres hablar?

-          Claro. La que no quiso hablar ayer fuiste tu. – Dejó caer Jorge.

Sara suspiró, sabiendo que en este caso Jorge tenía razón. Se decidió por no decir nada más y sentarse en el sofá al lado del chico.

-          Bueno, ¿Y de qué quieres hablar, Jorge? – Preguntó ella con curiosidad.

-          Ayer me gritaste que no entendía nada. Me gustaría entender las cosas. Ah, y también me gustaría que me dijeras que no te vas a ir esta noche, ni mañana…

La chica sonrió tímidamente al escuchar eso.

-          ¿Por qué no quieres que me vaya?

-          Porqué no tienes otro sitio al que ir por ahora.

-          ¿Solo por eso?

-          Ahora mismo si, pero… eh… para eso tenemos que hablar… ¿No?

-          Si, supongo que si…

-          Lo de ayer… ¿Por qué pasó?

Esta vez, la que se rio nerviosa fue Sara.

-          Antes de contestar. ¿Puedo hacerte yo una preguntas?

-          Adelante. – Dijo él mientras se encogía de hombros.

-          Quiero saber dos cosas: ¿Tengo posibilidades? De hecho ni siquiera sé si tienes novia o algo… Y la segunda, ayer, exactamente… ¿Por qué me rechazaste?

-          No tengo novia. – Contestó rápidamente Jorge, ignorando la parte de las posibilidades. – Para lo otro me podría excusar en tu edad, pero lo cierto es que desde que te vi ayer… no es algo que pase por mi mente. Ni yo mismo estoy seguro de por qué lo hice, pero creo que tenía miedo a que no estuvieras siendo sincera.

Sara puso cara de no entender nada.

-          Me refiero, - Continuó Jorge. – a que pensé que quizá te estabas ofreciendo simplemente como agradecimiento por dejarte estar aquí y eso… pero que en el fondo no lo querías hacer. No sé si me he explicado bien, pero en mi cabeza tiene sentido.

-          Si, creo que lo he entendido.

-          Eh… tu… ¿Tu porqué te enfadaste tanto ayer? Porqué dijiste que no fue por el empujón.

La chica miró fijamente a Jorge. Él notó en sus ojos que iba a ser totalmente sincera.

-          Jamás me había rechazado un hombre, y que el primero que lo hiciese, fuese también el primero que realmente me había gustado de verdad… me jodió bastante…

Al chico se le escapó una risa nerviosa.

-          ¿Te gusto? ¿Un viejo como yo?

-          ¿Un viejo? – Sara también se rio. – Te recuerdo que me sacas ocho años, no ochenta.

-          Ya, pero igualmente…

-          Yo ayer te pregunté que te gustaba, pero no me diste ninguna respuesta clara… - Dejó caer la chica, con un tono algo apenado.

Sin pensarlo, Jorge se lanzó a los labios de Sara. La noche anterior se había frenado justo antes de hacerlo, en esta noche no pasó. Fue algo que pilló totalmente desprevenida a la chica, pero no tardó en seguirle el beso. Un beso largo y apasionado.

-          ¿Te sirve como respuesta?

-          Eh…s-si… - Contestó Sara, todavía un poco en shock y recuperando el aliento.

Jorge volvió a intentar comerle la boca a la chica mientras llevaba una mano a sus pechos, pero, para su sorpresa, ella se apartó. Miró a Sara muy confuso. Ella se rio.

-          ¿Sabes? Yo ayer me pasé toda la mañana super cachonda pensando en lo que íbamos hacer cuando volvieses y al final me quedé con las ganas. Así que ahora te toca sufrir a ti, por hoy has tenido más que suficiente. – Se levantó del sofá. – Por cierto, antes he leído tu notita así que he hecho la cena ya que te gustó tanto ayer.

El chico aún estaba asimilando que esa noche no habría nada más que ese beso, pero le alegró un poco el hecho de cenar algo rico. Se sentaron en la mesa uno frente al otro y empezaron a cenar.

-          ¿Quieres que durmamos juntos esta noche? – Propuso Sara.

-          Pero si has dicho…

-          Te estoy diciendo de dormir, no de hacer nada más, no te confundas… - La chica se rio.

-          Que mala eres. Entonces no, imposible. Prefiero seguir durmiendo en el sofá.

-          ¿Crees que si dormimos juntos vamos a acabar follando sí o sí?

-           Obviamente.

Ella se rio más.

-          Vale, vale… entonces nada, que quiero hacerte sufrir un poquito más.

-          Oye… eh… tu… no eres virgen, ¿No?

En ese momento Sara justamente estaba bebiendo un trago de agua y se atragantó de la risa que le entró.

-          Pensaba que estaba bastante claro que no. – Contestó mientras tosía un poco. – ¿Y tú?

-          ¡Claro que no! – Exclamó ofendido Jorge. – Aunque eh… viendo como te comportaste ayer… no me extrañaría que lo hayas hecho más veces que yo.

-          Seguramente sea así. ¿Eso te molesta o te da morbo?

-          Más bien lo segundo. Aunque tampoco negaré que me da rabia que una cría como tu haya follado más que yo.

Los dos se rieron. De repente, Jorge cambió la expresión y miró muy serio a Sara.

-          Sara, antes de seguir con lo nuestro, sea lo que sea, te tengo que contar algo importante.

La chica, viendo lo serio que se había puesto él, se interesó.

-          Claro, dime.

-          Me gustas muchísimo. Incluso hay una parte de mí que no está del todo de acuerdo con la idea de que estemos juntos, por la edad y todo eso, pero me gustas tanto que me da igual. Aún así, te lo tengo que decir. Probablemente te cabrees y con razón. Pero… hay otra mujer que me gusta tanto como tú…

CONTINUARÁ