Accidente de circulación (l)

Si a tu marido le van los tíos, tienes un problema... ¿quieres ayuda?

ACCIDENTE DE CIRCULACIÓN

Circulaba un día de calor por la ciudad. De repente un coche se salta un ceda el paso y choca contra la parte lateral del mío. Me bajo enfadado y veo que el otro coche, con la zona del faro abollada, trata de hacer maniobras para largarse.

Me apresuro a llegar a él y le grito a donde va; al llegar, veo una mujer con gafas de sol que me mira con rabia. Tras intercambiar varios insultos, accede a rellenar los papeles del seguro.

Voy a mi coche y vuelvo con los papeles del seguro en la mano. Veo que ella ha sacado de la guantera un fajo de papeles desordenado. Está muy nerviosa y me ofrezco a buscarlos yo mismo.

Cuando ya lo tengo todo preparado, me pone la mano en el brazo y me dice:

-       “por favor, pon que has tenido tú la culpa”.

La miro con sorpresa, y ella me explica que el coche es de su marido,  que le tiene dicho que no lo coja, pues es nuevo y le tiene un aprecio enfermizo.

Miro su coche con detenimiento y reconozco que es un coche de envidia. En un principio, no accedo a sus pretensiones y me voy a sentar en mi coche para terminar de rellenar los papeles. Ella me sigue, y se sienta en el asiento del acompañante.

Ya los tenía preparados para la firma, cuando ella hace un ruidito con la boca y con gesto pausado se quita las gafas de sol. Sin duda era una mujer atractiva, con ojos oscuros y grandes, boca insinuante y realmente apetecible.

Con voz algo entrecortada con pretensión de ser lo más cálida posible, me dice casi susurrando:

-       “Haría todo lo posible por evitar este disgusto”, a la vez que con ambas manos se desliza lentamente su faldilla hacia arriba. Sus piernas quedan al descubierto y el blanco de sus braguitas se adivina al final de ellas.

Sorprendido levanto la mirada, aunque mis ojos se resisten a abandonar la hermosa vista , y contemplo por primera vez la hermosa mujer que tengo junto a mí. Sin ser una mujer excepcional, tiene todo aquello que excita y estimula a mayoría de los hombres.

Un instinto salvaje recorre mi cuerpo, gritando en mi cabeza “aprovecha este regalo” y en mi entrepierna, haciendo que un bulto irreprimible luche contra el pantalón por salir.

Incomprensiblemente, le pongo mi mano sobre la suya y hago gesto de hacerla bajar a lo largo de la pierna. No tienes que hacerlo, la culpa del accidente ha sido mía, le digo.

Su expresión se relaja y sonríe levemente. Para confirmarlo, cojo los papeles del parte y los rompo en mil trozos.

Con expresión recompuesta, me coge el bolígrafo y apunta en un trozo de papel un número de teléfono. Es de mi marido, llámale y redacta de nuevo el parte como creas conveniente, me dice. Sonríe, esta vez, abiertamente y sale del coche. Sin prisa, se dirige hacia su coche mientras la miro de arriba a abajo, con especial atención a su hermoso culo.

Que simple he sido!, me autocensuro. Mira que no aprovechar este bombón que se me había puesto al alcance.

Estoy esperando en una cafetería, donde he quedado con el marido para aclarar el accidente y rellenar los papeles. Entra un hombre de mi edad y tras dar un vistazo se dirige hacia mí. Trae cara de pocos amigos, pero rápidamente la cambia por la de sorpresa y dice:

  • “Ignacio, ¿qué tal estás?

Resulta que es un antiguo compañero de estudios. Enseguida, empezamos a charlar amigablemente y recordar nuestras andanzas. Poco a poco me van viniendo recuerdos que lo sitúan en mis años de estudiante.

Él era el “guapete”, el que gustaba a las chicas por su cara afeminada y sus modales suaves. También recordé, que en los vestuarios, algunos compañeros disfrutaban exhibiéndose delante de él, mientras que el los observaba a escondidas. Los más atrevidos se masturbaban en un rincón a sabiendas que los estaba mirando. Todos ellos parecían disfrutar mucho de la situación, y nadie se atrevía a hablar de ello.

Charlamos largo rato y fuimos dando repaso de lo que sabíamos cada uno de los antiguos compañeros, él con bastante interés.

Se nos hizo la hora de cenar, y de pronto me propuso ir a casa con él. En principio me resistí pero luego pensé que así tendría oportunidad de volver a ver la mujer tan estimulante que había conocido por la mañana.

Llamo por su teléfono móvil anunciando que iba con un amigo y nos presentamos en su casa.

Toco el timbre y abrió con el llavín. Su mujer se acercó a recibirnos. Menuda sorpresa!.

Después de intercambiar un saludo, ella se fue y mi compañero continuó hablando de sus andanzas. Era director de un concesionario de coches, etc.

Insistió en enseñarme la web de su negocio. Nos sentamos junto al ordenador y navegamos hasta llegar a su web. Se fue al servicio y aproveche para ver su historial de accesos. Enseguida aparecieron direcciones de páginas de sexo. Pinche uno de los accesos y apareció un página de tíos musculosos con enormes penes erectos.

Antes de que me descubriese cerré el acceso y espere a que volviese. Me pareció que mi compañero continuaba con sus aficiones particulares respecto a contemplar a otros.

Por fin, llego la cena, al principio con cierta frialdad y luego más cálidamente conseguí que ella entrase en la conversación. Tenía una voz aterciopelada, de las que te gusta oír al oído diciéndote cosas agradables. En ocasiones, cruzamos indirectas sutiles y poco a poco me sentí cercano a ella; a ella parecía agradarle el juego.

Se me cayó una cuchara de poste y me agache a recogerla. Por debajo de la mesa no pude evitar dirigir la mirada hacia sus piernas. Las tenía cruzadas y todo el muslo quedaba ante mis ojos. Con suavidad y lentamente las separó ligeramente, ofreciéndome la visión de su entrepierna y braguitas.

Torpemente me levante, con la cucharilla en la mano apretándola como si quisiera romperla y creo que algo alterado. Ambos bromearon sobre lo que me había costado encontrarla y ella me dedico un ligero gesto de picardía.

Nos sentamos en el sofá y decidimos tomar unas copas. Ella se levantó y se dirigió hacia el mueble bar. Se inclinó para ver las bebidas que había y el vestido se le subió hasta justo donde le empezaba la curva del culo. Yo no perdí detalle y al mirar a su marido vi que me observaba, y sin darse cuenta su mirada se dirigía hacia el bulto de mi pantalón. Hizo un gesto de complicidad como queriendo decir, Esta buena, verdad?. Yo asentí con la cabeza.

Sentados en el sofá, ella me dedico una sesión de posturas en las que exhibía con maestría y elegancia sus bonitas piernas. Disfrutaba y sufría al mismo tiempo pues me costaba disimular la erección que me había provocado.

Finalmente, llego la hora de irme. En el camino de casa, di vueltas a lo sucedido y no lo terminaba de creer. Que suerte había tenido mi ex-compañero y que insatisfecha me parecía su esposa.

Días más tarde, recibí una llamada de ella citándome en una cafetería céntrica.

Deslumbrante apareció con un vestido de tela suave, de tirantes, por encima de las rodillas y que al andar parecía pegarse a sus bonitas curvas.

Me agradeció sinceramente el haberla ayudado con el asunto del coche y por la velada.

Como tenía que irse pronto se despidió tirando con disimulo un beso.

Cuando ya estaba a unos metros, se volvió y me pregunto si quería ver cómo había queda el coche tras la reparación. Yo dije que si y la acompañe hasta el parking subterráneo. En algunos momentos, ella caminaba delante de mí y yo no podía apartar la mirada de aquel culo que se movía tan acompasadamente. De nuevo, se me puso dura.

Llegamos junto al coche y me señalo la parte reparada. Yo ya solo veía sus piernas y el escote que dejaba ver parte de sus pechos.

Supongo que hacía rato que ella ya se había dado cuenta de mi estado, me miro y con ternura nos besamos. Nos acomodamos, sin dejar de besar apasionadamente, hasta llegar a un rincón más oscuro. Allí, nos acariciamos y besamos como locos durante unos minutos.

De pronto un ruido de puertas me sobresalto, ella me sujetó y me dijo

-       “he sido yo, subamos al coche”

Sin perder un instante colocamos los asientos reclinados metí la mano debajo del vestido y prácticamente arranqué las bragas. Me ayudo a desabrochar la bragueta y al instante el pene quiso salir de la opresión donde estaba. Durante un buen rato nos entregamos a hacer el amor, como si fuese la primera y última vez.

Ironías del destino, el coche fue el causante de nuestro encuentro y también de uno de mis mejores polvos.

Pasadas unas semanas volví a ver a Marta, a la salida de un gimnasio y tuvimos otro encuentro apasionado.

Deverano.