Abuso en semana santa

Mi mujer y yo fuimos victimas de una situación peligrosa que cambió a mejor

Parte I

Mi mujer y yo disfrutábamos de unos días de vacaciones en semana santa en la sierra de Huelva. Nos dedicábamos a correr por la mañana temprano, luego cogíamos el coche y nos acercábamos a los pueblos cercanos a pasear, hacer catas de jamón y quesos artesanos, almorzábamos en cualquier restaurante que nos gustara y por la tarde nos quedábamos leyendo o con el ordenador hasta la hora de la cena.

Mi mujer se llama Ana, cordobesa, yo Manu, sevillano. Ambos ya en los cuarenta y pico. Nos conocimos en un viaje de trabajo de ella, como ella gana más dinero que yo me mudé a Córdoba y desde entonces vivimos allí.

Ella es muy pequeña, no está delgada, está como hay que estar, el deporte y sus largas caminatas diarias con sus amigas la mantienen muy en forma.

Era de noche, alrededor de la 11 de la noche, nuestra casa rural era la única en al menos 600 o 700 metros a la redonda, el clima era espléndido, por lo que teniendo cerradas puertas y ventanas hacía una temperatura muy agradable dentro de la casa.

Era viernes y ya habíamos pasado tres días allí, el domingo al mediodía nos íbamos.

Mi mujer estaba sentada en un sofá viendo la tele, tenía una camiseta blanca muy ajustada con mangas muy cortitas que dejaban su ombligo al descubierto, no llevaba sujetador y tenía los pezones marcados en ella.

Llevaba una especie de minipantalón de algodón amarillo que apenas cubría su culo y unos calcetines blancos bastante gruesos y muy largos que le llegaban hasta el medio muslo. Estaba realmente sexy sentada de lado con sus piernas encima del sofá.

Yo llevaba un pantalón de chandal y una camiseta negra de mangas cortas, estaba sentado en otro sofá. Teníamos internet en la casa y yo sin que se enterara mi mujer estaba viendo algo de porno sin sonido.

Aquella zona es una zona muy tranquila, no es una zona de lujo y dedicada al turismo rural y campings, no siendo objeto de robos porque la gente que va a esa zona es gente humilde y trabajadora.

En un momento de silencio en el salón oímos un fuerte golpe en el exterior. Mi mujer se sobresaltó y me miró. Yo me asomé por la ventana y no veía nada ni a nadie.

Yo: “Voy a salir porque creo que al árbol de ahí fuera se le ha partido una rama y ha caído en el coche”

Ana: “¿Sí? Pues vaya putada, está recien pintado”

Me dirigí a la puerta y la abrí con total tranquilidad y de repente un fuerte golpe en mi estómago me hizo retroceder agachado dejando la puerta abierta.

En milésimas de segundo tres jóvenes que no alcanzarían a los 30 años entraron en la casa. Uno llevaba un escopeta con los cañones recortados, el otro un revolver plateado que brillaba muchísmo y el último portaba un gran machete que debía medir al menos medio metro de largo.

Mi mujer empezó a gritar y rápidamente el de la escopeta se fue y la encañonó en la frente y le dijo con mucha tranquilidad: “Psssss, cállate o te vuelo la cabeza”

Acto seguido le apretó un poco con el cañón y mujer con las dos manos se tapó la boca.

Yo no podía gritar por el fuerte golpe en mi estómago, el tío del machete se acercó a mí me levantó del suelo con mucha delicadeza diciendo: “Lo siento tío, no tenemos intención de hacer daño a nadie, pero era necesario. Espero que no tengamos que recurrir a la violencia esta noche”

Me sentarón en el sofá, cogieron a mi mujer y la sentaron junto a mí, estaba asustadísima, yo sin embargo debido al shock no mostraba sentimiento alguno.

Los hombres armados se pusieron en frente de nosotros y el del machete salió fuera. Que volvió con dos enormes bolsos negros.

Ana: “Por favor, no nos hagáis daño, llevaos lo que queráis, pero no nos hagáis nada”

El de la pistola dijo: “Cállate, pórtate bien y esto acabará pronto y bien para vosotros”

Mientras el del machete sacaba lo que parecía unas cámaras de vídeo, el de la pistola hizo las presentaciones: “Bueno, voy a presentarnos, el cámara es Pedro, el rubio es Jesús y yo soy Richi”

Yo abrazaba a mi mujer sobre mí para tranquilizarla y procuraba mantener el tipo.

En pocos minutos Pedro tenía montada una cámara en un trípode frente a nosotros y dijo: “Richi, ya está, puedes empezar cuando quieras, mientras iré montando la segunda cámara”

Richi se acercó a nosotros se sentó en la mesa con la pistola en la mano y nos dijo: “Vamos a rodar una película aquí y vosotros sois los protagonistas, os voy a hacer unas preguntas y vosotros dos sonriendo y sin hacer tonterías vais a responder a todas. Tiene que quedar claro que esto es una película y que vosotros estais de acuerdo en todo. Como yo no vea que es convincente vais a conocer el dolor, ¿está claro?”

Mi mujer me miró, yo la miré a ella y viendo que no podía hacer otra cosa fui el primero en responder.

Yo: “De acuerdo, no habrá problemas”

Mi mujer me miró, no quería hablar, así que le dí un pequeño empujón y le dije que estuviera tranquila, que respondiera, y así lo hizo.

Ana: “De acuerdo”

Richi: “Estupendo, si seguís así todo irá bien, os doy mi palabra”

Se levantó, se puso junto a la camara y empezó a hablar.

Nos estuvo tranquilizando, sobretodo a mi mujer, nos trajeron agua, soltaron las armas tras ellos para que no las viéramos, nos hacían preguntas triviales pero nada personales, hasta que mi mujer estuvo más tranquila y comenzó con sus preguntas.

Íbamos respondiendo con naturalidad, él le gastaba algunas bromas a mi mujer y en una o dos consiguió hacerla sonreir, no sabíamos que iba a ocurrir después pero la entrevista grabada en vídeo iba a dejar claro que todo lo grabado era bajo nuestro consentimiento.

Una vez acabó la entrevista apagaron la cámara, Richi y Jesús se sentaron en el otro sofá y Pedro aún seguía liado, había montado dos cámaras y estaba organizando cables y haciendo pruebas de iluminación.

Richi que portaba un gran macuto en su espalda se lo quitó y sacó una bolsa transparente bastante grande, con algo que parecían golosinas en su interior.

Mi mujer lo vió y rápidamente me dijo al oído: “Eso es droga, ¿no?”

Yo asentí. Efectivamente, era droga, habían muchas pastillas de colores y varias pequeñas bolsas blancas de 3 cm con lazos verdes que las cerraban a modo de taleguitas.

Estuvo urgando un rato en la bolsa, sacó una pastilla blanca y se acercó a mi para enseñármela. Era redonda, del tamaño de una aspirina, y tenía un símbolo a relieve que parecía el símbolo de la MTV (la cadena de televisión musical).

Richi estuvo pensando varios segundos y dijo: “Bueno, pensándolo mejor, esta se la voy a dar a tu preciosa mujer, a tí te voy a dar algo que te va a gustar más, tienes cara de golfo, cabrón”, exclamó sonriéndome.

Mi mujer lo miró y dijo: “No, no, yo no tomo eso”

Richi sonriendo: “¿Qué no? ¿Me vas a hacer levantarme por la pistola? ¿de verdad?”

Yo: “Cariño, tranquila, eso no te va hacer más mal que una noche a base de chupitos de tequila, tómala, confía en mí”.

Yo conocía aquellas pastillas, si eran iguales que las que había cuando yo era joven, en un rato mi mujer iba a ser la mujer más feliz del mundo con esa pastilla.

Ana me miró con cara extrañada, yo la animaba a base de caricias en sus brazos y después de unos segundos la cogió. Ella era consciente de que si no lo hacía tendríamos problemas.

Richi: “Vamos, métetela en la boca ybebe agua. Dentro de un rato me lo agradecerás.”

Ana aún seguía dudando pero mis caricias y ánimos hicieron que obedeciera. Se la tragó.

Richi volvió al sofá, metió la mano en la bolsa y me tiró una de esas taleguitas.

Cuando abrí aquella bolsita pude ver una roquita blanca, no brillaba y tenía pinta aterciopelada, era cocaína y además de la buena. Por el tamaño de la roca debían ser 2 gramos al menos.

Richi: “Coge la bandeja esa que está a tu lado y hazte cuatro buenas rayas”

Cogí la bandeja, la bolsita de cocaína, saqué una tarjeta de crédito de mi cartera y me dispuse a hacer las rayas.

Mi mujer viéndome dijo: “¿Pero tú sabes hacer eso?”

Yo: “Bueno cariño, nunca te lo dije pero hace años no me relacionaba precisamente con la Jet-Set de Sevilla”

Ana riñéndome: “Si esto sale bien, tú y yo tenemos que hablar seriamente”

Los tres tipos se reían a carcajadas y mi mujer los miró con cara desafiante.

Cuando hice cuatro hermosas rayas cogí una hoja de papel de una libreta que había en la mesa, me enrollé un turulo y me metí la más grande.

Mi mujer me miraba con cara de asombro y cuando vio que me metí la raya como un pro, asentía y negaba a la vez.

Ana: “Vamos, vamos, muchas cosas van a cambiar cuando lleguemos a casa”

Yo: “Cariño, hace por lo menos 15 años que me porto bien, no creo que sea un demonio por lo que hice en mi juventud y si no hago esto ahora me parece que podemos tener serios problemas”

Le pasé la bandeja a Richi y los tres se metieron sus rayas con mucha tranquilidad. Cuando acabaron me devolvieron la bandeja.

Richi: “Bueno, seguro que te acuerdas de cuando eras joven, así que ya sabes, sin coca no nos vamos a quedar, que no pare la cosa”

Yo sabía a que se refería, así que sin vacilar me preparé para estar haciendo rayas toda la noche y así fue.

Habrían pasado 5 minutos desde que mi mujer se tomó aquella pastilla de éxtasis cuando Richi dijo que quería ver algo, cogió mi portátil que estaba cerrado y lo abrió. Estuvo en silencio y al cabo de un rato le preguntó al camara si podía conectar el ordenador a la televisión.

Pedro empezó a buscar cosas en sus maletas, sacó un adaptador y un cable y conectó el PC al televisor.

Mi mujer abrió los ojos como platos al ver lo que ponían, era una película porno que yo tenía escondida en mi PC. Era un mix de películas de al menos 15 horas que hice una vez con escenas de amas de casa haciendo gang-bangs con tíos que tenían pollas enormes. También había escenas de mujeres “abusadas” por varios hombres que al final cedían a sus violadores disfrutando de la agresión.

Ana me preguntó: “¿Esa película es tuya?”

La miré y no respondí.

Ana con cierto tono de enfado: “Desde luego, se ve que no te conocía, que bien te lo tenías callado”

Los siguientes minutos transcurrieron con cierta normalidad, nuestros raptores veían la película sin apenas acernos caso a mi y a mi mujer.

Mi mujer que aún seguía abrazada a mí miraba la televisión con mucha atención. Yo tenía la polla durísima cosa que mi mujer notó, me la tocó un momento y se cayó.

Habrían pasado 40 minutos cuando Ana se empezó a poner colorada, a mi me habían puesto un par de cervezas, mi mujer la miró y empezó a beber un poco.

Ella estaba resoplando un poco viendo la película, se separó un poco de mí diciendo que tenía calor. Le toqué suavemente su muslo y se estremeció.

Ana me susurró: “Cari, no sé que me pasa, tengo mucha calor, y la ropa me hace como cosquillas”

Yo le dije con voz baja: “Tranquila, eso es la pastilla, pronto estarás eufórica pero estarás bien, yo me tomé alguna de esas de joven”

Ana: “Ufff”

Ella no quería decir nada, pero yo sabía que esa pastilla te pone muy salido, así que ella, que además estaba viendo una película porno donde las mujeres eran literalmente taladradas por enormes pollones, tenía que estar chorrenado.

Iban pasando los minutos y mi mujer hacía unos pequeños movimientos en el sofá y resoplaba, así que me lancé.

Yo: “Oye, ¿os importa que le ponga una rayita a mi mujer? No quiero que le suba mucho el éxtasis, no está acostumbrada”

Richi: “Claro, claro, pónsela, como si la coca fuera tuya”

Ana: “¿Qué?”

Yo la tranquilicé y la convencí de que iba a estar mejor, le expliqúe como hacerlo y se metió una considerable raya.

Ahora dejó de resoplar, ella estaba más consciente y parecía tener más control sobre su cuerpo. Los tres individuos lo vieron y se pusieron manos a la obra. Comenzaron despejando el salón, retiraron la mesa e hicieron un gran hueco frente a los dos sofás.

Pedro encendió las camaras y comunicó que ya estaba grabando.

Richi nos preguntó: “¿Estais listos?”

Yo respondí afirmando.

Richi de su macuto sacó un enorme futón, lo extendión en el centro y dijo: “Vamos Ana, levántate y ponte en el centro”

Ana: “No, ni hablar”

Richi cogió el revolver y dijo: “Mira, esto tiene seis balas, me puedo ir con las 6 o con 4, y ten por seguro que antes de irme haremos lo que tenemos previsto pero a tí te dolerá mucho, tú decides”

Yo le dije que tranquila, que obedeciera. Ana Se lavantó del sofá y se puso en el centro.

Se subió sus largos calcetines hasta la mitad del muslo, ella parecía no haberse dado cuenta que esos calcetines junto con su pequeño pantaloncito que apenas le tapaba el culola hacían muy follable.

Yo estaba nervioso pensando en que esos tíos se quisieran tirar a mi mujer, pero también estaba muy excitado. La película porno que estaba en la televisión tenía el volumen muy alto, mi sexy mujer en el centro y la gran cantidad de buena coca que habíamos tomado me hacía pensar que yo y los 3 raptores teníamos la polla a reventar.

Richi: “Vamos, tócate”

Ana se negaba pero su voz era muy sensual por el extásis que había tomado.

Richi insistió y apuntó su revolver hacia mi: “Tócate, o matamos a tu marido aquí mismo y luego te violamos hasta desangrarte”

Mi mujer me miró muy seria, yo no quería que se sintiera mal por hacer algo de lo cual no teníamos el control y era inevitable, así que le hice un gesto de aprovación y de tranquilidad.

Ana cerró los ojos y comenzó a tocarse sus pechos, su bulba y todo su cuerpo. Ella no decía nada pero esos tocamientos le producían mucho placer, yo me daba cuenta por como se movía. El éxtasis que tomó estaba haciendo muy bien su efecto.

Richi le dió el revolver a Jesús que estaba a su lado y se levantó. Se acercó a mi mujer que aún seguía tocándose en el centro con los ojos cerrados. La agarró por sus caderas y comenzó a acariciarla.

Pegó un tirón hacia él y le pegó su paquete contra el coño de mi mujer. Empezó a besarla por el cuello y en los labios también. Eso hizo que mi mujer dejara de tocarse y con un poco de resistencia lo empujaba hacia atrás al mismo tiempo que giraba la cabeza de lado a lado para que no le besara la boca.

Así estuvieron 1 minuto más o menos, hasta que Richi habló.

Richi: “Vamos, túmbate en el suelo”

Ana: “No, déjame”

Richi de forma violenta la tiró al suelo y se puso encima. Mi mujer gritaba “No, no, déjame, basta, cabrón, suéltame”, yo me levanté para liberar a mi mujer y Jesús se puso de pie como un resorte al verme. Me apuntó con la escopeta y el revolver y vino corriendo hasta mi, me encañonó en la cabeza y me obligó a sentarme de nuevo.

Mi mujer vio aquello y gritaba: “No, no, dejadnos por favor”.

Richi seguía encima de ella forcejeando, lamiéndola y ella se defendía como podía pero sin éxito.

Richi: “Jesús ven, ayúdame”

Jesús se fue donde Pedro, el cámara que miraba sonriente sentado en una silla, y le dió las dos armas indicándole que me vigilara. Se fue a al centro y agarró a mi mujer por los brazos que estaba bocarriba en suelo, inmovilizándola de la parte superior.

Entre los dos la tenían sometida, Richi se sentó sobre las piernas de mi mujer y a tirones le acabó rompiendo su camiseta dejando los increíbles pechos de mi mujer al aire.

Richi y Jesús se relamían y no paraban de decir las buenas tetas que tenía mi mujer, se las tocaban para luego ponerse también a romperle el pantaloncito que llevaba, con mucha violencia lo rompió y lo dejó hecho jirones.

Allí estaba Ana, desnuda solo con sus calcetines largos y blancos que le llegaban hasta el medio muslo.

Richi se empezó a desnudar encima de mi mujer. Mi mujer lo veía y gritaba: “No, por favor, no, eso no”.

Solo se escuchaba a una mujer gimiendo a todo volumen en la película porno de la televisión y los gritos de mi mujer. Yo tenía una extraña sensación en el cuerpo, no sabía si me gustaba lo que veía o no, estaba confuso.

Richi ya estaba completamente desnudo, tenía su miembro completamente erecto, separó las piernas de mi mujer, le dio unos cuantos brochazos a su vagina con su polla y de un golpe se lo introdujo entero, hasta sus testículos.

Ana que decía: “¡No, nooo, basta!”, cuando fue ensartada por aquella polla dentro dio un grande pero corto grito.

Ana: “¡¡Aaaahhh!!”

Abrió los ojos y la boca de par en par a la vez que se arqueaba hacia arriba. Fue un grito seco, no demostraba placer pero curiosamente tampoco fue un grito de dolor.

Su cara cambió por completo, tenía cara de no creerse lo que le acaba de pasar. Richi no se movía, sólo tenía su polla metida hasta el fondo. Ana no hablaba, no se movía, estaba inmóvil, arqueada, con la boca y los ojos abiertos.

Las manos de mi mujer estaban contra el pecho de Richi, para que no la besara pero habían dejado de empujarlo hacia atrás. Solo servían de tope para que él no se le acercara más.

Richi empezó a moverse poco a poco y mi mujer dejó de arquearse. Giró su cabeza hacía donde yo estaba y me miró muy fijamente y muy seria.

Ana: “Lo siento cariño yo no quería esto pero no puedo hacer nada”

Yo la miré muy serio, no podía derrumbarme porque iba a ser peor para ella, si yo me derrumbaba, ella se iba a sentir muy mal, así que hablé.

Yo: “Tranquila, cariño, esto es inevitable, relájate y déjate llevar, no quiero que te hagan daño”

Ella me escuchó atenta, siguió mirándome unos segundos más, como si se estuviera despidiendo de mí con la mirada, cerró sus ojos y se empezó a dejar follar por aquel tío.

Richi comenzó a aumentar sus embestidas, mi mujer ya no decía nada, se abandonó a su violador y extendió los brazos en el suelo.

Richi se la follaba fuertemente, en pocos minutos mi mujer estaba respirando con mucha fuerza. Esa respiración fue tornando en leves gemidos.

Richi a la vez que se la follaba, la lamía. Le lamía los pechos, su cuello, su cara, como si fuera un perro. Le daba fuertes apretones en sus pechos, le mordía los pezones, la agarraba con sus dos manos por el cuello como si fuera a asfixiarla.

Mi mujer ante semejante follada cambió de actitud. Pude ver como ella sola, sin que nadie se lo ordenara, levantaba sus piernas, buscando una mejor penetración por parte de aquel tipo.

Richi se dió cuenta que mi mujer disfrutaba y empezó a besarla en los labios. Mi mujer ahora no giraba la cabeza y después una poca insistencia de su violador abrió la boca y sacó su lenguita buscando la lengua de Richi.

Estuvieron rato jugando con sus lenguas hasta que se fundieron en un beso, bueno un beso no, se estaban comiendo la boca. Richi se embruteció y ahora no embestía, bombeaba. Le bombeaba el coño a mi mujer con mucha fuerza.

Mi mujer estaba siendo brutalmente follada. Ella misma se estrujaba sus tetas, gemía como una loca, más alto incluso que los gemidos de la televisión.

Richi también gemía pero no daba muestras de ir a correrse. Me parecía normal, con la gran cantidad de coca que habiamos tomado, tener un orgasmo iba a ser dificil. La coca buena te pone la polla muy dura pero te retrasa mucho el orgasmo porque te insensibiliza el cuerpo.

Los gritos y gemidos de mi mujer iban en aumento rápidamente. Agarró el culo de Richi y lo empujaba contra ella. Richi siguió bombeando hasta que mi mujer explotó.

Ana: “Oooooohhhhhhhhh, síiiiiiiiiiiiiiiii, aarrrrrrrrrrrrrrrgggggrr”

Mi mujer se corrió, gritaba y movía sus caderas como una loca, todo esto mirándome fijamente a los ojos mientras Richi le mordía su cuello.

Yo estaba muy excitado viendo a mi mujer disfrutar como se la follaban.

Siguieron follando por lo menos 15 minutos más de forma muy salvaje, Richi no se corría, estaba de coca hasta las cejas, y consiguió que mi mujer se corriera otra vez. Que en la postura del misionero rodeaba con sus piernas las caderas de Richi favoreciendo la penetración.

(NOTA: Recordando la violación con mi mujer, me dijo que aquella noche, cada vez que una polla la embestía en el coño podía tocar el cielo debido al efecto de aquella pastilla de éxtasis)

Richi extenuado y un poco frustrado por no correrse paró, pero mi mujer seguía moviéndose, no quería que la cosa quedara así.

Richi: “Joder como folla esta tía. Jesús dale tú que voy a descansar un rato”

Mi mujer se mordía los labios y se retorcía bocarriba en el futón viendo como Jesús se desnudaba. Cuando Jesús se quitó los slips y saltó su polla que tambien estaba durísima mi mujer sacó su lengua para humedecerse los labios.

Ana estaba muy salida, de eso no había duda. Lo que empezó como una violación ya no lo era y la cámara lo estaba grabando todo.

Jesús se arrodilló entre las piernas de mi mujer, las abrió un poco más y mi mujer, ni corta ni perezosa agarró la polla de Jesús y la colocó en su coño.

De golpé se la metió hasta tener los testículos pegados a la vagina de mi mujer.

Ana: “Ooohh, síii, que rico”

Jesús: “Aaahh, ostia, que coño más bueno”

Y empezó a follársela con cierta intensidad.

El espectáculo era de lo más excitante, mi mujer siendo follada hasta la saciedad en el suelo, abierta completamente de piernas, gimiendo y soltando algún que otro grito de vez en cuando. La televisión con escenas de gang-bangs y alguna mujer gimiendo por ser follada igual que le hacían a mi mujer. Y todo aquello siendo grabado.

No pude evitarlo y comencé a masturbarme lentamente por encima del chandal. Richi lo vio y me echó una sonrisa.

Richi: “Manué, vete haciendo unas rayas y prepárate que vas a ser el siguiente, tu mujer se lo ha ganado”