Acapulco Insospechado (2)

Tras la primera noche las cosas se complican, pero alcanzo mi objetivo... y cómo lo alcanzo!.

Al transcurrir la mañana, no cambiaba el humor de la chica, de veras se había encabronado conmigo. ¿Y ahora qué podía hacer? Realmente quería con ella, pero ya todo se había ido por un tubo.Sólo me quedaba una alternativa, esperar hasta que estuviera menos molesta y hablar con ella, después de todo, ambos nos habíamos quedado con las ganas... ese era mi consuelo y esperanza.

Mientras desayunábamos, la mamá, aunque sabía perfectamente lo que pasaba (ni que fuera sonámbula), le preguntó a la joven qué tenía. Parece que esa fue la gota que derramó el vaso porque se puso como energúmena.

  • ¡¿Pues qué va a pasar?! ¡Par de cabrones! no se hagan...

  • ¡Óyeme, no me hables así que soy tu madre y merezco respeto!

  • ¡Qué respeto ni qué nada! Bien que anduviste de puta anoche con este wey, hasta se dieron el lujo de hacer todo el ruido que pudieron... ¡anda, dime que no es cierto! En todas las cabañas los oyeron.

  • ¡Lo que pasa es que tú querías ser la que estuviera con él anoche! ¡yo no podía permitir que mi hija...

Lo mejor era hacerme el loco para escapar de ese momento infernal, pero como estaban discutiendo tan acaloradamente, ni cuenta se dieron de cuándo me salí.

Fui a caminar por las calles de Acapulco y luego me tendí un rato en la playa, disfrutando de la cálida arena y permitiendo que el agua marítima me bañara las piernas con su rítmico oleaje.

Me empezó a ganar el hambre pero no tenía ganas de regresar a la cabaña, seguramente las encontraría allí con sendas jetas. Ni modo, el hambre es canija y me encamine de nuevo al campo de batalla, a ver cómo me iba, no habían alcanzado a reclamarme nada.

Al llegar, todo estaba en silencio, parecía que no estuviera nadie, fui a la cocina a prepararme algo; no quise ni asomarme a las habitaciones para no provocar más problemas.

Comí en silencio, lo más que pude, pero como el silencio casi siempre viene acompañado de la reflexión, mi mente vagó hasta la cuestión inicial, ¿cómo habría de arreglar las cosas para terminar en los brazos anhelados?

De pronto se oyeron unos pasos descalzos, agaché la cabeza y cerré los ojos como queriendo perderme en la profundad hipócrita de mis pensamientos.

Escuché mi nombre de los labios aún llorosos de la chica de mis fantasías y no pude hacer otra cosa que abrir los ojos y dirigir la mirada hacia ella.

  • Mi mamá se fue a La Quebrada, yo no quise ir...

Se notaba que había perdido la batalla

  • ...discúlpame, sé que a ella la conoces desde hace mucho y que quizá te sientas más atraído por ella...

  • No, mira... (interrumpí queriendo explicarle)

  • No, espérate (inquirió). La verdad es que ayer me puse muy cachonda cuando estábamos bailando y pensé que te atraía como tú me atraes...

  • No creas, en serio me atraes y quería pasar la noche contigo (le dije ahora impidiendo que siguiera), eres una chica muy bella y atractiva.

Fue entonces cuando me fijé en que traía puesto su bikini con una toalla enredada al rededor de la cintura.

Aproveché el momento para explicarle lo que en realidad había sucedido, claro, arreglando un poco las cosas para no verme tan ojete, como un insensible.

Terminé abrazándola y ella se soltó en un mar de lágrimas. Por fin la tenía en mis brazos, pero no en las condiciones que deseaba, aún así su piel se sentía tersa y su cabello, a pesar del alboroto de almohada que le ocurrió durante el momento anterior a mi llegada, estaba muy suave y húmedo, humedad que, sospeché, era de sus mismas lágrimas.

La abracé fuerte y le di un beso en la mejilla pidiéndole que dejara ya de llorar, me enterneció hasta lo más profundo.

  • Si quieres, esta noche me escapo para quedarme contigo.

Fue entonces cuando me dijo lo que en realidad estaba pasando. Su mamá ya me había echado el ojo y desde hacía mucho tiempo quería acostarse conmigo, por eso tantas atenciones de su parte.

O sea que de esa manera estaba pagando el viajecito... (pensé)

¡Qué chingona! Pus entonces, a como diera lugar, me echaría al caramelo que tenía por hija.

Otra vez le di un beso en la mejilla, pero ahora rozando sus labios, ella se dejó llevar y buscó los míos. En un instante nuestras lenguas se habían encontrado.

Nos separamos y miramos a los ojos, le dije, tomándola por la cintura:

  • Ven, vamos a bañarte para que te veas más bonita, para que seas de nuevo la mujer radiante que eras ayer.

No dijo nada y nos encaminamos pausadamente al baño, abrazados. Abrí la llave y le quité la poca ropa que llevaba La metí al agua y tras ella entré también, sin importar que me mojara la ropa.

Le puse shampoo en el cabello y comencé a masajear haciendo espuma que, por efecto del agua, escurría sensualmente por su cuerpo rodeandole los magníficos senos. Ella tenía los ojos cerrados.

Tomé el jabón y se lo pasé por los hombros, resbalaba como mantequilla en su piel, era tan hermosa. Seguí enjabonándola por todo el cuerpo, deteniéndome un poco más en sus pechos, cuyos pezones endurecidos dominaban mi vista.

Me fui quitando la ropa como fue posible, pues el agua la pegaba a mi cuerpo y no fue nada fácil.

Exploré cuanto pude en su piel acariciando sus brazos, piernas, espalda, cintura, nalgas, todo, todo lo que estuviera a mi alcance. Incluso le regaba pequeños besos en cualquier parte. Su vagina estaba mojada y no sabía diferenciar entre los líquidos que bajaban por el interior de sus muslos. Besé y acaricié su clítoris con la lengua, ¡que sabor tan glorioso!

Nuestros cuerpos ya estaban libres para acercarse, ella también me pasó el jabón por todos lados, en desorden, me exploraba con el pretexto del jabón, y cuando estuvo hincada frente a mí, me besó la punta del miembro, que ya estaba completa y descaradamente erguido. Sin despegarle los labios siguió besándo y lamiendo con los ojos cerrados.

¡Cómo lo estábamos disfrutando!

Me agaché, la tomé de la nuca con ambas manos y la besé. quedé en cuclillas y caí al piso, quedando ella encima de mí.

Ácomodó su cuerpo sobre el mío sintiéndo mi erección entre sus piernas, estaba justo en su entrada y para entonces mis manos se habían adueñado de sus firmes senos, que masajeé a gusto y con entera libertad.

Suavemente la volteé para quedar encima de ella. Abrió sus piernas dispuesta a ser penetrada, pero en lugar de ello surqué su figura conlas manos y coloqué los labios sobre su vulva. La quería disfrutar completamente. Primero rocé su clítoris con los labios, luego con los dientes y después le hice círculos con la lengua. Unos instantes después le introduje la lengua en la vagina. Ella me tomaba de la cabeza como para apresarme en su maravillosa celda.

El chorro del agua me caía en la espalda y salpicaba mi cabeza de una forma rotunda. Me moví para saborear su boca y perderme de nuevo en un profundo beso. La comencé a penetrar, al principio con el puro glande, que jugueteaba en la entrada de su vagina, ella gemía y se entregaba a las sensaciones, los gestos de su cara denotaban un gran placer, los sonidos de su voz me estimulaban notablemente.

Por fin me decidí a perderme completamente entre sus piernas, en la fuente de su caudal resbaloso y cautivante.

Con un brazo me sostenía sobre el suelo mientras con la otra mano le apretaba un seno y mis besos se adueñaban de su boca.

Fui acelerando el ritmo y mi cabeza quedó junto a la suya, el eco de nuestro placer resonaba por todas las paredes del baño. Llegó el climax, ambos gritamos y nos paralizamos, ella bañándome abundantemente con sus fluídos y yo inundando su intimidad.

Terminamos rendidos. Ella me miró a los ojos y me dio un sutil y largo beso en los labios. Nos abrazamos descansando uno en los brazos del otro.

Sin darme cuenta, las rodillas me sangraban, el piso del baño no había quedado lo suficientemente resbaloso con el jabón y el esfuerzo había sido incalculable.

Escuchamos la puerta del baño cerrarse, volteamos con cara de horror, seguramente su mamá nos había visto, ¿qué tanto?, no sé. Según yo, había dejado cerrado.