Acho en la pampa 2

Sigue la vida de acho en la soledad de la pampa...

ACHO EN LA PAMPA 2

Cuando Acho despertó, aún le corría un hilo de leche que le había dejado depositado en un último polvo el soldado Nicasio.

Había partido de madrugada antes de la salida del sol, prometiéndole volver. Esos siete días en que habían convivido, no hubo un solo día en que no se lo cogiera dos o tres veces en cualquier parte de la casa.

Sintió el ruido de cascos de caballos. Los golpes en la puerta y un vocerío importante.

Estaba desnudo así que se colocó su camisón de dormir y se levantó raudo de la cama.

El sol ya alumbraba en lo alto de aquella mañana primaveral.

Abrió y los cuatro soldados que tenía frente a el lo miraron con furia y agresividad en un principio.

__¿Donde esta Nicasio Ramos?__ preguntó un hombrón de vozarrón altanero y seguro

__¿Quién?__ preguntó con la mejor voz de zorra que pudo Acho haciéndose muy el inocente

__¡¡Mire mozo, soy el Capitán Alegre y no quiero incomodar, pero hemos visto las huellas en el camino y es el animal del soldado que  anduvo aquí!

__¡Escuche Capitán yo vivo solo aquí, y no ha venido nadie!

__¡Vamos a tener que revisar!__ dijo el hombre, el Capitán, mientras otro hombre barbado, robusto y sonriente que dijo ser el Sargento Gomez avanzó sin más

__¡Esto es un atropello!!__ se quejó Acho.

__¡Hueles a cuerpo de macho!__ le susurró al oído el tal Sargento babeando

__¿Qué dice usted?__ preguntó indignado Acho

__¡Que aquí anduvo un amacho y bien que lo has cabalgao!__ volvió a susurrar el Sargento en tanto encendía un chala. Los otros dos soldados iban y venían por el caserón. El Capitán de pie observaba la escena y miraba al joven de vez en cuando acariciando su barbilla angular y pequeña .

Se escuchaban el ruido de las cosas cayendo algunas y otras corriéndose. Acho miraba al suelo, sin temor, sabiendo que Nicasio estaría ya lejos.

__¡Dígame mozo, dígame donde fue y nos vamos!__ dijo en forma tierna y calma

__¡Nadie vino aquí, ni paso por aquí!__ el Capitán lo miro largamente.

_-¡ta bien!__ concluyó. En eso entraron los dos soldados.

__¡No hay nada señor!__ dijo uno de ellos

__¡Ni rastro señor!!__ dijo el otro cuadrándose. En eso entró por detrás el Sargento Gomez.

__¿Señor?__ preguntó esperando ordenes.

__¡Bueno llévenselo!

__¿Donde me llevan?__ preguntó Acho un poco alterado

__¡Al establo!__ dijo Gomez sonriendo y babeando. Los soldados lo tomaron por los brazos. Casi sin resistirse Acho era llevado por los hombres rudos y fuertes.

Llegaron al establo, todo olía a hierba fresca en perfecto orden. Los soldados buscaron un taburete una especie de banqueta y allí sentaron al muchacho.

__¡Bueno mozo a ver, dígame de una vez que sabe del soldado Nicasio!

__¡No sé nada señor!__ la bofetada cruzó la carita de Acho enrojeciéndose. Aulló del dolor provocado y moviéndose mostró los genitales desnudos.

__¡Aha, te dije que olías a macho!

__¡Yo señor, ehh!__ balbuceó Acho

__¡Se ve que te ha cogido muy bien el Nicasio!

__¡Señor que dice!!__ murmuró Acho. El hombrón se acercó un poco más a el, mientras los otros dos miraban y sonreían nerviosos. Levantó el camisón suave y apareció la pija de Acho que se movía buscando alzarse. Excitado el macho, tomo la barbilla del joven y tragó su boca bruscamente, apretando la pija que se paró de golpe duramente. La masajeó en tanto mordía los finos y delicados labios del joven. Tragaba su lengua, el fuerte aliento a caña y tabaco, encendieron los sentidos primitivos del chico.

Quitó por la cabeza el camisón y desnudo Acho quedó ante aquellos hombres calientes. El Sargento acarició la larga cabellera del joven.

__¡Sabía que tenía ese olor a macho!¡Dime bebe donde fue el soldado Nicasio!

__¡No sé de que habla señor, déjeme!!__ aunque en realidad lo que menos quería el muchachito era que lo dejaran.

__¡Sabes que tengo mi sexo duro como una tabla!¿Lo sabes no? Preciosura me has calentado, mira esa nalgas, ese culito tuyo es de mujercita!¿Sabes que alzas a los hombres, no, a los machos como yo?__ le dice firmemente ahogado en su propia calentura el Sargento rudo, lo levanta del taburete y le da un giro observando el desnudo cuerpo, le da un chirlo en una de las nalgas carnosas y jugosas. Las pellizca, muerde una oreja del joven suavemente y le pasa su lengua en el interior. Gime el chico, se estremece y la verga le bailotea dura de un lado a otro. La vuelve a masajear el duro Sargento.

__¡Desabróchame el pantalón, anda, bebe!__ susurra al oído y Acho presto afloja el cinto y el pantalón cae al suelo y aparece una manija gruesa y larga, dura como un sable.

__¡Lo ves como me has puesto…todo por no hablar y decir donde fue el soldado!!__ los otros dos soldados observan la escena y han sacado sus pijas y se pajean mirando ardiendo.

__¡Mira me sentaré aquí en este taburete y tu te pondrás de rodillas!!__ propuso el Sargento ladino y calentón. La barra de carne se alzaba al techo. Dura, enorme, Acho se relamía en su interior por probar aquel bocado.

__¡Ven bebe comételo, anda, mozo, no se haga desear!!__ la boca de Acho que ya estaba de rodillas llegó al pedazo de carne y beso el contorno, la cabeza redonda y brillosa, la fue metiendo a la boca, con suavidad, escuchando como gemía el macho, en tanto los otros dos le acariciaban la cola, que se movía como la de un animal en celo. Se masturbaban mientras veía como la boca del joven se tragaba la babosa del Sargento.

Uno de los soldados se gachó y con su lengua empezó a chupar el culito de Acho que se abría como flor aún chorreándole un hilito de leche del soldado Nicasio.

Los avarientos hombres, golosos, disfrutaban del joven, que tragaba la vergota de Gomez, el Sargento. La abertura del muchacho estaba abierta de forma que el soldado que chupaba introdujo un dedo y luego dos mientras seguía pajeándose violentamente, tan caliente como los otros dos.

__¡Bueno ahora ven aquí y siéntate en esta herramienta, mientras me cuentas donde fue el soldado!!__ Acho se levantó y se sentó en las rodillas del Sargento, se dieron un beso feroz. Luego el joven giró su cuerpo, dándole la espalda, al macho que guió su fiero miembro y lentamente lo fue introduciendo en la abertura que le brindaba aquel chico.

__¡Dime donde fue el soldado, ahhh, dime bebecito, ohhh, ahhh, dile a tu macho, anda, ahhh!!!__ el tronco había entrado por completo llenando la abertura. Acho empezó a subir y bajar del pedazo aterrador. Su cola se había ensanchado de forma grotesca. Gemía de placer el joven.

Los dos soldados de a turnos le metían sus pijas en la boca al chico que de a uno las comía las saboreaba. Uno de los soldados se arrodilló y empezó a chupar la verga de Acho se contorsionaba de forma desgarradora.

__¡Dime precioso, dile a tu macho donde fue el soldado, ahhhhh!!!__ gemía y bufaba como caballo el Sargento, le mordía los hombros y le marcaba el cuello frágil y elegante, tironeaba los largo cabellos del efebo. Le hundía el pedazo a fondo.

De pronto sacó la vara gruesa de l ojete del chico.

__¡Vamos sobre aquellas bolsas!!__ propuso el macho. Parecían un viejo colchón que el chico y había usado alguna vez para estos menesteres. Se tiraron todos sobre las bolsa. Acho en cuatro patas fue enculado de forma urgente por Gomez. Los otros le metían las pijas en la boca. El chico las masajeaba y las tragaba arrancando gemidos de placer. Le acercaban las bolas para que también las metiera en la boca. Chorreaban salivas por todos lados.

Las bolas de Gomez golpeaban contra los cachetes redondos y firmes de Acho, el Sargento se prendía de los cabellos largos y tironeaba, uno de los soldados se metió debajo del vientre del muchacho y se prendió a la mamadera. La besaba succionando con pasión y en el vaivén de los cuerpos se tragó toda la lechita que salió del biberón.

Los estertores del macho que lo taladraba se hicieron notar, tomándose de los hombros del joven, gritando, bufando como animal fue largando chorros de semen, llenando y rebalsando el ojete, entre gritos del joven y encima el otro soldado le daba la leche en la boquita a Acho que tragaba y se ahogaba. Haciendo lagrimear los ojos, lloriqueando de placer. Lleno de semen y líquidos quedó el joven tendido entre las bolsas de arpillera y el olor fuerte a cereal.

__¡Ahhh pequeño bribón el mocito, no muchachos!!!

__¡Hermoso Sargento, un ladino parecido a mi mujercita!!__ reían los hombres y se pusieron a pitar sendos chalas. El joven desnudo en medio de ellos fue convidado. No sé sabe de donde salió la botella de ginebra, bebieron tragos del pico, uno de los soldados le chorreó en el pecho para luego chupar los pezones alzados y duros del chico, luego le tomo la cabellera y abriendo la boca chupó su lengua con un aroma a sexo, oliendo el calor, oliendo el ardor, Acho veía que los sables de los machos se volvían a poner duros. Los acarició con enorme sabiduría y enseguida los tuvo arriba nuevamente, parados, duros y empezó a comerlos indistintamente. De la cola chorreaba leche. Succionaba los sables. Tan duros que lo enamoraban sacando lo más salvaje de aquel joven tranquilo. El Sargento Gomez ya bastante mayor que los otros, solo tomaba ginebra y cabeceaba pronto a dormirse.

Uno de los soldados lo clavo en cuatro patas al chico que empezó a menear las caderas, sin dejar el bocado del otro hombre. Bañaba el sable con su lengua y su feroz boca. Pajeaba veloz en tanto balbuceaba palabras y ayes de calentura, el otro taladraba, empujaba, bombeaba con voracidad y hambre, prontamente se vació en la cola, llenando un poco más el túnel, así como estaba el otro rápido ocupo el lugar y lo bombeó ferozmente hasta vaciarse por completo en la hermosa cola del joven que gritaba de placer y se caía de bruces contra el piso dejando su hermoso ojete a la vista, desmadejado, agotado y hambriento.

Entró al lugar el Capitán.

__¡Pero que pasa aquí, ¿Qué han hecho con el chico? son unos salvajes, miren lo que han dejado!¡Venga mocito, venga conmigo!__ tomándolo del brazo el muchacho se levantó y salió del granero con el hombre.

En la casa el hombre, el Capitán quitando su camisa le pasó con una esponja en el cuerpo al joven que temblaba trémulo y caliente, como siempre que tenía contacto con algún macho.

El Capitán olía bien, olía a campo y a macho, ese olor que lo perdía. Notó que la vara del joven se alzaba caliente, no tuvo reparos en masajear la zona y pasar agua y jabón por allí, llegó también al anillo que todavía chorreaba llenó de leche, hundió el dedo que fácilmente entró, Acho gimió como buen efebo, su pija se tensó aún más y el deseo le fue ganando el alma y el cuerpo.

El Capitán no era inmune a esto y sentía que su perno iba creciendo en su pantalón. Acho se acercó a la boca del hombre y este no tardó en relamerse con los labios ansiosos y calientes del joven. Las lenguas se chocaron febriles. La mano del hombre se apuró en los masajes de la pija del chico que gemía y lloriqueaba.

__¡Sabes que tengo mujer!__ reafirmó su virilidad el Capitán

__¡Está bien!!__ dijo el chico metiendo la lengua a fondo.

__¡Quiero que salgas del agua y vayamos a tu cama!¿Quieres?

__¡Sí mi Capitán!

__¡Ohh eres adorable!__ sentía que su verga iba a reventar ahí mismo. Salió el joven envuelto en una toalla. Caminaron hasta la cama de Acho, el fue por delante moviendo sus nalgas y enloqueciendo un poco más a aquel macho que se salía de la vaina ya por tener a ese muchachito ensartado.

Llegaron a la cama y el Capitán hizo que el joven apoyará sus rodillas en el borde de la cama y se inclinará sacando su fresca y limpia colita hacía atrás, allí metió su lengua, su boca, y besó y chupo ese culito que lo enloquecía. El muchachito se retorcía gimiendo y lloriqueando como perrita caliente. Metió un dedo y luego otro. Los movía, hundiéndolos con maniobras calientes.

Se fue quitando el pantalón y su erguida herramienta se bamboleó amenazante. Luego subiendo a la cama junto al joven se la mostró y el chico pudo apreciar la barra de carne.

__¡Cómela despacio, si, anda mocito, como a  ti te gusta hacer con los machos!!!__ susurró el Capitán caliente. Acto seguido Acho abrió su boca y tragó el sable mamando de forma sublime y arrancando quejidos profundos del hombre que acariciaba los cabellos del efebo. La saliva del joven caía por todo el perno, se extasiaba el chico al arrancar gemidos y bufidos de placer de aquel macho en celo.

__¡Ohhh eres un amor, ahhh, si, lo haces mejor que una mujer, eres un diablo, ohhh, si, así!!!__ la boca tragaba y gozaba del pedazo. El capitán no aguantó más y pidió al chico que montara en su sable. Acho no lo dudo y de un salto se clavó en su túnel todo el pedazo. Empezó a cabalgar de forma salvaje y veloz. El Capitán apretaba las mandíbulas y pedía por favor que no se detuviera. La vara se hinchó más y más hasta que explotó en una catarata de jugos pegajosos que estallaron en el ojete receptivo de Acho que sollozaba de felicidad largando el también sus jugos lechosos y calientes. Cayó con su larga cabellera en el pecho del Capitán, que sacó su morcilla un poco más blanda y se trenzaron en un beso mojado y cálido y explosivo.

Así estuvieron amándose hasta el amanecer del nuevo día.

Cuando se marcharon Acho no los escuchó. Solo se dio cuenta de que estaba solo cerca del mediodía cuando despertó y su cola pegajosa aún guardaba restos de la semilla del Capitán Alegre.-

continuará