Acapulco Insospechado (1)
Una bromita termina en una invitación para pasar un fin de semana en Acapulco, lugar de una lujuriosa revelación.
Una tarde de hace varios años, vino a casa una amiga de mi mamá.
Mi mamá tenía que entregarle no sé qué cosas, pero como a la otra le urgían, vino a recogerlas.
Esa tarde estaba en casa porque llevaba varios días buscando empleo y no quise salir para tomar un respiro.
Cuando la vi entrar la saludé con calidez y amabilidad, ella siempre me había tratado educada y atentamente, así que no podría ni tendría razón para corresponderle de otra manera.
Se sentó en el sofá y comenzamos a platicar antes de que mi mamá pusiera en sus manos una bolsita llena de unos envases que parecían ser de cremas o algo por el estilo.
Yo no sabía que saldría de viaje y cuando lo comentó, le dije en son de broma,
¿Y no me llevas?
¡Claro, vamos!
Esa respuesta me sorprendió sobremanera y me hizo pasar un momento incómodo.
- No, ¿cómo crees? yo lo decía en broma.
Pero la otra insistió,
- En serio, vente con nosotras.
Y lejos de disuadirla, mi mamá se expresó en conformidad,
- ¡Ándale!, vete con ellas, es un fin de semana.
Como dije, me sentía incómodo. De una bromita había pasado a invitación real. Pero pensé,
- Bueno, no estaría mal... además no tengo nada qué hacer y una oportunidad así no se te presenta a diario... ¡Chingue a su madre! pus voy.
Así que confirmé haciéndo hincapié en que no tenía lana y ella respondió,
- No es necesario, vamos a la cabaña de un amigo y vamos en coche... y si hiciera falta, nosotras te prestamos y luego nos pagas.
Nos terminamos de poner de acuerdo y a la mañana siguiente pasaron por mí. Me ofrecí como conductor, para corresponder a sus atenciones, y tomamos camino. Nos detuvimos un rato a desayunar en "Tres Marías" y después retornamos a la carretera. De allí directo a Acapulco, usaríamos la recientemente inaugurada "autopista del Sol".
Llegamos a una cabañita muy bien armada y acogedora, cerca de la playa. Bajé el equipaje y acomodé la comida en la alacena.
Mientras tanto, ellas se instalaban, una en cada una de las recámaras que había, lógicamente, a mí me tocaría en la salita, que tenía un sofá rústico, pero cómodo.
Al terminar, se cambiaron de ropa y me dijeron.
- Ya cámbiate para que nos vayamos un rato a la playa.
No me lo dijeron dos veces, entré al baño y me cambié lo más rápido posible y me fui con ellas.
Cuando caminábamos, de cuando en cuando les echaba un vistazo a mis acompañantes dándome cuenta de que ambas tenían unos cuerpazos increíbles, no me lo esperaba de la amiga de mi mamá pues ya es una mujer madura.
Ambas tenían unas caderas hermosas, redondeadas, y sus piernas largas hacían que cuanta mirada atravezara por su camino se entretuviera vivamente en ellas.
Procuré cambiar el sentido de mis pensamientos, si no me delataría fácilmente en cualquier momento, y no quería que eso pasara.
El tiempo fue transcurriendo tranquilamente y el sol se empezaba a sentir más fuerte, ocasionalmente alguien se metía a nadar un momento y regresaba a la arena. Me tocó el placer de verlas salir del agua un par de veces como sirenas
La hija se levantó sentándose en la arena y nos miró,
- ¿Ustedes no tienen hambre?
Ambos asentimos y nos fuimos de nuevo a la cabaña. Comimos y sacamos unas sillas para quedarnos afuera a disfrutar de la brisa marítima.
La noche hizo su aparición y la hija dijo que tenía ganas de ir a bailar,
Sale, vamos
Yo no, vayan ustedes. Yo me quedo a descansar.
¡Ándale, mamá, vamos! Vinimos a divertirnos, no sólo a descansar. Además la noche está rica para salir.
Después de una breve discusión, los tres terminamos cambiándonos y yendo a un antro de moda.
Me turné para bailar con cada una, y ocasionalmente con las dos al mismo tiempo. Iban despampanantes en sus jeans y blusas ligeras, la mamá llevaba color beige y la hija una azul rey.
De vez en cuando tenía oportunidad de rozarme con cada una, me estaba excitando mucho pero intenté discimularlo, aunque con poco éxito porque la que se quedaba sentada nos miraba y por supuesto, la cachaba mirando con cierto "encanto" mi pantalón.
En una de esas, me tocó bailar una lambada con la hija, con lo cual nos empezábamos a cachondear porque era imposible que ella no se diera cuenta de cómo me tenía, metiendo y una puerna entre las suyas. Era obvio que me sentía totalmente erecto. Y al mirarme a los ojos se le notaba sin disgusto, hasta podría decir que la lujiria se apoderaba de ella, bueno, no sólo de ella...
De regreso en la cabaña, nos echamos un baño antes de dormir, y cuando le tocó a ella salir empapada, envuelta en su toalla, me lanzó una pícara mirada, como invitándome a pasar la noche en su cuarto, aunque con cierta discreción. Como si su mamá no se hubiera dado cuenta de lo que estaba pasando.
Cada quien se acomodó en su sitio, no puedo decir que en su cama porque a mí me tocó el sofá. No podía dormir, esperaba una hora prudente para escurrirme en la cama de la chica y pasar una soberbia noche.
Como acostumbro dormir sin ropa, preferí dejarme el traje de baño, así me podría mover con más confianza por la cabaña y por otro lado, me ayudaría a hacer más sensual el encuentro que me esperaba.
Mi fantasía estaba volando en torno a cómo me gustaría que todo pasara entre la chava y yo, cuando de repente sale de su cuarto la mamá. Se acerca al sillón donde estaba acostado y me pregunta,
- ¿No puedes dormir?
¿Y cómo podría hacerlo si esaba pensando en cogerme a su hija?
El sillón está muy duro, ¿no? ha de estar muy incómodo. Mira, si quieres, te hago un lugar en mi cama, está muy amplia y cabemos los dos, para que duermas... Debes estar cansado con todo lo del viaje, y la bailada.
No, en serio. Estoy bien, no hay problema con el sillón, no es tan incómodo.
Por dentro estaba que me llevaba la chingada, ¡Que ya se fuera a dormir!
- Vamos, vente a mi cuarto.
Y se encaminó haciéndome seguirla.
¡Ya valió madre! ni modo, intentaré escurrirme con algún pretexto.
Nos acostamos de espaldas pero me fue cayendo el sueño y me quedé dormido.
En algún momento de la noche me desperté, estaba boca arriba y con la mano de ella dentro de mi traje de baño. Noté que se estaba masturbando, jadeaba y me jalaba el falo hacia arriba y abajo. Me había desanudado el cordón del traje y me tenía a su disposición. Al principio no supe si moverme o no, pero pensé que si me había echado a perder la noche con su hija, "¡¿pus qué chingaos?!", además lo estaba haciendo muy rico. Seguí haciéndome el dormido pero escurrí mi mano para sentir la piel de su pierna, y luego la fui moviendo hasta llegar a su candente vulva, llena de lubricantes fluidos. Ella la recibió muy bien, terminé con el teatro y me volteé de costado para acariciar sus senos generosos y firmes, luego me abalancé para tomar uno de ellos con los labios y rozar su pezón con la lengua, haciéndole círculos y mordisquándolo.
Mientras le chupaba los senos dirigí los dedos a su vagina, donde encontraron campo abierto para hurgar en su interior provocándole una serie de jadeos intensos.
No me aguanté más y me coloqué de frente a ella... sus piernas abiertasme mostraban el camino al placer. No esperé más y me incliné hacia ella para retomar el trabajo interrumpido en su enormes melones, al tiempo que la penetraba suavemente. Ella me jalaba hacia adentro, pero lo tomé con calma para encender aún más el deseo.
Poco a poco le fui ensartando y bombeando hasta hacerlo fuerte y más rápido.
Ambos estábamos jadeando cada vez más fuerte y ni en cuenta de que estaba alguien más en la cabaña.
Sus fluidos inundaban todo, me empapaba y se oía como chapoteaba en su interior, era fenomenal. No sabía lo salvaje que esta mujer era en la intimidad, nunca lo imaginé.
Empezó a anunciar su orgasmo y comencé a sentir el mío, me vacié abundante y completamente en ella... fue increíble. Estábamos completamente sudados y bañados en fluidos corporales.
Terminamos exhaustos, dejé mi cuerpo sobre el de ella, sin salirme de su vagina... nos quedamos dormidos.
A la mañana siguiente, quizá por no querer perder la oportunidad, inconscientemente, me desperté temprano, antes de que despertara la hembra que se había apoderado de mí la noche anterior.
Salí de la recámara con cuidado para evitar que me cachara saliendo de su habítación, pero la que sí me vió fue la hija, quien, a juzgar por la fría mirada que me dirigió, se había dado cuenta de todo lo que había pasado, y qué mejor prueba que verme saliendo de la habitación de su madre.