Aceite

Un poco de aceite y mucho silencio entre una pareja mientras disfrutan.

Hoy ha tenido un mal día en el trabajo y se le nota. Empiezo a estar un poco harto de que el estrés sea un compañero más en nuestras vidas. A veces no sé ayudarla cuando está tan baja de ánimo, no sé escuchar. No me doy cuenta de que solo necesita sentirme a su lado. Algo tan fácil pero que soy incapaz de conseguir.

La espalda la está matando y necesita un masaje. Me decido a dárselo, con el fin de cumplir con mi conciencia y sentirme reconfortado. Además me encanta tocar su espalda desnuda, me tranquiliza saberla sin nada que la esconda, sólo su piel y mis manos. Voy a por un poco de aceite y me sumerjo en los sentidos, dejo mi mente en blanco y me pierdo en su desnudez. A veces no sé quién encuentra más alivio de los dos.

Me acerco al final de su espalda y un escalofrío la recorre, un escalofrío casi tan grande como el mío al darme cuenta que me acerco a territorio prohibido. Mi carne es débil y me atrae lo oscuro, mi conciencia no está para marcarme límites y traspaso la frontera de sus nalgas. No rechaza mi descaro, todo lo contrario, me invita a seguir abriendo levemente sus piernas. Ante mí se muestra mi oscuro objeto de deseo, limpio de vello, como si me marcara el camino a seguir.

Ya no vierto el aceite sobre mis manos, lo dejo caer lentamente por la frontera de sus nalgas, resbalando por su ano y llegando finalmente a su coño desnudo. Ella lo saluda con un gemido, mezcla de placer e impaciencia. No soy capaz de mantener el suspense y uno de mis dedos separa suavemente sus labios. Me pierdo en mi afán por lubricarla lo más que puedo. Sus labios, su clítoris, su ano...

Ya no distingo su humedad del aceite y empiezo a introducirle suavemente la mitad de mi dedo en su coño. No se lo doy entero porque me encanta que me suplique sin palabras.

Me pide entre susurros que lo acompañe con otro dedo. No puedo negarle nada, y menos ahora. Empiezo un lento vaivén que la vuelve loca y es ahora ella la que se está follando a mis dedos. Sé que le prometí que no volvería a jugar con su culo, pero ella sabe que no soy un hombre de palabra. Mi dedo furtivo penetra su ano y a ella parece que le gusta que rompa mis promesas. Empiezo a meterlo y sacarlo lentamente mientras ella contrae su culo. Intuyo que lo hace por placer ya que al volver a la carga vuelvo a encontrar una y otra vez su culo abierto esperando que mi dedo vuelva a entrar.

Dos por delante y uno por detrás, pero no parece que eso sea suficiente. Esta deseando que me la folle. Me desnudo rápidamente y lleno mi polla de aceite. Estoy a mil y el tacto resbaladizo acelera mi pulso. Así, tumbada boca abajo, me acerco a ella y la penetro suavemente, casi sin esfuerzo, y ella gime. Empieza el baile, mi polla entra y sale de su coño caliente, empujo sin descanso mientras descargo mi aliento en su nuca. Con mi mano derecha empiezo a masturbarla. Primero el clítoris, después los labios, está deseando correrse, lo pide a gritos, y yo me muero por calmar su ansia.

Aumento el ritmo y en pocos segundos descargo mi semen en su interior mientas ella muerde la almohada para que no se la escuche. Le encanta que termine dentro de ella, sentir mi calor, y a mi sentir como se contrae de placer.