Acogí a una chica que se había escapado de casa 1

Jorge, un chico normal y corriente de 25 años, mientras vuelve de trabajar se encuentra con una joven que se ha escapado de casa. Él decide ayudarla, sin segundas intenciones de ningún tipo.

Jorge, como era relativamente habitual, volvía a las tantas del trabajo. A sus 25 años, tenía un buen puesto en un estudio de arquitectura y diseño en el que había entrado justo después de terminar la carrera.

Esa noche se había quedado haciendo horas extras junto a varios compañeros para terminar un proyecto. Eso no era algo extraño, pero tras acabar, sus compañeros habían tenido la brillante idea de salir de copas. El problema es que él no bebía y además no le apetecía especialmente salir, pero como no quería quedar mal con los demás, se dedicó a escuchar las penurias de sus compañeros mientras estos se emborrachaban.

Ahora volvía a su pequeño apartamento, al que se había mudado cuando empezó la universidad en la ciudad, por calles casi desiertas.

Pero cuando pasó por el parque de siempre, algo le llamó poderosamente la atención. En uno de los bancos había una muchacha sentada. A Jorge le pareció realmente extraño que una chica estuviera ahí sola a esas horas, además, pensó que era una chica muy mona, probablemente ese fuera el principal motivo por el que se decidió a acercarse.

-          Eh… ¡Hola! ¿Estás sola? – Preguntó Jorge tan amistosamente como pudo.

La chica se sobresaltó un poco al escuchar la desconocida voz. Iba con una camiseta, unos pantalones vaqueros ajustados y portaba una mochila. Tenía el pelo hasta los hombros y castaño y una cara aniñada que contrastaba con su cuerpo.

-          N-no… - Contestó ella, temblándole la voz.

Jorge sonrió simpático ante la obvia mentira de la chica. Hizo como si mirase a todas direcciones, estando todo desierto.

-          Bueno, vale, pero ahora mismo si estás sola… Jajaja – La muchacha no parecía estar muy por la labor de reírse junto a él. - ¿Qué edad tienes? Pareces muy joven…

La chica lo miró llena de desconfianza.

-          Tengo 18… y no es asunto tuyo si estoy sola o no. – Aseveró a la defensiva.

Jorge se rascó la cabeza, sorprendido por la hostilidad de la joven, aunque también pensó que era algo lógico. También dedujo que la edad de la chica era, de nuevo, mentira. Se encogió de hombros.

-          Supongo que tienes razón sobre lo de que no es asunto mío. Pero igualmente no me hace gracia dejarte aquí a estas horas. – Miró un momento su móvil para asegurarse el día que era. – Mañana tendrás clase, ¿No? ¿Quieres que llame a tus padres o algo?

Al escuchar eso, de repente la chica se inquietó enormemente.

-          ¡No! – Exclamó levantando la voz. – No… por favor… no quiero saber nada de ellos.

Al chico esa reacción le pilló por sorpresa. También en ese momento cayó en que esa chica debía de haberse escapado de casa.

-          Oh, ya veo… vaya situación… - Dijo en voz alta pero hablando más bien para sí mismo. – Entonces, ¿No tienes sitio donde pasar la noche?

-          Eh… si, si tengo.

Jorge se empezó a reír a carcajadas, haciendo que la muchacha se le quedase mirando confundida sin entender nada.

-          ¿Sabes que mientes fatal? – Le preguntó Jorge entre risas.

La chica se limitó a simplemente bajar la mirada algo avergonzada.

-          Perdona, supongo que no estas para muchas risas. – Se disculpó Jorge poniéndose serio. – A ver… eh… mi piso es muy pequeño, pero si quieres… no tengo problema en dejarte pasar la noche ahí.

La muchacha le miró ilusionada por un segundo, pero de nuevo bajó la mirada.

-          No, gracias, aquí estoy bien… - Dijo en voz baja la chica.

-          Joder, ¿Tan mala pinta tengo? – Preguntó Jorge medio riéndose. – No puedo hacer que me creas de ninguna forma, pero te prometo que no te haré nada eh.

Las palabras de Jorge sonaban muy sinceras y ciertamente lo eran. En ese momento ni siquiera se estaba fijando en la joven que tenía delante como si fuera una mujer.

-          No… no es eso… es que no quiero molestar…

-          ¡Pero si te lo estoy ofreciendo yo! No me quedaría tranquilo si ahora simplemente me voy y te dejo aquí sola. Seguro que después me empezaría sentir mal conmigo mismo. Así que, si te parece bien, te pido que pases la noche en mi casa. También me sirve acompañarte a casa de alguna amiga o amigo que te pueda alojar.

La chica le miró sorprendida. Realmente parecía que ese desconocido simplemente se estaba preocupando por ella sinceramente.

-          No conozco a nadie por aquí…  - Dijo ella.

Jorge sonrió.

-          Entonces, ¿Te parece bien venir conmigo? Mi casa está como a 5 minutos.

La muchacha asintió tímidamente, se puso de pie y se colocó la mochila a la espalda. Los dos empezaron a caminar juntos en silencio.

-          Por cierto, no nos hemos presentado, soy Jorge, encantado.

-          Sara.

Jorge, repentinamente, empezó a mirar muy fijamente a la chica. Ella se dio cuenta y le miró desconcertada.

-          Qué… ¿Qué pasa?  - Preguntó ella, asustada.

-          Nada. – El chico se volvió a empezar a reír. – Solo estaba comprobando si me estabas mintiendo otra vez.

-          Eh… no… esta vez no… me llamo Sara de verdad… - Murmuró Sara, algo avergonzada pero a la vez más relajada.

-          ¿Entonces admites que si me has mentido antes? – Interrogó Jorge de forma burlona.

-          Es posible. – Contestó ella encogiendo los hombros y esbozando una ligera sonrisa, con algo más de confianza.

Tras andar unos pocos minutos, llegaron al piso de Jorge, subieron unas pocas escaleras y él abrió la puerta.

-          Pasa, por favor.

Cuando Jorge había dicho que tenía un piso pequeño, no mentía. El lugar constaba de un minúsculo recibidor con un corto pasillo que conectaba a una pequeña cocina-comedor, que era la estancia principal, ahí había a la izquierda un par de puertas que llevaban, respectivamente, al lavabo y a la habitación individual de Jorge. Por último, a la derecha se encontraba un pequeño balcón.

Los dos pasaron adentro. Sara se quedó de pie en medio del salón sin saber muy bien que hacer mientras Jorge dejaba algunas cosas del trabajo. El chico le miró sonriendo.

-          Como si estuvieras en tu casa. No te voy a hacer nada, en serio.

-          Lo sé, lo sé… gracias…

Sara se quitó la mochila y se sentó en el pequeño sofá que había. Se sentía rara por qué todo lo que le estaba pasando parecía demasiado bueno para ser verdad, pero tampoco parecía que fuera mentira. Jorge se acercó a la nevera y la abrió.

-          ¿Has cenado, Sara? No te puedo ofrecer nada espectacular, pero algunas sobras tendré.

-          No hace falta. Estoy bien… - Sara pretendía seguir hablando, pero se encontró con la mirada de Jorge. Parecía esa mirada que le echa un padre o madre a su hijo cuando sugiere algo que en realidad es una orden. – No, no he cenado. Ni comido…

Jorge sonrió satisfecho con que la muchacha fuera sincera de nuevo. Tras calentar algunas sobras del día anterior, se las puso en la mesa. Sara empezó a comer con ansia.

-          ¿No hacía falta, eh? – Comentó Jorge riéndose burlón.

-          No quería molestar más… - Contestó ella mientras comía. Paró un momento y miró al chico que tenía delante. - ¿Por qué estás siendo tan bueno conmigo?

A Jorge le pilló desprevenido esa pregunta. Se quedó pensando unos cuantos segundos hasta que acabó por encoger los hombros.

-          No sé, la verdad. Supongo que es lo normal, ¿No?

Esta vez, la que se rio a carcajadas fue Sara.

-          Si tú lo dices… - Musitó entre risas.

El chico se sintió algo atacado porque lo que parecía casi una niña se estaba riendo de él. Pero por otro lado era la primera vez que ella reía, así que eso estaba bien. Tras un momento de silencio, Jorge se puso algo más serio, suspiró.

-          Oye… no te voy a preguntar por qué te has escapado de casa si no quieres contármelo… pero me gustaría hacerte dos preguntas.

Sara, al ver lo serio que se había puesto el chico, se cohibió un poco y solamente asintió.

-          Primero, ¿Qué edad tienes? Esta vez la de verdad, porfa.

-          Eh… pues tengo 18.

-          Ah, bueno, antes no ha sido una mentira muy grande. Y la segunda…

-          ¿Tú que edad tienes? – Le cortó Sara.

-          25, ¿Por?

-          Pareces un poco más mayor.

-          ¡Oye! – Los dos se empezaron a reír. – Es porque me has visto con el traje, seguro.

Lo cierto es que Jorge era un chico de 25 años bastante normal. Era moreno, tenía el pelo corto, llevaba gafas, tenía un poco de barba, estaba más o menos en forma y era bastante alto. Pero en el trabajo debía llevar un traje y se había comprado uno que no era precisamente el más estiloso del mundo, especialmente por el color amarronado que tenía, que era horrible.

-          Puede ser. Es muy feo. – Dijo sin tapujos Sara mientras se reía más.

-          Yo te acojo en mi casa, te doy de comer… y tú vienes y me atacas tan gratuitamente…

-          Eh… tienes razón, perdona… - Dijo algo triste Sara, pensando que Jorge lo decía en serio.

-          ¡Es broma, mujer! – De nuevo, el chico se puso serio. – La segunda pregunta es que si el motivo del que has huido de casa es porqué hayas cometido un crimen o algo así y ahora te están persiguiendo.

Sara se quedó algo alucinada con esa pregunta.

-          ¿Qué? – Fue lo único que fue capaz de decir.

-          Quiero decir, no es lo mismo tener a una chica que simplemente se ha escapado de casa, que a una chica que ha hecho algo chungo, ¿Sabes?

La muchacha sonrió un poco.

-          Eh… no… claro que no he hecho nada… solo que… pues… no quería estar más en mi casa… bueno… no quería estar más con la gente que vive en ella… supongo que sería más exacto decirlo así… - Explicó algo nerviosa la chica.

Jorge asintió, satisfecho con la respuesta.

-          No me tienes que explicar más si no quieres. Pues bueno, Sara, sabiendo esto oficialmente te dejo quedarte. – Afirmó sonriendo.

Sara también sonrió.

-          ¿Me habrías echado si mis respuestas hubieran sido diferentes? – Preguntó con curiosidad.

-          Emmm… supongo que es lo que debería haber hecho y seguramente lo que querría hacer, pero dejándote ya haber entrado en casa… no sé si hubiese sido capaz de hacerlo de verdad.

La chica se empezó a reír de nuevo.

-          Ya veo… eres demasiado bueno… jajaja…

-          ¡Por cierto! Mañana yo obviamente trabajo, doy por hecho que dada tu situación no vas a ir al insti ni nada de eso, así que cuando te despiertes puede que no esté.

-          Ah, tranquilo, en cuanto me despierte me marcharé. No te preocupes.

-          ¿Eh? – La cara de confusión de Jorge era notable.

-          Con una noche es más que suficiente. No quiero molestar más.

-          ¡Qué pesada con lo de molestar! ¡Que te lo estoy ofreciendo yo! Si me molestase, no tendría obligación de ofrecerte nada. Puedes quedarte todo lo que necesites.

A Sara se le iluminó la cara, pero al mismo tiempo sentía que eso sería como aprovecharse demasiado del chico bonachón que se había encontrado por suerte.

-          En serio, poder dormir aquí una noche ya es más de lo que me esperaba. Además, ¿Estás seguro de que quieres a otra persona más en este piso tan pequeño?

-          Ya estás otra vez metiéndote con mis cosas… jajaja… Ahora de verdad, creo que no habrá problema. Igualmente, prefiero tener un poco menos de espacio que dejar en la calle a una niña, la verdad. Me reconcomería la conciencia.

A ella no le sentó muy bien que Jorge se refiriese a ella como una “niña”, pero no era momento para enfadarse por tonterías.

-          Pero yo no me sentiría bien estando aquí aprovechándome de ti.

Jorge suspiró viendo que Sara era algo terca con su posición. Decidió dejar de insistir por el momento.

-          Que te parece esto, mañana te quedas y cuando vuelva de trabajar hablamos de que podemos hacer con más tranquilidad, ¿Vale? Que hoy ya es muy tarde y creo que tanto a ti como a mi nos vendría bien un buen sueño.

Sara, en el fondo, la idea de quedarse más tiempo en aquella casa le parecía casi como una fantasía.

-          Si… supongo que eso está bien… - Dijo haciéndose un poco la dura.

-          ¡Perfecto! Pues ahora a la cama…

Los dos se miraron al ver que ninguno se movía.

-          Ves a mi habitación. Dormiré aquí en el sofá.

-          ¿Eres tonto o qué? – Soltó Sara. – Soy la invitada, encima tu tienes que trabajar. Duerme en tu cama, anda.

-          Exacto, eres la invitada, así que decido yo. – Jorge miró a la chica con seriedad – Sara, ¿Cuántas noches han pasado desde que te fuiste de casa?

-          Eh…pues…tres…

-          ¿Las has pasado todas en la calle?

Sara asintió tímidamente. El chico le siguió mirando serio, sabiendo que no hacía falta decir más.

-          ¿Tienes ropa para dormir?

-          Tengo un poco de ropa en la mochila, pero nada para dormir. – Dijo la chica casi susurrando.

-          Vale, pues en mi cuarto hay un armario, usa una camiseta mía o lo que tú veas. Ahora, venga, a la cama.

La muchacha se levantó y se dirigió a la habitación. Antes de entrar miró al chico.

-          ¿Sabes? Eres tan bueno que das rabia, Jorge.

Él se empezó a reír muchísimo, para sorpresa de Sara.

-          ¿Qué pasa?

-          Nada… que no eres la primera persona que me lo dice y no sé, no creo que sea así… pero bueno, ¡Buenas noches!

-          Buenas noches.

Los dos se durmieron enseguida. Sara se despertó bastante tarde, ya que tuvo que recuperar muchas horas de sueño. Cuando se levantó, Jorge ya se había marchado a trabajar. Cuando estuvo en el comedor, vio que había una nota sobre la mesa que decía:

“¡Me voy a trabajar! No sé si es mucho pedir, pero si puedes, prepara la comida para cuando venga de trabajar, porfa. Haz lo que quieras. Si no puedes tampoco pasa nada. En el mueble de la entrada te he dejado algo de dinero y unas llaves de casa por si quieres salir a comprar algo en especial. Te recuerdo que tienes prohibido irte, eh. ¡Nos vemos en un rato! 😊”

Sara sonrió como una tonta mientras leía la nota.

-          Que mono… - Murmuró para ella misma.

La chica, tras asearse un poco y vestirse. Se dispuso a salir a comprar para hacerle una buena comida al chico que acababa de conocer y, también, empezó a pensar en darle una buena sorpresa.

Al cabo de unas horas, empezando la tarde, Jorge volvió del trabajo. Al entrar, le vino un agradable olor.

-          Vaya, que bien huele… - Susurró para él mismo. Levantó la voz. - ¡Ya estoy en casa!

-          ¡Bienvenido! – Sonó la voz de Sara.

Al llegar al salón, se encontró con una sorpresa mucho más grande. Sara, estaba ahí, terminando de servir la comida. Eso sería algo normal, si no fuera por el hecho de que iba en ropa interior. Jorge se quedó paralizado, sin saber muy bien que decir o como reaccionar. Ella se giró hacia él con una gran sonrisa dibujada en el rostro.

-          ¿Qué te parezco, Jorge? – Preguntó Sara, en un tono realmente lascivo.

En ese momento, Jorge, admirando a esa espectacular chica en sujetador y braguitas negras, entendió que se podía definir de muchas maneras a la muchacha que había acogido en casa. Pero desde luego, una niña no era.

CONTINUARÁ