Aceptación

Parte final de Monogamia

Aceptación

En el hotel.

«¿Por qué lo he aceptado? ¿Por qué he venido? ¿Por qué estoy tan excitada? ¿Tantas ganas le tengo? ¡Quiero que me folle de forma bestia! El sexo nunca había sido una prioridad pará mí y hoy es importante. ¿Habrá sido causa de que me dejaran?» a Ángela le acompañaban estos pensamientos mientras recorría los pasillos del hotel al lado de ese hombre. En ese instante vio que no sabía cómo se llamaba y que carecía del valor para preguntar.

Mientras andaban, ella siguiéndole, notaba como la humedad bajaba por sus muslos. Se detuvieron delante de una puerta, ella notaba que le sobraba la ropa.

En la habitación.

Nada más cruzar la puerta, adelantándose al agente, se sacó el top. Él se puso a reír.

—La falda te sobra. Tienes unos pechos preciosos y tus pezones parecen ya duros. —Ella sonrió—. ¿Te has fijado que la puerta sigue abierta?

—Lo está porque no la has cerrado.

Ángela se lanzó encima de él y lo empezó a besar, mientras que con la mano derecha cerró la puerta. Él la levantó y ella enroscó las piernas en su cintura. Le parecía como si estuviera sentada, y tenía una polla entre sus piernas. Pasaron por delante de la puerta del baño.

—¡Puto café! —exclamó Ángela—. Tengo que ir a mear.

Él la entró y la dejó sentada en la taza. Cuando sus brazos se quedaron sin peso, él le pellizcó los dos pezones al mismo tiempo.

—Me ducharé. Me encantaría que me enjabonaras la espalda. —Ella sonrió—. Con tus pezones. Por cierto, no juntes las piernas al mear.

Ángela se notaba demasiado excitada para mear y encima ese hombre se desnudaba. Cuando solo le quedaban los calzoncillos la miró y le sonrió.

Se quitó los zapatos y entró en la ducha con él. La diferencia de altura hacía que se sintiera inferior. Se enjabonó los pechos y los empezó a apretar contra la espalda de él. Le molestaba llegar solo a la mitad.

—Lo haces muy bien, perra —dijo él y ella sonrió—. Me encantaría que me masajearas el culo.

Ella solo escuchó la felicitación. Se puso de rodillas y con las manos empezó a tocarle el culo. Al cabo de un rato las movió por las caderas para llegar a la polla. Al tener delante de sus ojos el ano del agente le introdujo la lengua. Empezó a realizar círculos, al principio pequeños. Con las manos masajeaba la polla, tenía ganas de que se la introdujese por algún agujero, por el que quisiera. Ella era suya.

—Perra, has cometido un error —dijo él y Ángela paró—, pero me gusta. Aún no te me has entregado y gozas de libertad.

Perra y error daban vueltas por la cabeza de ella. No se podía imaginar dónde la llevarían, pero sabía que sería con mucho placer. Borró esas dos palabras y volvió a introducirle la lengua.

—Zorra, de pie y colócate delante mío.

Ángela le hizo caso, pero no podía apartar la vista de la polla mientras se decía mentalmente «La realidad es mucho mejor que la fantasía». Notó el agua de la ducha en su cuerpo y una mano que le masajeó los pechos. Recordó la advertencia y dijo:

—Agente, ¿me puedo arrodillar para chuparte la polla?

—Aprendes rápido, perra, pero aún no te has ganado esta comida.

Ángela bajó la cabeza y se ruborizó. Él cogió una toalla, se secó y a continuación la utilizó con ella. Le tomó la mano y la dejó delante del espejo de cuerpo entero del pasillo. Ella se miraba, pero estaba acostumbrada a su reflejo. Lo que le sorprendió fue que él se pusiera pegado a su espalda y notar esa polla que no podía catar le sentó mal.

—Zorra, cúbrete con las manos el coño. —Ella hizo caso y bajo la mirada—. ¿No me quieres ver? —Con un dedo en la barbilla le subió la cabeza.

Ángela se sorprendió, justo le llegaba al mentón. Él con una mano le tapó los pechos. Ángela se excitó.

—La foto le envío a mi mujer, para que sepa que estoy bien. ¿Quieres, no te acostumbres, que le pase algunas?

—Dos más, una sin taparme y la otra que me pellizques un pezón.

Él sonrió, ya era suya.


¿Tantas ganas le tengo? ¿Mi cuerpo excitará a su mujer? Me excito de pensar en una tía, es la primera vez que me pasa. Miro mis pechos en el espejo, los pezones no están tiesos.

—Señor agente, ¿me podrías pellizcar los pezones primero? Es que no están duros.

—Ten el teléfono, exhibicionista.

Sonrío, ha aceptado. Noto como sus manos acarician mis pechos. Sus dedos —anular e índice— los pellizcan, los retuercen. Jadeo.

—La foto —me susurra.

La realizo, noto dolor, pero llego al orgasmo. ¿Cómo serán los pechos de su mujer? Me cuesta mantenerme de pie, podría ponérmela, me ayudaría. Suelta los pezones, están tiesos y saco otra foto, le devuelvo el teléfono.

—Aprendes muy rápido, serás una buena puta.

Me separo y me giro para mirarlo.

—No cobro.

—Ya sé un límite, es el primero que me indicas. —Sonríe—. Serás una buena perra.

Las últimas palabras me han hecho sonreír o es su dedo recorriendo mis labios vaginales.

—Te quiero —digo entre jadeos y él levanta las cejas—. Es una forma más corta de decir: gracias por los orgasmos. Si se me escapa algún insulto es: muchas gracias por los orgasmos.

—Osea es una palabra vacía. Si me insultas te castigaré. —Afirmo—. Eres la primera que me lo dice con ese motivo.

—Soy la primera que no miento. ¡Ahh! —chillo, me está haciendo presión en el clítoris.

Aguantarme de pie me cuesta, ya no sé cuántos llevo y me da igual. Lo que me preocupa es que no se haya vaciado.

—Hasta hoy tenías pareja. ¿Puedo follarte sin condón, zorra?

—Si mañana voy a la farmacia a comprar la pastilla del día después sí.

—Hoy te follaré con condón. Espero que la próxima vez tomes precauciones.

Afirmó, con mi ex no lo había pensado y ahora con este quiero que su semen llene mis agujeros. Algo cambia, ¿los preliminares? Que lleve más orgasmos que en los últimos meses ¿habrá ayudado?

En la cama.

Ángela se ha perdido con sus pensamientos delante del espejo. Cuando se da cuenta que él está sentado en la cama con un condón en la mano.

—Es posible que este sea el último polvo antes de una variación de tu vida, de tu forma de follar. ¿Qué postura eliges?

—La que quieras. —Él sonrió y ella volvió a mojarse.

—Si aceptas mis condiciones este será el último en libertad.

Ángela no entendió la frase o no quiso entenderla.

—Agente, solo pido que nos veamos la cara en el momento de su, tu eyaculación.

—Estás dentro y aún no lo sabes. Me tumbaré en la cama y tú te colocarás encima.

Ángela vio como lo hacía y esa polla le causó dudas, su ex la tenía más pequeña. Se puso en los pies de la cama y empezó a gatear con una mano a cada lado de ese hombre. Llegó a la polla y le empezó a pasar la lengua por los huevos mientras lo miraba. Él tomó el condón y se lo colocó.

Ella se desplazó hasta que quedó de rodillas y sus labios vaginales tocando el glande. Él ayudó a que la punta se encarará. Se la iba introduciendo poco a poco. Él sonrió, le puso las manos en las caderas y la bajó de golpe.

—¡Ah! —chillo.

—Tranquila mi perrita. —Él empezó a acariciarle el clítoris, cuando el teléfono sonó—. Hola cariño —dijo al contestarlo—… Sí, pero no tiene tu nivel… Le pregunto, un segundo: a mi mujer le han encantado tus pechos, ¿dejarías que te los comiese?—. Ángela no entendió la situación, pero le encantaba que mientras la penetraba le acariciaran el clítoris.

—Si estás delante, agente, sí.

—Te dejo, en un rato nos vemos. —Se corrió dentro de Ángela, ella salió de encima y se tumbó al lado de él.

—Hemos tenido sexo y no sé cómo llamarte.

—Amo. Por cierto, las perras han de dejar las cosas limpias.

Ángela se incorporó, bajó de la cama y fue hasta los pies de la cama y se arrodilló con la boca abierta, esperando que su Amo le follara la boca. Sabía que Él no le mentiría, no la engañaría. Era la otra y se encontraba satisfecha.