Acho en la pampa 8

Continuán con bruno el viejo payador...

ACHO EN LA PAMPA 8

Los chicos miran la enervada roca furiosa que yergue entre la piernas del payador don Bruno. Los mira desde la cama completamente desnudo y en tanto Acho lame la semejante poronga. La mantiene  viva, mientras el hombre habla con los dos peoncitos que tienen en sus caras una luminosidad de calentura especial y extraña, de sorpresa, de perdida de virginidad.

__¡Nunca han visto una así! ¿no?__ habla el payador

__¡No, no!__ dice uno

__¡No señor!__ dice boquiabierto el otro.

__¡Pero que esperan a quitarse las ropas, vamos, que van a aprender!__ los chicos de forma rápida y veloz, ansiosos, quedan en pelotas al instante. Sus erecciones son visibles , se notan a pesar de que sus pijas aún son pequeñas.

__¡Vengan, acérquense sin miedos!!__ los chicos se miran un poco abrumados y se acercan al viejo payador que se relame, muy caliente, muy alzado. En tanto Acho lame y besa el garrote.

Acaricia al hijo del capataz, toca sus nalgas duritas y vírgenes, sus carnes calientes, sale como un vapor de esas pieles crudas y blancas. Acaricia la pija del chico que se retuerce de emoción y excitación. Besa las tetillas, del hijo del capataz que tiembla, con otra fuerte mano el macho atrae al otro jovencito trémulo, inocente, pero tan putón como los demás.

Pellizco las nalgas. Fuertemente. Arrancando gemidos de placer y voracidad.

Abrió las carnes vivas. Fuego despedían los cuerpos iluminados de placer y lujuria. Los gemidos comenzaban a alterar el ritmo de aquella tarde ardiente. Vapores cubrían los cuerpos enfermos de locura y calentura.

El macho encabritado hundió un dedos en la cola virgen del hijo del capataz que bramo fuertemente y sin vergüenza. Acho mordisqueó suavemente el pedazo de carne que babeaba en su boca gentil y golosa. Afiebrado.

__¡Ohhh chiquitos, son ángeles del demonio, ohhh cuanto placer!!!__ gemía el viejo payaro endulzando su boca mientras comía las tetillas de los jovencitos. Primero uno, luego el otro, sin dejar de perforar con los dedos los orificios estrechos aún de aquello jovencitos hambrientos y sedientos de leche.

__¡No te olvides de mi don Bruno!!__ le susurró al oído el jovencito domador de potros. El viejo payador tomo los cabellos sedosos del chico y los apretó en contra de su herramienta furiosamente endurecida.

Hizo a un lado a los muchachos y tomando de los brazos a Acho lo subió en la cama con el. Lo puso en cuatro patas y urgentemente se metió en el dulce agujero deseoso. La lengua lo perforó. Lo salivo, llenándolo. Los gemidos del joven aturdían la tarde, caliente, los jovencitos miraban con sus pijas alzadas.

De vez en cuando el macho le besaba las bolas a Acho con su col ardiendo en deseos. Por fin el macho lo penetró sin mas miramientos. Profundamente. El potro joven saco su culo hacia atrás. El macho empujaba, taladrando sin desasosiego. Erizando la piel.

__¡Miren muchachos, así se hace, ahhh, así se satisface a un macho como yo, que culo hermoso tienes Acho, ohhh, eres encantador, siii, potro salvaje, que culito, ahhh, siii, así, cariño, ohhh dame ese culito que te lo llenare de leche, quieres ordeñarme, ahhhhh, lo vas a lograr, ohhh como me gusta esta cola, siii, ohhh, ohhh!!!__ bufaba de manera exaltada aquel macho ya entrado en años, pero con un vitalidad poco común para su edad.

Empujaba veloz, de forma salvaje, como si quisiera meterse dentro del otro cuerpo, Acho gemía y lloriqueaba como puta, los otros jóvenes se masturbaban inquietos, alzados, bebiendo toda esa clase magistral de sexo que estaban recibiendo en aquella tarde gloriosa que nunca olvidarían.

Acho se contorsiono un poco más, sacando la cola abierta en todo su esplendor, y empezó a largar sus jugos por todos lados, la cola se abrió un poco más, Acho estaba con la cara pegada a la cama, bien en punta, bien arriba, para que el macho lo penetrará en todo su esplendor. Los chicos gemían, el calor era insostenible, los cuerpos sudaban a mares, resbalaban las gotas y caían, mezclándose con todos los líquidos enardecidos y calientes.

Don Bruno se aferró a las caderas gentiles y sabrosas del joven Acho, gritando, rebuznando, el macho fue llenando el ojete baboso y dilatado del jovencito que recibía la lluvia de leche que lo hacía gozar de forma escandalosa. Rebalsando de leche, el ojete de Acho con la poronga del macho clavada hasta el fondo.

El macho busca aire mientras besa y chupa la espalda del jovencito ardiente. Sentía chorrear sus nalgas apetitosas y fuertes y con ganas de comer siempre.

Se van removiendo entre abrazos  y caricias. La carne sale de la cola. Queda un poco desinflada, como decayendo.

Los chicos se sientas en el costado de la cama. Acho se mete a la boca la pija del hijo del capataz, la lame y la succiona descontrolado. Hambriento. El payador hace lo mismo con el otro jovencito. Tragan, chupan, maman, mientras los chicos gimen de manera sacada, de manera que nunca lo han hecho. Están muy calientes. Excitados al máximo. Lamen las bolas aún jóvenes de los chicos alzados en todo el esplendor de las carnes.

Desarmados empiezan a lanzar sus líquidos torrentosos en las bocas perversas de los que chupan y maman. Recogiendo todos los jugos que pueden. Ahogándose de placer. Tragan enfermizamente.

Luego el viejo payador sacude su herramienta que busca despertar. Los chicos van hacia el pedazo de carne. Lo besan, lo lamen, empiezan a tratar de reanimar a esa fiera salvaje.

Acho observa la escena. Le gusta quedar de observador, de mirón, de vez en cuando y cuando se da la ocasión.

Los jóvenes son bastante atrevidos y empiezan con sus bocas, a lograr el cometido. La vara empieza a levantarse y los jóvenes se calientan un poco más. Aquel macho los hará gozar. Lo saben, lo presienten y al viejo don Bruno, le encantará cogerse a dos chicos sin experiencia.

Ya la tranca se ha erguido. Está dura como hace unos momentos, Acho mira sorprendido de la energía de aquel hombre y entrado en años.

Los chicos se han apoderado con las manos y las bocas y las lenguas del pedazo del payador que brama como una fiera a punto de morir. Se nota que aquel macho está acostumbrado a estas contiendas sexuales.

Se tira a lo largo de la cama. Hace que el hijo del capataz también se estiré al revés y quedando con la cola a la altura de su boca, el payador mete la lengua entre las nalgas dulces y vírgenes del chico, que ruega de placer, que lloriquea ansioso. No quiere que le dejen de chupar ese anillo que implora por ser poseído.

El otro cuerpo también exige que lo besen allí, en ese punto mágico y necesario.

La lengua ahora se reparte, un poco en el ojete del hijo del capataz y ahora otro lengüetazo en el arito golosos del amiguito del hijo del capataz. Los dos putones enloquecen con las caricias sabias del viejo payador, con los dedos ayuda a que aquellos agujeros se abran un poco cada vez.

La saliva ha bañado y preparado el garrote viril. El macho gime y ya quiere poseer nuevamente. No perderá la ocasión de gozar con dos culitos jóvenes y preciosos. Cerraditos aún. Una belleza para un depredador como el.

Un cazador nato.

__¡Acho cariño hazme un favor, ohhh!!!__ en tanto gime el macho pide

__¡Si don Bruno!

__En uno de mis bolsillos hay una pequeña poción en un recipiente, ohhh que diablillos esto chicos, ahhh, si bésame el garrote pequeño putito, ohhh, precioso!!__ Acho se mueve contoneando sus caderas poderosas, busca, encuentra, y le alcanza al viejo payador caliente.

El viejo ladino hizo que los chicos se colocaran cola para arriba, en cuatro patas. Los untó incansable, los orificios latían, ansiosos, calientes, fogosos. Hundió los dedos ora en un ojete, luego en el otro. Los chicos gemían ardientes. El pedazo del hombre viejo estaba nuevamente dispuesto para perforar.

Acarició con su pedazo el anillo del hijo del estanciero. Este bufó, y clamo para que entren, entregado,

Don Bruno se posicionó con la cabeza gruesa en la entrada del chico, que hizo para atrás su cola instintivamente, buscando que le entren de una vez. El viejo macho empujó suave y tan caliente. El chico dio un gritito de dolor, calmado, sudaba frío, pero quería tener adentro la herramienta. Así fue que empujó otra vez el macho calmado y experimentado, entro la cabeza abriendo el recorrido, los gritos del jovencito eran un poco más dolorosos, pero no quería que se detuviera, entró la tremenda serpiente en todo su esplendor, lágrimas en las mejillas del chico que cerraba los ojos y abría la boquita como un pez, sintiendo que le desgarraban la piel, conteniendo el llanto total, por fin la vara empezó a entrar y salir. Adaptándose al túnel recién estrenado del jovencito caliente.

Pasados unos minutos realizó la misma operación con el otro chico, y así empezó el viejo macho a ir y venir de un culito a otro, provocando que los chicos deliraron de placer y gusto. Cogía a uno, le daba su poronga brutal para luego pasar al otro culito, los dos bramaban de placer. Sintiendo que aquel macho era lo mejor que le había pasado en sus vidas. Acho observaba con cierto placer, miraba y acariciaba su cola que aún chorreaba húmeda la leche de don Bruno.

En cierto momento el macho empezó a tener espasmos, convulsiones para colocar su pedazo de carne en medio de los jóvenes y bañarlos de jugos pegajosos repartiendo semen para las dos bocas, las dos caras, barbillas.

Hizo que los chicos le dejaran el pedazo limpio, a medida que iba desinflándose. Los dos chicos hambrientos no le hacían asco al bocado y lo lamieron con devoción. Mientras esto sucedía Acho se colocó las ropas y desapareció del lugar sin que nadie lo viera, ni se diera cuenta.

Recuerda que no vio mas a los tres personajes en todo lo que duro la yerra.-

continuara