Accidentalmente enamoradas V
Bajó con serenidad las escaleras mientras escuchaba unas voces extrañas, caminaba con sigilo hacia la sala de estar y cuando llegó se encontró con una no grata escena
Llegaron a su destino, algo mojadas por la reciente lluvia y todos se encontraban ahí, algunos con cara de asesinos, otros con una mirada de tristeza y decepción, sin embargo las dos se tomaron fuertemente de las manos.
– Al parecer ya nos esperaban ¿Verdad?
– No es momento para tus juegos y comentarios retóricos Danielle, exigimos una explicación
– ¿Una explicación de qué? Seguramente Lucian ya les dijo todo lo que les interesa.
– Entonces ¿Es verdad lo que nos contó?
– No tengo idea de que fue lo que les dijo.
– ¡Dijo que tú te revuelvas con mi esposa!
– ¡Y que las vio besándose!
– ¿Es cierto eso?
Danielle tragó en seco, tomó fuerte la mano de Ana y la miró… Ella solo pudo asentir con su cabeza en muestra de aprobación.
– Si eso fue lo que dijo… Está en lo cierto.
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– Hermana Anabel, ¿Podría acompañarme a la oficina? – Dijo Lucian en un tono serio –
El pastor avanzaba a paso firme a la oficina y Ana iba atrás de él. Se encontraba nerviosa pues sabía que él, no los llamaba a ese lugar y de forma tan seria si no era para regañarlos o exhortarlos.
Y la verdad era que Lucian pidió que lo acompañara con intenciones de llamarle la atención quizá no muy fuerte, pero si exigir una explicación, ya que se encontraba muy molesto, por la actitud que tomó con sus invitados, los Ravenscroft, pero en especial con Danielle.
– ¿Tiene alguna idea de porqué la llamé?
– Siendo sincera, no. No la tengo pro me imagino que me exhortara.
– Tanto como exhortación… No, es más bien una llamada de atención y suplica para un cambio de su actitud.
– ¿Perdón? ¿A qué actitud se refiere?
– A la que tomó hace un rato con las personas que nos visitaron.
– Hermano, yo…
– No me interrumpa. No sé qué haya pasado, que es lo que usted sentía o pensaba, pero se me hizo raro que se comportara así, pues nunca lo hace, siempre es usted la más atenta con las almas nuevas pero ellos fueron la excepción. No quiero que esta actitud se vuelva a repetir mucho menos con ellos. Usted sabe que mi familia vive de los diezmos, que incluso usted y los demás obreros dependen de lo que los hermanos nos den de su salario, y se ve que ellos son adinerados.
– ¿Me está diciendo que estuvo mal mi comportamiento porque ellos tienen dinero y nos mantendrán a usted y todas las familias de los siervos?
– No me malinterprete – Dijo Lucian levantándose de su silla y caminando alrededor de la habitación – Son almas nuevas y como todos los demás, son importantes para evangelizar, pero si sus diezmos irán a otra familia, mejor que vengan a la mía y no quiero que ni usted ni nadie me sean obstáculo. ¿Entiende?
– Sí hermano.
– Entonces es su tarea evangelizarlos y hacer hasta lo imposible para que ellos se acerquen al Señor, pero por medio de este pastor y de esta congregación. Traerme dentro de poco sus diezmos, pero sobre todo: Quiero que usted los guíe; Que sea su pastora. ¿Estamos? – Dijo Lucian mientras estaba detrás de ella, tocando con sus toscas manos los hombros de la bella hermana –
– No me confunda… Soy una sierva que busca servirle al Señor predicando su palabra para que las almas no se pierda, y si lo que usted quiere es que les hable de Dios, lo haré, pero dependerá de ellos a donde quieran entregar sus diezmos y si es que desean hacerlo. Con todo gusto seré su pastora y su amiga, pero solo eso.
– ¿Desobedece a su líder?
– Sí, porque primero está mi Dios
– Siendo así… Está bien, solo procure lo que le pedí y el día de su visita, lleve a su familia, tienen que unirse muy bien a ellos, estoy seguro que Stephen se llevara bien con Maximiliano, Mía con Danielle y usted por supuesto con Elizabeth.
Salió Lucian de la habitación dejando sola y pensativa a Anabel. Desde un principio consideró que esto sería difícil, estar cerca de la niña que con una mirada y un beso la dejó sin aliento, la que ofreció su vida por ella a cambio de nada.
Por otro lado Danielle se encontraba en su habitación, mirando a través de la ventana sin ver objetivamente nada, solo pensaba… Y es que le fascinaba la idea de tener cerca a Ana, de otra vez tener una excusa para verla de cerca, de escucharla. Aunque era claro que esa mujer no deseaba nada de eso, que ella lo único que quería era alejarse de ella. Pero no le importó a Dan, estaba entusiasmada y nada le quitaría esa nueva alegría, ni la misma Ana, así que durmió esperando que pasara rápido el tiempo para que pronto llegara su encuentro.
Al día siguiente Elizabeth, la señora de la casa ordenó a sus empleados arreglar su hogar con gran esmero pues según sus palabras, al día siguiente recibiría visitas muy importantes. Todos comprendieron las órdenes y eran perfectamente capaces de cumplir con los deseos de la señora pero Danielle extrañamente se ofreció a ayudar… Realmente no hizo nada importante, ni tampoco algo que demandara mucho esfuerzo, pero se esmeró en pulir detalles para que su casa quedara “perfecta” a toda la familia le extraño su actitud pues Dan no era de las que hicieran aseo pero esta vez fue diferente… Pues vendría la mujer que le robaba el pensamiento.
Al día siguiente se levantó con mucho ánimo y esperaba ansiosa que dieran las 4:30, mientras pasaba el tiempo se dedicó a arreglarse pues esta sería la primera vez que Ana la vería sin bata de hospital o un vestido ridículo para iglesia, la vería en su “habitad natural” y quería darle la mejor impresión. Se duchó con esmero y de la misma forma se vistió. Eligió un pantalón gris metalizado y una blusa negra de botones, de manga hasta el codo, sus inseparables converse. Se arregló el cabello y cuando se estaba dando los últimos retoques el timbre sonó exactamente a las 4:32, dio un pequeño brinco y quiso salir corriendo de la habitación para abrir la puerta, sin embargo, respiro y frente al espejo se dijo: -Tengo que aparentar que no la quiero.
Bajó con serenidad las escaleras mientras escuchaba unas voces extrañas, caminaba con sigilo hacia la sala de estar y cuando llegó se encontró con una no grata escena. Estaban ahí sus padres de pie, cerca de Anabel, Mía y un hombre que no conocía, pero que tenía tomada la mano de Ana; Este hombre era alto, robusto, moreno, de cabello negro canoso, ojos café muy oscuro, labios gruesos, con sus brazos llenos de vello.
– Y él es mi esposo Maximiliano. – Terminó de decir Ana, descuidadamente, mientras veía a Danielle en la puerta de la habitación.
– Es un verdadero placer conocerlos. – Dijo Stephen con una sonrisa – Mi nombre es Stephen, ella es mi esposa Elizabeth y él es mi hijo William.
Steph no notó la presencia de Danielle y por eso no la nombro, sin embargo ella por su cuenta, sumamente dolida se acercó a sus invitados para presentarse.
– Mucho gusto, mi nombre es Danielle. – Dijo estrechando las manos de todos.
Platicaron durante aproximadamente 15 minutos hasta que la cocinera informó que la comida estaba lista para el momento en que quisieran pasar.
Los 7 se dirigieron al comedor. Stephen entusiasmado por la nueva compañía, Elizabeth suplicando a Dios porque les gustara la comida que preparo su servicio, William embelesado con la hermosa hija de los Fuentes, Maximiliano sumamente entusiasmado con estos ingleses, Mía perdida en la figura de Danielle, Anabel rogándole a Dios que les diera fuerzas para continuar y Danielle, con el corazón hecho mil pedazos suplicando el momento en que se fueran para poder llorar en medio de su soledad.
Todos guardaban las apariencias, William, Mía, Anabel y Danielle, trataban de ocultar sus delatadoras miradas, aunque las de estas últimas eran más difíciles de disimular, pues muchas veces se encontraban aunque al instante las desviaban.
William al ver la hora se disculpó, por tener que irse, porque según explico, tenía una reunión para elaborar un trabajo de la escuela. Se fue y entonces Stephen sugirió que Danielle se llevara a Mía a su cuarto, para que estuvieran más “cómodas”. Dan tuvo que obedecer y se llevó a esta bella joven. Al llegar, ella se impresiono pues su habitación era mejor de lo que imaginaba. En cada esquina, describía la compleja personalidad de Danielle.
Las paredes eran blancas y la mayoría de sus muebles negros; estaba repleto de libros, cuidadosamente acomodados, CD por todos lados, algunos posters en sus muros, un delicado olor a incienso de vainilla su computadora apagada, y en su escritorio no tenía nada fuera de su lugar, todo estaba en un perfecto orden. Tenía cuantos instrumentos podían, una batería en una esquina, una guitarra al lado de su cama, un bajo del lado contrario y un teclado al lado de su escritorio, colgado junto a la ventana un saxofón.
– Me impresiona bastante tu cuarto, jamás lo imagine así. – La miró y esperó – Danielle… ¿Sabes quién soy verdad?
– Claro que lo sé, esa niña que estuvo conmigo en el hospital.
– Es un alivio que contigo no tengo que fingir.
– ¿Fingir?
– Mi mamá me pidió que nos comportáramos como si no te conociéramos, para evitar problemas con tus padres.
– Entiendo, tu madre es muy inteligente; Pero no, no es necesario fingir conmigo.
– ¡Gracias! – Y se lanzó a abrazarla. – No sabes cuánto te extrañe, pensé que no te volvería a ver.
– Yo también pensé lo mismo.
– Pero ahora que sé en dónde vives podré venir a verte, claro si tú quieres, o si te parece mejor, puedo invitarte a mi casa para que vayas a verme.
– Ambas ideas me parecen bien, creo que seremos buenas amigas
– Claro que sí. – “ O más que eso” pensó en sus adentros Mía” – ¿Sabes? No entiendo como mi mamá hizo que nos fuéramos así ese día en el hospital
– ¿Por qué lo dices?
– Porque ella te ha extrañado mucho, no creo que haya querido dejarte sola.
–Explícate por favor.
– Después de ese día mi mamá lloraba en su cuarto cuando pensaba que nadie se daba cuenta, pero yo la conozco y claro que la descubrí, además que en las noches tiene pesadillas y generalmente cuando despierta, lo hace cuando grita tu nombre… A la mejor es porque no sabía si estabas bien y tenía pendiente por dejarte sola.
– Sí, creo que fue eso.
Esta niña con sus comentarios “inocentes” hicieron que Danielle dudara de que le fuera indiferente a Ana. Continuaron platicando quien sabe por cuánto tiempo pues, se contaban de sus vidas, a Mía le encantaba, pues así la conocía mejor, y Danielle le gustaba aún más, pues así se enteraba indirectamente de Ana, de las cosas que hacía, le gustaban y en que gastaba su tiempo. Pero pronto llego la hora de irse. Elizabeth subió a la habitación de su hija acompañada de Ana y cuando llegaron las dos estaban riendo. Antes de irse Mía pidió permiso para pasar a su baño y Elizabeth le acompaño dejando solas a Ana y Danielle. La primera esperando dese el marco de la puerta, la segunda sentada en su cama.
– ¿Cómo has estado Danielle?
– ¿De verdad te interesa? No te preocupes, no tienes que hacerme plática para cumplir con expectativas.
– De verdad me interesa, tiene mucho que no nos vemos y no sé cómo seguiste después del accidente.
– He estado bien, me las arregle para salir adelante sin la ayuda de nadie.
– Por favor, no me hables así.
– ¿Así cómo?
– Así, tan despectiva y fría.
– Entonces cómo quieres que te hable. Fuiste tú la que pediste que nos alejáramos solo estoy cumpliendo tus deseos, haciendo tu voluntad.
– Yo solo quería lo mejor para ambas.
– Si claro… Todos dicen siempre lo mismo, pero tú hiciste lo mejor para ti, no para mí, solo pensaste en lo que más te convenía, nunca pensaste en lo que yo quería ni sentía
– Danielle, perdóname por mi actitud, perdóname por lastimarte y por todo lo que dije, de verdad que no pensaba en nada, solo tenía miedo y en ese momento esa era la única solución que encontraba, pero ahora nuestras familias están destinadas a tener una amistad por ello te pido que comencemos de cero, como si ese accidente jamás hubiera ocurrido.
– Es fácil pedirlo ¿No? Pero tienes razón, tu hija me cae muy bien y lo menos que puedo hacer para que esto sea más tolerable es olvidar el pasado.
– ¿Eso quiere decir qué me perdonas?
– Si Ana, acepto tus disculpas.
– ¿Empezamos de cero?
– Si, como dicen aquí, “borrón y cuenta nueva”
– Si no es mucho pedir… ¿Me regalarías un abrazo?
– No solo uno, cuantos tú quieras.
Entonces Ana entró a su habitación y Danielle se puso de pie, se fundieron en un abrazo, abrazo que era más cálido que el Sol, se apretaron fuerte, pues durante mucho tiempo esperaron este contacto, ese fue el comienzo de todo, de una “amistad” del renacimiento de estos sentimientos que esperaban enterrar de una nueva oportunidad para comenzar a amar.
Sé que no hay una buena excusa para disculpar mi enorme tardanza. Pero espero en estos días recompensarlos. Gracias por sus valoraciones y comentarios espero que este capítulo haya sido de su agrado.
Si no les molesta quisiera dar un poco más de enfoque en el siguiente capítulo al ámbito religioso, pues es de suma importancia para el contexto en donde se dan estas escenas, (en otras palabras explicar más a fondo rangos, creencias y costumbres de los cristianos) claro, si les parece. Espero sus comentarios opinando si debería hacerlo o no.
Si alguno desea escribirme puede hacerlo a mi cuenta de Hotmail cory_zabala@hotmail.com
Un saludo
COREY