Accidentalmente enamoradas lll

Pero se cansó de estar así… Triste, sin vida, por eso se animó a buscar a Ana, no sabía nada de ella, en dónde trabajaba, en dónde vivía, así que volvió a la avenida en donde la vio por primera vez...

Pensamientos de Danielle en la actualidad.

Mi amada Ana… ¿En qué momento permití que el mundo te lastimara? Te juré, me juré que no permitiría que nada malo te pasara, que mantendría a flote nuestra relación sin importar que tan difícil fuera. Te prometí un futuro feliz, digno de ti; Te daría todo lo que mereces, lo que necesitas. Pero sobre todo lucharía incansablemente por hacerte la mujer más feliz de la tierra.

Sin duda todo fue difícil, fueron muchos altos y bajos los que tocamos, pero nunca importó, porque el amor que nos unió siempre fue más fuerte que cualquier problema, que cualquier adversidad… Pero, mi amor: ¿Serás feliz conmigo?

Tengo miedo, no puedo negarlo. Tengo miedo de tu reacción frente a tu familia, frente a la mía. Me da pavor pensar en que no serás lo suficientemente fuerte, que no estarás cien por ciento segura del amor que sientes por mí… Hemos hablado y planeado mucho este momento: Cuando le gritaremos al mundo que nos amamos, que deseamos dejarlo todo por disfrutar de la vida, juntas. Sin embargo, no te veo segura, no veo que tengas las fuerzas necesarias.

Te amo tanto que soy capaz de dejarte en paz, de alejarme de tu vida, de tu familia, solo porque seas feliz… Pero Anabel… No me lastimes. Pongo mi vida en tus manos, me ofrezco en charola de plata, haz conmigo lo que desees; Solo te ruego, no me hieras, no me engañes, no me defraudes…

___________________________________________________________________________________

– ¡Es aquí! -Se oyó una voz en el pasillo.

Así, Anabel y Danielle se separaron bruscamente, exaltadas. Mía llegó junto al médico y él, encontró una magna sorpresa. La reviso con calma, hizo pruebas de rutina, solo para confirmar que Danielle estaba más que bien, misteriosamente su columna se encontraba excelente, sus piernas aunque algo atrofiadas se veían sanas, dijo él: “Con algo de terapia, sus piernas quedarán como nuevas y no tendrá secuelas del accidente… Verdaderamente ¡Esto es un milagro! Probablemente en dos o tres días se le dará de alta”

La felicidad de Mía era incontrolable, no podía esconder la sonrisa que le provocaba la salud Danielle; por otro lado Ana, aunque estaba feliz por su rápida mejoría,  se entristecía porque ya no tendría ninguna excusa para mantenerse cerca de Dan durante el día, no podría hablar más con ella, ni verla mientras dormía… En cuanto a Danielle, no le agradaron nada las nuevas noticias. Ella pensaba que prefería estar paralitica pero junto a su bella Anabel, prefería mil veces estar encadenada a la cama o una silla de ruedas pero junto a ella…  Solo había en sus rostros sonrisas falsas y una felicidad fingida. Y para empeorar las cosas ese era el día en que sus padres regresaban de sus vacaciones. Dan pidió un teléfono prestado y marcó a su casa cuando estuvo segura de que sus padres estarían para atender la llamada.

–Hi mom… No, I’m not working… Mom I have an accident, I’m in the hospital… Calm mom I’m fine… Yes, in the hospital of Pemex… Ok see you later-

– ¿Todo bien? - Pregunto Ana desde el sofá-

– Sí, todo bien, solo que mis padres ya vienen.

– Ah… Bueno, en cuanto lleguen me iré.

– ¿Irnos mamá? - Preguntó Mía-

– Si Mía, con sus padres aquí no tenemos nada más que hacer.

Dan solo escuchaba en silencio… Con esa última oración el corazón se le hizo añicos, sabía que esa mujer estaba a su lado por el accidente, porque tenía la obligación moral de atenderla hasta asegurarse de que estuviera bien… Pero ese beso, la hizo pensar por un momento que no estaba ahí por obligación sino por amor, porque ella comenzaba a corresponder sus sentimientos pero sus palabras, habían desmentido cualquier teoría, se desmoronó toda esperanza y se convenció que nada podría haber entre ellas.

A Ana también le dolían sus palabras, (aunque no pareciera) porque solo deseaba quedarse con ella el mayor tiempo posible, solo quería que sus padres jamás llegaran o que el tiempo se detuviera para siempre tener a Danielle a su lado. Pero nada se podía hacer, por más que deseara, era imposible estar cerca de Dan, además era lo mejor para todos, para Dan, para Maximiliano, para Mía, para ella… O al menos eso creía.

En 10 minutos como mucho llegó la familia de Dan… Primero entró una mujer preciosa, blanca, de uno 170 aproximadamente, ojos color miel, nariz recta, un poco respingona idéntica a la de Dan, labios finos, rojo carmesí, cabello un poco rizado castaño claro. Un cuerpo de infarto, le calculaba unos 37 años como mucho.  Detrás de ella venía un hombre imponente, 185 de altura, quizá un poco más, rubio, usaba lentes, detrás de ellos habían unos ojos verdes aceituna, sumamente expresivos que mostraban la preocupación hacia su hija. Nariz gruesa pero recta. Labios muy delgados casi inexistentes color rosa pálido, musculoso muy apuesto.  Por ultimo un joven… 13 o 14 años muy parecido a su madre, solo que tenía los labios de su padre.

Al entrar a la habitación la familia saludo muy atentamente a Anabel y Mía, pero prestaron especial atención a Danielle, quien pronto les explicó lo que había pasado sin mucho detalle, tratando de no involucrar mucho a Ana, dándole halagos por sus cuidados ya que ella durante todo ese tiempo estuvo a su lado, al pendiente de sus necesidades…

La familia Ravenscroft estaba sumamente agradecida, incluso trataron de pagarle a Ana por sus atenciones pero ella no lo permitió, solo salió de la habitación despidiéndose lejanamente, deseando con todo el corazón que Danielle se mejorara. Mía estaba algo molesta, la familia un poco desconcertada pero Dan…

La vio salir de la habitación y sintió que se llevó consigo su felicidad, sus ganas de ponerse en pie, de sonreír, se llevó su alegría, la mitad de su vida… En poco tiempo se volvió indispensable, pero se fue… La dejó. Anabel caminaba deprisa, con unas inmensas ganas de mirar atrás, de regresar. Pero sus piernas se movían solas, no le permitirían volver.

– ¿Por qué nos fuimos así mamá? Ni siquiera me dejaste despedirme de Dan.

– Porque no tenemos nada más que hacer ahí, sus padres están con ella.

– Pero mamá… Dan es mi…

– ¡Basta Mía! No es Dan, es Danielle y ella no es nada tuyo ni mío, ¡Entiéndelo!

Ana no sabía porque le había gritado a su hija, no sabía porque estaba tan exaltada, lo único que sabía era que no quería dejar a Dan (aunque ya lo había hecho) y sabía bien que si lo había hecho no era tanto porque ya tuviera compañía o porque ya había llegado su familia, lo había hecho porque tenía miedo… Miedo de ese profundo beso, porque aunque no quisiera aceptarlo  le gusto, le encanto, y sabía que a su lado ese incidente se repetiría hasta que se hiciera adicta a sus labios y ya no fuera capaz de mantenerse alejada.

Pasaron algunos días y las cosas con sus padres no iban bien. La relación Danielle y su familia nunca había sido buena, pues ella los consideraba “especiales” no les gustaba estar cerca de personas que no eran de su mismo estatus social, aunque no por ello los denigraban o cosas parecidas, siempre se preocupaban por el que dirá la sociedad y únicamente se velaban por sus intereses, nunca por “terceros”. Eran egoístas y narcisistas. Pero ahora... No solo estaba alejada, ahora no les hablaba, más que en lo meramente indispensable, nunca salía de su habitación solo subía la música a lo más alto posible, pues no quería que nadie la escuchara llorar.

Lo cierto era que estaba deprimida, que extrañaba con todo su ser a Anabel, ansiaba ver sus ojos, su sonrisa… Había renunciado a su trabajo y cuando iba a la escuela, trataba de alejarse de sus amigos, no participaba en las clases, no era la misma, dejó de ser esa joven alegre, llena de vida, de felicidad, de sueños e ilusiones.

Pero se cansó de estar así… Triste, sin vida, por eso se animó a buscar a Ana, no sabía nada de ella, en dónde trabajaba, en dónde vivía, así que volvió a la avenida en donde la vio por primera vez, llego a las 3 de la tarde esperando verla y por fin apareció a las 4:38 exactamente. Su corazón dio un salto cuando la vio; de la nada regreso su vida, sus ganas de sonreír.

Por su parte Anabel en todo este tiempo estaba enfadada, con su trabajo, con su familia, con su vida, con el mundo. No toleraba su conciencia pues a diario recordaba los bellos ojos de Danielle, extrañaba con todas sus ganas sus dulces labios, pero sobre todo se le venía a la mente la su “estúpida” actitud; como de manera tan fría, tan cortante: se alejó. Pero de un momento a otro, sintió una mano en su hombro y una voz que reconocería en cualquier parte del mundo.

– Ana, espera por favor. – Dijo como suplica Dan. –

– Danielle… ¿Qué quieres?

– Es que… Tenía muchas ganas de verte, te extraño.

– Creo que ese día en el hospital fui clara en que no tenía nada más que hacer contigo.

– Pensé que lo dijiste porque ahí estaba Mía, pero el beso…

– Mira… Ese beso fue un error que trato de borrar; Soy una mujer casada, con una familia, cristiana, sierva de Dios, y que no quiere saber de ti, ese beso no significa nada, y si todo ese tiempo estuve junto a ti, no fue por gusto, fue por obligación porque tú estúpidamente me salvaste la vida.

– ¿Estúpidamente?

– Sí, nadie te pidió que me salvaras, ni siquiera sabes si quería morir.

– Pues… Anabel discúlpame por salvarte la vida sin que me lo hayas pedido, perdóname por mantenerte todo ese tiempo atada a mí, perdóname por besarte pero sobre todo… Perdóname por buscarte e ilusionarme, te juro que no volverás a saber de mí.

Así pues, Danielle se dio la vuelta y se fue… Aunque trato de no llorar le fue imposible, las palabras de Ana hirieron cada fibra de su ser, cuando sintió que el dolor más grande que pudiera conocer era la ausencia de Ana, se dio cuenta que era peor su rechazo.  La hirió como nadie; pero a cada paso se gravaba en la mente: “Tengo que olvidarla”

Ana quería correr tras ella y besarla, confesarle que todo lo que dijo fue mentira, pero sus piernas no respondían, su cuerpo estaba ahí, estático: sin una sola muestra de humanidad; solo sentía como el corazón se le hacía polvo, como corría su felicidad… Su verdadera felicidad. Se dio la media vuelta y se fue…

Ambas en direcciones opuestas jurándose que enterrarían esos sentimientos, que a costa de lo que fuera, matarían ese amor.

Trate (sin mucho éxito) de hacer el capítulo un poco más largo, pero me es difícil complacerlas. Estoy bajo mucha presión por exámenes, proyectos y problemas de índole personal, así que pido un poco de paciencia en cuanto pase esta semana intentare subir un capitulo diario o cada dos días, de al menos 15 minutos. Gracias por sus comentarios ¡Saludos!

COREY