Acero Inoxidable
A veces las teclas y mi clítoris discuten por mis dedos, y casi siempre gana el equipo minoritario. Es curioso que el poder de un solo botón supere al de las nosecuantas teclas...
ACERO INOXIDABLE
[...]
¿Salimos a tomar algo?
Uff... Como me gustaría.
Y a mí.
Vale, pues supongamos que estamos en un pub. Uno no muy ruidoso, pero sí bastante atiborrado de gente. Estamos en la barra, yo de pie y tú sentado en un taburete que deja tu cabeza ligeramente por encima de la mía. ¿Te sitúas?
Perfectamente.
Bien. Suena música pop de actualidad y no puedo evitar mover las caderas a su ritmo mientras tatareo el estribillo distraídamente. Anclas tus manos a mis caderas y abres las piernas para que pueda acercarme. ¿Me sigues?
Te sigo.
Enredas tus dedos en las trabillas de mi pantalón vaquero y tiras de mí. Doy un paso adelante y claro... me quedo bastante mas cerca de tu cuerpo, sin dejar de moverme para que sientas como se agita mi cintura entre tus manos. Ahora nuestras cabezas están muy próximas. Si te miro a los ojos, los encuentro levemente desenfocados. Me dices algo al oído...
Mmmmm... Marta, no puedo más. Te deseo mucho. (Tiro un poco mas de tus trabillas).
Bien, puede valer. Me acerco a tu oído. Siente como se mueven mis caderas. Quiero moverlas encima de las tuyas. Respiro en tu oreja y beso tu cuello suavemente. Me separo un poco y te miro.
Mis dedos siguen enganchados a tus trabillas.
Abres más las piernas y doy un paso hacia ti. Me apoyo en tu entrepierna y descubro lo excitado que estás. Eso me encanta. Excitarte fuera, donde no podamos hacer nada.
¿Si?
Sí, me encantaría. Mientras mi cuerpo permanece en contacto con el tuyo coloco mis manos sobre tus piernas, tus muslos, y las muevo desde casi las ingles hasta casi las rodillas mientras sostengo la mirada en tus ojos y siento en mi vientre que tu polla va endureciéndose por momentos.
Así es. Me estás poniendo a 1000.
Shhhh... Me humedezco los labios y te miro a la boca. Me acerco un poco más y repito la secuencia ojos, boca, ojos. Mis manos se detienen próximas a tus ingles. Ladeo la cabeza y te rozo la nariz con la mía muy sutilmente. Te hablo en los labios casi rozándolos. Te deseo..., quiero tenerte toda la noche. Primero voy a chupártela y luego quiero que me la metas muy adentro, Miguel.
Uff... Marta...
Apoyo mi frente en la tuya, mis manos en tu nuca y te beso en el centro de los labios con los míos entreabiertos. Los cubro de besos dulces y cortos. Luego se alargan y son más húmedos, y a medida que tu boca reacciona, muevo mis manos en tu nuca y te atraigo mas hacia mí. Ahora con la boca entreabierta. Mi lengua espera la tuya.
Marta...cómo me gustas!
Miguel... si tardas en dejármela, entro a buscarla con la punta de la mía. Uff...que facilidad para ponerme en situación.
Mmmm... Estoy muy mal.
Joder, pues solo es un besito.
Imagínate de verdad...
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Decidí imaginarme de verdad. A veces las teclas y mi clítoris discuten por mis dedos, y casi siempre gana el equipo minoritario. Es curioso como el poder de un solo botón supera al de las nosecuantas teclas...
Me entraron tantas prisas que no fui capaz de llegar a la cama siquiera, que suele ser donde me deshago, más que nada por aquello de acurrucarme y quedarme dormida después.
Primero intenté comenzar sin bajarme los pantalones, pero en vista de lo incómodo que me estaba resultando, tiré de ellos para abajo. Tras intentarlo con el tanga puesto, también tuve que ceder al poder de los tejidos elásticos y prescindir de él.
Al comenzar a recorrer mi vulva con los dedos descubrí una gran irrigación sanguínea en la zona que los convertía en voluminosos, rosados y sensibles. Además, estaba muy mojada. No era mi intención excitarme describiéndole un beso, pero parece que el tiro me salió por la culata, como dicen por ahí...
Me introduje un dedo con urgencia y descubrí que había hueco para mucho mas, así nada mas empezar... Al mismo tiempo acariciaba mi clítoris con los dedos de la otra mano. Nada de caricias suaves... sabía que iba a ser rápido.
Me acomodé en la silla, para llegar mejor, pero hiciera lo que hiciera sentía que con un dedo no me valdría... ni con dos. Descubrí sobre la mesa una cucharilla junto al envase rebañado de un yogurt que había tomado un rato antes. Nunca se me había ocurrido utilizar algo que no fuera de carne humana para llenar el hueco de mi vagina, y sin embargo, al ver la cucharilla no dudé utilizarla para buscar nuevas sensaciones, si bien sabía que no iba a colmarme mas que un par de dedos. Salvo que fueran los suyos, claro.
Chupé la cucharilla para retirar con la lengua los restos de yogurt y cogiéndola por su parte útil, es decir, por la parte que se utiliza para remover el azúcar, me introduje poco a poco el mango rotándolo dentro. Resultaba agradable pero no suficiente, así que decidí cogerla por su mango e introducirla en el otro sentido, de manera que resultara mas ancha. Continué con los movimientos circulares y las caricias cada vez mas violentas sobre mi clítoris. Esto resultaba bastante más estimulante. Cambié el ritmo. Descubrí que moviendo la cuchara dentro y fuera, la concavidad de su extremo rozaba las paredes de mi vagina, en especial esa zona rugosa que es la que mejor reacciona a cualquier estimulación.
En muy poco tiempo noté que mis pezones sobresalían y mi respiración se agitaba. No podía parar. Sentía que mis genitales se habían convertido en mi centro neurológico. Aceleré el ritmo y sentí como se aproximaba un orgasmo sorprendente. Estaba excitadísima... Fue increíble. En cuestión de segundos me sentí caer al vacío y a continuación un río se desbordaba entre mis piernas.
Extraje la cucharilla e instintivamente la chupé de nuevo. Ahora estaba mucho mas caliente y sabía a placer. Me encanta ese sabor en mis dedos, pero nunca imaginé que sobre acero inoxidable también pudiera probarse. Estaba alucinada, no solo por el orgasmo obtenido, sino por el gran descubrimiento...
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Miguel... estás?
Sí, estoy. ¿Qué pasaba? ¿Has cerrado tú?
Lo siento... no podía esperar.
Cuéntame, cuéntame... ¿cómo ha sido?
Pues verás... Me han entrado tantas prisas que no he sido capaz de llegar a la cama siquiera, que suele ser donde me desahogo, más que nada por aquello de acurrucarme y quedarme dormida después. Bueno, tú ya lo sabes... Ufff, Miguel... me da vergüenza seguir. Ya te contaré.