Aceptación inesperada
Les presento a mi futura esposa a los padres de la que fue mi esposa, ya fallecida. Lo que sucede es totalmente inesperado.
Aceptación inesperada
Enviudé joven, con apenas treinta y cinco años. Tenía un hijo pequeño que envié un tiempo a vivir con sus abuelos maternos, o sea mi suegros, Mercedes y Juan. Pasó un año más o menos desde que quedé viudo cuando conocí a Úrsula, una mujer de treinta años que acababa de divorciarse. Ella y yo nos enamoramos en plan flechazo y como yo no podía soportar la soledad le propuse matrimonio, cosa que ella aceptó encantada. La misma noche que decidimos casarnos echamos nuestro primer polvo. Lo primero que Úrsula hizo fue bajarme los pantalones y extraer mi pene erecto de debajo del slip; comenzó suavemente a hacerme una mamada, la primera vez que una mujer me lo hacía en la vida. A pesar de que aquel placer era casi desconocido para mí noté que Úrsula tenía cierta experiencia en el arte de la felación, pero me dio igual, no me importaba cuantas pollas se hubiera tragado a lo largo de su vida, lo único importante era que en aquel instante era la mía la que estaba chupando y yo estaba gozando como nunca. Efectivamente, justo después de eyacular en su garganta, Úrsula me habló de su pasado.
Uff, mi amor le dije- la mamada que acabas de hacerme ha sido maravillosa.
He conseguido muchas cosas de los hombres chupándoles la polla.
De mi lo tienes y lo tendrás todo le dije. Y después seguimos follando hasta el amanecer.
Úrsula sería la madrastra de mi hijo. A ella le encantaban los niños y estaba dispuesta a colaborar en su educación y a tener uno o dos hijos más conmigo. El siguiente paso era presentarles Úrsula a Mercedes y a Juan, los abuelos maternos de mi hijo. Presentarles a mis padres mi futura mujer fue fácil, ¿por qué no?, pero presentársela a mis anteriores suegros me hacía estar intranquilo y temeroso, quizá porque ellos pensarían que yo iba a sustituir a su difunta hija, a tratar de olvidarla cuanto antes. Eso no ocurriría así, pero no sabía que pensarían Mercedes y Juan de mi segundo matrimonio. Así que una noche, Úrsula y yo fuimos a casa de mis antiguos suegros, iba a presentársela y anunciarles nuestra próxima boda. Yo esperaba esperanzado que la aceptasen como mi futura esposa. La presentación fue fría; les dije su nombre y a Úrsula el de ellos. Nos invitaron a pasar y a sentarnos para tomar algo pero la tensión se podía cortar un cuchillo, como suele decirse, aunque Úrsula trataba de ser cortés con ellos.
Mercedes y Juan empezaron a utilizar cierto tono en sus palabras que no me gustó nada; parecía que despreciaban a Úrsula, casi la insultaban con la mirada. Por supuesto, Juan, al que siempre consideré un mujeriego empedernido, se hubiera comido con la mirada a Úrsula en cualquier otra circunstancia, pero aquella noche... Hacía años Juan, cuando era mi suegro, me confesó que había tenido más de una aventura extramatrimonial, pues le gustaban las mujeres una barbaridad, sólo que su esposa, Mercedes, no siempre estaba dispuesta a follar. Aquello me extrañó, pues el rostro de Mercedes siempre me dio la sensación de expresar cierta lascivia; yo hubiera dicho de ella que le gustaba follar más que a una perra en celo. Durante un tiempo me mantuve en la creencia de que Juan no le daba a su esposa exactamente lo que ella necesitaba en materia sexual, que quizá lo que ella requería era un semental joven, y más de una fantasía sexual corrió por mi cabeza imaginando que era yo el que la satisfacía en la cama. Mercedes me atraía sexualmente, he de confesarlo.
Continuando con mi relato, diré que Juan y Mercedes se estaban poniendo groseros progresivamente con Úrsula. No supe que hacer, no sabía como reaccionar, hasta que cayó la gota que colmó el vaso:
¡Con una cualquiera vas a sustituir a mi hija! dijo Mercedes.
No se trata de sustituir a nadie le contesté yo.
¿Tantas ganas tenías de follar? me preguntó Juan.
Úrsula y yo estamos enamorados, por eso nos vamos a casar.
Tiene pinta de puta dijo Juan. No quise ofenderme porque sabía que estaban muy alterados. Úrsula permanecía en silencio, así que era mejor que nos fuésemos de allí, pero mis suegros continuaban con su ofensiva.
Sí, esta Úrsula debe ser una puta dijo Mercedes, y su marido asintió dándole la razón; eso hizo que yo estallase y les dijera:
No es una puta; las putas son a las que has recurrido tú, Juan, cuando has tenido ganas de follar y tu mujer, Mercedes, se ha negado.
Mercedes se quedó de piedra al oir aquello, porque jamás hubiera creído que su marido iba de putas. Entonces dijo que Juan nunca habría frecuentado puticlubs ni nada por el estilo, pues ellos eran un matrimonio decente y no lo que íbamos a formar Úrsula y yo, que según ella éramos una zorra y un cabrón. Entonces fue cuando Úrsula no aguantó más y habló para decir más de una verdad:
- Doña Mercedes, no diga tonterías, en la cara de su marido se nota que es un hombre que no ha follado lo suficiente, ni que sabe follar. Por eso ha ido de putas. Se le pondría la polla tiesa en cuanto cualquier mujer le echase mano al paquete. En cuanto a usted, también se nota que su marido la ha dejado insatisfecha porque no sabía cómo hacerlo, si hubiese dado con el hombre adecuado usted hubiera disfrutado del sexo. Puede que no sea tarde para que ustedes encuentren lo que necesitan.
Mercedes y Juan se quedaron en silencio unos instantes. Incluso a los ojos de mi suegra apareció alguna lágrima. Pensé que a lo mejor Úrsula había sido dura con aquellos dos viejos, pero lo merecían después de cómo la insultaron. Sin embargo, Mercedes perseveró y aún dijo algo más:
Nosotros no somos como dices, pedazo de zorra.
Le demostraré lo contrario dijo Úrsula. Como Juan estaba casi mudo y como una estatua a Úrsula no le costó bajarle la cremallera del pantalón y extraer un pene pequeño, arrugado y flácido. Tanto Mercedes como yo mirábamos la escena estupefactos, sin atrevernos a decir nada. Tampoco se movió Juan que miraba a los ojos de Úrsula con total ansiedad, yo diría que con deseo de que aquello fuese realidad y no un sueño, quizá algo incómodo por la presencia de su mujer.
En fin, recordé aquellas palabras de Úrsula cuando me contaba que había conseguido muchas cosas de los hombres chupándoles la polla. Desde luego si se la iba a chupar a Juan, y lo iba a hacer tan maravillosamente como ya me lo había hecho a mí, Juan no iba a tardar en aceptarla como mi futura esposa. Y así fue, Úrsula se tragó la verga del viejo y dio comiezo a una mamada como aquel hombre no había recibido en la vida. Juan disfrutó abiertamente de aquel divino sexo oral, sin importarle mucho que Mercedes estuviera presente, la cual sin embargo se retorcía las manos nerviosa sin perderse un detalle de la escena. Juan experimentó una erección de mil demonios y gozó durante minutos.
Úrsula, dirigiéndose a mí me indicó que desnudase a Mercedes y que la hiciera participar en el juego. Yo casi no me atrevía, pero Úrsula ya se había hecho dueña de la situación y me ordenó que lo hiciera porque a Juan no le importaba que también Mercedes aquella noche se convirtiera en una puta. En efecto, Juan me dijo que besase, acariciase o hiciera lo que quisiera con su esposa. Pero Mercedes seguía muda y me costaba dar el primer paso.
- Tranquilo me dijo Úrsula- , esa vieja está que se muere de ganas, hazme caso, te lo dice una mujer que sabe del tema.
Úrsula, entonces continuó chupándosela a Juan y yo empecé a acariciar el rostro de Mercedes, que se dejaba hacer. Besé sus labios y sobé sus tetas por encima de la blusa. La mujer jadeaba tenuamente, su respiración era entrecortada; estaba excitada, lo comprobé definitivamente cuando introduje mis manos por debajo de la falda, ascendí por sus piernas y encontré las bragas completamente empapadas, las cuales bajé hasta el suelo y comecé a acariciar su chocho peludo e incluso introduje mi dedo corazón en su vagina. Mi suegra se hallaba completamente entregada por el placer, me besaba y me acariciaba, al tiempo que me ayudaba a desnudarme. Mi polla estaba completamente erguida y con ganas de perforar la cueva de aquella mujer. Sin embargo me dio un arrebato y agarrando su pelo hice que se arrodillase a la altura de mi verga. Le pedí que me la mamase y dudó.
Desde el otro lado de la habitación Úrsula e incluso su marido le infundieron ánimos y le mostraron su propio ejemplo, entonces Mercedes no dejó pasar ni un minuto más y empezó a lamer mi pijo. Aquello me estaba sentando de maravilla. Ví como la otra pareja se nos aproximaba con intención de unirse a nosotros. Era increíble, ¿íbamos a montar una orgía?, así era. Úrsula propuso cambiar de polla y empezó a chupármela a mi y Mercedes a Juan. Nos tumbamos sobre la alfombra del salón y adoptamos tal posición que mientras yo le comía el coño a Mercedes, ésta le chupaba la polla a su marido y él le comía el coño a Úrsula, mi futura esposa, la cual me chupaba la polla a mí. Después de corrernos, de obtener nuestro correspondiente orgasmo, decidimos continuar follando después de recuperarnos.
Quise tener un rato de intimidad con mi suegra y me la llevé a un dormitorio para allí follar a nuestras anchas. Úrsula y Juan siguieron disfrutando por su lado. Penetrar a Mercedes y tener un coito con ella fue maravilloso. Después me comentó que sentía el trato que había dado a Úrsula y que agradecía que fuese ella quien hubiera abierto aquella sensacional dimensión del sexo. Hicimos un sesenta y nueve y follamos una vez más, Úrsula y Juan llegaron y se incorporaron a nuestros juegos. Fue una estupenda orgía. Así que la aceptación que tuvieron de Úrsula fue totalmente inesperada.