¿Acepta que me folle a su mujer?

Un marido disfuncional, una mujer necesita y un joven vicioso. ¿Qué puede salir mal...?

Tras años de casados a nuestra relación lo ha vencido

la rutina. El sexo ya no tiene

ese morbo de los primeros años. El problema se agravó cuando mi marido empezó a sufrir disfunción eréctil. Somos ambos jóvenes y de buen ver pues seguimos dietas saludables y hacemos deporte. Nos queremos y somos felices juntos, eso no se puede dudar, pero el problema está ahí. Y en mi caso es mayor. A él cada vez le apetece menos y está perdiendo la capacidad para sorprenderme. En cambio, yo aun me siento fogosa y activa. Me lo noto en mi interior, aunque con mi esposo ya no se me encienda la llama. Se que él también se da cuenta, aunque yo intente aparentar que todo marcha bien.

Siempre ha sido bueno y comprensivo conmigo, y yo con él, por eso esta situación se ha alargado tanto.

  • ¿Han intentado experimentar cosas nuevas?

Me pregunta el sexólogo, tras mi breve exposición frente a él y con mi marido al lado.

  • Un par de noches atrás ha intentado masturbarme y hacerme un torpe sexo oral. Los preliminares nunca han sido su fuerte y lo que al principio me aliviaba, ahora ya no es suficiente. P

or supuesto hemos probado juguetes y diferentes juegos, pero no me satisfacen. Yo necesito sentir algo vivo dentro de mí.

  • ¿Qué tiene que decir usted respecto a todo lo que comenta su mujer?

Mi marido ha estado callado y respetuoso durante toda mi intervención sin reaccionar a todas mis afirmaciones. Por primera vez se dispone a hablar...

  • No puedo quitar ninguna palabra de lo dicho. Nos amamos, pero lamentablemente por mi problema actual, soy incapaz de satisfacerla. La comprendo, de suceder los hechos al revés, me sentiría igual que ella.

  • Es valiente por su parte admitir la realidad.

  • ¿Qué opciones cree que tenemos?

Le pregunto yo ansiosa y algo tímida por toda la situación que nos toca vivir.

  • Vera...normalmente parejas en la misma situación les propongo intentar satisfacerse ellos mismos, pero si ese camino ya lo han recorrido, la solución está en palabras mayores.

  • Díganos

Esta vez es mi marido quien insiste.

  • Una fuerte medicación que consiga paliar su problema de disfunción, pero ya le digo yo que no e

s sinónimo de éxito y puede acarrearle graves efectos secundarios...O bien, por último, y no más fácil, que su mujer busque placer con otro individuo.

  • Nos imaginábamos ya ambas opciones, pero hemos venido a asegurarnos y a por una tercera opinión.

Como ya dije, mi marido es comprensivo y razonable y así ha contestado al sexólogo.

  • Esas son las dos opciones que tienen, la decisión es plenamente suya. Obviamente les recomiendo que elijan la opción que no conlleve riesgos para la salud de ninguno de los dos, supongo que es lo que le recomendaría su médico.

  • También nosotros somos partidarios de esa opción, pero queremos solventarlo de la manera más profesional. Es decir, yo no quiero quedar con ningún desconocido para algo tan íntimo.

Tengo necesidad, pero nunca he tenido encuentros fuera de una relación ya sea con mi marido o con anteriores parejas que tuve.

  • En ese caso pueden contratar un gigolo o chico de compañía.

  • Tampoco estamos a favor de la explotación ni de exponernos a gente que practica sexo con miles de personas por dinero.

Esta vez ha sido mi marido quien ha cortado al sexólogo.

  • ¿Familiar o amigo de confianza...?

  • Nadie conoce nuestra situación de momento. Entienda que no es para pregonarlo a los cuatro vientos.

  • Comprendo...me están poniendo difícil mi trabajo.

La pequeña broma de nuestro "asesor" nos ha servido para relajar un poco la tensión a toda esa situación. Tanto que nos pilló por sorpresa su siguiente valoración...

  • Bueno, dado que soy el primero y único que lo sabe y ustedes vienen con las ideas tan claras, hay otra una última posibilidad que me gustaría plantearles. Por supuesto que es antiprofesional por mi parte, así que de estar de acuerdo con lo que les proponga, entenderán que tendrá que ser extraoficialmente.

  • A qué se refiere...

Sin ser ingenua a lo que seguramente se refería el sexólogo, lo apremié a que soltara la proposición indecente.

  • Yo estaría dispuesto a ofrecerme a ser la solución a su problema, pero como ya he dicho en calidad de amigo y no como alguien profesional a quien acuden.

  • Creo que podríamos intentarlo.

De nuevo, soy la primera en lanzar una respuesta frente a mi marido aún con cara sorprendida y sin saber cómo reaccionar. La razón de mi reacción es que, además de mi extrema necesidad, el primer sexólogo al que acudimos ha resultado ser un poco más joven que nosotros y bastante atractivo. Algo que para mí no ha pasado desapercibido en ningún momento y para colmo creo que él también me ha echado algún que otro ojo durante la terapia. Si alguien tiene que meterse dentro mí, deseo que sea este hombre y no otro.

  • No se precipiten. Necesito una respuesta de acuerdo mutuo por las dos partes. ¿Usted qué opina, señor?

  • No sé... No sé qué decir.

  • Vamos cariño, sabes que tampoco tenemos muchas más opciones.

Intento agobiarlo para que no piense tanto y pueda echarse atrás. Razón no me falta, nuestro "ayudante" es la mejor solución a nuestro problema. Por qué no admitirlo, el mejor para mi problema.

  • No se preocupe. Piénselo con tranquilidad.

El juego entre mi insistencia y la calma del joven sexólogo, solo ayuda a ponerlo más nervioso hasta que solta una respuesta sin razonar y en tono dudoso.

  • Eeeeesta bien. Valeee...

  • ¿Acepta mi proposición?

  • Sii....

  • Para que quede claro. Acepta que yo me folle a su mujer. Disculpe la expresión, pero es lo que va a pasar y necesito que lo tenga bien claro.

  • See...see...

Con cara de incredulidad ante las duras, pero reales palabras de nuestro asesor mi marido volvió a balbucear un "si" no muy claro. Desconozco si se estaba sintiendo humillado, lo que sí puedo afirmar que yo me estaba excitando inexplicablemente con los hechos.

  • Y usted, ¿desea que la folle, señorita?

Esta vez fue mi turno de sonrojarme más por admitir que sí lo deseaba que por lo grosero de su pregunta.

  • Si todos estamos de acuerdo, procedamos.

Se levanto de su silla para sacarnos de su despacho.

  • Pero, ¿ya considera que es el momento?

Mi marido de repente reacciona ante las prisas del joven.

  • Si prefiere concertamos una cita informal para otro día y me pagan la cuota de hoy. No obstante, si se quedan, no se lo tendré en cuenta. Como ya he comentado esto lo hacemos de manera extraoficial.

Ese pequeño chantaje disfrazado en forma de detalle pareció convencer a mi marido y yo no puse ninguna objeción. Tanto el joven como yo sabíamos que, si nos daba tiempo para pensárnoslo, mi esposo podría echarse atrás. Parecía que los dos hablábamos telepáticamente, los dos queríamos follarnos ahí mismo.

Nos llevó donde la sala en la que anteriormente habíamos estado esperando con otro matrimonio. Al parecer éramos los últimos clientes del día y no quedaba nadie. La sala era amplia y bien acondicionada con dos sofás grandes y cómodos, enfrentados.

  • Señor, aquí es donde voy a follarme a su mujer, usted puede esperar en otra salita más pequeña o quedarse a mirar. Como prefiera.

Dubitativo y nervioso por lo que va a suceder, mi esposo me devuelve la mirada esperando que yo decida.

  • Haz lo que quieras cariño, aunque me siento más cómoda contigo cerca.

Me hice la inocente pero realmente desde la proposición del joven sexólogo no había parado de excitarme el hecho de vernos en la misma situación a ambos, en las manos de las órdenes de nuestro asesor.

  • Bien. Si se queda siéntese allí enfrente y por favor no interfiera en mis métodos ni diga nada. Compórtese como un mero espectador.

Mi marido asiente resignado y se dispone a sentarse en el centro del sofá tal y como le ha ordenado. Me impresiona y excita de sobremanera como obedece sólo por complacerme a mí.

El joven me agarra de la mano y me lleva consigo al centro del otro sofá para hacerme caer a su lado.

  • ¿Nerviosa?

  • Un poco

  • No se preocupe, será divertido y placentero.

Empieza a besarme mientras me ayuda a quitarme la americana. Me mira de arriba a abajo. Visto sencilla para la ocasión, pues no esperaba acabar desnuda, unos vaqueros pitillo azul oscuro marcan mi figura. Un jersey color crema sencillo pero ajustado realza mis pechos. Mis pies lo cubren unos tacones de aguja fina no muy altos.

Vuelve a besarme y empieza a acariciarme, yo todavía no reacciono, pero me dejo hacer.

  • La verdad que estas muy buena, no sé cómo no se le puede levantar a tu marido al verte.

Su comentario junto con sus manos, que ya magrean mis pechos encima del jersey, hacen que me encienda más.

  • Yo diría que más que nerviosa, estas totalmente mojada.

Dice esto tras llevar una mano a mi entrepierna y notar la humedad y el calor que emana.

Tras su comentario no puedo más que ruborizarme y dirigir tímidamente la mirada a mi esposo cayendo en la cuenta de que está presente. Intento esconderme entre los besos y caricias del joven.

Al rato se aleja un poco con lo que puedo apreciar su vestimenta más de cerca que antes. Lleva típico traje de oficina, pero sin corbata.  Reparo en que su pantalón ya marca un bulto. Se da cuenta.

  • ¿Quieres ver mi polla?

Evito contestar, aunque mi cara lo dice todo, así que él continúa provocándome.

  • ¿Sí, le enseñamos a tu marido lo que te vas a comer?

Sin perder tiempo mientras habla se baja la cremallera y la busca para liberarla frente a mí.

Quedo impresionada, además de llevar tiempo sin presenciar una erección decente, tiene un tamaño considerable algo que no vi ni en los mejores tiempos de mi esposo.

  • Vamos chupala, a ver qué tal se te da.

Con decisión agarra mi cabeza para llevarla hasta su polla sin darme a tiempo a reaccionar. Está más excitado que yo, sabiendo que está haciendo cornudo a mi marido. Yo trago como puedo semejante mástil.

  • Eso es, intenta tragártela toda. Tienes que lubricarla bien si quieres que te entre por el coñito.

Su comentario me hace darme cuenta en el hecho de que hace mucho que no me meto algo tan grande. Me empiezo a obsesionar con la idea de que me va a doler...como cuando vas a perder la virginidad por primera vez.

Entre esos pensamientos pierdo la noción del rato que llevo chupando, pero él parece tener suficiente y me hace parar.

Me ayuda a ponerme de pie y él también lo hace. Ahora su polla se ve aún más imponente y apunta hacia a mí. El joven dirige la mirada hacia mi esposo con lo que yo la sigo. Descubro que mi marido está igual de estupefacto que yo.

Por suerte me da la vuelta para magrear mi culo, pero la imagen de su pedazo no se me quita de la cabeza.

Baja mis vaqueros para descubrir un pequeño tanguita color granate. Uso esa prenda por comodidad no por provocación, aunque lo uno lleva a lo otro.

  • Buff...tu sí que sabes calentar a un hombre.

Azota mi culo mientras sigue soltando obscenidades que ayudan a mojarme más.

Sin miramientos me lleva al borde del sofá para hacerme apoyar sobre el reposabrazos, de manera que quedo a cuatro patas con los vaqueros y la tanguita por los tobillos. Se excita de nuevo al verme en esa postura tan expuesta y junta mis piernas para que no le molesten los tacones para follarme.

Abre mis nalgas para inspeccionar mis agujeritos.

  • Pobre chochito que no lo atienden, por eso esta tan cerradito.

Con leve caricia recoge los flujos que lo empapan y oigo como se chupa los dedos.

  • No te preocupes yo te lo abro de nuevo.

De golpe, aprovechando que estaba desprevenida, se introduce dentro de mi todo lo que puede. Aunque me duele me doy cuenta que es mejor que no lo haya visto venir, de lo contrario me hubiera cerrado más mentalmente. Ahora ya tengo buena parte de su polla clavada en mi coño.

  • Aaaaahhh!!!

  • Ss.…tranquila ya está, lo peor ya ha pasado.

A pesar del dolor mis flujos permiten que se pueda mover levemente dentro de mí. Tras decirme eso y sentir como retrocede para salirse, me relajo.

  • Aaaoohh..Aaaoohh...Aaaoohh!!!

Nuevamente soy presa de su engaño y ha aprovechado para llegar hasta el fondo. Mantiene la presión con fuerza sin soltar mis caderas asegurando que no pueda escaparme. Siento enorme dolor punzante en mi interior.

  • Aaa joder...que apretada estas. Cómo estoy disfrutando de este coñito.

El dolor no me deja pensar, pero de seguro la humillación va dirigida a mi marido al cual por la posición no puedo ver. Debe estar sentadito, dócil, viendo como parten en dos a su mujer.

Esos pensamientos me calientan y siento como mi interior se abre más aun para darle espacio a que me folle paulatinamente. Por fin empiezo a gemir y sentir placer, tras tanto tiempo sin poder desahogarme.

Se nota la juventud del sexólogo que me da con toda su rabia y para colmo tiene buen aguante. Todo es perfecto incluso hasta cuando empiezo a notar que se va a correr dentro.

Intento pararle, pero no me deja.

  • Tranquila, luego te hago una receta para que compres pastillas anti-embarazo.

Dicho esto, me sigue dando con todas sus fuerzas hasta conseguir inundarme. Yo también baño su polla con enorme cantidad de mis flujos.

Termina la sesión de sexo con los dos exhaustos y besándonos y con mi marido resignado a mirar cómo hemos disfrutado.

Han pasado los días y hemos tenido varios encuentros, con mi marido de espectador, por supuesto. Me he convertido en su amante. Quizá en otra ocasión os cuente cómo abrió mi culo, con la ayuda de mi esposo.