Acho en la pampa 5

Acho recibe una visita inesperada....

ACHO EN LA PAMPA 5

Habían pasado ya unos días de la partida de Juan Maciel, el arriero y su hijo. La tarde estaba límpida de nubes en el cielo celeste de La pampa recóndita y solitaria.

Acho pitaba un chala en el solitario pórtico y miraba hacia el camino desierto.

De pronto, a lo lejos, se recortó una figura, que se acercaba lentamente. Una leve polvareda se veía que acompañaba a la figura extraña, que se agigantaba cada vez más.

Acho estiro la vista lo que mas pudo. Mientras tiraba al aire el humo de su chala que se consumía. Los perros guardianes del joven azuzaban al extraño jinete. Agudizaban su vista y movían sus hocicos húmedos. No se movían, estaban alertas en sus lugares.

Por fin el jinete se acercó y el joven no tuvo dudas de quien era.

Era el viejo sabio Catruen quien lo había tratado siempre como un abuelo, como un padre, un viejo sabio.  Que en tiempos antes de la conquista había sido anciano de los consejos en las tribus. Un alto honor, solo concedido a cierta gente con mucho conocimiento.

Ese conocimiento se lo había transmitido en aquel entonces al pequeño Acho.

El joven sonreía mirando al hombre que parecía nunca envejecer. Venía vestido con su infaltable poncho liviano y a la vez grande que le cubría todo el torso. Sombrero de ala ancha con la vieja pluma de ñandú en un  costado. Los cabellos largos y grises. Los pantalones anchos y delgados, tal cual los usaba el mismo. Su caballo tordillo, ya tan viejo como el mismo, pero que aún lo acompañaba.

__¡Hola hijo querido!!__ así lo llamaba el casi anciano

__¡Catruen padre mío, que honor!__ cuando el hombre fuerte aún, se apeo del corcel, se abrazaron en medio del umbral, fue un largo abrazo, conmovedor y lleno de energía.

Recorrieron los corrales. Catruen se movía lento, pero enérgico. Vital. Sus ojos color miel siempre tenían el brillo del guerrero que fue.

__¡Veo que siempre tienes buenos potros!

__¡Claro señor, lo aprendí de ti!__ dice orgulloso Acho

__¡Sigues viviendo solo!__ afirma Catruen

__¡Sí señor!

__¡Que distinto si hubieses estado con nosotros, tu sabes que he tenido catorce hijos!

__¡Sí recuerdo como no!

__¡Algunos se han ido ya, con el padre eterno!¡Otros me han dado nietos, que algunos tienen tu edad…pero tu aquí solo!

__¡Es mi destino señor!

__¡Oh si creo que el cosmos así lo quiere…tu naciste para hacer feliz a muchos!

__¡Y creo que lo hago bien !

__¡No tengo dudas mi buen chico!

__¡Tu me has enseñado todo!

__Y ha sido placentero para mi, además de un honor!__ dijo Catruen abrazando al joven por la cintura y atrayéndolo hacia el.

Los labios trémulos de Acho se pegan a los del hombre maduro, ansioso. Conoce esa boca. Sabe lo que le gusta y lo que no. Lame suave los labios del viejo sabio, los chupa de forma muy suave, mojándolos.

Se abren las bocas y las lenguas se chocan, allí parados en medio de los corrales, con toda La Pampa como testigos. Algunos teros hacen sus cantos alardeando de no se sabe que cosa.

__¡Ohh sabes tan dulce como siempre mi muchacho ardiente!__ dice el viejo sabio.

__¡Tu me pones así!__ dice el joven alzado y caliente.

__¡Sabes que quiero meterme en aquella lagunita que hay detrás de aquellos árboles, ¿sigue ahí no?__ infiere el viejo sabio.

__¡Si, vamos!__ responde el joven y comienza a andar, seguido de cerca por el maduro. Contoneando sus caderas femeninas, atrayentes, moviendo sus nalgas apetitosas, sabiendo que aquel sabio indio las desea.

Llegan cerca de la lagunita, que esta rodeada de árboles frondosos, y verdes. Los pájaros en las ramas cantan de forma ininterrumpida dándole alegría al lugar y haciendo de eso un ruido natural.

Catruen toca el agua con un pie que ya ha descalzado de su sandalia de potro.

__¡Esta tibia y linda!__ dice el viejo sabio y ya quita sus prendas y las deja a un costado con un orden poco común. Entra lentamente al agua y Acho lo mira, sus carnes permanecen firmes, aún y la serpiente entre sus piernas cuelga como un pedazo de mango de rebenque. Bamboleándose hasta hundirse en el agua.

__¿Qué haces?, ¡Entra conmigo…¡ven!__ pide aquel sabio indio con la cabellera larga y gris. Acho no se hace de rogar. Se quita sus ropas y avanza, con su pija ya nerviosa y buscando los placeres que sabe pronto tendrá.

Entra en el agua y se acerca al indio que lo mira con el brillo especial en los ojos. Se detiene cerca del rostro y simplemente se besan. Continúan con lo que ya habían empezado. La verga de Acho se pone dura de manera violenta y urgente.

Choca con la serpiente monstruosa que también se mueve en el agua del viejo sabio. Se muerden las bocas. Se muerden las lenguas. Son salvajes y se comen de  poco. Los gemidos empiezan a retumbar en el campo desierto .

Catruen toma la cintura del joven y lo recorre, abrazando sus nalgas apetitosas y fuertes. Acho también recorre las carnes del indio, las soba, las acaricia, se besan los cuellos, primero uno, luego el otro.

Catruen mientras siguen besándose fogosamente toma la pija del joven y empieza a masajear. Sus dedos acarician bellamente la herramienta de Acho que se sacude vibrando muy caliente. Rodea las bolas y las sopesa, haciendo que el chico gima de forma ruidosa y explosiva, quemándose en deseos. Ardiendo.

Hormiguean las bolas redondas de Acho que gime y a la vez se aferra a la serpiente que se levanta despacio, en el agua, tibia, la calentura crece y pareciera que se transmite a la temperatura del agua dulce.

El viejo sabio mientras muerde los labios del joven Acho hurga en el anillo baboso. Lo recorre en forma cariñosa, delicadamente. Hunde apenas un poco su dedo. Lo saca para que Acho convulsione de placer, de lujuria, de calentura.

__¡Ohhh eres un tremendo amante Catruen!!__ susurra al oído del sabio.

__¡Creo que te he enseñado bien!__ dice mientras siente como el joven también rodea su anillo fogoso y hunde un dedo en el. Va y viene moviéndose, de forma tranquila. Pero apasionada y firme. Se abren los ojetes sin vergüenza, alejados de timidez.

El sabio recorre el pecho erecto del joven, juega con las tetillas inflamadas, recorre la espalda con sus manos y vuelve a bajar hasta la cola soberbia del chico. Gozan de sus cuerpos. Acho imita al maestro de antaño y los gordos pezones de Catruen se erizan, poniéndose duros y rocosos. Siguen lanzando suspiros al aire de la tarde que lentamente se va hundiendo en el atardecer, ya quedan pocos rayos de sol. Sobretodo en ese costado del campo que está lleno de árboles y sombras verdes.

Salen de la pequeña y cálida laguna. Acho desnudo como está recorre el camino hacia la casa y retorna de forma veloz. Trae consigo unas toallas y algunas mantas para colocar en el suelo, en el pasto.

__¡Así me gusta, sabes todo de mi!__ comenta el sabio. Acho sabe que a el le gusta hacer noche en medio de la intemperie.

Se recuestan en el lecho improvisado, los dos duros, ahora la poronga del sabio en todo su esplendor. Acho la toma con los labios y la hunde en su boca. Catruen sopla, gruñe. El joven sediento lame y besa, muerde de forma suave y el indio sabio vibra tensionado, gozoso, en trance. Parece que pronto levitara, su espalda se arquea mientras el joven mete la lengua a sus bolas grandes, llenas, calientes.

__¡Ohhh mi precioso chiquillo, tu boca es grandiosa, uhhh, que placer, ahhh!!__ el ruido de la boca de Acho se escucha como si fuera un canto de sirenas. Moja las bolas y vuelve a recorrer el mástil del sabio que no deja de jadear, susurrando palabras en idiomas distintos.

Acho sigue su camino de lenguas y chupadas y llega al ojete del sabio. Se mete allí, humedece, entra en el anillo que ofrece poca resistencia, sabe que el maduro adora esas caricias. Entra recorre y bordea los pliegues del ojete. Deja su rastro de saliva ahí, entre gritos y aullidos del indio sabio que se contonea, en tanto, las manos de Acho masturban al gran vara gruesa del poderoso macho.

Van y vienen, la venosa y dura carne se eriza y se tensa cada vez más, con más ahínco, con vivacidad. Delira el gran sabio, con el agujero abierto, un circulo de baba rodeando y cayendo por las nalgas del macho sabio.

Acho lo conoce tan bien, sabe que aquel macho indio conoce todos los placeres de la carne porque en su vida no se ha privado nunca de nada.

__¡Ohhh mi corazón, eres parte de mi carne, ahhh, ay, lo sabes hijo!!

__¡Si, si ohhh, tu carne sabe tan bien, ahhh!!!__ gimen ambos.

__¡Entra en mi…quiero tu semilla en mi…hazlo!!!

__¡Como desees padre mío!!__ Así Catruen se colocó con la espalda sobre las mantas y el joven levantó las piernas colocándolas en sus hombros. Así, con su pija busco la entrada ya preparada y lista para recibirlo. Entró de un golpe, arrancando un gritito del sabio. Los embates fueron veloces y ágiles, yendo y viniendo sin dejar de besar la boca ardiente del macho sabio, que recibía con gracia animal las embestidas de su hijo espiritual. Gruñía Acho sentía que el inminente final estaba por caer. Se detuvo un segundo para moverse mas suave pero el torrente era incontenible, así que fue largando su leche espesa, caliente dentro del sabio macho que gemía y gruñía alocado.

__¡Ohh si así dame tu simiente ohhh lléname cariño, ohhh!!!__ se vacía, se deja ir. Se desmadeja latiendo dentro del macho que se siente feliz por la simiente dentro de el, empieza a chorrear a borbotones, como una catarata que no se puede detener.

Se miran mientras bajan las piernas de los hombros. El macho besa la boca del chico, mientras se sienta con su vara firme y pitonesca. Dura y firme. Acho la acaricia suave con los dedos. El viejo macho sabio siente como cae la leche de su interior.

__¡Ahora ven tu cariño, es tuya, siéntate en ella, tu sabes como hacerlo, cabalga a este viejo potro!!

__¡Viejo no eres, estas cada día mas joven y creo saber porque!

__¿Y porqué sería eso según tu,  amor?

__¡Nos quitas el néctar a los jóvenes y tu sigues siendo joven y nosotros envejecemos, nos quitas vida, y fortaleces la tuya!

__¿Tu crees que haría eso?

__¡No importa porque no me lo perdería por nada!!__ dice mientras abre sus nalgas y guía el pedazo hasta su orificio húmedo, caliente y sabroso. La poronga entra, resbala, perfora, gime lastimoso el joven, caliente, siente que se abre el túnel, se agranda, lentamente sube y baja. Cabalga al potro. Se abraza al cuello del macho febril, lanzando suspiros y ruegos de que lo clave hondamente, que no saque su sable, que lo coja de manera salvaje. Se besan mezclando sus salivas, sus jugos, sus líquidos.

La noche ya alumbra a los amantes. La luna blanca y redonda los observa. Millones de estrellas iluminan el campo, iluminan los cuerpos desnudos que se desean, que se aman. Acho cabalga, es un potro salvaje en medio del desierto de La Pampa. La vara firme lo contiene y lo taladra. El viejo sabio le masajea los pezones erectos y gruesos. La flácida verga se bambolea para aquí y para allá.

El macho se agarra a las caderas del joven efebo que lloriquea de tanto placer, desbordado, incontenible. Se sacude sobre el cuerpo del macho que lo bombea. Tensos los cuerpos, fibrosos. El fuego invade los poros.

A la luz de la luna, el macho, empieza a llenar el culito fogoso de su amante, es un torrente. Incontenible. Gritan en medio de la nada. Desahogándose furiosos. Vibran. Se retuercen. Danzan uno sobre el cuerpo de otro.

El joven amante detiene su cabalgata. Cae sobre el cuerpo del macho que lo abraza, conteniendo a la criatura que lo ha hecho tan feliz.

Vuelven a buscar sus bocas. Late el pedazo aún en la cola de infierno del chico.

Quedan unos segundos quietos. Luego se acomodan, uno junto a otro, con las porongas semi dormidas. Caídas hacia un costado, miran las infinitas estrellas, amodorrados, se calman, unos momentos, que puede ser media hora, para luego volver a hincarse los dientes, las lenguas, las vergas.-

Continuara