A.C. alias ELENA, mi masoca 4
Fue un momento que quizá rompió una nueva barrera en ella. Desde esa noche en adelante, no hubo límites en nuestras jodiendas. A partir de ese momento, creo que todo le dio igual. Y para mí fue mejor y peor en muchos sentidos. Quizá fue, a partir de ese momento en que todo comenzó a derrumbarse
Tras haber inundado las entrañas de Elena, los cuatro nos quedamos paralizados. Yo estaba en el séptimo cielo, pero con morbo que difícilmente puedo describir. Me sentía extraño. Mi miembro comenzaba a empequeñecerse, pero mi mente estaba a 100. Frente a mi tenía a la hermana de la mujer que penetraba (y la verdad es que estaba igual de buena que Elena, pero su hermana tenía las ubres un poco más grandes) y no sólo eso, estaba recién cogida. El tipo también se quedó paralizado.
Elena y su hermana se miraron y así estuvimos (y no miento) alrededor de unos 2 minutos… sin hacer absolutamente nada, salvo observarnos. El morbo y la situación, comenzaban a darle vida a mi pene que aún se encontraba en el ano de Elena. Por mi mente pasaron mil y un situaciones extrañas, excitantes, morbosas e incestuosas; sin embargo, nada de aquello sucedió.
Sin más, la hermana de Elena, agarró sus ropas y le dijo un autoritario “vámonos” a su amante y se fue, dándome una vista excelente de su trasero bamboleándose. Elena estaba totalmente petrificada. Traté de hablar con ella, pero no sucedió nada. Yo estaba nuevamente excitado y sobra decir que me agradó ver a mí, en ese entonces, cuñada desnuda y siendo cogida. La verdad es que su hermana es igual de bella que Helena, sólo que un poco más chaparrita. Se parecen mucho. Es de sonrisa fácil, extrovertida y completamente animada. Berrinchuda a más no poder y, puesto que es menor, es la consentida.
Dado que Helena no me respondía, intenté probar suerte con algo más. La penetré por la vagina de una sola vez y comencé a maltratarla. Soltaba cada vez más fuertes nalgadas. Ella ni siquiera gemía. Tenía la mirada perdida y parecía ajena al mundo que la rodeaba. Apreté sus pezones de manera impresionante y ni así. Pellizqué su clítoris con verdadera saña y soltaba fuertes manotazos sobre su vulva y tampoco. De un empujón la tumbé sobre el suelo, la coloqué boca arriba y le abrí las piernas. Le escupí en la cara, le metí nuevamente mi verga en la concha, después en el culo un par de veces y se la restregué por la cara. Era como coger con un robot. Al parecer no sentía y vaya que la había maltratado. Se la volví a meter por la concha, ya con un poco de preocupación… le solté un par de cachetadas y a la tercera, comenzó a reaccionar.
Fue un momento que quizá rompió una nueva barrera en ella. Desde esa noche en adelante, no hubo límites en nuestras jodiendas. A partir de ese momento, creo que todo le dio igual. Y para mí fue mejor y peor en muchos sentidos. Quizá fue, a partir de ese momento en que todo comenzó a derrumbarse… pero jamás lo vi venir.
Cuando volvió en sí, inmediatamente sonrió y me abrazó con sus piernas. Al poco rato terminé dentro de ella y me besó con pasión. Nos vestimos, pero ella seguía inmensamente caliente. Nos despedimos de su fiesta y afortunadamente no nos encontramos a su hermana. De camino al pequeño cuarto alquilado en el pueblo aquel, me hizo un oral que jamás olvidaré en mi vida y me dejó cogerla una vez más (ahí, en medio del camino, completamente visibles a cualquiera que se cruzase en nuestro camino.
La notaba completamente desinhibida y debo confesar que me gustó. Pese a haber cogido varias veces y con cierto dolor en mi pene por tanta erección, llegamos al cuarto besándonos cómo si fuera nuestra primera vez.
Aquel olvidado pueblo de la sierra queretana constaba de unas cuantas calles llenas de casas al más puro estilo colonial y unos cuantos negocios por aquí y por allá. El cuarto donde se alojaba era una suerte de hostal en una de las casas más grandes del lugar. La casa consistía en una serie de cuartos (cada uno con una pequeñísima cocina propia y su propio diminuto baño) y en el centro una sala de estar. Dado que era un pueblo con, aun, ciertas costumbres e ideología “antiguas”, la dueña de la casa que rentaba los cuartos tenía terminantemente prohibido cualquier actividad sexual… por supuesto que era implícito que dicha prohibición no implicaba nada para nadie. Así que, decidí probar los límites de Elena y le ordené que se desnudara en la calle, justo a la puerta de la casa. No le tomó ni dos segundos hacerlo y se quedó ahí, plantada, desnuda y tiritando, retándome con la mirada.
Sonreí perversamente ante su actitud y, en solidaridad, saqué mi erecta verga al aire. Ella al instante comenzó a menearla mientras se masturbaba lentamente. Le solté una bofetada fuerte y firme y ella me sonrió. Abrí la puerta y pasamos a la estancia. Entramos al cuarto y ella de inmediato se tumbó en la cama con las piernas abiertas. Eran las 3 de la mañana y ni siquiera nos molestamos en prender la luz. Yo me bajé el pantalón y me abalancé sobre ella y la penetré con fuerza. Me abrazó con sus piernas y sin más comenzó a nalguearme fuertemente. En lugar de molestarme, me agradó y si cabe, aumenté el ritmo, que de por sí, ya era frenético. No llevábamos ni 3 minutos así cuando una voz hizo que casi perdiera mi erección.
- No mamen, váyanse a coger a otro lado – comentó molesta la inequívoca voz de la hermana de Elena, a quien llamaré “Janine” (dicho nombre, por cierto, es muy parecido al real…)
- ¿Janine? – exclamé completamente sorprendido
Sin saber porque, abandoné aquel dulce y encharcado agujero para prender la luz, muerto de vergüenza. Al prenderla encontré a la Janine completamente molesta en la cama de al lado, sola y en bra. Elena ni siquiera se molestó en cubrir su desnudez, es más, seguía con las piernas abiertas, pero fue la siguiente en intervenir.
- No me vengas con esas mamadas Janine, que te acabamos de ver a ti cogiendo en el bosque – dijo Elena mirando a su hermana.
- Váyanse a coger a otro lado, quiero dormir – espetó Janine
- Chinga a tu madre – insultó Elena – vete tú.
- ¿Por qué yo? – contestó Janine – Yo llegué primero
- Me vale madres, vete tú – sentenció Elena.
- A chinga, que cabroncita… váyanse o voy con la administradora – amenazó Janine y añadió dirigiéndose a mí – y por favor, cúbrete eso
- Relájate Janine – dije y dado que estaba muy caliente y por lo curioso del momento (estúpidamente) añadí con una sonrisa - ¿A poco no se te antoja?
- ¡Hey! – me espetó Elena como en advertencia y añadió dirigiéndose a su hermana – La dueña de la casa no está y si vas de chismosa, yo también puedo contar algunas cosas Janine. Tú también tienes cola que te pisen
- No chinguen, váyanse por favor – suplicó aun enojada Janine
- Mira güey, si te quieres quedar, me vale madres – sentenció Elena – si te quieres ir, también me vale madre. Nosotros vamos a seguir cogiendo. Así que es tú pedo.
- No mames… - comenzó a protestar Janine pero Elena la interrumpió
- ¿Tienes algún problema pelón mío? – me preguntó, pero al ver que mi miembro seguía apuntando al cielo – Entonces ven y hazme lo que se te antoje.
Sin saber qué hacer y teniendo a dos impresionantes hembras frente a mí (una desnuda y la otra en ropa interior) me quedé inmóvil. Sin embargo, mi calentura fue más y mi lado exhibicionista salió a relucir. Tomé mi verga y, mientras me masturbaba lentamente y me acercaba a Elena, clavé mi mirada en Janine mientras le sonreía. Me olvidé del mundo a mí alrededor y me concentré completamente en la mujer que me reclamaba. Le ordené que se levantara, que quería que me cabalgara y que quería destrozar completamente su ya maltrecho trasero. Ella, feliz de tener un pene dentro de sí, se acomodó al instante comenzó a moverse como si estuviera poseída. Sin importarme que su hermana estuviera ahí, solté una lluvia de azotes sobre esas ya rojas, pero deliciosas nalgas. De repente, alternaba los duros y firmes golpes sobre los pechos o su cara. Elena sólo gemía de placer y al parecer no notaba mis golpes. Me concentré nuevamente en sus nalgas, pues vaya que me encanta y me fascina azotar culos.
Tras alrededor de 20 minutos así (sin dejar de azotarla) ella se vino abundantemente sobre mí y como notó que yo aún no terminaba, sonrió y me dijo: “quiero tragarme toda tu leche mi amor”. Sin más, se quitó de mí y de inmediato se tragó mi verga en un delicioso 69. Tragó casi en su totalidad mi carajo y después volvió a decir: “si quieres, puedes seguirme azotando, o haz lo que quieras, sólo córrete en mi boca.”
Feliz de su entrega, le ensarté cruelmente 3 dedos en el ano, mientras hundía mi cara en su concha o de vez en cuando le soltaba una buena y fuerte nalgada en sus ya moradas nalgas. Ni siquiera rechistó ante la invasión de alguno de sus agujeros o los golpes. Simplemente se dejaba hacer. Tras casi 5 minutos así, estaba por venirme y comencé a azotarla sádicamente. Vaya que fue un orgasmo que casi me quita la vida. Perdí mi visión por un momento y mientras Elena seguía prácticamente succionándome la vida, miré hacia donde se encontraba Janine, la cual estaba observándonos con la misma mirada perdida que su hermana tuviera instantes atrás.
Cuando Elena terminase, se levantó, miró a su hermana, apagó la luz y se acurrucó, tambaleante (presa aun de los efectos del alcohol) a mi lado. Debido al cansancio y también el efecto del alcohol, caí casi instantáneamente dormido.
Cerca de las 8 de la mañana, desperté con una tremenda y dolorosa erección, pero con muchas ganas de ir al baño. Probablemente varios hombres se sentirán identificados con dicha situación… incomoda, por cierto. Así que me levanté y me dirigí al baño. Elena estaba profundamente dormida y Janine, de igual manera, pero de espaldas a nosotros. Entre al baño intentando relajarme para bajar la erección y poder mear a gusto; sin embargo no es una tarea sencilla. Decidí mojarme la cara y ver en el espejo los efectos que la cruda (resaca) hiciera en mí. Estaba en eso cuando la puerta del baño se abrió. Sonreí porque pensaba que era Elena quien entraba, pero el alma se me vino a los pies cuando, por el espejo vi la figura de Janine. Estaba en ropa interior y notaba determinación en su mirada. Cerró la puerta del baño y me miró fijamente. Intenté sostenerle la mirada, pero me sentía avergonzado de mis acciones de la madrugada. Siempre me había llevado excelentemente con ella, incluso le tenía bastante cariño, pero sin duda, lo de hacía unas horas, habría de cambiar las cosas…
Avanzó sin titubear hacia mí y agarró mi miembro con firmeza. Me miró a los ojos y se alzó para besarme. Instintivamente, correspondí el beso y la abracé. Ella me besaba poco a poco con más pasión y, aún con cierto recelo, comencé a tocarla por todas partes. Tomé sus nalgas con mis manos y apreté. Vaya que tenía un excelente trasero, al igual que su hermana, pero lo que más disfruté, fueron sus pechos. Ella superaba a Elena en este aspecto. Janine se dejó hacer mientras ella también hurgaba en mis rincones. Al palpar su vulva, la encontré muy húmeda. Ella se separó de mí, se arrodilló y comenzó a mamar mi pedazo de carne. ¡Vaya que era hábil! Más hábil que su hermana, puedo decir.
Al poco rato, mi consciencia hizo su aparición y detuve, estúpidamente, tan glorioso placer.
- Janine, para… tu hermana se podría despertar – le rogué mientras me apartaba.
Ella me miró a los ojos, suspiró y se levantó.
- Ella… te pone el cuerno y te ha puesto el cuerno desde hace mucho – me soltó con cierta complicidad y un dejo de dolor.
- ¡¿Qué?! – exclamé
- Si quieres saber más, vas a tener que hacer un par de cositas por mí… - me dijo con un deje de sensualidad en su voz.
Nuevamente tomó mi verga y comenzó a masturbarme frenéticamente.
- Tienes que explicarme eso – si momentos antes me sentía culpable, ahora estaba bastante encabronado.
- No – me dijo con una sonrisa – hasta que me des un orgasmo como a ella, no te voy a decir ni madres
- No chingues Janine… ¿Cómo es que sabes?
- ¿Sí o no? – me preguntó completamente decidida
- No mames Janine…
- Te voy a marcar en unos pocos días… cornudo, espero me respondas.
- Si así son las cosas… - atajé furioso.
Furioso como hacía no mucho, le bajé la braga, la puse de espaldas y la penetré en el acto. Mi mente era un mar de emociones encontradas, pero una parte de mí sólo pensaba en que tenía a la hermana de mi novia para mí. Ella gritó de placer y sorpresa, pero se dejó coger. Como comenzaba a gemir, le tapé la boca con una de mis manos, mientras con otra la masturbaba. La cogí duro aunque no supiera la razón. La penetré fuerte y sin descanso durante 10 glorioso minutos hasta que se la saqué y terminé sobre sus nalgas.
- Buen intento cuñado, pero no es suficiente para mí – me dijo jadeante Janine
- ¿Con quién? – pregunté aún con enojo
- En dos días regreso a México. Elena se va a quedar aquí…
- ¡¿Con quién chingados me puso el cuerno?! – grité
Al instante me di cuenta de mi error, aunque, dado mi humor, me valía madre si Elena me cachaba cogiéndome a su hermana. Nos quedamos en silencio unos momentos, pero no escuchamos nada proveniente del otro cuarto. Janine se volvió a poner las bragas sin limpiarse mi semen de su potente trasero y me besó como toda una profesional. Al final del beso, me susurró: “te marco en dos días, pero no le digas nada a Elena”.
Continuará con el último tramo de la historia… que si bien, tiene un final… bastante doloroso para mi… y también para ella… trataré de suavizarlo un poco… les agradezco por leerme y espero, si creen que lo merezco, sus comentarios.