Academia de Masturbacion (2)

Al día siguiente regresé a la magnífica casa en que se unicaba la Academia Metropolitana de Masturbación y ...

Academia de Masturbación (2)

Dormí como un angelito esa noche y no tuve sueños húmedos ni de ningún tipo. Me desperté totalmente energizado con una erección matutina que parecía saludar al sol y me sentí aliviado de que la monstruosa y placentera eyaculación que tuve ayer no acabó con mi virilidad para siempre. Me dirigí al trabajo siendo domingo porque hoy iban de visita unos funcionarios muy importantes y había demasiado que hacer, ironía de la vida ya que me aburro a muerte los días de trabajo normales. La ventaja es que esto me mantuvo ocupado y no tuve tiempo para pensar en mi cita de esta tarde en la "Academia Metropolitana".

Por fin, el trabajo terminó. En el estacionamiento encontré mi auto y me dirigí camino a mi cita de hoy. Me estacioné justo frente a la hermosa casa con el impresionante jardín más allá de la puerta de entrada y me fijé en una pequeña tarja que decía que había sido construida en 1860. Hice el mismo procedimiento del día anterior y cuando toqué la puerta de madera con el artefacto metálico en forma de pene, mi anfitrión, apellidado Ian, me recibió con una sonrisa. Mis nervios se pusieron de punta cuando me dijo:

-"¿En que puedo servirle?"

No lo podía creer, después de todo lo que había pasado hacía algo menos de 24 horas, me había olvidado. Comencé a balbucear una explicación, recordándole que había estado aquí ayer y de repente comenzó a reír.

-"Oh, discúlpame, debiste confundirme con mi hermano Carlos. Es que somos trillizos idénticos: Armando, Bernardo y Carlos. Yo soy Bernardo Ian. Nuestra madre nos llamaba A, B, C, para agilizar las cosas. Luego empezó a reír a carcajadas hasta que pudo controlarse. – "Bien, sígueme, los otros te están esperando para comenzar".

Lo seguí por el inmenso recibidor y pasamos de largo por la puerta de la habitación en la que había estado ayer. Un elevador casi artesanal en el que apenas cabían dos personas nos estaba esperando, y ambos nos encontramos demasiado cerca del otro en el corto tiempo que duró el trayecto hacia arriba. Cuando la puerta se abrió, salimos a un saloncito de estar hermosamente decorado al estilo victoriano.

-"Por aquí por favor"-

Nos detuvimos frente a una puerta cerrada. Bernardo comenzó a tocar en una especie de clave que me recordó como suenan los tambores africanos. Era una contraseña ya que la puerta se abrió y por un momento me pareció que del otro lado había un espejo. Me imaginé que era Carlos Ian, mi hermoso instructor de ayer, pero era la otra copia exacta de sus hermanos, Armando. Realmente eran idénticos, pero si los observabas bien, notaban que había pequeñas diferencias entre ellos. Bernardo era ligeramente más grande que sus hermanos y además tenía unas manchitas en su frente que parecían el archipiélago de las Bahamas. Armando no tenía ninguna marca visible, pero como no estaba desnudo no podía afirmarlo. Su hermano, Carlos estaba también en el cuarto y me saludó con la mirada.

Había dos hombres más en la habitación, sentados en un sofá enorme de cuero, que ocupaba el espacio de pared a pared y en el que fácilmente cabían sentadas cómodamente 6 personas. Uno de los hombres, de aproximadamente 25 años, era extremadamente alto, más de dos metros calculé, pero todo su cuerpo estaba muy bien proporcionado. Me preguntaba cuanto debía medir su artefacto, si era cierto lo que dicen de los hombres con pies grandes, porque al observarlo calculé que sus zapatos debían ser de talla 16 como mínimo. El otro individuo era mayor que todos nosotros y tenía una barba negra que le daba un aire de hombre poderoso.

-"Señor Olmos, este es Lucas. Lucas, el de barba es el señor Olmos y está en su segundo día de clases igual que tu. A su lado está William, esta es su cuarta lección. Está teniendo algunos problemas, pero pensamos que disfruta tanto de nuestra compañía que no quiere terminar de aprender por si mismo".

Asentí a los dos aprendices en el sofá, a modo de saludo y tomé asiento entre ellos. Dos de los trillizos se excusaron y salieron de la habitación, quedándose sólo uno de ellos con nosotros. Mientras esperaba que algo pasara, recorrí el cuarto con la vista observé que en las paredes había escritos varios mensajes a mano, lo que me recordaba el baño de una escuela de varones. No recuerdo todos los mensajes pero algunos decían cosas como:

"No se permite ningún contacto físico, no toque a otro estudiante"

"El viaje es tan importante como el destino final, más lento es mejor"

"No te engañes, una paja no es lo mismo que una cogida, pero puede llegar a ser más intensa y placentera"

Bernardo estaba parado frente a nosotros y dijo:

-"Cada uno de ustedes firmó una autorización que nos permite filmar sus actividades aquí. Usamos ese derecho particularmente con Jaime Olmos, aquí presente".

El aludido hombre de barba sentado a mi lado dejó escapar un audible y largo ¡NO!, pero en ese momento, la inmensa pantalla plasma de 75 pulgadas que ocupaba casi toda la pared que teníamos enfrente, se encendió y frente a nosotros apareció Jaime, sentado en un sillón, completamente desnudo, peludo tal cuál era con su pene erecto en su mano derecha. Su pecho era tan velludo que apenas si se podía distinguir la piel bajo todo ese pelo que se extendía tan profusamente por su abdomen y su entrepierna y formaba una mata tan espesa alrededor de sus genitales que de no haber estado en erección, su pene no sería visible. En su rostro se observaba una gran concentración mientras levantaba sus piernas, apoyaba sus pies contra la pared y yacía sobre su espalda con su pene apuntando a su boca que quedaba justo debajo. La pantalla se apagó.

-"Debo interrumpir para explicarles algo"- dijo Bernardo – "Van a recibir un libro muy importante, se llama KAMA SUTRA PARA MASTURBADORES. La posición asumida por Jaime es la posición 6 y es muy efectiva para concentrar el placer en el área genital. Volvamos a la cámara escondida."

El audio nos dejaba escuchar perfectamente como Jaime gemía y gruñía. Podíamos ver su herramienta, con el prepucio deslizándose arriba y abajo, mientras de la punta comenzaba a brotar mucho líquido preseminal y caía en su boca, la cuál mantenía abierta como los pichones cuando van a ser alimentados. Me imagino que en ese momento se lamentaba de no ser más delgado para permitirse chuparse su propio instrumento. De repente, lanzó un aullido y su pene estalló copiosamente. Casi todo el contenido fue a parar a su boca, lo demás cayó en su cara pero con ayuda de su lengua pudo lamer casi todo. La pantalla se apagó nuevamente. Todos le aplaudimos y Jaime se sonrojó.

Bernardo dijo: -"No debes estar avergonzado. También colocamos cámaras para ustedes dos"-

A continuación la pantalla se encendió y apareció frente a nosotros William, el grandote que tenía a mi lado. La imagen lo mostraba en el suelo, sostenido en sus rodillas y hombros, un solo hombro al menos ya que su otro brazo se encontraba muy ocupado. Su trasero apuntaba directamente a la cámara y el agujero de su ano parecía querer besar el aire. Se dio la vuelta y observé que tenía un dildo en su mano, el cuál insertó en su ano y comenzó a deslizarlo lentamente, adentro y hacia fuera, una y otra vez. El audio nos permitió escuchar como gemía y decía: -"ahhh, ahhh" mientras el dildo lo penetraba. A través, se veía un largo y grueso miembro colgar justo delante de sus testículos. Así continuó por unos minutos hasta que gritó y su pene comenzó a bombear el contenido de sus testículos con la fuerza de una manguera de bomberos.

-"Posición 3"- susurró Bernardo

Sentía mi propio pene cobrando vida y deseando salir. Me frotaba con la mano por encima del pantalón y pude ver que los otros dos estudiantes estaban en las mismas condiciones qu yo. Era difícil saber si Bernardo estaba excitado porque la ropa ancha que tenía impedía distinguir un bulto en su entrepierna, pero el tono de su voz lo delató.

-"Muy bien, fuera ropa".

Nos pusimos de pie lentamente y comenzamos a desvestirnos al mismo tiempo. Primero los zapatos, las medias, luego las camisas, los pantalones y juntos bajamos nuestros calzoncillos al unísono. El pene largo y gordo de William me confirmó el dicho ese de los zapatos, el de Jaime, mucho más corto, era increíblemente más grueso y tenía un color ligeramente más oscuro que el del resto de su piel.

-"Respiren profundo y comiencen a estimularse hasta lograr una fuerte erección".

Los tres iniciamos cada uno nuestras técnicas usuales para endurecer nuestros miembros. El sonido de piel frotando piel y de fuertes respiraciones llenaba la habitación.

-"Notarán que toda la sangre de su cuerpo fluye hacia su miembro, toda su atención se concentra en esa área y su cerebro se va relajando hasta llegar a un estado de semi-conciencia".

Comencé a acariciar mi escroto y a rozar mi pene desde la base hasta la punta, muy suavemente y teniendo cuidado de no ir muy fuerte todavía. Estaba inmerso en mis propias sensaciones pero por el rabillo del ojo podía ver que Jaime le estaba dedicando especia atención a sus testículos, de una forma que yo no hubiera sido capaz. William comenzaba a perder control de si mismo, arqueó la espalda hacia delante y se colocó en posición de que la punta de su pene entrara a su propia boca, que lo esperaba hambrienta con movimientos de succión. Los sonidos que hacían sus labios al chupar eran realmente excitantes y más aún la visión de sus labios y lengua rozando, lamiendo y recorriendo una punta gorda y rosada de la cuál comenzaba a brotar el líquido pre-seminal. A medida que su pene seguía creciendo, William fue capaz de inclinarse más hasta que tenía la mitad de su tronco dentro de la boca. Sus ojos estaban cerrados y podía asegurar que su cerebro estaba desconectado para permitirle a su cuerpo disfrutar aún más de la experiencia. Jaime también lo estaba mirando y lo que veía le excitaba tanto que empezó a acelerar el ritmo de su propia paja, olvidando las indicaciones de ir lento en este punto. Me estaba resultando muy difícil el no correrme de gusto.

Miré el reloj, habíamos estado en esta deliciosa actividad por más de 15 minutos. Sabía que esto era lo máximo que había alcanzado nunca. En la oficina, cuando me hacía una paja furtiva no duraba más de tres minutos por miedo a que entrara alguien y me descubriera.

Los minutos siguieron pasando, y con cada uno aumentaba mi placer.

"Muy bien caballeros, ya pasaron de un cuarto de hora, ahora pueden acelerar sus sacudidas y alcanzar el mejor orgasmo. Les voy a dar toallas tibias y húmedas para que se limpien y una toalla más grande estará en el piso para recibir lo que sus miembros tienen para ofrecer" – nos dijo nuestro triplemente hermoso instructor.

La habitación se llenó de gemidos y ruidos de placer. Jaime fue el primero en sucumbir. Gritó y de un espasmo, su cuerpo se resbaló del sofá cayendo a suelo de nalgas justo en el instante que de su pene comenzó a brotar el semen, primero un chorro largo y espeso, luego comenzó a salir a borbotones, sobrepasando por mucha distancia la toalla dispuesta en el suelo. Luego me tocó a mi, no solté la monstruosa cantidad de ayer, pero en cada trallazo salió más de lo que acostumbraba normalmente antes de descubrir este lugar. La sensación fue tan fuerte que por un segundo me desconecté del mundo, pero regresé en mí y con calma comencé a limpiarme. Mientras tanto, el gigante William seguía chupando y gimiendo. Ambos lo observábamos, hasta que Jaime se le acercó palmeándole el hombro:

-"¿Necesitas ayuda?"

-"Oh no, me corrí antes que tú, sólo estaba terminando el trabajo y ves que no necesito la toalla para limpiarme"- dijo con una expresión de júbilo.

Nos estábamos vistiendo cuando la puerta se abrió y uno de los hermanos entró con una bandeja con té helado y bocadillos. El tercero nos felicitó por nuestro excelente desempeño, ahí recordé lo de las cámaras y supuse que ambos nos estuvieron observando todo el tiempo. Estuvimos charlando animadamente por un rato, más o menos, haciendo todo tipo de preguntas sobre la Academia, cuando se me ocurrió preguntarles:

-"¿La Academia permite que el personal socialice con los estudiantes fuera del horario de las lecciones?".

-"¿En qué estas pensando?"- me preguntó uno de los hermanos Ian.

-"En cualquiera de mis instructores"- dije.

Los dos otros estudiantes soltaron una carcajada, pero los trillizos mantuvieron su semblante muy serio:

-"Me temo que no, debemos mantener la ética profesional por encima de todo"-.

-"¿Quiere decir que nunca se han interesado por un estudiante más allá de las clases?"- pregunté.

-"Por supuesto, de hecho, en este salón hay uno que me atrae de manera particular"

Todos le insistimos que nos dijera quién era.

-"Nunca lo sabrán, pero se conformarán con saber que me excité tanto mientras lo observaba que eyaculé al mismo tiempo que el lo hizo."-

Ese asunto lo seguimos discutiendo por un tiempo, pues Jaime, William y yo nos seguíamos reuniendo en un bar local, y entre tragos y risas siempre nos preguntamos cuál de nosotros fue ese alumno que provocó en nuestro hermoso instructor esa explosión de placer.

Nunca lo sabremos y no me importa, pues parte de la diversión es que siempre será un enigma.