Acampando

Un grupo de universitarios decide salir a acampar y es asaltado por tres hombres.

Toda historia tiene unos antecedentes.

Sucedió hace 10 años, en la ciudad donde nací. Alejandro, un compañero que estudiaba conmigo psicología; me presento a Andrea. Cuando la conocí me paralice. A mi edad era la primera vez que una mujer me llamaba tanto la atención. Era inteligente, tierna, con una mirada angelical que me derretía en un segundo, era alta, su piel era tersa, tenía una fragancia especial, creo sin temor a equivocarme, que todos los días se bañaba con esencias naturales (ese olor ya era parte de ella). Su cuerpo era un enigma; se notaba que estaba pasada de peso, sin estar gorda, además se vestía con jeans o pantalones, blusas que nunca dejaban ver más de lo debido, generalmente acompañada de chaquetas. Nunca usaba falda o escotes, pero por la forma en que se veía demarcado su cuerpo, y esa pequeña tanga que se dibujaba, cuando yo la miraba por detrás, sin que ella se diera cuenta, me hacia creer que tenia un buen cuerpo. Su rostro no era un enigma: ojos grandes, nariz y labios perfectos, y unas pequeñas ojeras que siempre poseía, la hacían una mujer con un rostro observable por los hombres y envidiable por las mujeres.

En cuanto a Mónica y Lina que puedo decir de ellas. Mónica era completamente diferente a Andrea, morena, un poco más baja de estatura, desinhibida, muy sexy y experimentada. Y lógicamente esto quedaba demostrado en su forma de vestir: ombligueras, minifaldas, pantalones excesivamente ajustados y descaderados, que mostraban el fuerte trabajo de gimnasio que a diario realizaba. Y en cuanto a Lina era el “efecto murciélago” que muchos llaman, muy buena persona, amable, tierna, pero gorda, baja y feita.

Como datos adicionales, Mónica, Andrea y Lina eran compañeras de apartamento; y también eran de otras ciudades. Mónica era la novia de Alejandro, todos estábamos entre los 18 y 17 años.

Sin más antecedentes vamos a lo que ocurrió, Alejandro me había propuesto que fuéramos a acampar un fin de semana con Mónica y Andrea. Aunque yo no estaba muy de acuerdo con la idea; ya que acampar nunca ha sido una de mis actividades favoritas, acepté porque era una manera de acercarme a Andrea y conocerla mejor. Si convencerme a mí fue difícil, lo fue aún más con Andrea. Todos los días llamaba a su mama para pedirle permiso para salir, a pesar de estar viviendo a más de 500 km de su casa. Al final, después de suplicas, recomendaciones y por supuesto asegurarle que iría también Lina, su madre le dio el permiso.

Salimos un viernes en la tarde, a una zona en las afueras de la ciudad donde por su superficie se puede acampar cómodamente, dejamos el automóvil a 2 kilómetros del lugar designado. Montamos 2 carpas una grande y otra pequeña (un iglú) en donde supuestamente dormiríamos Alejandro y yo. Esa noche, todo transcurrió normalmente, sin embargo, notamos que estábamos solos, que no se veía a nadie en las proximidades y esto atemorizo un poco a las mujeres, pero Alejandro insistía en que se calmaran, que el traía protección (una carabina que el papa le presto) y con la excusa de estar más seguros paso todos los objetos y maletas al iglú, para que todos durmiéramos en la misma carpa. Tengo que aceptar que la idea de dormir junto a Andrea me llamo la atención, pero me parecía algo descuidado dejar nuestro objetos personales sin cuidado. Al final dejamos pasar las horas y terminamos durmiendo juntos.

Al otro día, fuimos al rió que quedaba cerca. Esa mañana fue de grandes descubrimientos. Mónica demostró con creces que su cuerpo era una verdadera modelo, unas nalgas bárbaras; firmes, redondas, tenía unos senos pequeños pero bien formados, un vientre plano y sin excesos de grasa, y de sus piernas ni hablar. Su ropa no dejaba nada a la imaginación, unos shorts sesgados al cuerpo, cortos…muy cortos. Y un top que solo cubría sus senos.

Sin embargo, ver a Andrea por primera vez en ropa diferente a la usual, me asombro. Pude detallar su cuerpo, y comprobar que Mónica no era la única que asistía al gimnasio: nalgas grandes y firmes, una cadera ancha que definía muy bien el comienzo de su espalda, piernas gruesas, que demostraban que cuando usaba jeans no era solo una ilusión, pero sin duda lo que mas me sorprendió fueron sus senos, eran más grandes de lo que imaginaba, entendí porque usaba blusas y chaquetas anchas; estoy seguro que se avergonzaba de su tamaño. Cuando Andrea salio del río con su ropa completamente mojada quede más interesado en conquistarla que nunca.

Esa noche, como la anterior, estábamos desde temprano en la carpa grande, dispuestos a pasar nuestra última noche, tomándonos una botella de ron, cuando sin más anticipos comenzó la tragedia: Sentimos un fuerte estruendo pasadas las 9 de la noche, cuando Alejandro intento sacar la carabina que supuestamente nos iba a servir de protección, se convirtió en pocos segundos en la nueva arma de los agresores.

Después de los segundos de pánico iniciales, pudimos darnos cuenta de nuestra situación. Tres hombres nos tenían encañonados, con un par de revólveres y la carabina que anteriormente nos quitaron. Nos sacaron de la carpa, afuera estaba bastante oscuro, el rostro de los hombres eran identificables. Por su figura no eran hombres muy grandes; Alejandro, Andrea y yo éramos más altos, pero su aspecto era bastante atemorizante. Dos de ellos eran mayores, seguramente frisaban los 30, el otro era más joven, quizás de nuestra edad.

A continuación narrare todo aquello que quedo en mi memoria, dejando por fuera las exageraciones y los momentos borrados: Después de sacarnos de la carpa nos amarraron a los cinco alrededor de un par de árboles, usando lo que tenían a la mano: nuestros cinturones, algunas cuerdas que encontraron, e inclusive algo de cáñamo que supuestamente usaríamos para pescar. Revisaron las 2 carpas y acumularon todo lo que consideraron costoso, para llevárselo: los maletines, 2 walkman, una grabadora, cámara fotográfica, ropa, navajas, instrumentos de cocina, linternas, etc.

Cuando nos imaginábamos que se iban con nuestras pertenencias, se acercaron a nosotros y desamarraron a Mónica, que a esa hora estaba en una pijama bastante sugestiva. Alejandro logro patear a uno de ellos, como retaliación le dieron un cachazo en la frente que lo dejo semi- inconsciente unos minutos. No sirvieron de nada las suplicas de Mónica, ni los gritos de Lina y Andrea, ni que hablar de mis ofensas. Mónica fue llevada dentro de la carpa, y no la volvimos a ver hasta casi una hora después. Durante ese tiempo lo único que se veía eran las sombras dentro de la carpa, debido a la lámpara que encendieron. Se veía a Mónica tirada en el piso mientras uno de ellos le sostenía las manos y el otro abusaba de ella, se veían todos sus movimientos, como en la tétrica escena de la película “psicosis”. Después del primero, pasó el que la sujetaba, mientras el más joven estaba a nuestro lado vigilándonos. Lina y Andrea estaban casi en shock suponiendo lo que a continuación pasaría. El primero que terminó vino a relevar al más joven, que fue a cumplir con su cometido.

¿Qué se oía? solo gritos de Mónica y algunos gemidos esporádicos de aquellos tres hombres. Cuando Alejandro se recuperó, el ambiente se hizo más difícil al escuchar a su novia siendo abusada.

Cuando Mónica salio con los 2 hombres, fue amarrada de nuevo al árbol. Alejandro le preguntaba como estaba, pero ella no respondía, solo lloraba y lloraba. Después, los hombres comieron de nuestros enlatados y se tomaron el ron que quedaba en la botella. Recuerdo que escucharon música de nuestra grabadora. En ocasiones se acercaban a una de las mujeres para besarlas y decirles que tranquilas que ellas seguían.

Habían pasado más de 2 horas, cuando la tormenta reinicio. En esta ocasión tomaron a Andrea quien por su tamaño se defendió como una fiera, pero esos hombres, no se iban por las ramas, golpearon a Andrea en la cara, apuntaron un revolver a su cabeza y Andrea no luchó más. Como Alejandro, intente soltarme, pero me amenazaron con pegarme en la cabeza y simplemente acepte que nada podía hacer. Encendieron la lámpara, y de nuevo las sombras mostraron todo a través de la carpa. A esa hora y después de lo ocurrido, pocas fuerzas teníamos para gritar o insultar, por lo tanto, escuchamos todo lo que aquellos hombres hablaron.

El ron que teníamos no era suficiente para embriagar a los tres hombres, pero si era suficiente para llevarlos a un estado de euforia, con el que Andrea pagó las consecuencias; en primer lugar, se atrevieron a más, ya que la obligaron a tener sexo oral con uno de los hombres. Lo sé porque claramente lo vi y lo oí: “que boquita tan linda” el otro respondió “haga que se lo mame”.

Cuando la desnudaron, hablaron de sus grandes senos, después fue casi una repetición de la escena de Mónica, con la diferencia de una frase que me marco para siempre: “no le quiere entrar”- “marica, ¡Dele duro!”-. y recuerdo el grito desgarrado de Andrea al perder su virginidad. ¡Maldita sea!, me quería morir.

Cuando los tres terminaron, hora y media después, amarraron a Andrea que traía su blusa rota, vieron la hora, tomaron nuestras cosas y se fueron. A Lina por falta de tiempo no la tocaron; creo que siempre agradeció no ser bonita. Irónicamente, ser fea de algo le sirvió. Horas después, unos campesinos nos rescataron, regresamos y dimos parte a la policía.

Mónica continúo durante un tiempo como novia de Alejandro y estudiando en la universidad, pero el complejo de persecución con el cual quedo, la hizo retirarse de la universidad y lógicamente terminar con Alejandro. Alejandro terminó la carrera conmigo, nuestra relación nunca volvió a ser la misma. Lina es mi mejor amiga, y es por ella que cuento esta historia, porque Lina visito a Andrea y se tomo unas fotos con ella hace un par de meses. Verla de nuevo me impacto, esta más linda, más delgada. Inclusive en varias fotos sale la hija que tuvo fruto de la violación (con padre desconocido, aquellos hombres, nunca fueron capturados).

Durante años, he tenido pesadillas por los acontecimientos de esa noche, pero confieso al ver las fotos que tengo hoy y ayer de Andrea, que los sueños que tengo a veces no son pesadillas, me excito al pensar en como hubiese sido la escena sin la carpa de por medio. Haber visto a Andrea desnuda, siendo poseída por otro hombre, o mejor aun haber sido yo el que le quitara la virginidad, sintiendo su olor y que su boca hubiese sido templo de mi pene es una escena erótica única, y a larga ¡esto es un relato erótico!