Abuso en el hotel
Observad las juergas de los valencianistas
Íker Casillas se encontraba tendido sobre la cama del hotel Valencia Palace con los ojos cerrados, descansando después del intenso partido contra el Valencia. La verdad es que no había tenido mucho trabajo, si acaso había sudado más contemplando a sus compañeros y a los rivales, especialmente al castellano Rubén Baraja y al duro Carboni, macho italiano con un cuerpazo similar a su compañero Hierro. La luz de la habitación estaba apagada, tan sólo una pequeña lamparilla de noche iluminaba la silueta del joven portero. Abrió los ojos para observar cómo su torso reflejaba un color más tostado de lo habitual, fruto de la escasa luz y de alguna sesión de bronceado en la nueva piscina del Real Madrid, donde no era extraño disfrutar de la intimidad tomando el sol desnudo junto a sus amigos más "íntimos". Después de la ducha, respiraba el agradable olor que despedía su piel, pero al inspirar con más fuerza, el inconfundible sudor de Hierro inundó su nariz, subiéndole la temperatura. La mayoría de jugadores se encontraban disfrutando de la noche valenciana, incluido Figo, con quien no le importaría volver a compartir una noche de sexo y desenfreno. Tampoco Hierro se encontraba en la habitación, pero Íker sabía muy bien de dónde provenía el aroma de su compañero: llevaba puestos sus shorts, todavía sudados después del partido. Los miró mientras se excitaba, disfrutando al comprobar cómo crecía su paquete, marcando un bulto en los pantaloncitos del capitán. Mientras Íker se acariciaba el pecho con las yemas de los dedos, no podía imaginar que otros ojos lascivos acechaban a pocos metros de él... Santiago Cañizares llevaba varios meses esperando este momento. Muy pocos conocían de la afición del ex-portero de la selección de desfogar sus tensiones con los amantes más ardientes de la ciudad y alrededores. El descaro de un ofrecimiento bien planeado solía ser recompensado con varias sesiones de sexo desenfrenado e intenso, al menos hasta que el arquero se aburría de su compañero de juegos prohibidos y encontraba otro dispuesto a complacerle sin condiciones. Su condición de jugador del Valencia le proporcionaba la intimidad perfecta en el hotel, propiedad de uno de los altos directivos del club. Conocía las puertas traseras para entrar sin ser visto y siempre disponía de una habitación acondicionada para sus necesidades privadas. Nadie le hacía preguntas y él no tenía que responderlas. Pero no contó con la seguridad del hotel, con cámaras ocultas en todas las habitaciones. Fue entonces cuando Kik, el encargado del circuito cerrado de cámaras se presentó a Cañizares para compartir su secreto y, de paso, disfrutar del cuerpo del fogoso portero. Kik hizo un zoom sobre el paquete abultado de Casillas, sonriendo y guiñándole un ojo a sus compañeros mirones, Cañizares, Carboni y Baraja. Los otros dos futbolistas sabían del deseo de Cañizares de vengar su puesto perdido en la selección pasándose por la piedra al joven Íker. Era la noche perfecta, con el morbo añadido de que el Madrid había humillado al Valencia venciéndole en su propia casa, mientras que los certeros disparos de los valencianistas se estrellaban una y otra vez en la muralla que era Íker bajo los tres palos. Su víctima estaba sola y en el caso de que llegara otro madridista a la habitación, ya se encargarían de que sufriera el mismo tratamiento que le esperaba a Casillas. La noche era joven... Cañi estaba algo sorprendido porque no se esperaba que Íker se estuviera excitando con la ropa de su compañero Hierro, pero tuvo que reconocer que él también había conocido el calor que le había influido el vestuario del Real Madrid. Miró a sus cómplices, moviendo la cabeza hacia los monitores; no permitirían que el yogurín se corriera en soledad, ni mucho menos. Su presa iba a descargar su munición sólo cuando ellos lo decidieran. Y eso iba a requerir su tiempo, ya se encargarían de que fuera así. Se despidieron entre roces y bromas de Kik, prometiéndole un espectáculo a la altura de las circunstancias. La habitación que le habían asignado a la pareja Hierro-Casillas estaba apartada de los pasillos más concurridos del hotel, así que no había que tomar precauciones. Un par de pisos en ascensor y se encontraron frente a la puerta. Cañizares jugueteó con la llave, metiéndola primero lentamente y luego con fuerza en la cerradura, seguro de su victoria. Carboni se frotaba en la espalda de Baraja, añadiendo tensión sexual a su asalto nocturno. Íker se sobresaltó al escuchar la llave, más si cabe por el travieso juego de Cañizares con la cerradura. No esperaba a Hierro tan pronto, y no pensaba que le hubiera dejado a Figo la llave. No después de la tirantez que se respiraba en la relación Figo-Hierro por el liderazgo en la plantilla. Pero el recuerdo de su capitán, volviendo antes que el resto para hacerle suyo una vez más, le devolvió la calma, deseando que Hierro se sintiera halagado por el hecho de haberse puesto sus shorts. Apagó la luz, cerrando los ojos para simular que dormía, como exhausto después de hacerse una paja. Sólo la luz tenue que entraba entre el resquicio de la persiana delineaba la silueta de los muebles y del apetecible portero. Santi no se esperaba encontrarse con la luz apagada, pero aprovechó la situación, dejando que sus ojos se acostumbraran por unos segundos a la semi-oscuridad y entrar más decidido si cabe. Baraja y Carboni se escabulleron tras él, cerrando la puerta con suavidad. El ex-madridrista había dejado claro que Íker era suyo por el momento; cuando los necesitara, ya los invitaría a compartir de los placeres de Casillas. Al italiano no le importaría esperar a que Hierro apareciera y comprobar la fuerza de un macho maduro como él. Se iría calentando presenciando la venganza de Cañizares, además de que Baraja también era un bocado de lo más apetecible. El paquete de Casillas se marcaba sobre los shorts blancos, delineando una polla en semierección de más de un palmo, un poco doblada por la goma que le impedía mostrarse en todo su esplendor. Cañizares iba acercándose con sigilo hacia la cama, sonriendo para sus adentros, admirando el cuerpo quieto de su adversario. Se colocó cerca de la mesilla de noche, observando la respiración de Íker, tratando de no despertarle con el menor ruido. Al ver unas medias blancas tiradas sobre la moqueta, se le ocurrió cómo empezar la noche. Las recogió sin descuidarse y empezó a llevar las muñecas del portero junto al cabezal. Lo dejaría atado para poder disponer de él sin que pudiera oponer mucha resistencia, al menos al principio... La voz de Íker hizo que los tres valencianistas sintieran parárseles el corazón: - No te esperaba tan pronto, capi dijo con tono divertido-. ¿Qué no has encontrado suficientemente atractivos a los cachondos valencianos? Tendrá que ser tu amante madrileño quien te quite las tensiones del partido. Sigue con lo que me estabas haciendo, que me estoy empalmando más sólo de oler tu colonia. Vamos a celebrar la victoria sobre esos incautos valencianos. Cañizares tuvo que detenerse un segundo para recuperar el aliento y saborear brevemente el momento. Así que los rumores eran ciertos, Hierro seguía siendo el gallito del equipo y ahora Íker era su amante. "Bien, -pensó- me divertiré más tirándome al protegido de Hierro. Ha sido una suerte que tengamos el mismo gusto con la colonia, así no me ha descubierto. El muy inocente ni siquiera ha abierto los ojos." Siguió sin pararse atando las muñecas a la cama, mirando de reojo a sus compañeros que se encontraban sentados en un sillón, disfrutando de la situación, después del pequeño sobresalto. Con las medias ya atadas, Santi tomó el control y pasó a mirar cómo la verga de Íker se marcaba descaradamente. Su mano no pudo evitar rozar el bulto que le calentaba, que le hacía fantasear con ese mitad adolescente, mitad hombre que le disputaba el puesto en la selección. Recorrió la polla con dos dedos, dejando que el cuerpo del joven portero se contrajera de excitación. La descapulló por debajo de los shorts y decidió empezar la diversión. Con un movimiento rápido, apretó con fuerza la polla y encendió la luz de la mesita. Íker soltó un leve gemido y abrió los ojos al sentir la luz cercana. Al reconocer el pelo rubio tintado del portero valencianista y sentirse atado a la cama, casi se le salió el corazón del pecho, pero Santi, más rápido que él, le tapó la boca con su mano para que no gritara. - "Shhhhh... Calladito, mi caliente niño. Sólo quiero comprobar si puedes hacerme disfrutar como he oído. Si Hierro te tiene tanto aprecio, será bueno que te comparta con los rivales. Vamos a ver si sabes encajar goles con clase, aunque me quedan pocas dudas de que te va la marcha." Con una mano en la boca y otra agarrada a su polla, Íker se debatía sin poder hacer nada. Los nudos en sus muñecas eran firmes y no cedían. Cachondo como estaba, no podía resistirse a la decisión del otro portero. Estaba literalmente cogido por los huevos y nadie lo iba a salvar. Se resignó, pero prometiéndose que ya pensaría cómo darle a Cañizares su propia medicina... - "¿Vas a colaborar o necesito convencerte de forma más contundente? Ahora me perteneces y si no haces ninguna tontería, incluso puede que disfrutes. Si te resistes, ahí tengo dos amigos que puede que sean menos amables que yo." Casillas miró hacia la oscuridad del fondo de la habitación, sin acertar a distinguir a nadie. A lo mejor era un farol, pero ahora poco importaba. Sólo podía esperar que Hierro llegara. Confiaba que la fuerza de su capitán reduciría los humos del valencianista. Movió la cabeza asintiendo, lamiendo la palma de la mano de su adversario para demostrarle que le haría caso... por el monento. Cañizares separó lentamente la mano de la boca del madrista, sonriendo. La fiesta empezaba bien. Empezaba a sentir calor y se puso manos a la obra para igualarse a Íker. Todavía llevaba todo el traje oficial del Valencia y le molestaba. Como recompensa a la rápida rendición, se separó de la cama y comenzó a desnudarse para alegría de Casillas y de sus compañeros, ocultos en la oscuridad. La corbata voló hacia un rincón, seguida de la chaqueta. La camisa blanca marcaba el pecho del portero, mientras desabrochaba los primeros botones. Cuando llegó al tercero, se agachó frente a Íker tapándole la cara con el pecho. El indefenso madridista comprendió enseguida, arrancando los dos botones siguientes con sus dientes. De un tiró seco, Cañizares se arrancó la camisa, mostrando por fin su amplio pecho, bastante peludo y todavía con una fragancia mezcla de desodorante y calor de macho. Baraja y Carboni apenas podían aguantar más y, del roce de piernas en el sillón, pasaron a sobarse mutuamente las pollas bajo los pantalones, sin perder ojo de la estrella rubia semidesnuda. Con maestría, Cañizares se deshizo del cinturón y empezó a bajarse los pantalones, revelando unos boxers que daban poco para imaginar, pues marcaban descaradamente la erección que escondían. Fuera calcetines y zapatos, cuando los magreos y besos de los otros dos valencianistas eran claramente audibles. Cañizares se acercó al sillón y encendió una lámpara de pie que alumbraba ese lugar. Casillas levantó la cabeza y se puso todavía más cachondo contemplando a Carboni devorando el pecho de Baraja, mientras éste pajeaba por encima del pantalón al italiano. Tanto le estaba creciendo el paquete a Íker que casi le impedía seguir mirando. A este paso se correría sin haberle tocado nadie... Cañizares se agachó para comerle la boca al duro Baraja, rascando sus barba de dos días. Sus lenguas jugueteaban al principio, pero enseguida se enzarzaron en una pelea a la que se unió Carboni, mordiendo los pezones de Santi hasta arrancarle algunos pelos del pecho. Cañizares retomó el control por el súbito dolor y terminó el morreo con Baraja. - No os desmadréis demasiado y estad atentos, todavía nos queda mucha noche... dijo Cañi sonriendo pícaramente, sobando la erección de Carboni, sin dejar que Baraja le chupara la suya sobre los calzones. Carboni y Baraja siguieron morreándose mirando de reojo a su portero, que movía su culo acercándose a la cama de nuevo. Se quedó mirando ese joven cuerpo macizo y decidió pasar a la acción. Bajó la cabeza para arrancar un rápido beso a Íker, apenas sintiendo su sabor. Sus ojos se posaron sobre los shorts de Hierro que cubrían la polla del madridista; mordió con los dientes la goma, tocando levemente el capullo por encima, y los bajó para dejar a la vista de todos ese miembro peludo y erecto, pulsante de excitación. Santi dio un lametazo al tronco de esa pollita viciosa, arrancando un jadeo al tiempo que electrizaba la piel del indefenso portero. Sonrió y se colocó sentado sobre el pecho de Íker, plantándole su paquete frente a su cara, aprisionado en los boxers. Con la cabeza erguida y la lengua fuera comenzó a dar lenguetazos sin mucho éxito, hasta que el Cañi bajó la goma y azotó con su polla la cara imberbe que no podía resistirse, sólo disfrutar e intentar chuparla. Finalmente Cañizares se adelantó un poco y dejó que sus huevos reposaran sobre la barbilla de Casillas. Éste se propuso hacerle una mamada como nunca se la hubieran hecho, lamiendo sus pelotas y engullendo con dificultad el tremendo pollón que gasta Santi. Casi en éxtasis por la experimentada boca, se decidió a cambiar ligeramente de postura, desatando a Íker como premio, pero inmovilizándole los brazos con los suyos, apoyado sobre sus muñecas, para poder follarle la boca a Casillas con mayor facilidad. Todavía se resistía con fuerza en los brazos para liberarse, pero no por ello dejaba de engullir y repasar con su lengua todo el capullo y el tronco de esa polla ardiente que le golpeaba la garganta, le llenaba la nariz de pelo y le embriagaba con el olor a macho de su sexo. Los dos estaban en éxtasis de placer; Cañizares jadeaba con los ojos cerrados levantando la cabeza hacia arriba, como si cabalgara a uno de sus amantes. Ante tales atenciones, se permitió liberar su mano izquierda de la muñeca y agarró con firmeza la polla de Íker. Aprovechando que estaba un poco más libre, agarró a su vez la polla del Cañi, pajeándola mientras le chupaba el capullo sin descanso. Le lamía el tronco de la polla, los huevos, estiraba de los pelillos del pubis. Cañizares sólo se agarraba a la polla del joven portero para sostenerse ante el maremagno de sensaciones que le proporcionaba. Íker vio su oportunidad y juntando todas sus fuerzas volteó a Cañizares que quedó tumbado sobre la cama sorprendido y malhumorado. Pero Casillas no se hizo esperar y siguió repasando esa pollaza con precisión y más libertad. Santi siguió jadeando y disfrutando, levantando las caderas para seguir controlando el ritmo de la mamada. Baraja intentó acercarse para atender el culito de Íker que pedía guerra y se fue a colocar justo detrás del portero, dándole latigazos con su polla morcillona en la espalda. Éste se estremeció al sentir el roce, por lo que Cañizares elevó la cabeza y le hizo un gesto a Baraja para que no se metiera entre los dos. Rubén se retiró no sin antes cubrir por unos segundos el cuerpo de Casillas con el suyo para que notara su erección contra su culo, mordiéndole la oreja. Íker se deshizo de los boxers de Santi, no sin antes olerlos profundamente, lanzándoselos a la pareja de valencianistas que seguían sobándose en el sillón. Fue colmando de atenciones los huevos del arquero, lamiéndolos y elevándolos con la lengua, jugando a tragárselos alternativamente, saboreándolos, disfrutando del tacto peludo en su boca. Las piernas de Cañizares se debatían entre abrazar el torso del madridista o abrirse más para facilitar su mamada.